Patrimonio nº65 - 2018

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Ruta de Almodóvar: Madrid, laberinto de pasiones

WARNER / EL DESEO S.A.

a razón principal por la que Pedro Almodóvar ha sido reconocido este año como «hijo adoptivo de Madrid» es el protagonismo casi absoluto de la ciudad en su cine; uno de sus personajes la calificaba de noctámbula y llena de posibilidades: «en Madrid nunca es tarde», decía Amanda Gris (Marisa Paredes) en La flor de mi secreto. Sus películas invitan a recorrer esta urbe, en realidad un «poblachón manchego», como lo definió Mesonero Romanos. La Mancha y Madrid constituyen dos territorios mágicos en los que se desenvuelven con originalidad los guiones de Almodóvar. En sus historias, las localizaciones están perfectamente definidas. Casi podría decirse que es el único director cinematográfico que cita de manera recurrente la calle y el número como coordenadas concretas en las que sucede la acción: «¡Taxista, lléveme a Almagro, 38!», mientras suena Pérez Prado o Cugat en el mambo taxi. Algunas de las fachadas de los edificios que aparecen son custodiadas por esculturas de atlantes u otros seres mitológicos -a la manera de las viviendas vienesas de la pelicula El tercer hombre de Carol Reed como si de inquietantes vigilantes se tratase. En la antesala del perímetro doméstico, las porteras se convierten en testigos –alguna incluso se declara «testigo de Jehová»–, que esclarecerán parte del desenlace cual adivino Tiresias en una tragedia griega. Si uno se adentra en el corazón de Madrid, al cruzar la calle de Alcalá, en su confluencia con la Gran Vía, puede observar bajo la lluvia y congelada en el tiempo, la figura estática y desesperada de Manuela (Cecilia Roth) frente al Teatro del Círculo de Bellas Artes. Se cobija en un paraguas multicolor adquirido en Casa de Diego, el mítico comercio de la Puerta del Sol, al tiempo que grita angustiada –«¡Esteban, Esteban!»–. Su hijo se dirige veloz al vehículo de una famosa actriz en busca de su autógrafo. ¿Sería hacerle una trampa al tiempo si al menos una de las veces que se repite la escena de Todo sobre mi madre, en nuestro recuerdo, Esteban cambiara su destino? Sólo un momento antes, desde una mesa con vistas al teatro de la cafete-

CINE

SONIA SÁNCHEZ RECIO DOCTORA EN COMUNICACIÓN AUDIOVISUAL Y PERIODISTA

Manuela (Cecilia Roth), a la salida del Teatro Bellas Artes, en Todo sobre mi madre.

ría Casa Riera el joven (Eloy Azorín) ha estado escribiendo una carta. ¿Cuántas veces algunos de nosotros no habremos desayunado en esa mesa? Qué fascinante resulta pensar que los actos cotidianos de nuestras vidas se mezclan con la ficción gracias a las localizaciones de cine. El cine de Almodóvar está muy vinculado a determinados barrios según la temática de sus películas. Espacio y narrativa se fusionan. Por ejemplo, cerca del Círculo se encuentra el ático de la calle Montalbán, 7, residencia de Pepa Marcos (Carmen Maura) en Mujeres al borde de un ataque de nervios (aunque la terraza se construyó realmente en un estudio), o el Hotel Alicia junto a la plaza de Santa Ana; allí se situó la academia de baile dirigida por Katerina Bilova (Geraldine Chaplin) en Hable con ella. En esa misma plaza, en el tablao Villa Rosa, se localizó una de las secuencias más conocidas de Tacones Lejanos. El Barrio de las Letras y la zona de Cibeles se convierten en un área urbana

dedicado a las artes, bajo el auspicio de Minerva que contempla desde la azotea del Círculo a los protagonistas de estas películas que se dedican al teatro, cine, cabaret, danza, etc. De igual manera sucede con otras películas del director manchego: la personalidad de los barrios emerge en las historias convirtiéndose en un personaje más. Escritores como Amanda Gris (Marisa Paredes) de La flor de mi secreto, y Mateo Blanco (Lluis Homar) de Los abrazos rotos, viven a escasos metros, entre la Latina y Bailén. En los comienzos de Almodóvar, sus actores y actrices visitan los mismos barrios que él: Malasaña, Lavapiés, Prosperidad o Tetuán y sus locales de la época de la Movida. Las clases más humildes viven en la periferia: en Vallecas, la Ventilla, o la Concepción. Reconocía recientemente el realizador manchego acerca de su elección de Madrid como plató de cine: «aquí todos los personajes viven y se equivocan». CINE

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