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Un año más. (Un cofrade

Un año más

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Un año más, la secular procesión del Santo Entierro, sobria, intimista y penitencial que sella la noche de Viernes Santo en Sahagún, se acerca a su desenlace final. La Urna encara la “cuesta de la señora Brígida” e inicia su ascenso, ahora el paso es largo casi rampante, y el ritmo cadencioso pero firme. Al discurrir por la estrecha calle, siempre avanza arropada por gente que, en la obligada proximidad, se ve estimulada a una mirada devota y admirada, y parecen empujar, tirar de Ella con lazos invisibles.

Un año más, en este punto, el silencio de la banda deja escuchar los sonidos del jadeo provocado en los costaleros por el sufrimiento del prolongado pujar, más sentido en la píndia cuesta, y el chasquido de las horquetas al golpear en el suelo marca el rítmico pulso de la procesión, mientras de fondo, el lamento ahora continuado de la Trompa solo roto por el seco y repetido sonar del Bombo, nos transporta a tiempos pasados, y sentimos que nos invade una ancestral y profunda emoción.

Un año más, coronada la cuesta, a la entrada de la plaza el descanso es obligado, la silueta de la majestuosa torre y la luna llena siempre están presentes como testigos mudos, al fondo, en el extremo de la plaza, la gran puertona de la Capilla de Jesús, abierta e iluminada, simula la entrada a un enorme tabernáculo dispuesto a recoger en su interior todo el monumental despliegue, no solo de imágenes, pasos, banderas o cruces … sino también de sensaciones, sentimientos y emociones vividas en los últimos días.

Un año más, La Urna se va acercando a la puerta de su emplazamiento natural y llegando allí, quieta, imponente, deslumbrante, espera que los cofrades preparen el interior para su recogimiento, mientras la banda de nuevo, retoma con renacido entusiasmo las postreras notas que rematarán la jornada. Se siente en la plaza una tensión expectante entre la gente, a la espera de un desenlace que no por repetido todos los años, es menos esperado. Un año más, La Urna va entrando en la Capilla, y lenta, cadenciosamente desaparece de nuestros ojos como disolviéndose en el profundo y luminoso interior, mientras los más fieles mitigan su fervor en una oración intima, con el sentimiento agradecido de haber disfrutado un año más, y la petición esperanzada de poder vivir otra Semana Santa en Sahagún. Un año más, cuando todo ha terminado, siempre hay algunos forasteros desconcertados que, perplejos y un poco conmocionados, comentan lo que para sus ojos “ajenos” solo es un fenómeno entre pintoresco y cultural.

Un cofrade

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