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La Semana Santa y la nueva evangelización

La religiosidad popular es una manifestación visible de espiritualidad, un ejercicio externo de piedad, cargado de valores devocionales que se manifiesta de muy diversas formas y maneras. De lo que se desprende que en estos días nuestros del siglo XXI, siguen vigentes las palabras del Papa Beato Pablo VI, tomadas de su exhortación apostólica, sobre el compromiso evangelizador, “Envangelii Nuntiandi”, dada en Roma, el 8 de diciembre de 1975, festividad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, [20]: “La ruptura entre evangelio y cultura es, sin duda alguna, el drama de nuestro tiempo, como lo fue también en otras épocas. De ahí que hay que hacer todos los esfuerzos con vistas a una generosa evangelización de la cultura o, más exactamente, de las culturas. Estas deben ser regeneradas por el encuentro con la buena nueva. Pero este encuentro no se llevará a cabo si la buena nueva no es proclamada”. Ciertamente, la enorme capacidad evolutiva de la sociedad actual, a veces, enemista conceptos y produce confusión. Por eso, convengamos que toda sociedad que aspire a conseguir un futuro más conviviente, no puede echar a un lado - la nuestra tampoco, desde luego - el recuerdo y la historia, la intrahistoria y sus pilares, porque sus secuencias, expresiones y características, permiten conocer la vida más allá de las corrientes al uso, de la estética imperante o de la propia voluntad.

En los momentos actuales, donde el claroscuro prevalece sobre otras tonalidades, la religiosidad popular es una propuesta auténtica, concreta y coherente de muy particulares resonancias, que coadyuva a la encomiable labor que representa llevar a todos los rincones la Buena Nueva, es decir, el Evangelio de Cristo. En la anteriormente citada exhortación apostólica, “Envangelii Nuntiandi”, puede leerse también lo siguiente [22]: “No hay evangelización verdadera, mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios”.

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La Semana Santa de León tiene un carácter muy definido. Simbiosis de certezas y remembranzas que abona la fe, casi cinco centurias sustentan sus raíces históricas. A ello, añádase su descollante imaginería, que, por sus valores didácticos y acentos pedagógicos, se torna altar móvil que deviene en catequesis itinerante.

Por eso, en definitiva, la Semana Santa de León, con sus trazos místicos y perfiles ascéticos, alienta determinadas raíces de la religiosidad popular. Y, a su vez, sostiene y fomenta algunas de las claves que requiere esa actividad fraternal y apasionante que es la evangelización. •

M. CAYÓN DIÉGUEZ

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