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Vivencias sentidas de una romera
Cae la noche, cierro los ojos y en mis sueños busco el amanecer del día siguiente. El sonido de los cohetes me despierta, y a Ti voy a buscarte.
Ante todo, una oración por las calles de tu pueblo. Osuna despierta con una voz rezando bajo tus andas. La luna se va ocultando y el Rocío va calando popo a poco tu rostro. La luz de las farolas va dejando de alumbrar a tu paso, porque ya sólo Tú eres como una antorcha que vas iluminándonos.
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Tu barrio despierta a la aurora. Los cascabeles de los bueyes nos avisan de la llegada de tu carro.
¡Madre, vente conmigo al campo! Vestida con tu traje de flores y embellecida con tu sombrero de pastora. ¡Madre vente conmigo al campo! Y guía nuestros pasos. ¡Madre vente conmigo al campo! Que la primavera ha llegado. Porque… en el otoño, entre las hojas caídas, te buscaba. En el frío invierno, te anhelaba. Y es ahora cuando te veo en el camino hacia tu ermita, cuando brota de nuevo en mí la primavera. Con el son de una guitarra y con golpes secos de caja, entono un canto a la Vida.
Con firmeza en mi peregrinar doy seguridad a mis pasos. Y en la convivencia con mis hermanos renuevo mis lazos de amistad.
Risas, llantos, cantos, oraciones, brindis, comidas compartidas, botos llenos de barro, miradas al cielo, palabras calladas, susurros en alto, abrazos de amigos, apoyo de hermanos, medallas gastadas, ilusiones renovadas, bebés dormidos, niños bailando, recuerdos presentes, memorias cantadas …
¡Benditas sensaciones que en la Romería vuelven cada año!
Foto: José A. Ruíz Moncayo