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Nazareno del Año 2019

Antonio Zamora Barrancos. Nazareno del Año 2019

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El pasado 12 de diciembre organizamos, desde la Junta de Gobierno, una tarde de intenso trabajo, pues nos reunimos en la ermita del Pilar convocados por nuestra Regidora Mayor y coordinadora del Belén, Ana Galiano, para avanzar en los trabajos de montaje del mismo.

Estaba contento, la cercanía de la Navidad me producía un profundo bienestar, además, me encontraba con personas a las que quiero profundamente: Ana Belén, Antonio, mi hijo, mi sobrino José Carlos y Ángel Beviar. En ese momento, puedo decir que eran entre las ocho y las ocho y media, no soy capaz de concretar más, suena mi teléfono. Era Ramón Sánchez-Parra, amigo, pero en esta ocasión me llamaba como presidente del Cabildo Superior de Cofradías para comunicarme que había sido elegido Nazareno del Año. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Apenas pude decirle que era inmerecido, a la vez que le daba las gracias. Acababa de recaer sobre mí una gran responsabilidad. En ese momento me llama mi presidente Ángel Pedro Galiano para darme la enhorabuena y María Ignacia Ródenas, mi querida Mari que, hecha un mar de lágrimas por la emoción, me mandaba un fuerte abrazo. La alegría no se hizo esperar entre los compañeros de la Junta de Gobierno. Gracias queridos amigos.

Cuando los responsables de esta publicación me proponen colaborar en esta edición por mi nombramiento, me planteo que se conozca un poco más al Nazareno del Año y decido que sea a través de mis sensaciones en una procesión, sea cual sea y participe yo o no en la misma.

Para mí, procesión es emoción, cosquilleo en el estómago, deseo de que todo salga bien, es evangelio en la

calle, disfrutar del recogimiento, degustar una mona con huevo que te ofrecen generosamente amigos y desconocidos: “¿quién es, papá?”. “No sé, hijo. Un nazareno”. Es un Ave María a la Virgen de las Angustias, o una refl exión ante la escandalosa sumisión del Señor del Rescate, es pedirle salud del cuerpo y del alma al impresionante Cristo de los hermanos Hospitalarios, es alegría desbordante ante el Triunfo de la Cruz el Domingo de Gloria, es el precioso bordado de las medias de un estante, es… la procesión.

¿A que todo esto os pasa a vosotros también?

Yo he vivido siempre la Semana Santa con mucha intensidad. Crecí en un hogar nazareno en el que la tradición y los valores cristianos han sido muy importantes. Pronto sentí la necesidad de participar activamente en la vida nazarena. Siendo adolescente me hice cofrade del Cristo de la Esperanza. Años más tarde formé parte de la Junta de Gobierno como Secretario General, con mi querido y apreciado Pepe Barba como Hermano Mayor de la Cofradía. Fue una época de intenso aprendizaje. Actualmente salgo como regidor del Cristo de la Esperanza. Esperanza…, la Virtud que nos da luz cuando no vemos salida, “Sabed que nadie esperó en el Señor que fuera confundido”, nos lo dice el Eclesiástico.

La Semana Santa de Murcia es tan completa, que nos propone, el Sábado de Pasión, la refl exión sobre las otras Virtudes Teologales con las advocaciones de la Fe y la Caridad.

Desde el convento de Padres Capuchinos y con un cortejo marrón franciscano, austero y silencioso nos dice Jesús: “Miradme, tened fe en mí, aunque me veáis en el madero, estoy vivo en cada uno de vosotros”.

Casi simultáneamente, los hermanos corintos inundan de Caridad y Amor la plaza de Santa Catalina. Y ellos lo hacen con esparteña, medias de repizco y muchos caramelos. Son las dos caras de una misma moneda, que se repetirán a lo largo de nuestra Semana Santa.

Sin embargo, la salida de su Titular nos recuerda las palabras de Pablo de Tarso: “Ya podría hablar todas las lenguas de los hombres o tener una fe que moviera montañas, si no tengo amor soy como unos platillos que aturden. El amor es comprensivo, es servicial, se alegra con la verdad… el amor no pasa nunca”.

Revestirme de azul el Viernes de Dolores, supone culminar todo un año de actividades, porque, para mí, Viernes de Dolores no solo es ese Día, es el Belén, el pregón de la Inmaculada. Hace más de treinta años, mi gran amigo Javier Meseguer me propone hacerme cofrade del Perdón. Dicho y hecho. Entro en la Cofradía y procesiono como penitente de la Hermandad del Encuentro. Unos años más tarde, él mismo y Juan Pedro Hernández (D.E.P.), querido Juan Pedro, me proponen ir en cabeza de procesión y aprender los pormenores de ese puesto. Lo llevo haciendo ya 24 años con mi ahijado Javier Meseguer Nadal. Es un honor. Y lo es “sacar” y “enseñar” a propios y visitantes a este Cristo, que nos recuerda que perdonar es el más grande acto de amor.

La procesión…, es la ilusión que me inunda el Miércoles Santo esperando en Belluga a mi hijo cargando en la Dolorosa. O es bajarme a la calle el Viernes Santo a las seis de la mañana para ver llegar a los primeros nazarenos de Jesús y compartir, al alba, con ellos los sentimientos de este día, y vibrar con la Santa Cena o con el brazo de Pedro en el Prendimiento. Es cubrirme la cabeza horas antes, en la noche de Jueves Santo, con el capuz morado y negro que invita al Silencio. Es arrodillarme a las doce de la noche en Alejandro Séiquer al paso de la impresionante imagen del Cristo del Refugio. Es… la procesión.

¿Y María? ¿Qué procesión es la de María? Ella es el ejemplo más sencillo y a la vez más perfecto de aceptación de la voluntad del Padre. El Jueves Santo pasea por Murcia su profunda, pero serena Soledad. El Dolor la traspasa convertido en Angustia y Amargura por el Hijo muerto en los enlutados cortejos de San Bartolomé en la tarde del viernes. Tristeza, pero, aun así, ojos de Misericordia hacia sus hijos en el duro trance.

María guarda en su corazón los momentos más duros de la Pasión de Jesús: La Oración en el huerto, la Flagelación, la Coronación de espinas, el Camino del Calvario y su muerte en la Cruz. El Sábado Santo, a primera hora de la tarde, los hermanos de la Caridad nos lo recuerdan sacando en procesión a la Virgen del Rosario.

Cristo sale Yacente a la calle con su Madre que, a pesar de su Soledad, vislumbra la Luz de la Pascua.

El rostro triste de María se convierte en Glorioso en la hermosa mañana del Domingo al comprobar que el Sepulcro está vacío. Día de victoria y alegría, Jesús ha resucitado y Murcia lo celebra con el colorido desfi le de Santa Eulalia.

Me gustaría que estas líneas, que intentan hacer un recorrido por los diez días más grandes para el nazareno murciano, sirvan para engrandecer nuestra Semana Santa y, por qué no, de refl exión para el lector.

No quiero acabar sin agradecer profundamente a todas las personas que hacen posible esta publicación la oportunidad que me han dado.

Muchas gracias y

¡BUENA PROCESIÓN!

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