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MI MESA CAMILLA Sin selfi s
~ Mi mesa camilla ~
Por Nono Villalta
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No era solo ir de viaje, sino también los recuerdos que durante meses te acompañaban y que podías mostrar a la vuelta. Esperabas con nerviosismo los días que transcurrían entre que llevabas los carretes a la tienda de fotos para el revelado y te daban las copias.
Ibas a la tienda de revelados y ponías los rollos sobre la mesa con cuidado, como el que deja unos explosivos. El tipo te preguntaba que si en mate o en brillo, con marco o sin él, en un tamaño o en otro, y que estarían para dentro de dos días. Los dos días se te hacían eternos. Porque tú ya no hacías más que preguntarte si habrías capturado la fuente de los cinco chorros, si se vería bien la puesta de sol desde la orilla de la playa y si la última foto que hiciste, esa del barco saliendo por la bocana del puerto, habría salido o no.
Un mundo así te daba sorpresas. Eso era lo bueno. Y también lo malo: un día fui a recoger las fotos del viaje de fin de curso en Toledo y al abrir el sobre lo que allí salía era una excursión de jubilados en el Alcázar. Pero eran bonitas. El sobre de las fotos no se abría hasta que no estuviese el otro delante, ese era el pacto. Y había que ir viéndolas despacio, sin adelantarse, hombro con hombro. A lo peor la primera estaba desenfocada y en la de grupo aparecíais con la cabeza cortada, vaya. Pero allí estaban la tercera foto y una cuarta y una quinta y así hasta el fi nal, en medio de suspiros y exclamaciones, y no había 36 fotos porque el de la tienda siempre te racaneaba dos o tres, pero tú estabas igual de contento y a cada poco decías algo: «¿Recuerdas que luego comenzó a diluviar?». Cuando terminabas las volvías a ver. La foto que no había salido siempre era la mejor. Os jurabais regresar. En casa ponías una leyenda en el lomo del álbum como el que nombra al hijo. Al principio las veíais. Hace un montón que ya no. Pero son las únicas fotos que sabes dónde están. Y si te da miedo volver a verlas no sólo es porque haya pasado mucho tiempo, sino porque ese sí que eras tú y no ahora, mírate ahí, posando. La vida era así, como salía. Sin segundas tomas. Tus felices michelines sin miedo escénico. La alegría sin retoques. Quizás salíamos un poco más feos en las fotos, pero éramos más de verdad. Disparar a la primera, no hacer retoques, recuperar la mirada de un niño pequeño para mirar a lo grande, quedarse con lo que hay: que a lo mejor eres tú desenfocado, sí, movido, sí, con demasiada luz, sí, un poco fuera de cuadro, sí, con los ojos cerrados, sí, pero tú al fin y al cabo.
Eramos un país con una esquina rota el que nos toca recordar con nuestro álbum, que es el cordón umbilical que nos ata con el ayer. Si la política gañana ha hecho trizas la calle, a la gente normal nos toca empezar a pegar los incontables pedacitos. Poco a poco. Con mucho tacto. Como si fuésemos unos Tedax de nosotros mismos.
Nono Villalta