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Irresponsabilidad

En la revista de enero comenzaba mi escrito “Año Nuevo” comentando que el recién empezado (veinte- veinte) parecía un año bonito, prometedor de cosas buenas para todos. Está visto que hay que tener mucho cuidado con lo que se dice, sobre todo cuando está relacionado con el futuro, siempre incierto y sorpresivo. ¡Y cómo nos ha sorprendido! ¡Cuánto dolor por todas partes! Ha puesto al mundo entero patas arriba y hasta tenemos una “Nueva Normalidad” que ya no me atrevo a pensar si será para siempre o si algún día volveremos a la antigua: La de los besos y abrazos, la de las celebraciones familiares y sociales y la de las grandes concentraciones humanas.

Parece mentira que, sabiendo como sabemos cómo se las gasta el enemigo, haya tanto inconsciente (generalmente jóvenes) que no siguen las normas sanitarias y facilitan con su comportamiento la expansión del virus. ¿Cómo se puede obrar con tanta irresponsabilidad? ¡Con la que está cayendo! Es verdad que, como siempre, la inmensa mayoría nos comportamos correctamente; pero también, como siempre, es esa minoría irresponsable y estúpida la que echa a perder todo el trabajo y el esfuerzo de la mayoría consciente y responsable. ¡¡¡Y NO HAY DERECHO!!!

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Pero la irresponsabilidad parece una lacra imposible de erradicar del género humano. (¡Ni las multas acaban con ella! Tenemos un claro ejemplo en el tema de los conductores.) ¿Cuestión de educación? Pudiera ser. El caso es que hay una minoría con la que no va eso de arrimar el hombro al esfuerzo común, para lograr mejoras colectivas, o para terminar (como ahora ocurre) con un mal que nos atañe a todos.

De momento todo está bastante confuso: Hay que vivir, claro; la “Nueva Normalidad” intenta que lo hagamos con el menor riesgo, pero el enemigo es imprevisible, no conocemos bien sus comportamientos ni por donde puede atacar. Razón de más para que usemos contra él las armas de que disponemos, aceptando y practicando las normas sanitarias que nos aconsejan. De momento, y mientras no dispongamos de una vacuna, esto es lo que hay. Volver al caos o salir de él depende en gran medida de la responsabilidad personal de cada cual. Merece la pena aceptar las molestias, incomodidades y esperas que la “Nueva Normalidad” nos impone. Se puede disfrutar de reuniones familiares, asistir a conciertos y acontecimientos deportivos; se puede viajar… Pero guardando escrupulosamente las normas. Hay que acostumbrarse a vivir de otra manera para conseguir, más adelante, retroceder a la vida que añoramos y nos gusta. (Aunque quizás haya un “antes” y un “después de”)

Esperemos que ese “después de” sea mejor para el planeta y sus habitantes. Esperemos que los inteligentes humanos hayamos aprendido algo de tan dura lección. (Excepto algunos políticos, claro. Los que están siempre tan en “lo suyo” que nunca se enteran de nada.) ¡¡ESPEREMOS…!!

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