Alcazaba y Conventual José Luis de la Barrera Antón. Académico C. de la Real de la Historia.
L
a reciente celebración en el Museo Nacional de Arte Romano de la Asamblea de Alcaldes Patrimonio de la Humanidad, en el marco del Año Europeo del Patrimonio, ha servido para constatar el espléndido momento turístico que vive nuestra ciudad, batiendo récords de visitantes, en armonía con lo que sucede en el conjunto del Estado. Las encuestas que con relativa asiduidad se vienen realizando ponen de manifiesto la incontestable primacía que el conjunto Teatro-Anfiteatro ejerce sobre el conjunto monumental de Mérida. Sin embargo, junto a estos colosos patrimoniales, auténticos buques insignia de la arqueología emeritense, puede sorprender que el segundo monumento más visitado de la ciudad sea la Alcazaba árabe y el Conventual santiaguista. Precisamente, desde hace apenas unos meses el adarve del murallón que se espeja en el llamado Guadianilla ha sido objeto de atención prioritaria por
parte de la Administración, con lo que de mejora supone para facilitar la visita y, sobre todo, para disfrutar de las vistas desde tan imponente atalaya, de una forma menos arriesgada de cómo hasta la fecha había venido haciéndose. Desde siglos, para los “turistas” antiguos, los emplazamientos más favorables desde los que contemplar la grandeza de los monumentos romanos en el marco de la inmensidad del callado paisaje emeritense, no serán otros que la campiña frontera al acueducto de Los Milagros y el llamado propiamente (al menos en la época de Ceán Bermúdez) “Mirador” de la Alcazaba o aledaños: «La mejor vista quizás en toda Mérida la tiene una terraza en la parte de atrás de la Posada de las Ánimas, cerca del gran puente romano», dirá el inglés Richard Roberts en 1859. El papel que la Alcazaba emeritense ha desempeñado a lo largo de su tortuosa
vida, ha sido crucial no solo para los destinos de la propia Mérida sino que ha sobrepujado, y con creces, los límites locales; todo ello hasta el extremo de poder asegurar, con Isaac Sastre, que si ha existido un monumento en España en el que ver reflejada la confrontación entre las comunidades cristianas y musulmanas de Al-Andalus, ese no ha sido otro que la Alcazaba mandada construir en el año 835 d.C. (lo que la convierte en la más antigua de España) por el emir Abderramán II. Su estratégica posición en la cabecera del puente, principal acceso a la ciudad, servía como sede del gobernador y daba argumentos más que sólidos para evitar revueltas internas de muladíes y cristianos. En el interior de la Alcazaba, junto a las dependencias oficiales, brillaba con luz propia la mezquita (situada sobre el espectacular aljibe bellamente decorado con pilastras visigodas) provista de un
La Alcazaba desde la antigua “Plaza del Mercado”, donde el tajamar. Foto M. Bocconi. Archivo MNAR.
FERIA Y FIESTAS DEL 28 DE AGOSTO AL 3 DE SEPTIEMBRE DE 2018
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