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Cuento de una madre confinada

Cualquier cuento empezaría por erase una vez, en un lejano país había un reino, lo que pasa que esto no es un reino y yo no soy un princesa, más bien me describiría como una guerrera frustrada, vaya, una madre que da igual cual sea el esfuerzo y como empiece el día si durante el día o tal acabaré diciendo: ¿Quien dijo que era lo mejor ser madre?. Ahora con mi edad sabiendo todo, directamente de pequeña hubiera jugado con coches, y no a las cocinitas haciendo de madre, claro mis muñecas eran eso muñecas y mis hijos son increíblemente, maravillosamente monstruosos, aunque debo reconocer que aprendo tanto de ellos y debo de ser justa y decir que gracias a ellos soy mejor, pero explicando que yo soy una madre chillona, alocada y jamás cumplo mis castigos y ellos aprenden tan rápido. Ellos son muy activos, imparables diría yo, incansables y se hacen tan bien los sordos. Cuantas veces se puede repetir a comer, a cenar, a ducharse, mil veces y solo recibir un ahora vamos. ¿Cuando es ahora vamos?, a la mil trescientas de va chicos.

Pero bueno eso supongo que es el día de cualquier madre o padre. Pero con todo el respeto, mi cuento se centrará en las madres.

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Y así eran mis días, como cualquiera de los vuestros en los que yo deseaba tantas veces, lo que daría por tener tiempo, poder dormir una siesta, un baño con espuma. ¿Cuando cambiaré la ropa de los armarios? y tiempo para limpiar los cristales. Cuantas veces me preguntaba ¿cómo lo hará mi vecina para poder tener tiempo y limpiarlos?. Si soy incapaz de que tengamos una mascota por falta de tiempo. Y estar trabajando y pensar en la lista de la compra, ser lunes y ya tener organizado hasta el domingo. Claro, deseando solo poder tener un hueco para un tratamiento facial, capilar y pensaba: jo, que feliz yo en mi casita con todo el tiempo disponible. Todo lo que haría y aun así me faltaría tiempo, y de repente este Karma, esa ironía de la vida demostrando que la vida es incontrolable, variable, que nunca para. Llega un día que el mundo decide detenerse, demostrar aquí tienes tu tiempo, tu casa, tus momentos, evitando excusas de: chicas estoy muerta, os veo otro día, o necesito limpiar la casa, imposible almorzar juntas.

Y ese día llegó un virus monstruoso que nos invade, que no sabemos realmente qué ocurre, pero que la única forma que tenemos de protegernos y sobretodo de proteger a los que queremos es estar en nuestra casa, solos sin poder abrazar a las personas que queremos, sin poder pedirle a nuestra vecina si tienes sal o contarnos ese día de locos que llevamos con los niños, esos grandes concursos vecinales de qué madre grita más fuerte y más. Y es verdad me he hecho mis baños, mis siestas, he cambiado los armarios hasta los cristales, he cambiado mis cafés con mis amigas por video llamadas donde cada vez las veo más guapas ¿ Dios siempre han sido tan guapas?, dejar de pensar no me quedan excusas para decirle a mi madre: Este domingo paella no, por verla a través de una pantalla, a notarla triste y no poder simplemente abrazarla. No deja de ser una niña más que ve a sus nietos por una pantalla de móvil. Que claro, han tenido que enseñarle qué era una videollamada y como aprender ha hacerla ella, escucharla como dice: Jo, habéis crecido, que guapos estáis y mentiría deciros que aunque por una parte se que estar lejos de ella es demostrarle que la queremos y es nuestra manera de protegerla, que aunque sienta soledad es la única manera que tenemos, tanto a ella como a todas las personas que queremos, eso que las queremos y `por eso debemos no estar con ellas, no abrazarlas, no besarlas. Y claro, ahora como lo hacemos y ocurre algo maravilloso en toda esta locura, pues como se dice, de las peores guerras salen los mejores guerreros y menudos dos guerreros tengo. Ya les hubiera gustado en tiempos romanos haberlos tenido. Empezamos ha hacer recetas juntos, pintar, escribir cuentos leerlos, empezar ha hacer tertulias a compartir películas llenando el sofá de palomitas, interminables torneos de parchís. Creo que debería haber un torneo para mi nivel. Seria comparable al de Nadal en tenis. Se convierte un lunes al igual que un miércoles o viernes y nos proponemos hacer deporte en casa, aprender a bailar, hacer recetas incomibles, a trasformar una casa en un escape room convirtiendo un folio en un mapa y dos niños en buscadores de tesoros. Veo las caras de mis vecinos aplaudiendo, conociendo sus caras. Hace unas semanas atrás no sabría deciros quien vivía en la puerta de al lado. Ver a mis guerreros como dibujan y pegan sus dibujos en mis blancos cristales, que meses anteriores los hubiera matado por haberlo solo pensado en pegar algo en los cristales, y ahora los disfruto, me gusta verlos y me roban sonrisas. He descubierto a mis guerreros que son muy divertidos. Jo, que bien dibuja mi hija, como le gusta a mi hijo bailar y como disfruto haciéndolo yo con ellos. Que mayores son. No se han quejado, han aceptado sin más que no pueden ir al parque, que ya no podemos ir a la montaña, que no puedo dejar que abracen a mis amigas a las que tanto quieren y que ellos las llaman tías, a los hij@s de mis amigas a su recién nacida prima a la que se mueren por abrazarla y empezar a enseñarle ajo, papa, verla sonreír. Y esos días en los que me preguntaban ¿mamá somos los malos nosotros?, el colegio, mis amig@s, qué pasara con mi curso después de tanto esfuerzo, tantas preguntas a las que yo contesto TODO SALDRA BIEN, ¿cuándo te ha mentido mamà?. Pero confieso que han habido días interminables, de no saber qué hacer hoy, de necesitar tanto un paseo, el aire, el sol, esos momentos de adulta, mi trabajo, mis compañeros. Jamás pensé que algún día diría: Echo de menos ir a trabajar. Que ganas de abrazarlos. Al final no dejan de ser mi segunda familia, que suene el despertador y tener que levantarme para un día mas empezar un día interminable de madre, trabajadora, amiga y ama de casa. Y comienzo a cambiar las series de Netflix por hacer de profesora y hacerme una adicta al clan, ahora entiendo que se emparre, Jo, es que hay dibujos muy adictivos. Y después de todo, aquí estoy deseando que vuelva la normalidad, esas carreras del colegio para luego llegar al trabajo. Del trabajo corriendo al colegio, acordarme de exá-

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