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Cien años de amor

El 13 de mayo de 1917 la Virgen María se apareció a pastorcitos. Cien años después, en la Villa Ducal de Osuna, se honró a la Virgen María en su advocación de Fátima para conmemorar esa histórica fecha.

Con motivo de esta efeméride, las parroquias de nuestra ciudad, Nuestra Señora de la Asunción, Nuestra Señora. de la Victoria y Nuestra. Sra. de Consolación, con la inestimable colaboración de los padres carmelitas del convento del Carmen, decidieron, del 24 de septiembre al 1 de octubre del año 2017, exaltar el amor a la Virgen de Fátima.

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Blancuras que soñaban a la Virgen en la cal de una fachada. Calor de un barrio. Calor humano.

Calor del pueblo. Todo era tan dulce que, a medida que la Santísima Virgen andaba entre el pueblo de Osuna, el tiempo se paralizaba, el canto de los pájaros bajaba de ritmo, ningún ser consciente quería desaprovechar la oportunidad de sentirse partícipe del tal momento. Todo de una pureza que fluía desde Santo Domingo hasta Fátima. Así fue un primer día de octubre que hizo renacer a todo un barrio que pensaba que estaba en pleno mayo. Barrio y Fátima son lo mismo. Un barrio que va más allá del esfuerzo y el trabajo para poder seguir subsistiendo. Un barrio que piensa que su razón de ser está en el templo que le da nombre al mismo. Un barrio de pasión y devoción. Una labor conjunta de la Iglesia de Osuna, es decir, una labor de unidad de la comunidad cristiana de toda la Villa. Un pro-

Foto: Felipe Cecilia Jiménez yecto liderado por el lema “REZAD TODOS LOS DÍAS EL SANTO ROSARIO” que consiguió alimentar el amor a la Eucaristía, la devoción a la Santísima Virgen, y el testimonio coherente de nuestra fe.

Ya lo dijo San Luis María Grignión de Montfort, “no existe otro medio más poderoso para atraer sobre nosotros el Reino de Dios, la Sabiduría eterna, que unir a la oración vocal y la oración mental, rezando el Santo Rosario y meditando sus misterios”. Aquel día no hubo nada que liberara y cautivara al pueblo de Osuna como la verdad que encontró, en aquella tarde, en el rostro de la Virgen.

Diego Berraquero Rodríguez

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