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Memoria y recuerdo de Enrique Antonio Val Cayón
El pasado 16 de febrero, tras una inesperada y cruel enfermedad, fallecía Enrique Antonio Val Cayón, colaborador de PASIÓN desde los primeros números de la esta publicación. Honesto y discreto, amable y moderado, y exacto cumplidor de sus compromisos, allá por los últimos días del mes de diciembre, fue el primero en entregarnos el original, el último que escribió en su vida, que se inserta en estas páginas de PASIÓN, referente al vigésimo quinto aniversario de la fundación de “La Sacramental y Penitencial Cofradía de Nuestro Padre Jesús Sacramentado y María Santísima de la Piedad, Amparo de los Leoneses” y de la “Cofradía Cristo del Gran Poder”, ambas fundadas en el año 1994.
Creyente declarado y activo, profundo conocedor de la Semana Santa de León, amante de las tradiciones, conversador ameno y lector perseverante, sus colaboraciones en PASIÓN, signadas con el marchamo de la remembranza, propician que las futuras generaciones adquieran una visión veraz y un correcto conocimiento de la evolución experimentada por nuestra Semana Mayor durante el pasado siglo. Así lo refrendan estas palabras suyas, escritas en el año 2008, en un trabajo dedicado a la Semana Santa de 1948: “Durante los dos últimos años, nuestros comentarios en las páginas de PASIÓN han recorrido los caminos de la evocación, centrándose y concentrándose en dar a conocer a grandes rasgos de qué modo y de qué manera se desarrollaban las procesiones leonesas en los años 1946 y 1947, que es como decir cómo era realmente la Semana Santa de nuestra ciudad en calendas de dificultades sin cuento”. Y añadía luego: “Creo recordar que era Valle Inclán quien decía que las cosas no son como son, sino como nos parecen.
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Es posible. Pero, quizás, son también como las recordamos. Porque la vida es un cosmos de vivencias, sensaciones y recuerdos”.
Bracero de la ‘Morenica del Mercado’, su gran devoción y la de toda su familia, hermano de las cofradías de Nuestra Señora de las Angustias y Soledad, Dulce Nombre de Jesús Nazareno, Minerva y Vera Cruz y de la citada de Nuestro Padre Jesús Sacramentado, su sensibilidad y conocimientos tienen registro en el trabajo señalado al principio de estas líneas.
Enrique Antonio Val Cayón era un apasionado leonés y un entusiasta papón. Bondadoso y cordial, conquistador de afectos y concitador de voluntades, su recuerdo eviterno, que es memoria inmarcesible, queda vivo entre nosotros para siempre. •••