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La ausencia En recuerdo de Paco Alarcón

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Cristo de Marfil

Cristo de Marfil

Por Águeda Lucas. Fotografías: Archivo familiar

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Cuando me imaginaba escribiendo un artículo para Semana Santa nunca existía en mi mente la posibilidad de hablar de alguien que ya no está; supongo que uno se protege a sí mismo intentando alejar opciones que le duelen. La realidad que vivimos lamentablemente me golpea con una verdad inmutable: la ausencia.

Son tiempos complicados y llenos de fracturas. La vida que conocíamos y que quizá no valorábamos lo suficiente era, en su imperfección, perfecta, con sus idas y venidas, con sus problemas y sus alegrías. La realidad nos ha vapuleado de tal forma que no creo que nadie sea capaz de pensar que todo volverá a ser como era. Nos piden distancia para seguir siendo; sin embargo, en estas hojas, a modo de oración, podemos reunirnos de nuevo, con el anhelo de encontrarnos en nuestra tan querida Semana Santa.

Y en este reencuentro de papel, sencillo, pero profundo, traigo hasta estas líneas a Francisco Alarcón Díaz, Paco, nuestro Paco, (me permito tomarme esa licencia). Existe un leitmotiv entre todas las personas con las que he hablado sobre él: la humildad y el amor. Él, como todos, tenía sus cosas, pero no creo que nunca hiciera algo que molestara a alguien con la premeditación de que esa fuera la finalidad. Paco era un enamorado de la vida, de su Semana Santa y de su Cuenca. Y todos sabemos que a veces esta ciudad no sabe corresponder el amor que se le profesa. Sin embargo, él se entregaba de corazón a las tareas que desempeñaba, ya fueran temas culturales, deportivos, nazarenos o del día a día. Podías ver a Paco en los partidos de la UB Conquense en La Fuensanta, en la Plaza de toros y también en un concierto de la Semana de Música Religiosa. Yo prácticamente llegué en el tercer acto de su vida, pero con poco y mucho tiempo compartido a la vez, fue suficiente para darme cuenta de que era de esas personas que tienen algo especial, que son buenas y que te hacen sentir como en casa.

Paco era de su ‘Amarrado’, de su Jueves Santo, de sus tradiciones y de su familia. Intentó transmitir su pasión por la Pasión conquense constantemente, vistiendo túnicas invisibles de colores nazarenos todo el año. Porque para quien ama la Semana Santa todas las estaciones son primavera y cualquier momento es bueno para poner sobre la mesa cuestiones relacionadas con ella.

Su participación y su vinculación a la Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Amarrado a la Columna es indiscutible. Desde bien pequeño ya era hermano de ésta y del Jueves Santo y bancero cuando se subastaba un banzo por 80 pesetas allá por los años 60. Más tarde experimentó lo que era ser capataz de banceros y secretario de la hermandad. Además, tuvo bastante relación con la Archicofradía de Paz y Caridad, representando al ‘Amarrado’.

La Radio

Tanto amaba Paco la Semana Santa que finalmente terminó llevándosela a la radio. Él empezó en este medio en 1987 y colaboró en programas de toros, de deportes y nazarenos. Con Onda Cero Cuenca radió la procesión ‘Camino del Calvario’ y grabó pregones de Semana Santa los Viernes de Dolores. Todo ese material lo guardaba, igual que fotos, para conservar un archivo de las tradiciones nazarenas conquenses, para atesorar momentos únicos e irrepetibles. Si necesitabas algo solo tenías que pedírselo, que no tenía ningún reparo en ponerlo a disposición de quien lo solicitara.

Le gustaba investigar sobre Cuenca, sus tradiciones y, por supuesto, la Semana Santa era uno de los platos fuertes. Encontraba imágenes y se preguntaba por ellas, por lo que en ellas hallaba. Hablaba con otros amantes de la pasión conquense, compartía teorías, historias, certezas, pesquisas y dudas. Hasta el último momento sintió curiosidad y anhelo de saber más y de aprender de aquello que le entusiasmaba.

Durante dos décadas estuvo haciendo el programa de radio de Onda Cero ‘Pasión de Cuenca’, que empezó con Alejandro de la Cruz al frente. Después tomó el relevo Paco y, ahí y no hace tanto, mi camino se cruzó con el suyo. Compartimos tertulias (algunas muy divertidas y surrealistas, por cierto), resolis, alajús y sobre todo momentos entrañables, anécdotas y algún enfado por chincharle, que eso me encantaba y creo que a él también que yo lo hiciera. Era sencillo calentar los ánimos hablándole de hacer pasar otras procesiones por la calle de Los Tintes, además del ‘Santo Entierro’ y otros temas que, bien tirados, siempre funcionaban para hacer reaccionar a Paco.

Algunos días antes de empezar con las emisiones del programa justo antes de que nos confinaran, Paco nos advertía por correo electrónico de que la cosa se estaba “poniendo fea” y que no tenía muy claro cómo iba a poder hacerse Pasión de Cuenca o si él iba a capitanearlo. Yo lo tuve muy claro: sin Paco, no; pero desconocía que el guión de la vida había preparado un final inesperado y repentino, imposible de imaginar incluso para los guionistas de ciencia ficción.

Una persona buena

El pensamiento general es que Paco era una persona buena, de esas que te brindan ayuda sin esperar nada a cambio, de las que se ofrecen de verdad, de las que ya no quedan tantas. El 24 de marzo de 2020, en pleno desconcierto y caos por la pandemia, su voz se apagó definitivamente, pero no su recuerdo. Nos pilló de sorpresa, como un jarro de agua fría, como esas noticias que jamás esperas ni quieres escuchar. Pero nos mantienen unidos los hilos invisibles que cosen las memorias colectivas e individuales y que no permiten que personas que son queridas se vayan del todo.

Así que cuando recuperemos esa normalidad de la que hablan y a la que parece que le cuesta llegar y volvamos a vivir una Semana Santa como la que conocíamos (o lo más parecido a eso) habrá muchas filas de nazarenos de tulipa que tengan más huecos de los deseados; banzos que notarán las ausencias de quienes alguna vez los cargaron, muchos guiones tendrán que ser aprendidos a llevarse por otras manos. Y todos los que seguimos aquí, en la procesión terrenal, tendremos que saber vivir con esas ausencias, trayéndolas cerca de nosotros para no sentir tanto frío en las noches conquenses, acercándolas a nuestros corazones para que sigan junto a nosotros.

Las tulipas se encenderán de nuevo para acompañar al Señor por las calles de Cuenca y su luz servirá para transportar la memoria de los ausentes. Será una vigilia colectiva y un ejercicio catártico y necesario para todos. No será fácil, pero sabremos hacerlo, estoy convencida, porque si algo nos enseña el Maestro es que hay que seguir amando, a pesar de todo y por encima de todo y de todos. Esperemos que Paco y tantos otros puedan disfrutar de su Semana Santa allá donde estén. Seguro que tienen una vista privilegiada y que también nos sienten muy cerquita de ellos.

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