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Homenaje a Ricardo Ferradal Pérez

Ricardo Ferradal Pérez, asiduo colaborador de PASIÓN desde los primeros números de esta publicación, falleció el 30 de mayo del pasado año. Escritor y conferenciante, hermano de varias cofradías leonesas y caracterizado papón, su llaneza y su cortesía fueron dos sellos distintivos de su personalidad, y su andadura vital, intachable y rectilínea, propia de los hijos de esta hidalga tierra nuestra.

Apasionado de las ciencias del espíritu y, por ende, de la historia de León y de España, los pormenores que iluminan sus trabajos acreditan los rigurosos rastreos documentales que llevaba a término para la elaboración de sus originales. Ese relieve intelectual es fácilmente identificable en sus colaboraciones anuales en las páginas de PASIÓN.

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Como sentido homenaje a la memoria de Ricardo Ferradal Pérez, insertamos en estas páginas un relato suyo, titulado “Cuatro Conventos”, galardonado con el 2º premio del III Concurso de relatos sobre la Semana Santa de León, “Luis Pastrana”, convocado por la sociedad deportiva, recreativa y cultural “La Venatoria”, en el mes de marzo de 2005. Se trata de una sugestiva narración, ambientada en la mitad del siglo XVIII, durante el reinado de Fernando VI, (17461759), que tiene como protagonista a la procesión de “Los Pasos”, organizada en la mañana del Viernes Santo por la cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno, y como escenario la morfología urbana legionense. Ciertamente, el mejor homenaje que se puede hacer a un autor no es otro que la lectura de sus escritos.

En consecuencia, expresamos nuestra más sincera gratitud a su viuda, Rosita Fernández Santos, por la cesión desinteresada del citado texto así como por las fotografías que nos ha proporcionado.

Veo, querido amigo, que te emocionan y subyugan las procesiones que discurren en Semana Santa por las antiguas rúas y las modernas avenidas de este León nuestro. Veo que admiras las espléndidas imágenes y los monumentales grupos escultóricos, los adornos florales y las músicas que ayudan a “pujar”, con formidable y agotador esfuerzo, a cientos de “braceros” de las numerosas cofradías y hermandades que muestran a las gentes la Pasión de Cristo.

Has de saber que no siempre fueron estas conmemoraciones como son ahora pues, aunque lo sustancial permanece, es necesario someterse a cambios e innovaciones. Pero, ¿por qué no vienes a mi tiempo? ¿Quieres recorrer conmigo las calles del viejo León? ¿Quieres contemplar una procesión antigua de un año cualquiera? ¿De mediados del siglo XVIII? ¿Sí? Pues vamos allá.

Bien, comencemos nuestra andadura. Ya estamos a las puertas del convento de Santo Domingo, a extramuros de la ciudad, en las primeras horas de un Viernes Santo. Esos que allí ves son los hermanos de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno, cubiertos los rostros con capillos y vistiendo túnicas negras ceñidas con sogas de esparto. Fíjate, algunos las llevan al cuello, como nuestro Señor y en sus manos llevan rosarios cuyo rezo levísimamente musitado les acompañará durante el recorrido. Muchos llevan cruces a cuestas, negras > > Escritor y conferenciante, hermano de varias cofradías leonesas y caracterizado papón, su llaneza y su cortesía fueron dos sellos distintivos de su personalidad, y su andadura vital, intachable y rectilínea, propia de los hijos de esta hidalga tierra nuestra.

Fotografía: Jose M. Navarro Gestas

banderas orladas de oro, hachas encendidas… otros van descalzos… y eso que el pavimento urbano no se parece en nada al que disfrutáis en vuestra época. Repara en el silencio. Las únicas músicas que se oyen son las notas que desgranan de vez en cuando los instrumentos de aquellos tres que van en cabeza. Solo una esquila de penetrante sonido, el redoble de un destemplado tambor y un clarín que corta el aire. Han estado durante toda la noche “rondando” a los “Hermanitos de Jesús”. Están saliendo los “pasos”. Son mucho más pequeños que los vuestros y llevan menos adornos, pero ¿verdad que las figuras son magníficas? Algunas, gracias a Dios, aún las conserváis.

Los sencillos habitantes de León y las buenas gentes de los pueblos, que han venido a la capital para ver las procesiones, cubren completamente la carrera y observan todo. Los más con auténtico fervor religioso y algunos con interés y curiosidad, pero todos con un respetuoso silencio.

Entraremos en la ciudad por la Puerta de Santo Domingo que se abrió en la Cerca nueva. Ya conoces la iglesia de San Marcelo… pero no el viejo Hospital de San Antonio Abad. Ahí, pegado al mismo está el Palacio de la Poridat y a su lado el Patio de Comedias. ¡Qué armónico conjunto forman estos edificios! Ahí tienes dos hermosos palacios. Ese lo mandó construir el pasado

siglo D. Hernando de Villafañe y aquel otro es del marqués de Torreblanca, también de los mismos años.

Adelantémonos y vayamos a la calle de la Rúa. ¿Sabías que la procesión hace cuatro estaciones, cada una en un convento y entran los “pasos” en sus iglesias mientras las monjitas rezan y cantan “misereres” en su clausura? Ahora iremos al convento de la Purísima Concepción. Mira ese edificio, es la Cárcel Real. ¡Triste fin para el que fuera un magnífico palacio mudéjar! ¡Si el rey D. Enrique II, que ordenó su construcción, levantara la cabeza…! Este otro es el palacio del marqués de Valdecarzana y ahí están las ruinas del palacio del conde de Sevilla la Nueva.

Hemos llegado al que fue antiguo palacio del primer Conde de Luna en el que su hija, Doña Leonor de Quiñones, fundó hace más de doscientos años el convento donde las monjas de hábito azul elevan sus rezos al Cielo. Es el primero de los “Cuatro Conventos”. Aquí esperaremos a la procesión.

Se acerca el primer “paso”. ¡Lástima que no haya podido llegar a vuestros tiempos! Es Jesús orando en el Huerto de los Olivos. Lo “pujan” cuatro “papones”. Sé que no habéis perdido la costumbre y seguís empleando el mismo léxico. Eso está bien.

Ahora pasaremos ante la iglesia de Nuestra Señora del Mercado, La Antigua, y llegaremos a la vieja Plaza del Grano. Ahí puedes ver la noble casa de la marquesa de Inicio, la de los soportales de piedra. Haremos un alto ante el Monasterio de las monjas Benedictinas. Las llamamos “Carbajalas” porque, como sabrás, llegaron aquí desde el pueblo de Carbajal de la Legua hace poco más de cien años. Es el segundo convento del itinerario de la procesión, que por ahí asoma. Mira el segundo “paso” ¿le conoces? Es una de las preciadas joyas de la Cofradía y más antiguo que ella misma. Es de Gaspar Becerra, ¡que extraordinaria figura la de Cristo recibiendo los lacerantes azotes de los sayones!

¿Qué me dices del “paso” que le sigue? Es una pena que no puedan verlo tus contemporáneos. Pocos grupos escultóricos representando el terrible momento en el que nuestro Salvador es “coronado” con espinas habrá que puedan igualarle. Grandísimo talento el de Tudanca para tallar las cinco figuras. ¿Y éste otro? El Señor asomando con resignación al balcón del gobernador Poncio Pilato. Tampoco llegará a tu época.

Sigamos nuestro camino para llegar pronto a la Plaza Mayor, pues enseguida se llena de gente para asistir al sermón y a la ceremonia del “Encuentro” de Jesús con su Madre y San Juan que buscará a María en el “Puesto de los huevos”, frente a San Martín.

Emocionante ¿verdad? Todo el penoso camino del Señor hacia el Gólgota puede verse en esta gran plaza. Observa bien a los asistentes. ¡Con qué fervor atienden a las palabras del orador sagrado y con qué recogimiento fijan en las imágenes sus ojos, muchos de ellos aflorando lágrimas! Nadie aplaude, ni a nadie se le hubiera pasado jamás tal cosa por la cabeza.

Bien, ya termina la ceremonia. Subiremos por la calle Nueva hacia la Catedral. >

> “Los sencillos habitantes de

León y las buenas gentes de los pueblos, que han venido a la capital para ver las procesiones, cubren completamente la carrera y observan todo. Los más con auténtico fervor religioso y algunos con interés y curiosidad, pero todos con un respetuoso silencio”.

Este edificio que ves a la izquierda, desembocando en la Plaza de Regla, es el Cuartel de Milicias y esta iglesia que nos queda a la derecha es la del viejo Colegio de San Froilán, es decir, el Seminario. Ahí tienes a la “Tota Pulchra”. ¡Qué hermosa es, pero qué ruina la amenaza! Te gustará la fuente que tenemos en la plaza. Mírala es un monumento. Notarás la calidad de las estatuas de San Juan Bautista y del Apóstol Santiago, las hizo el gran maestro Jusquín hace doscientos años.

Las generaciones de tu época tampoco la conocerán pues, aunque dentro de unos años el hermano del Rey Nuestro Señor Don Fernando VI, Don Carlos III, repartirá hermosas fuentes por la ciudad, ésta desaparecerá.

Vayamos hacia la Canóniga Vieja para esperar a la procesión en el tercer convento del recorrido, el de la Santa Cruz de Franciscanas Descalzas, las Clarisas, que llevan en León más de cien años. ¿Conoces éste edificio de la esquina? Es la Lonja de la Catedral. Es nuevo, recién terminado, fíjate en el jarrón con las cinco azucenas sobre su dintel. Es el símbolo de Nuestra Señora y de nuestra catedral. Verás muchos más en las casas de este barrio. La mayoría de ellas son de los canónigos.

Esta calle es el lugar ideal para contemplar el “paso” que ahora llega. Es una obra de arte y como tal, salida del taller de Gregorio Fernández. ¿No te impresiona su mirada?...Pero ¿qué digo? Si vosotros también reverenciáis y cuidáis, casi con mimo, a Nuestro Padre Jesús Nazareno.

Ya salen del cenobio las imágenes y los “papones”. Nos uniremos a ellos durante un buen trecho. Ahí están haciendo una obra de fábrica que llegará hasta vosotros, es la Puerta del Castillo, que llamábamos del Conde, la antigua Decumana de los romanos. Hoy León tiene trece puertas pero, desgraciadamente, las generaciones venideras sólo conservarán ésta y destruirán muchos lienzos de muralla. ¡Deplorable!

Menos mal que la imagen principal del espléndido “paso” que ahora aparece, la de Cristo Nuestro Bien, al que llamáis “El Expolio”, también la conserváis. Las cinco extraordinarias figuras fueron talladas por Tudanca hace casi cien años.

Pasaremos ante el monasterio de los Franciscanos Descalzos, que ya estarán preparando la íntima procesión del Cristo Sacramental para recorrer esta tarde su sencillo claustro y nuestros pasos nos llevaran ante el templo de San Isidoro y por la calle de las Recoletas llegaremos hasta el cuarto y último convento.

Ahí, a la izquierda, puedes ver un edificio construido hace unos veinte años, es el palacio del vizconde de Quintanilla de Flórez y a su lado otro del mismo tiempo, el de los marqueses de San Isidro. Aquí está el beaterio de Santa Catalina y la antigua casa de la familia Cea donde, en otra anterior, dicen que vivió el Cid Campeador, motivo por el que habéis mudado el nombre de la calle dedicada a las monjitas agustinas por el del héroe castellano. En este mismo solar nació otro héroe, pero éste leonés, Don Alonso Pérez de Guzmán “El Bueno”.

Hemos arribado al gran edificio que alberga a las M. M. Agustinas Recoletas, fundado hace casi noventa años gracias a un Regidor de nuestra ciudad llamado Don Ramiro de Laciana y Quiñones, cuando se acerca el cortejo procesional. Como puedes ver, se detiene para llevar a cabo el mismo ritual de los otros tres conventos.

Esperaremos a ver de nuevo los “pasos”. El penúltimo es la imagen de San Juan al que sigue una efigie de la Virgen Dolorosa, sola, mostrando su inmensa pena. No podréis verlos jamás, pues serán destruidos en la invasión francesa que sufrirá nuestra Patria.

La procesión va a cubrir su último tramo. Entre dos magníficos palacios, el del marqués de Villasinda y el de los Guzmanes, bastante arruinado, salimos a la antigua Ferrería de la Cruz, o calle de San Marcelo, o del Cristo de la Victoria, o de la Catedral, que éstos y otros nombres han dado a la calle Ancha.

Ya toca a su fin el recorrido y en breve estaremos de nuevo ante el “Escorial de Tierra”, que así llaman al monasterio de Santo Domingo, donde entrarán los “hermanos de Jesús” y sus “pasos” en orden y silencio.

Bien, querido amigo, despidámonos. Espero que esta vieja, nueva para ti, perspectiva de la procesión sirva para que puedas decir a los tuyos que, aunque en vuestros tiempos los desfiles pasionales sean extraordinarios, jamás las demostraciones públicas de la conmemoración de la Pasión y Muerte de Cristo deben considerarse como alharacas festivas y no debéis olvidar que la raíz de la Semana Santa está en la Fe y en el sentimiento religioso. •••

Fotografía: Jose M. Navarro Gestas

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