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OCIO MEDIOAMBIENTAL: VELAS, BÁLSAMOS
from Rivas al día nº216
by editorialmic
Marina O`Mullony (IG @m_omullony) posa junto a la pintura mural que ha creado en la Casa de Asociaciones. Abajo, uno de sus tatuajes.
por qué vuela esto, cómo se sostiene”. En Aula, en Ifema, leyó sobre Ingeniería Aeroespacial y cerró el círculo. Esa sería su alternativa. Sus buenas notas en selectividad (un 12.80 sobre 14) le abrían casi todas las puertas, también esta. Su gusto por las matemáticas hizo el resto, y así comenzó un grado que casi llegó a terminar. “Estuve matriculada cinco años. Tenía más de la mitad de asignaturas aprobadas. Había cursado hasta tercero y parte de cuarto pero empecé a tener problemas serios de salud y tuve que parar”, aclara.
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Así, Marina se dio una pausa para cuidarse. Intentó retomar la carrera pero sufrió altibajos derivados de problemas de ansiedad y aquello la llevó a una reflexión más profunda. “No lo estaba pasando bien y en un futuro trabajo no lo iba a pasar mejor. Pensaba acabar Aeroespaciales para meterme en Bellas Artes, porque yo quería pintar. Eso es lo que me llena”. Así que la ripense escogió el atajo. Dejó la ingeniería y al curso siguiente, en 2017, empezó la carrera artística. Pasó de ser “la chica del pelo azul” en los pasillos de Aeroespaciales a ser una más en Bellas Artes. “Allí pasaba totalmente desapercibida”, exclama. Su nueva vida la comenzó con muchos nervios e ilusión, según confiesa. Recién graduada, examina estos últimos años en los que no todo fluyó con sencillez. “He visto a amigas quemarse por cómo está planteada esta carrera, aunque yo me decía que iba a aprender y a disfrutar, y eso me ayudó bastante”. Sobre esos aspectos menos brillantes, Marina considera que Bellas Artes aún se enfoca demasiado al mundo del arte conceptual. “Pero muchos alumnos no lo ven así, y les interesa más el ‘anime’ o una escultura hiperrealista, cosas que desde el punto de vista en el que se mueve este mercado son artesanía o producto cultural en lugar de arte”.
REALISMO A TODO COLOR
Ya con su título bajo el brazo, esta vecina de Covibar busca labrarse un futuro profesional en el mundo del tatuaje, especializándose en el realista a color, un sector en auge según indica. Ahora está al principio del camino, reuniendo su portfolio en Instagram (@m_omullony) y organizando el peregrinaje a los estudios. A diez años vista se visualiza viviendo de su arte, incluso “si me da la cabeza para ello”, abriendo su propia instalación, tal vez en Rivas, ciudad en la que ha vivido siempre. Fue alumna del colegio El Parque y del instituto Antares, “cuando entré aún lo llamaban ‘el cinco’”, cuenta la descendiente de aquel irlandés que desembarcó en la costa gaditana hace más de 200 años, participó en las Cortes de Cádiz y dio origen a toda una saga que, de momento, acaba en Marina. Llegó por el agua, atravesando un océano azul marino, como el cabello pintado, los destellos de su mirada o el nombre de la última O’Mullony.
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