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Sucedió así

Por Motulleri

Allá a comienzos del siglo XX había en Haro un empedernido trasnochador a quien las madrugadas le ponían malo, ya que no tenía prisa para recogerse y menos aún por la mañana para abandonar la cama .

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De ordinario dormía hasta las 12, si iban a despertarle, por lo que sus amigos, con intención de divertirse a su costa, le prepararían una broma .

Esa noche, como siempre, el joven se retiraría bien pasada la medianoche y al llegar a su lecho quedaría tan profundamente dormido que ni siquiera abofeteándole se le hubiese despertado .

No se refleja el nombre del durmiente por el derecho a la intimidad de las personas, pero lo hacía profundamente cuando entraron en su habitación ciertos “enemigos” de su reposo que habían comprado hasta seis buenos y caros despertadores con los más potentes y molestos timbres, depositándolos en los muebles más cercanos al confiado durmiente y todos sincronizados a la misma hora: ¡¡¡LAS SIETE!!!

Llegado el momento un brutal campanilleo sonaría en los oídos del confiado joven, que saltaría asustado y asombrado del dulce lecho para anular tan estridente ruido .

Pero ya desvelado, cuando se dio cuenta del bromazo, el joven se vestiría pausadamente cogiendo, de la misma forma, los seis despertadores que le habían puesto para su sobresalto y nada más que una casa de empeños abrió su puerta entraría a depositarlos a cambio de en aquella época la estimable cantidad de cinco pesetas .

Terminada la operación se volvería tranquilamente a la cama, no sin antes echar el cerrojo a la puerta de su dormitorio .

Ah, la papeleta de empeño se la regaló a uno de sus empleados .

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