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Antonio Pelayo. Pregonero

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Cristo de Marfil

Cristo de Marfil

“ Lo que significa la Semana Santa para Cuenca es difícilmente comparable con lo que sucede en otras ciudades”

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Entrevista al pregonero de la Semana Santa 2022

Por Berta López

Dijo monseñor Carlos Amigo, vallisoletano ilustre y religioso, en su intervención previa al Pregón de la Semana Santa de Cuenca de 2019, que no hay más Pregón que el que hizo el Señor en la Cruz. Vallisoletano ilustre y religioso es también Antonio Pelayo, Pregonero de la Semana Santa de Cuenca 2022 –aunque tal vez deberían mencionarse tres años, pues ha alargado la pandemia el honor tanto como la espera– y comparte con fray Amigo la misma opinión. Es por eso que afirma Pelayo que su Pregón “no puede más que evocar la Buena Noticia del Evangelio, pregonarla, proclamarla”. Lo hará, eso sí, a su manera. Una manera distinta a la que hubiera sido en 2020 –cuyo Pregón, terminado para cuando se declaró la pandemia que llevó a suspender las celebraciones públicas de la Semana Santa, duerme desde entonces en un cajón del que no habrá de salir, al menos no en un escenario– salvo en una cosa: entonces, como ahora, buscará el Pregonero emocionar a quienes le escuchen. Igual que se ha emocionado él al escribir lo que habrá de proclamar el Viernes de Dolores en el Auditorio de la capital.

Hemos aprendido que la Semana Santa tiene que ser algo que penetre más profundamente en nuestra vida

¿Cómo han sido estos dos años de espera?

Pues no han sido fáciles porque… (pausa) claro, las noticias iban subiendo y bajando, con un ritmo un poco imprevisible. Después de lo que vivimos en 2020, en 2021 se volvió a plantear la posibilidad de que yo viniera, cosa que por supuesto yo acepté. Luego ya vimos que no era posible y eso me produjo a mí una gran frustración. Y supongo que les produjo mucha más a los nazarenos, como es natural, porque lo que significa para esta ciudad la Semana Santa es muy difícilmente comparable con lo que sucede en otras ciudades. Fue un periodo de frustración, al mismo tiempo de esperanza, porque nunca hay que perder la esperanza de que se puedan realizar tus propios deseos. Y luego, yo creo que lo que hemos vivido también nos ha permitido a todos profundizar más en el sentido de lo que esto [la Semana Santa] significa: comprender que no es un acto pasajero, una cosa que se hace para salir a la calle y lucir la túnica, sino que es algo que tiene que penetrar más profundamente en la vida de cada persona. Y yo creo que a eso sí que han podido contribuir estos dos años de espera.

Antonio, usted pasó la mayor parte de la pandemia en Italia, lo que significa que estuvo en uno de los grandes epicentros de la pandemia en Europa. En todo este tiempo en que ha visto tanto sufrimiento, ¿seguía teniendo sentido el Pregón? ¿Tuvo tiempo de pensar en eso?

Sí, sí, sí. Sin duda alguna lo seguía teniendo. Roma, durante mucho tiempo, fue un espectáculo ‘deprimente’. Veías las calles vacías, las tiendas cerradas, los bares y los restaurantes sirviendo en la calle lo poco que podían servir… Y sabías que había mucha gente que vivía aterrorizada por el miedo a ser contagiada o, a lo peor todavía, lamentando la desaparición de seres queridos a los que, en muchos casos, no han podido ni siquiera despedir. Personas que han muerto en la soledad y sus parientes no han podido ni siquiera rendirles ese cariño, ese abrazo íntimo que pueden dar a una persona que está por andar en la otra vida, ese abrazo de consuelo y de decirle ‘estamos aquí y te cuidaremos hasta el último momento’.

Pero al mismo tiempo había que saber que esto iba a pasar, que no iba a durar in eternum sino que, como estamos viendo ahora, afortunadamente es un fenómeno destinado a desaparecer, si no completamente, sí a tomar unas proporciones mucho más humanas. En el acto de presentación del Cartel de este año, cuando me dirigí a los nazarenos, cité a Tina Turner porque precisamente ella decía que en los tiempos de la adversidad, es cuando uno es capaz quizás de sacar de dentro lo mejor que tiene. Y, en concreto, la solidaridad. Hay que desearlo por lo menos. Entonces pues sí, claro que el Pregón seguía teniendo sentido.

Para que un pregón emocione, el primer emocionando tiene que ser el pregonero

Dijo en su intervención ante los nazarenos que este tiempo le había servido para madurar lo que quería decir. Imagino que cuando vino en enero de 2020 ya tenía una idea, si no el texto, de cómo iba a ser su Pregón entonces. Pero ¿cómo es ahora? ¿Ha cambiado en este tiempo?

Cuando yo vine en 2020, hace dos años, el Pregón ya estaba pergeñado. Prácticamente hecho. De hecho, lo acabé con varias semanas de antelación a la fecha que estaba previsto. Y ahí lo tengo: ese Pregón está ahí, no digo impreso pero está escrito en el ordenador. Pero no, no es ese el Pregón que voy a pronunciar, porque ni yo mismo estaría en la disposición de hacer, de leer, o de proclamar – porque yo creo que el pregón no hay que leerlo, hay que proclamarlo – lo que hice hace dos años: no tendría sentido. Entonces, lo estoy rehaciendo completamente. Utilizaré algunos de los elementos que me sirvieron hace dos años, pero será un Pregón nuevo.

¿Cuáles son sus líneas generales?

Más que las líneas generales, hablaría de qué se debe buscar en un Pregón. En un Pregón, primero tienes que emocionar a tu auditorio. No es una lección académica, no es un relato histórico, es un Pregón. Y el Pregón se supone que es anunciar algo y ese anuncio tiene que producir en la gente emoción. Para que ese efecto se produzca, el primer emocionado tiene que ser el que lo pregona. El pregonero no es un señor anónimo que viene y suelta un anuncio, como hacían antes los alguaciles en los pueblos. El pregonero se tiene que emocionar para poder emocionar a quien le escucha.

Y ¿sobre qué está basada esa emoción? Bueno, pues tiene muchos elementos. Pueden ser los recuerdos, darse cuenta o hacer a la gente darse cuenta de cómo la Semana Santa, en este caso la de Cuenca, ha ido realmente forjando la ciudad, dándole una personalidad, un modo de vivirla distinto al de otras ciudades. Pero las líneas fundamentales no pueden ser más que evocar la Buena Noticia del Evangelio, pregonarla, proclamarla, sobre todo en ese momento en que el Señor da ese paso fundamental que es ‘me entrego libremente a la Pasión y a la Cruz’. ¿Para qué? Pues para salvarnos a la Humanidad, a nosotros. Yo creo que esa es un poco la idea general que tiene que tener. Pero no es un sermón. Yo hice también el Sermón de las Siete Palabras en Valladolid, que es otro género literario. El Pregón es un género literario especial. Y yo ya he hecho algunos y por tanto creo que tengo la clave. Que la veremos. O tal vez no (sonrisas).

¿Tendremos alguna vez ocasión de leer ese Pregón que no será, el que escribió para la Semana Santa de Cuenca de 2020?

Bueno… No sé si tiene un gran interés, porque no es una pieza tampoco de literatura religiosa. Si alguien me lo pidiera, se lo podría dar. Cuando lo hice, de hecho, pensé en mandárselo a la Junta de Cofradías. Así que si alguien tiene curiosidad, podría dárselo.

En su discurso ante los nazarenos el pasado 4 de febrero, habló de que la solución global a la pandemia es más bien de voluntad de todos y de solidaridad. ¿Qué papel deberíamos tener los católicos en esa recuperación, en tanto que católicos?

En el ante-pregón dije que estas Semana Santas que hemos tenido que vivir en los dos años anteriores y que han sido Semana Santas a puerta cerrada, sin procesiones en las calles, con ritos litúrgicos muy condicionados por la posibilidad de asistir presencialmente y por el clima psicológico en el que todo se estaba desarrollado, tenían que desembocar – y yo creo que sí lo han hecho – en otra acción o en otra presencia diversa, pero siempre revestida de este espíritu semanasantero. Y la mejor solución es la solidaridad, entendida en un sentido muy amplio.

Primero, solidaridad con los enfermos del covid y con las familias de esos enfermos, fallecieran o no; solidaridad con las personas que se encontraban en mayor dificultad, que son los ancianos, las personas a las que el Papa llama descartadas de la sociedad, que tienen problemas económicos y a veces psicológicos también… Solidaridad con toda esa gente que necesita una ayuda que, en muchos casos, es una ayuda económica o a través de medicinas, pero que en muchos otros casos es una sonrisa, un gesto amable, una visita, un hacerle saber que no está solo, que estás a su lado, que si necesita algo puede acudir a ti…

Yo creo que esa solidaridad es la mejor solución. Mucho mejor y más cristiana que enrocarse en una torre de marfil y aquí me aíslo y no quiero saber nada de nadie, sino que lo que tengo que hacer es protegerme, oír música, leer… Eso está también muy bien, son armas psicológicas para seguir vivo. Pero entre enrocarse y salir a dar una mano, evidentemente la postura más cristiana es ésta: salir a dar una mano, la solidaridad. Y eso afortunadamente ya se ha hecho. Yo creo que ése es el camino.

Perfil del Pregonero

Cuando pronuncie su Pregón el 8 de abril en el Teatro Auditorio de la ciudad, Antonio Pelayo será el décimo religioso en pregonar la Semana Santa de Cuenca. Nació en Valladolid, en el año 1944. Y es veteranía, oficio y fe. Es uno de los periodistas más veteranos y más respetados de habla hispana de cuantos están en Roma, con una trayectoria de décadas cubriendo la información del Vaticano. Actualmente, es el corresponsal en Roma para Vida Nueva, así como para Antena 3 y colaborador de COPE, entre otros medios. También es asesor religioso de la Embajada Española ante la Santa Sede.

En 1976 fue nombrado corresponsal de Ya en París, donde permaneció nueve años, siendo durante dos años presidente de la Asociación de la Prensa Extranjera en Francia. En 1986 se trasladó a Roma, siempre como corresponsal de Ya, y a partir de 1990 comenzó a trabajar también para Antena 3.

Ha acompañado a Juan Pablo II en la mayoría de sus viajes a través del mundo, así como a Benedicto XVI y actualmente al papa Francisco. Además, ha sido secretario y presidente de la Asociación de la Prensa Extranjera en Italia.

Galardonado en multitud de ocasiones, ha recibido el Premio Calabria de la Presidencia de la República italiana como mejor corresponsal extranjero; el Premio del Club Internacional de Prensa de Madrid en 2004, al Mejor trabajo periodístico español en el extranjero; el Premio Giuseppe De Carli 2017 por su amplia trayectoria periodística; o el Premio ¡Bravo! Especial 2016 de la Conferencia Episcopal Española.

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