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Cuenca perdió por dos años seguidos una de sus señas de identidad: Su Semana Santa

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Cristo de Marfil

Cristo de Marfil

Por Rafael Torres Muelas

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Cuenca había celebrado ochenta y dos Semanas Santas ininterrumpidas desde la reconstrucción de la misma después del paréntesis que supuso la Guerra Civil española. Ocho décadas después los desfiles procesionales volvían a suspenderse por un hecho excepcional: el covid-19.

La paralización de casi toda la actividad como consecuencia del estado de alarma provocado por la pandemia del coronavirus, llevaron al presidente de la Junta de Cofradías, Jorge Sánchez Albendea, al obispo de la Diócesis, José María Yanguas y al alcalde de Cuenca, Darío Dolz, a tomar la decisión histórica e inédita de tener que suspender los desfiles procesionales de las hermandades y cofradías de Cuenca para la Semana Santa de 2020. Así lo comunicó el departamento de prensa de la JdC el sábado 14 de marzo de 2020. “Ya es oficial: Las procesiones del 2020 quedan suspendidas.”

Los nazarenos somos conscientes de que los desfiles procesionales se pueden suspender por fenómenos meteorológicos, principalmente la lluvia. Como ocurrió en la Semana Santa del año 2019, cuando la lluvia obligó a la suspensión de los desfiles de Jueves Santo, Viernes Santo y Sábado Santo. Hecho que también sucedió en los años 2011, 2012, 2016, años en los que también la lluvia y la nieve obligaron a la suspensión de diversas procesiones. Y recordamos como especialmente fatídico el 2013, donde se suspendieron seis de las nueve procesiones.

Esta vez era distinto. En el 2020, la comunidad nazarena conquense se encontraba en plena celebración de la Cuaresma, ultimando los preparativos para la que se suponía iba a ser una gran Semana Santa. Nadie pensaba en lo que estaba a punto de acontecer: repentinamente, todo se interrumpió. Las Hermandades se vieron obligadas a paralizar de golpe todas sus actividades: suspendidas quedaron las Funciones Religiosas, las Juntas Generales, conciertos y demás actos culturales que a lo largo del periodo cuaresmal realizan las hermandades. Y, cómo no, también los desfiles procesionales.

Pero las circunstancias mandaban: eran días de gran inquietud en los que la fragilidad y la vulnerabilidad humana se vieron afectadas en todo el mundo. La expansión del coronavirus obligó al Gobierno de España a decretar el estado de alarma el 15 de marzo, lo que supuso el confinamiento en sus domicilios de toda la población y el cierre de toda actividad no esencial.

Para el nazareno se estaba produciendo una sensación muy extraña, inédita y desconocida en toda su historia. En el calendario mental seguía estando programado el acto de cada día: Función Religiosa de Jesús Caído y la Verónica; Junta General de la Borriquilla; Concierto del Huerto, Pregón de la Semana Santa; y del 5 al 12 de abril,la celebración de la Semana Santa.

Qué cruel e inhumana se hizo para la comunidad nazarena esa semana. De Domingo de Ramos a Domingo de Resurrección se vivieron en las casas de cofrades de Cuenca momentos y situaciones que pervivirán eternos en la memoria. Esos días fueron especialmente duros para todos los nazarenos de Cuenca: cada uno sabía perfectamente cual era su papel y lo que estaría sucediendo en cada momento si las condiciones fueran las normales. La feliz memoria que guardamos en el mágico baúl de los recuerdos nos llevó a cada recorrido procesional desde las casas donde nos encontrábamos recluidos.

Amaneció un Domingo de Ramos sin procesión, sin ese primer redoble de tambor de la Banda de Trompetas y Tambores de la Junta de Cofradías, sin acordes musicales, sin nada; vacío de emociones e impaciencia; sin jubileo infantil. No había nervios ni sobresaltos del corazón, porque nadie llamó con tres aldabonazos sobre las puertas de San Andrés para que diera comienzo la Semana Santa. Cuenca entera era silencio y angustia. Recuerdo haber llorado amargamente ese Domingo de Ramos.

Por nuestra imaginación vimos pasar el Lunes Santo con su Cristo de la Vera Cruz. Oímos y sentimos las Siete palabras con su desfile silencioso y sereno, solo roto por el tambor velado que anuncia la profecía penitencial de la Crucifixión.

Y llegó el Martes Santo, tercer día de la Semana Magna de nuestra bella ciudad. Son las 19:00 horas y todos estamos ya en la Plaza de El Salvador para ver el comienzo de la procesión del “Perdón”. Suenan en el aire las trompetas heráldicas que advierten al Precursor. Sale la robusta figura de San Juan Bautista, seguida de Santa María Magdalena, y desde lo más profundo de mi corazón me surge el deseo irresistible de alcanzarte y confortar tu llanto. Y entonces me despierto del sueño. Quiero seguir soñando para continuar viviendo, para seguir sintiendo el desfile procesional. Y en mi sueño voy corriendo hacia la iglesia de San Felipe para ver salir la imagen de Nuestro Padre Jesús de Medinaceli; después subo a la Plaza Mayor para ver por la estrechura de la calle San Pedro el paso del Bautismo; desde la escalinata de la Catedral veo llegar a María Santísima de la Esperanza con su delicado manto sobre sus andas plateadas, eternamente mecida. Entonces despierto y, abatido, comprendo que este año no podré verte, que todo es un sueño de un Martes Santo de reclusión.

Y rompe el día de un Miércoles Santo atípico, sin procesión del Silencio. Cuenca sigue siendo, a pesar del coronavirus, hábito nazareno, pasión popular, Júcar y Huécar de sentimiento. Cada nazareno a lo largo de la Semana Santa, tiene su “particular día”, y para mí lo es el Miércoles Santo: antes que conquense fui hermano del “Huerto de San Esteban”. Día para mí de sensaciones contradictorias. Recuerdos y evocaciones que se agolpan en mi memoria y llaman al lagrimal de las emociones... Lágrimas puras, de verdadera devoción; lágrimas de banceros que verán cómo su deseo de portar a su imagen devocional, este año no será posible. La memoria me hace recordar el zigzagueo perpetuo de blancos capuces que llenan de candor nazareno la parte alta de la ciudad con el acompasado sonido de las horquillas… Recovecos de sensaciones, apuntes nazarenos hechos en conjuntos escultóricos que recogen los momentos claves de la Pasión de Cristo: la institución de la Eucaristía en la Santa Cena con Jesús al frente de los doce apóstoles; Jesús en su agonía en el Huerto de Getsemaní; la mirada de misericordia de Jesucristo a Judas; el arrojo de Pedro con su espada; el gallo que canta y Pedro niega tres veces; el Rey de Reyes convertido en Ecce-Homo; y la amargura de la Madre con San Juan. Sigo soñando en blanco en la noche del “Silencio” de Cuenca.

Es Jueves Santo, y no un jueves de confinamiento, el nazareno lo sabe. Uno de los tres jueves que relucen más que el sol. El viento me trae a casa el sonido de la campana de reo de muerte que acompaña al Santísimo Cristo de las Misericordias en la procesión de Paz y Caridad. Este Jueves Santo también asistí al desfile, pero de otra forma nueva, inédita, marcada por el acontecimiento, pero con la misma intensidad y esplendor de las tardes de la procesión de Paz y Caridad. Percibí la misericordia y el Amor Fraterno de miles de hermanos que se acercaban puntuales, como cada año, a la iglesia de la Virgen de la Luz para custodiar a su Huerto, su Amarrado, su Jesús con la Caña, su Ecce-Homo, su Verónica, su Jesús del Puente, su Auxilio y su Soledad del Puente. Acuarela de Caridad sobre el puente de San Antón reflejándose en las verdes aguas del Júcar. Nazareno del Jueves Santo, ¿aún sigues llorando?

Con el alma en carne viva y con el corazón destrozado, vi amanecer Cuenca en un triste Viernes Santo, que pasará

a la historia de cuantos se recuerden por el mudo sonido patrimonial de tambores y clarines en la noche más larga de Cuenca. Su emblemática procesión de “Camino del Calvario” se quedó encarcelada por la crisis del coronavirus. Una madrugada de silencio que hirió el alma de turbos y nazarenos, después de que el reloj de la Torre de Mangana marcarse las doce del mediodía, y a ritmo de Miserere, sonasen tambores y clarines desde los balcones y ventanas de la ciudad dormida por el recuerdo de todos los nazarenos que habían fallecido. Cómo sentimos el contraste del silencio de estos largos y penosos días de confinamiento con el Miserere de la Torre de Mangana y el lamento desgarrador que salía de cada hogar conquense: quebrado y roto como no podía ser de otra manera con el toque del tambor y del clarín de los turbos. Emoción altísima y desbordada. Lágrimas y más lágrimas por nuestra Semana Santa, por el adiós a tantas personas que se nos han ido.

Con el lamento de la turba confinada aún en el eco de las calles, llegó el drama: Procesión “En el Calvario”. Cuenca no fue cruz de madera de salvación en su procesión del mediodía. Cada conquense acompañó de luto a la madre en sus Angustias y ella fue consuelo de fe para la inquietud y zozobra de un Viernes Santo extraño, que se derramaba lento y denso sobre la ciudad. Cuenca lloró la soledad en sus casas imaginando estar al pie de la Cruz de Muerte.

Llegó el Domingo de Resurrección sin procesión. En el estremecimiento que lleva a la imaginación de la realidad, baja la imagen del Resucitado descendiendo por Palafox. Firme, rígido, radiante; plenamente lleno de vida en busca de “El Encuentro” con su madre. La Virgen del Amparo mira al frente y el asombro se dibujó en su rostro. Ahí estaba su Hijo Amado, vivo, resucitado. Cuenca es un revuelo de emociones.

Finalizó la Semana Santa del 2020, y la comunidad nazarena mantenía intacta y viva la esperanza de poder celebrarla en el año 2021. Pero de nuevo, el 26 de enero de 2021, la Junta de Cofradías, institución organizadora de la Semana Santa, con el parecer favorable del Sr. Obispo de la diócesis, ante la situación de emergencia sanitaria en la que continuaba inmerso el país, decidió de manera unánime “suspender todos los desfiles procesionales de la Semana Santa de Cuenca y los actos públicos relacionados con los mismos”. Por segundo año consecutivo los desfiles procesionales quedaron suspendidos con el fin de minimizar los riesgos de contagio de la enfermedad y mirando siempre por el beneficio del ciudadano.

Pero este año 2021 tuvo una diferencia considerable con respecto al 2020: Al no existir un confinamiento domiciliario, la población tenía la posibilidad de salir de sus casas y moverse, siempre manteniendo las medidas de seguridad necesarias para evitar los contagios del coronavirus.

Para la Semana Santa de 2021, la Junta de Cofradías organizó un atractivo programa de actividades alternativo que sirvió, en la medida de lo posible, para paliar el impacto de la suspensión de los desfiles procesionales. Los templos también colaboraron y permanecieron abiertos, siendo miles los nazarenos que se acercaron para rendir devoción a las imágenes de su corazón.

Para el recuerdo quedan las largas colas de fieles esperando en las cercanías de la Parroquia de El Salvador, de San Antón, de San Esteban, de Santiago y San Pedro, en una Semana Santa de 2021 que volvió a dejar a Cuenca sin su seña de identidad, pero que nos hizo reflexionar a todos; de la fuerza que hoy en día tiene el Misterio de la Pasión, Muerte, y Resurrección de Cristo en las calles de la ciudad de Cuenca, que hace que toda la ciudad respire Semana Santa.

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