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Don Fernando Navarro Cremades

“No está aquí, ha resucitado”

 Mons. Fernando Navarro Cremades | Prelado de Honor de Su Santidad

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Después de la Pasión de Cristo, la gran noticia es su Resurrección, así lo escucharon las mujeres que iban al sepulcro; ¡No está aquí, ha resucitado! Lc 24,6. Cristo ha resucitado y está siempre con nosotros: “Id pues y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he enseñado. Y sabed que yo estoy con vosotros, todos los días, hasta el final de los tiempos”Mt 28, 19-21.

San Agustín comenta: “No es gran cosa creer que Jesús ha muerto, esto lo creen también los paganos; todos los creen. Pero lo verdaderamente grande es creer que Él ha resucitado. La fe de los cristianos es la resurrección de Cristo.” El misterio de la Resurrección de Cristo es el único capaz de cambiar nuestros corazones y el único capaz de cambiar el mundo en el que vivimos, porque Cristo Resucitado sigue vivo entre nosotros. “Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras y que fue sepultado y resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que apareció a Cefas y más tarde a los doce.” 1Cor 15,3-5 Y el mismo San Pablo nos dirá: “Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte no tiene dominio sobre Él”. Nacer, vivir y morir no es gran cosa, lo grande es resucitar después de la muerte. Varias resurrecciones hizo Jesús durante su vida como fue la de su amigo Lázaro. “Jesús levantando los ojos a lo alto, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre, pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado. Y dicho esto gritó con voz potente: Lázaro, sal fuera. El muerto salió, llevaba los pies y las manos

atados con vendas y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: desatadlo y dejadlo andar” Jn 11, 41-44 o el de la hija de Jairo. Les dijo: “la niña no está muerta, sino dormida. Se reían de él. Pero él les echó fuera a todos y con el padre y la madre de la niña entro donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo “Talitha qumi” que significa “contigo hablo niño, levántate”. La niña se levantó y echó a andar. Tenía doce años” Mc 5, 39-42

Estas resurrecciones de Lázaro y la niña terminaron en la muerte. Sólo la resurrección de Cristo es para siempre. Fue una resurrección diferente, para no morir más. Estas resurrecciones que Jesús había realizado, también al hijo de la viuda de Naim, otorgaban a estas personas por el poder de Jesús una vida terrena. En cierto momento, volverán a morir. La Resurrección de Cristo es diferente. Su cuerpo resucitado pasa otra vida más allá del tiempo y del espacio. Por eso en la Resurrección de Cristo el cuerpo de Jesús se llena del poder del Espíritu Santo, partícipe de la vida divina en el estado de su gloria, por que San Pablo puede decir de Cristo que es “el hombre celestial” 1Cor 15, 35-50

Podemos afirmar que la Resurrección de Cristo es el centro y fundamento de la vida cristiana: “Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también es nuestra fe” 1Cor 15, 14

Ante este hecho de la Resurrección de Cristo, los cofrades, penitentes, los jóvenes y todo cristiano nos hemos de convertir en portadores de esta gran noticia para la humanidad. Es el anuncio que hemos de rubricar comprometidos en una vida de resucitados, pues Él resucitó y nos invita a poder resucitar con Él. Porque cuando el cristiano ama a su prójimo por Dios y se acerca a él como amigo, prestándole ayuda estamos resucitando con Él. Cuando el cristiano abre su bolsa ante el necesitado y comparte, estamos resucitando con Él. Cada vez que prestamos ayuda al necesitado, estamos resucitando con Él. Cada vez que compartimos, perdonamos, ofrecemos lo que somos, estamos resucitando con Él. Cada vez que pacificamos y sembramos alegría, estamos resucitando con Él. Cada vez que sembramos esperanza y fraternidad, estamos resucitando con Él. Cada vez que nos hacemos como niños y cultivamos esperanza, estamos resucitando con Él. Cada vez que juntamos nuestras manos y oramos en Espíritu y Verdad, estamos resucitando con Él.

Por eso gritamos: Feliz Pascua de Resurrección, la de Cristo, y la de todos nosotros. ¡Resucitemos con Él a una vida nueva!

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