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Amado Fernández Puente, en el recuerdo

 Máximo CAYÓN DIÉGUEZ | Cronista Oficial de la ciudad de León

El 5 de diciembre de 2019, Amado Fernández Puente entregaba su alma al Altísimo. Imaginero leonés incardinado, por méritos propios, en la historia de la Semana Santa de León, unos días antes de su fallecimiento, concretamente, el 30 de noviembre, la cofradía de las Siete Palabras de Jesús en la Cruz le había nombrado “Hermano de Honor”, con motivo de cumplirse el cincuentenario de su magistral reproducción en madera de nogal del “Cristo de los Balderas”, obra de Gregorio Fernández de 1631. Dicha réplica, encargo de la citada cofradía radicada en la iglesia de San Marcelo, puesta en escena bajo la advocación de “Santo Cristo de la Agonía” se corresponde con la “Séptima Palabra”, y pudo venerarse y admirarse por vez primera en las calles leonesas el Viernes Santo de 1969. Entonces iba a ruedas, sobre una carroza. Hoy, cincuenta y tres años después, 84 braceros portan la Sagrada Imagen.

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Amado Fernández Puente nació el 22 de agosto de 1931 en Santovenia del Monte. Su formación artística se inició en el taller de Isidro Díez Villayandre. No obstante, su mentor y maestro fue Andrés Seoane, con quien colaboró muy estrechamente en la Real Basílica Colegiata de San Isidoro así como en la S. I. Catedral de León, tras el incendio de nuestro primer templo, acontecido el 29 de mayo de 1966. Hombre con firmes inquietudes culturales, realizó estudió mercantiles en la antigua Escuela Pericial de Comercio de León, sita entonces en la calle Daoíz y Velarde, actual de Pablo Flórez, y otrora de la Canóniga Nueva, una vía urbana, que, con el correr de los años, estaría estrechamente vinculada a la actividad creativa de este entallador leonés.

Manifiestamente, su trayectoria artística más conocida está íntimamente ligada a nuestra Semana Mayor. Además de la referida copia del “Cristo de los Balderas”, donde soslayó por voluntad propia la marca o señal de la corona de espinas, identificativa de la autoría del gran imaginero barroco, a su gubia se debe también la realización, en 1971, de los tronos de la “Virgen de la Piedad” y del “Santo Sepulcro”, de la Real Cofradía de Minerva y Vera Cruz. Entonces, ambos ‘pasos’ eran llevados también en carroza. Seis años más tarde, en 1977, fueron puestos a hombro con los mismos tronos. Igualmente, para esta agrupación penitencial y eucarística, talló, en 1973, la imagen del “Santo Cristo de la Agonía”, pieza realizada en madera de haya de Hungría, y en 2009, las cuatro imágenes del nuevo “Santo Sepulcro”. En 1984, en madera de pino norte, esculpió la “Madre de la Paz”, imagen de palio, para la cofradía del Santo Cristo del Perdón. A

esta labor de creación, importante por los indudables méritos que encierra, deben añadirse sus diferentes actuaciones en el campo de la restauración con destino a distintas cofradías y hermandades penitenciales leonesas, siendo las más representativas las materializadas en efigies de la Real Hermandad de Jesús Divino Obrero y de la señalada cofradía de Minerva y Vera Cruz.

En cuanto a la entidad y prestigio de su obra civil bastará traer a capítulo dos ejemplos. El 31 de diciembre del señalado 2019, una de las cadenas de televisión más populares de España, retransmitió las doce campanadas desde la localidad cacereña de Guadalupe. Bien, pues la esfera del reloj que marcó esas doce campanadas, confeccionada en 1978, es obra de Amando Fernández Puente, tal como nos lo ha confirmado el hijo de éste. El Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe fue declarado Monumento Histórico Artístico en 1879. El otro ejemplo está referido al reloj de la Pulchra Leonina, ubicado en la torre sur de dicho templo. El texto que hemos tomado dice así: “En León se acondicionó la torre, y los artistas de la Escuela Taller realizaron una réplica de la esfera renacentista, aunque ésta dividida en doce horas – tallada por el maestro Amado Fernández Puente -, que fue dispuesta en el emplazamiento que ocupó la del siglo XVI”. [Raimundo Rodríguez Vega, (textos de actualización: José M. Rodríguez Montañés): “Pulchra Leonina. Guía para visitar la Catedral de León”. León. 2013, pgs. 240 y 241]. La mencionada torre fue restaurada, entre los años 1999 y 2000, por el arquitecto Mariano Díez Sáenz de Miera. Francisco Azconegui dirigía la predicha Escuela Taller.

Amado Fernández Puente era un hombre bueno, sencillo y bondadoso. Tenía su taller en una rinconada en la indicada calle de Pablo Flórez, muy cerca de nuestro primer templo, un local convertido en ocasiones en un aula viva, dadas las visitas que giraban allí los aspirantes a iniciarse por los caminos de la escultura. Allí lo conocí en los albores de la séptima década del pasado siglo, donde siempre me correspondió con sincero afecto. Y allí, con paciencia franciscana, no exenta de talento, mutaba la densidad de la madera en representaciones figurativas del Divino Drama. Entre aquellas cuatro paredes, con sentimiento y sensibilidad, con discreción y serenidad, transmutaba la pieza artística en imagen de carácter devocional y procesional, convirtiendo así cada una de las tallas que salía de sus manos en estimables fragmentos del Dogma de la Redención.

Hoy, en aquella esquina, nada queda. Si acaso, parafraseando a Luis Cernuda, “sólo habita el olvido”. Sin embargo, para quienes lo conocimos y tratamos, en aquel recodo, la huella del recuerdo será siempre una constante evocación a la figura de Amado Fernández Puente. Descanse en paz. •••

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