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Juego de tronos

Fiestas de Nuestra Señora y San Roque Juego de Tronos

en el castillo de Peñafiel

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En el año que Peñafiel dedica a conmemorar los cien años de la declaración del castillo como monumento nacional son muchos los detalles, las historias que salen a la luz y que merecen ser recordadas. Una de ellas es el hecho, recogido por fuentes antiguas y plenamente fiable, de que algunos hijos del desdichado Pedro I el Cruel, apenas unos niños, fueron en el siglo XIV prisioneros en el castillo de Peñafiel y en el palacio de Curiel y allí pasaron largos años de reclusión. La noticia genera inmediatamente preguntas: ¿por qué sucedió esto? ¿Quiénes fueron estos niños? ¿Cuál fue su suerte final? ¿Por qué nuestro castillo y Curiel fueron los lugares elegidos para tal encierro?

La causa inmediata fue el asesinato de Pedro I a manos de su hermano, el que sería desde ese momento Enrique II, en los llanos de Montiel, en Ciudad Real. Remontándonos un poco más en la historia, recordemos que Pedro I era hijo legítimo del rey Alfonso XI (1311-1350) y que accedió al trono con apenas quince años a la muerte de su padre. Pero Alfonso XI había lle-

gado a tener once hijos con una mujer diferente de su esposa, con Leonor de Guzmán, a la que amaba. Y el mayor de estos hijos, Enrique, había nacido incluso unos meses antes que el propio heredero legítimo Pedro. Se planteó, por tanto, un conflicto casi de forma inmediata: mientras Pedro tenía los derechos de herencia legales, Enrique alegaba su mayor edad, los muchos favores que su padre le había hecho y ser hijo de quien Alfonso XI consideró como su verdadera mujer.

Desde el mismo momento del acceso al trono de Pedro I comenzaron los problemas con Enrique y los otros hermanastros bastardos del rey. Enrique aspiraba al trono. Durante quince años uno y otro se enzarzaron en una guerra civil que ensangrentó Castilla y que implicó, en un bando u otro, a Aragón, Portugal, Navarra, Granada e, incluso, el reino de Francia, el poderoso reino de Inglaterra y hasta el Papado. Finalmente, gracias a una estratagema del comandante de las tropas francesas que ayudaban a Enrique, Pedro y Enrique se encontraron frente a frente en la tienda de campaña de éste. Y, en una pelea cuerpo a cuerpo, quizá con la ayuda traicionera del propio francés, Enrique mató a Pedro, lo que le daba inmediatamente acceso al trono.

Pedro no había tenido hijos legítimos, pero sí había tenido varios hijos bastardos de diversas mujeres. Entre esta prole había por lo menos cinco hijos y, si es cierta la noticia de que en Peñafiel estuvieron presos tres de ellos, como veremos, podrían haber llegado a siete. A la muerte del rey ya habían fallecido dos de ellos, los dos mayores, Alfonso y Fernando. Quedaban vivos Juan, Sancho, Diego y, quizá, otros dos infantes cuyo nombre no nos ha llegado.

Una vez muerto el rey, su padre, era evidente para el usurpador, Enrique, que tenía que sacar de escena a los hijos varones de Pedro, puesto que podrían un día reclamar su corona. Tal como sucedían las cosas en aquellos tiempos, la salida más fácil habría sido eliminarlos a todos. Pero Enrique, que era, parece ser, por naturaleza más compasivo que Pedro el Cruel, decidió simplemente encerrarlos presos en diferentes fortalezas.

Al mayor de los hijos vivos, Juan, hijo de Juana de Castro, nacido en 1355, se le encerró en el castillo de Soria con catorce años. Nunca salió de allí y murió en 1405, después de treinta y seis años de encarcelamiento. En su prisión llegó a casarse con la hija de su carcelero y tuvo incluso dos hijos que le sobrevivieron.

Al segundo, Sancho, nacido en 1363 de Isabel de Sandoval, se le retuvo como prisionero en Toro y murió en 1370 con apenas siete años.

El tercero, Diego, probablemente mellizo del anterior, se le encerró en el castillo de Peñafiel. Y con él, según las crónicas estuvieron otros dos hermanos. La suerte de estos últimos nos es desconocida. Probablemente murieron durante su cautiverio. Pero Diego vivió muchos años, pues estuvo preso hasta 1424, es decir, ¡durante cincuenta y cinco años! Allí, igual que su hermanastro Juan, se casó con la hija de su carcelero y con ella tuvo tres hijos, una de los cuales, Isabel, casada después con un noble importante, consiguió finalmente la liberación de su padre. Diego se retiró a Coca, donde murió años después.

Ya tenemos, por tanto, respondidas las tres preguntas que formulábamos al principio: por qué, quiénes y cuál fue su suerte final. Queda responder ahora a la pregunta que más nos interesa: por qué fueron recluidos en Peñafiel y en Curiel. La razón de que fuera el castillo de Peñafiel uno de los lugares no ha sido hasta ahora respondida, pero parece clara: Peñafiel era la principal posesión de Doña Juana Manuel, hija del Infante Don Juan Manuel y esposa de Enrique II, el bastardo regicida. No puede extrañar, por tanto, que, buscando lugares seguros donde mantener a buen recaudo a los desdichados infantes, se eligiera, junto con otras importantes plazas fuertes, como Soria y Toro, el casi inexpugnable castillo de Peñafiel.

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La prisión en el castillo debemos imaginarla como dura, por la falta de libertad, pero no necesariamente incómoda. No parece que los ilustres prisioneros estuvieran en una mazmorra con grilletes. El castillo, como sabemos, contaba con una gran torre fuerte o del homenaje, que podía ser acondicionada de forma palaciega en caso de necesidad y que podía albergar a varias personas de forma indefinida. Por otro lado, el hecho de Diego, al menos, pudiera contraer matrimonio durante estos años y tener varios hijos nos muestra que las condiciones de vida internas, aunque duras, no eran crueles. Se trata, de nuevo, dados los tiempos y las circunstancias, de una muestra de una cierta generosidad por parte de Enrique y Juana Manuel, los reyes.

Durante el tiempo de estancia en el castillo de los infantes o, al menos de Diego, si es que los otros dos habían ya fallecido, cambió el alcaide. En efecto, en 1392 fue nombrado por el rey Juan I, hijo de Enrique y Juana, responsable de la fortaleza Don Diego López de Estúñiga o Zúñiga, noble de origen navarro que daría lugar a la casa de los Duques de Béjar. Este señor había recibido previamente, en 1386, la villa de Curiel e, inmediatamente, comenzó a construir un hermoso palacio fortificado del que todavía subsiste la fachada. El palacio fue terminado en 1410. Podemos suponer que fue entonces cuando decidió atenuar las condiciones de prisión del infante Diego de Castilla y cambiar el encierro en el castillo de Peñafiel por las mucho más amplias y cómodas estancias, decoradas espléndidamente en estilo mudéjar, del palacio de Curiel. En aquel momento, el desdichado hijo de Pedro el Cruel, Diego, llevaba ya cuarenta y un años de encarcelamiento y tenía cuarenta y seis años. Triste destino para quien no había tenido más culpa que nacer hijo de un rey que perdió la corona a manos de su propio hermano.

Jesús de la Villa

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