Música
PaCO | Festival Preparados, Listos, Jazz!!! 12
Javier ‘Caramelo’ Massó, líder del sexteto ‘Caramelo de Cuba’
«Para hacer jazz hay que ser muy atrevido, pero también muy comprometido»
Simpático y fresco como su música, Javier ‘Caramelo’ Massó (apodado así por Enrique Morente) habla intercalando onomatopeyas rítmicas (¡pum, cha, biiibooo!) y desgranando palabras que suenan a melodía. Dice lo que piensa con la misma naturalidad con la que toca el piano y, aunque no esconde su “pique” por tener su concierto programado a la vez que el de Ara Malikian (sábado 17, 21:00 horas en el Teatro Principal), viene a Palencia dispuesto a defender el jazz como género intelectual necesario para la cultura de un país.
La Entrevista Le gusta decir que “la música es el alma de los pueblos”. En su tierra la música alimenta más que el arroz La música es una fuente de alimentación de todo tipo: alegría, sabiduría, vida... Nuestro gran poeta José Martí decía que “la música es el alma de los pueblos”. Está vinculada a la vida: todo lo que nos rodea es música. Caminar tiene ritmo, respirar es armonía, hablar es melodía... ¿Y en la cultura cubana más? En Cuba se respira música. Realmente se respira arte, pero la música llega a estar más allá de los otros géneros, sin menospreciarlos. Se formó como pianista y percusionista en La Habana, ¿cuándo conectó con el jazz? Estudiaba en la Escuela Provincial Amadeo Roldán y en la Escuela Nacional de Arte. En Cuba hemos tenido muchas inquietudes musicales. Debido al embargo no teníamos acceso a los libros de jazz. A pesar
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de vivir a 90 millas de los americanos, se nos hacía muy complicado acceder a esa música por la división ideológica. Y lo prohibido ya sabes que es aún más atractivo... En Cuba había algunos músicos interesantes que nosotros idolatrábamos: Chucho Valdés, Arturo Sandoval, Paquito d’Rivera, etc. Yo decidí montar un grupo de jazz con los mejores músicos de mi generación, que después tocarían junto a aquellos que admirábamos. En 1986 participamos en el primer Festival Jazz Plaza de la Habana. Vinieron muchos americanos (a pesar del bloqueo, se la jugaban porque sabían que Cuba tenía un gran potencial musical), la CBC... Y ahí nos presentamos nosotros. Fue un impacto que gente de las Escuelas Nacionales hiciera jazz. A partir de ahí yo tenía mucha curiosidad por el género, una música intelectual, de descubrimiento, de mucha frescura, que para tocarla hay que ser muy atrevido pero también muy comprometido. La música clásica se puede leer e interpretar, pero para el jazz tienes que tener
un sentido y una visión diferente a la hora de crear, analizar las cosas que ya existen para buscar nuevas connotaciones de matices, armónicos... Yo siempre he sido atrevido. Y no quiero decir que sea un jazzista: los auténticos jazzistas son los americanos... ¡Los demás solo tocamos jazz! No soy un gran jazzista, aunque esté reconocido como tal (ríe). ¿Qué tienen en común el jazz, la música cubana y el flamenco? Tienen en común las raíces: todo viene del África, de lo negro. Coinciden en la fuerza de ritmo, melodía y armonía, a unos niveles diferentes de los que se manifiestan en otras músicas. Hablamos de un nivel superior, donde se rompen los esquemas rítmicos, donde hay espacios, golpes... No sé si sabes que las primeras “big bang” (yo digo “big bang” porque los cubanos hablamos un poco cómico) se hicieron en Cuba: esto no viene de ahora, nosotros ya teníamos influencias, y también influenciamos mucho a EEUU con el jazz latino. Con el flamenco también hay admiración mutua... El flamenco tiene lo mismo que tiene la rumba y el
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