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El Hada Papelillo
Justo en la frontera entre el mar de los sueños y los mundos verdaderos, existía una pequeña isla llamada Carnavaldemisamores. Nadie sabe quién le puso este nombre ni por qué la llamaron así.
Algunos de sus habitantes eran burlones y descarados ladronzuelos a los que les encantaba reírse de los demás, cantar pícaras canciones y tocar instrumentos escandalosos por las calles y las plazas de la isla.
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Estos personajes eran los duendes y tenían sus moradas en un precioso bosque de pinos junto al mar, allí tramaban sus travesuras, organizaban bromas pesadas y pequeños hurtos, más por fastidiar a los vecinos que por el valor de las cosas que robaban.
En ese mismo bosque de la isla Carnavaldemisamores vivían las hadas, un grupo de seres bondadosos y adorables que se encargaban de proteger y cuidar la naturaleza. Volaban con sus delicadas alas recorriendo la marisma entre bandadas de flamencos de color rosa y espátulas blancas, les gustaba mezclarse con las montañas de sal que brillaban sobre el agua al amanecer o cuidar de los nidos de las aves en el pinar, y, si algún ser vivo se sentía triste, ellas se acercaban y agitaban su varita para transmitirle amor y felicidad.
Cuidaban sobre todo a los mayores, ayudándoles a cruzar la acera, a llevarles la bolsa de la compra, pero, lo que más les gustaba era hacerles compañía, a pesar de que ni ellos mismos se daban cuenta de que tenían a un coro de hadas revoloteando sobre sus cabezas.
La vida de un duende parecía ser muy divertida. Se dedicaban a realizar excursiones a las casas de la isla, y, entonces, se colaban por las ranuras de puertas y ventanas, buscaban cosas que les gustaran y cantaban entre risas descaradas ¡tratarín, tratarón, me lo llevo para mi colección!
Cogían el objeto, se lo pasaban de mano en mano, se emborrachaban con los restos de vino que encontraban en las cocinas y corrían de vuelta al bosque. Se llevaban botas, calcetines, sombreros, máscaras, plumeros, y en ocasiones pelotas e incluso tazas para chocolates calientes, porque no sé si lo sabéis, pero, en el bosque de la isla Carnavaldemisamores, a veces hace un frío… y así, con todo lo robado, corrían a esconderlo en su guarida secreta.
- Papelillo era un duende normal y corriente.
Papelillo tenía tamaño de duende, ropa de duende, orejas de duende, nariz de duende, ojos de duende…
Papelillo vivía con los otros duendes en lo más profundo del bosque, entre las blancas retamas y los laberintos de las chumberas.
Sin embargo, se aburría haciendo travesuras, a Papelillo no le gustaba fastidiar a los habitantes de la aldea ni beber vino robado. Papelillo prefería ayudar a las personas vulnerables, a los niños que llegaban de otros países, a los ancianos. Papelillo miraba con deseo de hacer lo mismo a las otras habitantes del bosque, las de las alas y la barita.
Y Estaba Papelillo sentado como cada día contemplando la belleza del quehacer de las hadas, cuando de repente escuchó una tremenda carcajada de sus amigos los duendes gritando ¡tratarín, tratarón hoy voy a robar un montón, y me lo llevo para mi colección! ¡Nooooo! Gritó Papelillo enfadado
- No me gusta quitarle a la gente sus cosas, no me gusta ser travieso, no me gustan estas orejas ni esta nariz ni este horrible sombrero ni estos ridículos botines.
Papelillo, con paso firme y seguro se dirigió a hablar con la reina madre de las hadas que en aquel momento presidía un espectacular baile de disfraces para elegir a su sucesora como reina de la magia y la fantasía de la isla Carnavaldemisamores
- Papelillo, dime, ¿qué te trae por aquí duendecillo? - Quiero ser un hada, dijo Papelillo - ¿por qué?, ¿cómo vas a ser un hada? tú ya eres un duende - Si, pero, no me siento cómodo siendo duende, yo sé que soy un hada por dentro - Y dime Papelillo, ¿qué harías si tuvieras una varita como la de las hadas? - ¿Yo?, Compartir amor
Entonces, de repente, los botines de Papelillo desaparecieron y apareció en su lugar un precioso tutú y… ¡zasssss! su pecho se cubrió de hermosas hojas y flores de colores
- Y… ¿qué más? - Pues, compartir amor, bondad y alegría Añadió Papelillo Y unas grandes alas llenas de purpurina brotaron de su espalda
- Compartir amor, bondad, alegría, compañía y repartir mi corazón entre todos los que necesiten un suspiro de aliento Finalmente gritó
La gran nariz de quien fue el duende Papelillo, se hizo pequeñita. Y lo mejor de todo, ¿sabéis lo qué fue? que le creció de repente una gran melena ondulada.
Y así fue como Papelillo, pasó de ser un duende normal y corriente a convertirse en lo que siempre sintió en su corazón.
La reina madre, rendida ante tanta belleza, nombró, soberana de la magia y la fantasía de la isla Carnavaldemisamores al hada Papelillo, la más guapa, la más generosa, la más solidaria y la más alegre de aquel bosque encantado de pinos y retamas muy cerquita de la mar