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Vuelta con ilusión renovada

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Cristo de Marfil

Cristo de Marfil

Por Juan Marat de Dios Escamilla

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Se acerca la Semana Santa de 2022 en Cuenca y muchas emociones y nervios se agolpan en los corazones de los nazarenos. Han pasado dos años sin que las procesiones de nuestra Semana Santa se hayan podido celebrar por motivos sanitarios y sólo en nuestros recuerdos hemos podido mantenerla viva, con algunas lágrimas los días más especiales.

RECUERDOS forjados desde la más profunda tradición familiar con una mezcla de devoción, sentimientos y costumbres que nos hacen nazarenos incluso antes de dar nuestros primeros pasos. Mi primera imagen como nazareno es con capa, cruz, chupete y una gran sonrisa. Era la Semana Santa de 2006, mucha ilusión: mi primer Domingo de Ramos; mi primer desfile con mi hermandad, el Huerto de San Antón; y… primer tambor para ver las procesiones y acompañar a la Banda de la Junta de Cofradías desde las aceras.

La preparación de nuestra particular Semana Santa se inicia con varias semanas de antelación. Año tras año mi abuela nos prepara cariñosamente túnicas, capuces, tulipas, escudos y rosarios que vamos heredando de abuelos a padres y de padres a hijos forjando una herencia de valor sentimental incalculable por lo que supone su legado y la responsabilidad de transmitirlo a los que nos sucederán.

Según se va adivinando la primavera en Cuenca, van discurriendo los actos que anuncian y preparan la Semana Santa de una manera tan especial y particular como solo podría suceder en esta ciudad.

Se presenta el cartel en uno de los primeros acontecimientos en el que coincidimos con los nazarenos, que en muchos casos no hemos visto desde el año anterior, generando una enorme expectación por saber cómo va a ser la imagen que nos represente por toda España durante la Cuaresma y Semana Santa.

Se suceden conciertos, con sus marchas tantos meses añoradas, como el del Inicio de Cuaresma, o el del Huerto de San Esteban a cargo de nuestra querida y admirada Banda de Cuenca, que junto a las hermosas palabras que las introducen, hacen que la emoción se desborde en la iglesia de San Esteban.

El primer golpear de horquillas tan característico de nuestra ciudad se produce en el Vía Crucis del Amarrado, por el barrio de San Antón, donde la impresionante figura de Nuestro Padre Jesús Amarrado, a hombros de sus hermanos, recorre las estrechas y empinadas calles del barrio dibujando sombras imposibles en sus fachadas. Le suceden otros cortejos procesionales tan especiales como el majestuoso traslado de mi Virgen de las Angustias la tarde del Sábado de Gloria.

Mención especial merece para mí la Procesión Infantil donde representamos a nuestra hermandad y que pone el broche de oro al trabajo y dedicación de la Cantera Nazarena durante todo el año.

Y llega el viernes de Dolores. Explosión de sensaciones y visita a la ermita de la Virgen de las Angustias a besar el manto tras esperar en una larga fila de fieles conquenses, jóvenes, niños y mayores.

El Domingo de Ramos es el comienzo de todo. Toca estrenar y dar comienzo a nuestra Semana, y qué mejor forma de iniciarla que con la Banda de Trompetas y Tambores de la Junta de Cofradías: galas de estreno para los tambores y cornetas; uniformes impolutos; trompetas relucientes; y redobles que llegan al cielo. El esfuerzo de sus miembros durante meses bien merece la pena por el estremecimiento que produce en los conquenses a su paso.

La ciudad se vuelca, calles abarrotadas de conquenses y turistas para vivir la mayor manifestación de fervor de la ciudad, olor a cera e incienso, sonido de horquillas y Miserere…

Días de gran carga emotiva con las procesiones de la Vera Cruz, Perdón y Silencio en los que se viven momentos verdaderamente especiales para los nazarenos de cada hermandad como la llegada del Huerto de San Esteban a la Plaza Mayor, con su reconocido baile o la entrada del Bautismo en una plaza llena pero callada, en la que únicamente rompe el silencio la marcha “Bautizando a Jesús”.

Y llega el día más esperado por mí durante todo el año, Jueves Santo. Comida familiar, el típico potaje semanasantero y torrijas. Toca vestirse apresuradamente para llegar a la Iglesia de San Antón desde donde sale mi Hermandad. Ahí aguarda mi querido Huerto de San Antón, en sus carros, esperando a ser levantado por sus banceros. Momentos inolvidables los vividos desde pequeño en las filas o portando cetro o estandarte, esperando que pronto llegue el momento

de ser bancero y llevar sobre mi hombro la preciosa imagen por las calles empedradas de Cuenca. Y siguen transcurriendo los días y la pasión por las calles de Cuenca. Viernes Santo con estruendo de tambores roncos con nuestra conocida representación del Camino del Calvario: Las Turbas. Abre la procesión la muchedumbre que increpa al Hijo de Dios para dar paso al silencio y sobrecogimiento de su Madre que lo acompaña angustiada. Y llega la hora nona en la que Jesús muere en la cruz. Más tarde cuando cae la tarde es hora de acompañar al Cristo yacente hacia el sepulcro e ir a visitar a su Madre a la ermita de la Virgen de las Angustias para darle el sentido pésame.

Domingo de Resurrección… La Banda de Tambores de nuevo en la puerta de San Andrés esperando la salida del Salvador. Redoble para anunciar su resurrección con la marcha “Resucitó”. Todas las hermandades acompañan a Jesús y a la Virgen para llevarlos hacia el encuentro y la felicidad eterna que dará fin a nuestra Semana Santa allí donde empezó una semana antes, San Andrés.

Pero para los nazarenos no acaba nada, empieza la preparación de la Semana Santa del siguiente año. Aunque en 2019 no sabíamos que la espera iba a ser demasiado larga…

HA LLEGADO 2022 y estamos deseando vivirlo de nuevo, con el fervor de siempre y la ilusión renovada.

Hemos rezado, cruzado los dedos, descontado días, ya casi lo podemos tocar. Las calles empiezan a recuperar el olor a incienso que avisa de la llegada de nuestra Semana de Pasión. Atrás queda mucho trabajo silencioso, ha habido que mantenerlo todo, sobre todo, la ilusión y el fervor. Sacamos las túnicas aunque este año, como ha pasado tanto tiempo, en mi caso toca hacer una nueva con la ilusión de poder estrenarla.

Presentación del Cartel, conciertos, Juntas de las hermandades, puestas en andas,… hay que preparar todo para que las imágenes vuelvan a desfilar con el esplendor de siempre.

Llega el Domingo de Ramos y una gran emoción se apoderará de los conquenses, es el regreso de nuestras procesiones de Semana Santa. Tan esperado y especial. Han pasado dos años desde que desfilamos por última vez.

Faltan hermanos, algunos muy queridos a los que nunca olvidaremos y que desfilarán eternamente en la procesión celestial.

Se incorporan otros, pequeños nazarenos, algunos con capa y chupete, no caminan todavía, aprenderán en la Cantera Nazarena y serán la semilla de las futuras Semanas Santas conquenses.

Nuestra Semana Santa vuelve a estar en la calle y hay que hacer eco de ello, sigamos con nuestras tradiciones, nuestras procesiones, nuestras hermandades… Todo está listo, con la misma ilusión, fe y devoción que antes. Semana Santa de Cuenca, la pasión conquense.

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