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Capilla del Sto. Enterramiento de Cristo (Marrajos
Semana Santa 2018 Cartagena Capilla del Sto. Enterramiento de Cristo (Marrajos)
Para la Agrupación del Sto. Enterramiento de Cristo de la Real e Ilustre Cofradía de Nto. Padre Jesús Nazareno (Marrajos), el día 30 de Noviembre de 2017, quedará como una de las fechas más importantes. Al ser ese día, en el que por fin, su grupo escultórico, la obra más importante del escultor murciano D. Juan González Moreno, quedó expuesta al culto y bendecida, en su capilla de la Iglesia Castrense de Sto. Domingo, sita en la Calle Mayor de nuestra ciudad de Cartagena. Durante muchos años, la agrupación ha anhelado exponer al culto su grupo escultórico, para así, venerar sus imágenes durante todo el año y con ello, que cualquier persona conocedora de la obra o foránea pueda contemplar el suceso que se representa con estas imágenes y sentirse, de esta forma, más cerca de nuestro Señor. Esto ha sido posible gracias al apoyo y la buena comunicación con el párroco castrense de la Iglesia de Sto. Domingo, D. Francisco Muñoz Martínez, gran admirador de este grupo escultórico que recibió con emoción el proyecto para albergar a este conjunto en su templo. Cediéndonos un pequeño espacio a la derecha del altar mayor, hasta entonces utilizado como almacén, y mostrando una generosidad sin medidas hacia esta Agrupación, por lo que siempre le estaremos agradecidos. Los principales trabajos para la adecuación de la capilla fueron llevados a cabo por la empresa RESTAURALIA, dirigida por D. Juan Isidro Ros Espín, al que agradecemos la disposición en fechas complicadas y su actitud siempre abierta a las diferentes modificaciones que fueron surgiendo. Estos trabajos llevaron a la Agrupación del Sto. Entierro a restaurar un arco de madera de singular belleza, decorado con una elevada cantidad de elementos ornamentales como flores, elementos circulares, etc., que durante muchos años se encontró sobre la puerta de acceso a la Capilla Marraja desde la Calle Mayor. Hasta que a finales del siglo XX, por dispares motivos, se decidió por su retirada. Desde entonces se ha encontrado abandonado en una esquina de nuestro Almacén de Tronos, presa del polvo, de la humedad y de los dañinos cambios de temperatura y, lamentablemente, pasando totalmente desapercibido de las miradas de muchos de nuestros hermanos. Esta obra de restauración fue llevada a cabo con mucho esfuerzo, por personal de nuestro Almacén de Tronos, quienes consiguieron reestablecer la belleza perdida de este arco, devolviendo a la vida un elemento que ha formado parte de la historia de nuestra Cofradía. La Agrupación del Sto. Enterramiento de Cristo, se ha comprometido a restaurar y recuperar su patrimonio, llevando a cabo la restauración completa de su grupo escultórico en el año 2015 por D. Enrique Barcala Bellod, y la de su antiguo sudario metálico, con el despiece y plateado de todas sus partes en 2016, sudario del orfebre D. Vicente Segura Valls, que acompañó a sus hermanos en las procesiones entre los años 1963-1969, y que a partir de ahora, volverá a acompañar a su grupo en su capilla. Sin lugar a dudas, esto ha sido determinante para crear un ambiente apropiado para acoger a nuestras imágenes, y crear un lugar de culto digno de las imágenes que protege, consiguiendo engrandecer a este pequeño espacio.
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Origen de venerar y poner al culto las imágenes
La veneración y la libertad de oración y culto, que actualmente profesamos a nuestras imágenes, no siempre fue de esta manera. Pues, la devoción de imágenes religiosas comenzó con una etapa de represión y prohibición, dando lugar, como consecuencia al Concilio II de Nicea, siendo el séptimo concilio ecuménico, es decir, universal en cuanto a participación de obispos de todas las regiones cristianas, llevado a cabo desde el 24 de septiembre hasta el 23 de octubre del 787, durante el mandato del papa Adriano I. Ante la convocatoria efectuada por la emperatriz bizantina Irene I para aclarar las leyes que estableció Constantino V. Este Concilio surgió por las actuaciones llevadas a cabo por el Emperador León III y su hijo Constantino V. El Emperador León III, comenzó una época de prohibición de culto, con la negativa de venerar imágenes religiosas, llegando a retirar una famosa imagen de Cristo que se encontraba a las puertas de su palacio, y dando lugar a la publicación de un edicto contra el culto a las imágenes el 17 de enero del 730. Creando una política de represión religiosa a la que se resistieron los papas Gregorio II y Gregorio III, defendiendo el culto a las imágenes junto con S. Juan Damasceno en Oriente. A la muerte de León III ocupó el trono imperial su hijo Constantino V (741-775), quién continuó con la prohibición iniciada por su padre, de dar culto a los iconos, es decir, cualquier imagen religiosa. Comenzó con cierta moderación, convocando un sínodo en Hieria (753) que rechazó la veneración de las imágenes llegando al saqueo y profanación de las iglesias, con la oposición de gran parte de su pueblo, lo que dio lugar a martirios. Sin embargo, esa moderación cesó pronto, y mandó destruir tanto las imágenes como las reliquias, prohibiendo la oración y el culto a los santos. Sin embargo, tras su fallecimiento, la situación comenzó a mejorar poco a poco con León I. Llegando a mejorar por completo, cuando, a la muerte de León IV, Irene se hizo con el Imperio como Regente, y el ortodoxo Tarasio, como secretario imperial (784). Tarasio sugirió a Irene la idea de convocar este Concilio ecuménico para la defensa de las imágenes, y ésta, así lo hizo, el 29 agosto 784, invitando al papa Adriano I, a un sínodo que habría de celebrarse en Constantinopla. Adriano I aceptó la idea (785) y nombró sus legados, a Pedro arcipreste de S. Pedro, y a Pedro archimandrita de S. Sabas y les dio la encomienda de anular el decreto de Hieria. Este concilio declaró nulas las decisiones del sínodo iconoclasta del 754 y formuló la doctrina ortodoxa sobre la veneración de las imágenes. La base de esta doctrina fue la teología de San Juan de Damasceno, quien consideraba las imágenes como sermones silenciosos y distinguía entre la verdadera adoración, que es debida solamente a Dios, y la veneración relativa que se tributa a las imágenes de Cristo y de los santos. En definitiva, el Concilio definió que la verdadera adoración sólo corresponde a Dios. Sin embargo, estipuló que las imágenes del Salvador, de la Virgen, de los Ángeles y de los Santos pueden ser veneradas y honradas como fue beata costumbre de los antiguos, pues, el que adora a una imagen adora a la persona que ella representa. El decreto sobre las imágenes dice: «Siguiendo el camino real, fieles al magisterio divinamente inspirado de nuestros santos Padres y a la tradición de la Iglesia católica, pues la reconocemos ser del Espíritu Santo que habita en ella, definimos con todo esmero y diligencia,
que lo mismo que la de la preciosa y vivificante cruz, así también hay que exhibir las venerables y santas imágenes, tanto las de colores como las de mosaicos o de otras materias convenientes, en las santas igle-
sias de Dios, en los vasos y vestidos sagrados y en los muros y tablas, en las casas y en los caminos: a saber, tanto la imagen de nuestro Señor Dios y Salvador Jesucristo, como la de nuestra inmaculada Señora, la santa Madre de Dios, y las de los honorables ángeles y de todos los santos y piadosos varones. Porque cuanto más se las contempla en una reproducción figurada, tanto más los que las miran se sienten estimulados al recuerdo y afición de los representados, a besarlas y a rendirles el homenaje de la veneración (proskynesis timetiké), aunque sin testificarle la adoración (latría), la cual compete sólo a la naturaleza divina: de manera que a ellas (las imágenes) como a la figura de la preciosa y vivificante cruz, a los santos evangelios y a las demás ofertas sagradas, les corresponde el honor del incienso y de las luces, según la piadosa costumbre de los mayores, ya que el honor tributado a la imagen
se refiere al representado en ella, y quien venera una imagen venera a la persona en ella representada».
Finalmente, el papa Adriano I aceptó el Concilio y sus resultados, en el año 794. A pesar de ello, en Oriente se recrudeció de nuevo la política iconoclasta, y sólo en el año 842, quedaron ya definitivamente aceptadas las decisiones del II Concilio de Nicea. Por lo tanto, ha sido una evolución de acontecimientos lo que nos ha llevado hoy en día, a venerar libremente a nuestras imágenes en lugares de culto. Sin embargo, la veneración para un cristiano es mucho más que una simple exposición de su patrimonio, es un hecho litúrgico significativo, donde las imágenes se muestran partícipes del mensaje del evangelio, acercándonos a nuestro Señor y, por extensión, a nuestra Iglesia Católica. El grupo escultórico del Sto. Enterramiento de Cristo sale por las calles de nuestra ciudad de Cartagena representando el Entierro de Nuestro Señor cada Viernes Santo en una catequesis de fe. Sin embargo, como cristianos no debemos quedarnos en un solo día, sino debemos ensalzar esa catequesis todo el año, llenándonos de espiritualidad cada vez que nos postremos ante él. El poder contemplar y venerar a este grupo escultórico, a Jesús, su Madre María, San Juan, María Magdalena, José de Arimatea y Nicodemo en esta Capilla, es estar junto a ellos, inmersos en la representación de lo que se ve, el Entierro de nuestro Señor. Gracias a la ayuda de muchas personas, el grupo del Sto. Entierro puede ser admirado y venerado por todos los cristianos en su Capilla, la Capilla del Sto. Enterramiento de Cristo, ubicada en el interior del templo de Sto. Domingo, y decorada con el distinguido color castrense y el antiguo sudario metálico de su Agrupación, bajo un magnífico e histórico arco marrajo.
José Manuel Sánchez Meca Presidente de la Agrupación del Sto. Enterramiento de Cristo