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Se nos ha ido un gran carmelita
zaret Torres, María del Carmen Sánchez, Alberto Rodríguez, Ezequiel Muñoz, Francisco Montañez, Jesús Gallardo… todos ellos y cada uno dentro de su ámbito, con su servicio y entrega han derramado la libra de nardo puro sobre los pies de Cristo y sobre la cabeza de Nuestra Santísima Madre.
Entre esta profusa lista no cabe duda que es digna de resaltar la figura de Manuel Galindo, nuestro hermano mayor no de plata como este aniversario, sino de oro. A Manuel le debemos la hermandad que tenemos gracias a su entrega generosa y a su fidelidad al espíritu carmelita que desde bien temprano le inculcaron. Él es la columna trajana en la que gira en torno a sí el trabajo y los frutos de estos renovados 25 años de historia de la hermandad. Por llevar el timón siempre con una sonrisa y dispuesto a realizar desde la más insigne encomienda a la más humilde de ellas. Por tu amor incondicional a la Santísima Virgen del Carmen, para quien semanalmente tu corazón hace sonar los acordes del Flor del Carmelo. Eres un motivo más de gratitud al Señor. Hoy, con el recuerdo de estos 25 años que vienen a sumarse a la historia centenaria de nuestra hermandad, proseguimos andando el camino que nos habéis enseñado y Dios permita que con este ejemplo siempre presente, la hermandad siga creciendo y dando frutos dentro de la viña del Carmelo.
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Hermandad de Nuestra Santísima Madre del Carmen
Foto: Curro Pérez En estas fiestas de Pascua nuestra Madre del Carmen ha querido tener junto a Ella a quien ha dedicado toda su vida a enaltecerla y a entregarle todo su amor. De seguro que nada más llegar junto a Ella, ya habrá organizado un coro para dedicarle unos bonitos villancicos. Pero qué pronto te lo has llevado Madre, a mí que lo tenía considerado como un hermano se me nublan los ojos cuando escribo estas palabras, cuando entro en la iglesia del Carmen la vista se me pierde buscándolo por el coro y ya no lo veo ni escucho los acordes del órgano entonando la Salve, qué vacío has dejado, pasará mucho tiempo para que yo pueda ocupar ese vacío que tú has dejado.
Nuestras vidas han transcurrido de forma paralela. Nacimos el mismo año, el mismo mes y casi el mismo día. Estudiamos primaria en el mismo colegio del Carmen, hicimos el bachiller en el mismo instituto, y llegado el momento pasamos a estudiar magisterio en Sevilla. Yo empecé un año antes, cuando él llegó se quedó a vivir en la misma casa en la que yo estaba. Allí pasamos dos años, luego por motivos familiares tuvo que abandonar los estudios y regresar a Osuna para ayudar económicamente a su familia. Fueron estos años los que hicieron que nuestras vidas se alejaran un poco, sobre todo porque mi vida profesional comenzó y nuestra lejanía se hizo más patente, pero fue una lejanía física, ya que nuestra amistad siguió con la misma fuerza que tenía antes, porque la amistad que nosotros teníamos no entendía de distancias.
Poseía Manolo una profunda formación cristiana que fue adquiriendo desde su niñez en su familia y que fue consolidándose por la formación que recibió de los padres carmelitas. Fue profundo conocedor del mundo de las hermandades y cofradías. Y poseía una magnífica oratoria que hacía que sus palabras llegaran al interior de todo el que las escuchaba.
Había nacido en el seno de una familia humilde pero poseedora de unas fuertes convicciones cristianas. De este matrimonio nacieron tres hijos. Una hermana eligió la vida contemplativa y tomó hábitos en la Orden carmelita. Su hermano entró en el noviciado de los padres carmelitas, pero luego el Señor creyó que le serviría mejor como seglar y dejó la Orden. Manolo, el más pequeño de los tres no quiso abandonar su pueblo, ni alejarse de su querida Virgen del Carmen para poder dedicarse a Ella en el lugar donde sus ojos la vieron por primera vez.
Mi amistad y mi contacto con Manolo se podría decir que comienza cuando dábamos nuestros primeros pasos por los corredores y el corralón del convento del Carmen.
Allí trabajaba su madre como cocinera y yo vivía en la casa contigua al corralón, esto hizo que nuestras vidas transcurrieran casi por completo en el convento.
Cuando casi no teníamos fuerzas para sostener el misal, comenzó nuestra vida de monaguillos. Él también fue monaguillo en las Hermanas de la Cruz.
En aquellos tiempos las misas comenzaban a las siete y media de la mañana. Algún flequillo de las devotas que tomaban la Sagrada Comunión chamuscamos con la llama de la palmatoria, porque a esas horas y con la edad que teníamos, nuestros ojos aún estaban adormecidos.
Terminadas las misas, desayunábamos en la cocina del convento y pasábamos a las clases, clases que pasado el tiempo el mismo Manolo llegó a impartir como profesor.
Cuando las clases terminaban a la una nos marchábamos al almuerzo y por la tarde otra vez a clase. Terminadas las clases de la tarde, empezaban los ensayos del coro. Las misas las cantábamos en latín y a cuatro voces, por eso los ensayos se hacían por separado y luego se producía el ensayo general en el que todo el coro cantaba junto. No se me olvidarán aquellas solemnes misas pontificales en las que Manolo hacía los solos, sólo se escuchaba tu voz, los fieles volvían la cabeza no pudiendo reprimir su curiosidad para ver de qué garganta salía aquella voz tan dulce y melodiosa que más que humana parecía celestial, pero descubrían que no era de ningún ángel, que era de Manolo.
Fueron muchas las misas que el coro del convento cantó, todas las primeras misas que decían los frailes allí estaba el coro con su atractivo “MANOLO”. Se cantaron las misas del padre Gerardo, del padre Luis Ruano, de José Ariza, del padre Mesa y alguno más que me dejaré en el tintero. De seguro que Manolo recordaría algunos más. Qué tiempos tan felices pasé junto a Manolo en la interpretación de estas misas.
Pero no acababan ahí las capacidades de Manolo, también tenía unas dotes extraordinarias para el mundo del escenario.
También en el convento se organizaban obras de teatro y en todas ellas el principal personaje infantil era, como no, Manolo. Hubo una obra que alcanzó un éxito extraordinario no sólo en Osuna, sino en pueblos limítrofes, e incluso se representó en Jerez de la Frontera. La Obra se llamaba Chao y narraba la vida de un niño chino al que castigaba sin piedad un sádico bonzo. El papel del niño indiscutiblemente estaba magníficamente representado por Manolo, el bonzo era Antonio Ortiz, el cura de la misión el padre Ismael y los restantes actores eran Manuel Gijón, Paco Sierra, Manuel Chavarría, el que escribe y algunos más que no recuerdo.
Las lágrimas asoman a mis ojos cuando recuerdo esos años y no puedo tenerte al lado para rememorar tantos momentos vividos. Por qué Madre del Carmen te lo has llevado tan pronto y sin siquiera avisarnos. Por qué me has dejado sin mi hermano Manolo. Espero que él desde el cobijo de tu manto interceda ante ti por todos los que desde aquí lo lloramos.
No quiero enumerar todo lo que has hecho por la iglesia y las hermandades y cofradías. Sé que a él no le gustaba que lo elogiaran y alabaran, sé que diría eso es lo que quiere que haga mi Señor y mi Virgen del Carmen y aquí estoy yo para hacerlo, sea dar un pregón, una reflexión, formar un coro, etc. Allí estaba Manolo para todo lo que se le pidiese, nunca oí un no de su boca. Manolo en el cielo Nuestra Madre del Carmen te lo habrá premiado y te guardará un sitio privilegiado.
Manolo, qué difícil se me va a hacer este 16 de julio cuando toque el llamador del paso de Nuestra Madre para pasearla por sus calles y mirando a mi alrededor no te encuentre a mi lado disfrutando del momento, pero yo sé que desde allí arriba ocupando un sitio preferente al lado de Ella estarás conmigo guiándome y animándome.
Madre por qué te lo has llevado tan pronto, por qué me has dejado sin mi hermano más querido.
José Ruiz Garrido
Hermandad de Nuestra Santísima Madre del Carmen