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Nietos de Ramón Monzó y Carmen Calatayud

UN CRUCE DE SENTIMIENTOS

Nietos de Ramón Monzó y Carmen Calatayud

Cuando la nostalgia, la tristeza y la esperanza se cruzan en un mismo recuerdo.

Yayo, cómo resumir todo lo que sentimos por ti en unas pocas palabras…

Gran hombre, inteligente, trabajador hasta la médula, serio y entregado, cuya presencia era innegable, y no precisamente por su hablar, sino por la entrega y la pasión que depositaba en todo lo que hacía. Esto era lo maravilloso de ti; todo un ejemplo de lucha y sabiduría para toda tu familia.

Onteniense de nacimiento, viniste a Banyeres con poco más de 20 años, donde montaste tu primer taller de electricidad. Firme y convencido como siempre has sido, supiste persistir en tus esfuerzos, en el trabajo bien hecho, costara lo que te costara. Cuántos domingos, comiendo en la caseta, salías corriendo a mitad de la comida cuando alguien necesitaba de tus servicios, sin importarte si llovía, nevaba o era el día de Navidad. Todo reto era tu ilusión.

Ojalá sepamos amar nuestro trabajo como siempre tú lo has hecho. Poco a poco, aquí en Banyeres hiciste tu lugar, el de tus hijas y tus nietos, y supiste labrar el respeto y la confianza de todos. Bajo la humildad, honestidad e integridad has trabajado siempre. Lejos de ser el tradicional abuelo consentidor, nos ensañaste el valor del trabajo y el esfuerzo.

Y es que, nos negamos a recordarte como en los últimos años de tu vida, cuando la enfermedad se apoderó de ti. Esto es lo último que hubieses querido.

Nos dijiste adiós muchas veces, pero tu espíritu luchador era incansable, siempre lo ha sido.

Ahora miramos al cielo, y nos cuesta aceptar que ya no estés con nosotros, que ya no estéis con nosotros. No obstante, estamos seguros de que, allá arriba, te habrás reencontrado con la yaya, lo cual nos inunda de muchísima alegría.

Te despediste de ella con un hasta luego, lo sabemos yayo, porque ella era tu todo, su todo eras tú. Como en los peores momentos de tu enfermedad, solo ella era capaz de volverte a la realidad, a la consciencia de tu ser.

Pues sí, la yaya Mensín era tan grande como para conseguirlo.

Desde el corazón, os enviamos un beso eterno.

De todos los que somos y seremos.

Ramón Monzó y Carmen Calatayud.

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