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Vivencias de una Joven Cofrade

Semana Santa 2018 Cartagena Vivencias de una Joven Cofrade

La Semana Santa y sus procesiones constituyen, sin lugar a dudas, uno de los mayores tesoros con los que cuenta Cartagena. No en vano, se trata de la más antigua y castiza de sus tradiciones y la que concentra un mayor número de visitantes, despertando el interés más allá de lo meramente local, regional e incluso, nacional. Desde que tengo uso de razón, la Semana Santa siempre ha estado presente en mi vida y a día de hoy, constituye un pilar fundamental en la misma. Gracias a ella, he tenido la suerte de conocer a gente maravillosa, de hacer nuevos amigos, jóvenes y no tan jóvenes y de tratar con mayores a los que admirar por su trayectoria en Cofradía y de los que aprender, para ir tomando el testigo cuando se haga necesario. En mi caso, la tradición familiar marcaba escoger el camino encarnado. Mi bisabuelo y abuelo eran californios hasta la médula, pero mi padre, llamado por una profunda devoción a NP Jesús de Medinaceli, decidió desvincularse y tomar la senda morada. Veneración, fe y sentimiento marrajo, que ha sabido transmitirme a la perfección desde que yo era pequeñita, con la misma ilusión e intensidad con que él lo ha vivido siempre. Esa misma ilusión con la que se enfrentó, el pasado año, a su mayor reto en el ámbito cofrade: pregonar las procesiones de nuestra ciudad. No era tarea fácil, pero supo plasmar a la perfección ese sentimiento de profundo cariño y respeto que siente hacia Cartagena, su Semana Santa y sus cuatro Cofradías, sin distinción de colores. Gracias, papá, por ese magnífico Pregón con el que nos deleitaste, por ser mi guía y por saber contagiarme ese amor hacia esta bendita tradición. Mi pequeña familia marraja es la Agrupación de los Estudiantes (Cristo de Medinaceli y Santas Mujeres). En el seno de ésta, he crecido como cofrade y a día de hoy, puedo presumir con orgullo de ser una más de ellos. Las reuniones de nuestra Junta Directiva a lo largo de todo el curso, la ilusión por sacar adelante nuevos proyectos y alcanzar nuevas metas y el trabajo que, mano a mano y con constancia, aportamos entre todos, es lo que llena y satisface a fin de cuentas. Cuando las notas del Gaudeamus Igitur empiezan a sonar, todos sabemos que ya no hay vuelta a atrás. Un ir y venir de hachotes, varas y banderines agita el ambiente instantes antes de que dé comienzo la procesión y el incienso, portado por los monaguillos, impregna con su característico aroma el vestíbulo de la Universidad Politécnica, desde donde partimos en la noche más mágica y castiza de la Semana Santa cartagenera. Comenzamos a marcar el paso, acompasado con cada redoble de tambor y ya salimos... Es la noche del Encuentro. Idéntica estampa revivo cada Sábado Santo cuando, desde el antiguo edificio de La Milagrosa, hoy sede del Rectorado de la UPCT, la Santísima Virgen de la Soledad de los Estudiantes, María Magdalena y María de Cleofás, se unen al cortejo procesional, de riguroso luto, mecidas con dulzura por sus damas portapasos. Idénticos nervios instantes antes de que empiece a sonar el tambor. Encendido de velas en trono y hachotes, distribución de enseres entre los penitentes... Idénticos deseos de que la procesión transcurra impoluta a lo largo de su marcha por las calles de nuestra ciudad. Y es que, como cofrades, tenemos la enorme responsabilidad de sacar a la calle nuestras procesiones y mostrar al pueblo de Cartagena y a los innumerables visitantes que acuden a disfrutarlas, el riquísimo patrimonio del que disponemos. Nuestra Semana Grande… diez intensos días en los que iluminar las calles de la trimilenaria con la luz de los hachotes, perfumarlas con el aroma a flor de nuestros fastuosos tronos y deleitar los oídos de los embobados espectadores con el sonido de tambores. Los penitentes, meciendo al viento sus capas con preciosos bordados y marcando ese paso tan característicamente nuestro, acompasado al son de cada redoble. Orden perfecto, marcialidad y absoluto silencio, características que contrastan con la alegría y espontaneidad de los más pequeños de nuestras cofradías, quienes vistiendo su hábito de nazareno, disfrutan entregando postales y caramelos a los espectadores de nuestros desfiles. La SALVE, el broche de oro a cada procesión, ese canto popular cartagenero que emana desde lo más profundo de nuestro ser y que nos une íntimamente con nuestra Madre. Creo que no me equivoco afirmando que nadie que la haya presenciado alguna vez, ya sea cartagenero de nacimiento o de adopción e incluso hasta el no creyente, puede evitar estremecerse durante la apoteósica y vibrante entrada de las Vírgenes en el templo de Santa María de Gracia. Cartagena presenta durante su Semana Grande un ambiente de fe y pasión por los cuatro costados que se contagia a todo aquel que nos visita, sintiéndose también partícipe de ese fervor y entrega. Pero no debemos olvidarnos de algo primordial, que está por encima de todo y de todos. No debemos olvidarle a ÉL. Jesucristo es quien verdaderamente da sentido a la Semana Santa, que, representando su Pasión, Muerte y Resurrección, ha de convertirse en una verdadera catequesis y procesión de fe. La fe en Cristo. Y esto, en definitiva, es lo que debemos tratar de transmitir todos cuantos participamos en ella. Nuestra predisposición debe ser siempre mirar hacia adelante, hacia el futuro, pero aprendiendo del pasado. Así lo manifestó recientemente Su Santidad el Papa Francisco, en un mensaje dedicado a los jóvenes del mundo con motivo de la XXII Jornada Mundial de la Juventud (abril 2017): “Lo que deseo es que vosotros, jóvenes, caminéis no sólo haciendo memoria del pasado, sino también con valentía en el presente y esperanza en el futuro. Con sobrada razón, aspiráis a «emprender el vuelo», lleváis en vuestro corazón muchos sueños, pero tenéis necesidad de la sabiduría y de la visión de los mayores. Mientras abrís vuestras alas al viento, es indispensable que descubráis vuestras raíces y que toméis el testigo de las personas que os han precedido. Para construir un futuro que tenga sentido, es necesario conocer los acontecimientos pasados y tomar posición frente a ellos”. Estas hermosas palabras del Santo Padre, muy bien pueden extrapolarse al ámbito cofrade. Los jóvenes nos vamos abriendo paso poco a poco en el seno de nuestras Cofradías y Agrupaciones, demandando cada vez más responsabilidad. Nos sentimos comprometidos con cada tarea que nos encomiendan y trabajamos con enorme ilusión e incansable dedicación por sacarla adelante. Sabemos que solo es el principio, que el camino será largo y en ocasiones, difícil, pero queremos formar parte y aportar nuestro granito de arena en esta maravillosa tradición forjada por aquellos que nos preceden. Alguien dijo alguna vez que “los jóvenes, aparte de ser queridos, deben sentir que se les quiere” y esta es una premisa que se cumple. Nos hallamos plenamente integrados en nuestras respectivas Cofradías y sentimos que se nos escucha, que cuentan con nosotros. Y al hilo de esto, no puedo dejar pasar la oportunidad de agradecer la confianza depositada en mí hace escasos dos años, cuando fui designada para pronunciar la Ofrenda ante nuestra Patrona, la Virgencica de la Caridad, durante la tarde del Miércoles de Ceniza, con motivo del inicio de la Cuaresma. Me permitisteis poner voz a todos cuantos se congregaron aquel día en su Basílica y sobre todo, expresar, desde una perspectiva joven, la emoción que embarga en esa tarde a todo procesionista cartagenero. Aquel 10 de febrero de 2016 es una fecha que jamás olvidaré. Gracias por apostar siempre por la juventud. Gracias de corazón. Y no quisiera finalizar mi intervención en esta estupenda revista, sin dejar de resaltar la participación de la mujer en el seno de la Semana Santa cartagenera, cada vez más patente, desarrollando un papel fundamental, activo y eficaz en el seno de la misma. Un trabajo y una dedicación que son reconocidos, no solo por los propios cofrades, sino por todos los cartageneros y cuantos nos visitan. Ya sea como nazarena, manola, portapaso o penitente o desempeñando cargos de responsabilidad en el seno de nuestras Cofradías y Agrupaciones, la mujer se halla plenamente integrada en éstas. Y es que, todas y cada una de nosotras somos mujeres que, a ejemplo de la más grande de las mujeres, la Madre de Cristo, nuestra Madre, tratamos de seguir enriqueciendo, con valentía y humildad, la tradición más bonita con que cuenta esta bendita tierra de Cartagena: su Semana Santa.

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