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TOTANA RESUENA A ACORDES DE ENCUENTRO EN LA MÚSICA, LA AMISTAD Y LA ALEGRÍA

TOTANA 2018 Fiestas de Santa Eulalia

Antonio Rojas Camacho TOTANA

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resuena a acordes de encuentro en la música, la amistad y la alegría

Llegar a Totana, encontrarse con sus gentes, sentir el latir de su aliento supone un encuentro con la alegría, la amistad, la esperanza… Para cualquier persona que venga de fuera, a poco que se quede el suficiente tiempo en nuestra ciudad, podrá comprobar el ambiente musical que se respira en cada una de sus fiestas y celebraciones (que no son pocas). En ese aprecio descubrirá también la generosidad y cercanía que respiran sus vecinos, las devociones y tradiciones que los unen.

Su Carnaval es toda una expresión de bullicio, creatividad e ingenio. En él, los grandes pasacalles con sus músicas estridentes y trajes coloristas y elegantes, conviven con los grupos que se atreven con las chirigotas herederas de las murgas y comparsas que, a lo largo del segundo cuarto del siglo pasado, alegraban la fiesta con sus satíricas y originales letras dedicadas a doctores, choferes o diputados; al yo-yo o al dominó; al turista o al emigrante. Frasquito “El Curro”, Manuel Montoya, “El Liso”… supieron sacarle punta a todo tema de actualidad del tiempo en que les tocó vivir.

Injertadas en el alma de Totana las habaneras, de arraigo incierto en nuestro lugar, alientan y definen su carácter, convocando a compartir al gozo de la amistad. Si en otro tiempo se cantaban con profundo sentimiento y gusto por las mujeres en los almacenes donde se trabajaba, principalmente la naranja; en la actualidad sigue vivo ese sentir impulsado por los coros y agrupaciones que se resisten a su desaparición y la impulsan con su ilusión. Buena muestra de ello son los incombustibles “Amigos de las Habaneras” o el coro “Sanbuenaventura”

Con entidad propia resuena la música pasional de su Semana Santa. Las distintas hermandades cuidan y alientan, en un constante proceso de evolución, sus manifestaciones sonoras, evolucionando en instrumentos y composiciones. Todo un homenaje de veneración y cariño a una celebración que congrega a miles de totaneros y totaneras, como también a otros muchos llegados de fuera en una impresionante manifestación de fe, costumbrismo, de esencias y valores antropológicos. Unas expresiones que es preciso vivir desde dentro para saborearlas y entenderlas en plenitud. Abanderando su folklore musical de raíz cuenta Totana con coros como el de “Santa Cecilia” o la “Cuadrilla del Raiguero”, compromiso de intenso amor y veneración al legado rítmico recibido. Pilar indiscutible de la base musical de gran parte de los habitantes de nuestra localidad, y por tanto de ella misma, es, sin lugar a dudas , la Agrupación Musical que, desde su refundación en 1980 adquirió el latir rítmico de su director Ceferino Ayala García cuyos conocimientos y dedicación exclusiva, muchas veces desinteresada, han mantenido un gran nivel tanto en el Banda Municipal como en la Coral Santiago

Dentro de este mundo musical destacaría un fenómeno singular, sin referentes en ninguna otra localidad, al menos que yo conozca, y que estamos a punto de revivir un año más. Comienza y termina con sendas manifestaciones de alegría y devoción hacia la Patrona y madre de todos los totaneros, en su inicial bajada de su santuario a la ciudad cada 8 de diciembre y su posterior vuelta a su santo hogar el 7 de enero de cada año. En los 30 días que enmarcan estas dos fechas el pueblo se llena de sus sonidos más característicos, expresiones que nacen del alma de sus numerosas cuadrillas y que dedican a Santa Eulalia, prolongándose en cantos de alegría y plenitud en las fiestas de Navidad.

La afición, ya comentada, de tocar y cantar en almacenes y talleres artesanales desde el primer cuarto del siglo pasado, revitalizó este fenómeno cultural en la década de los años 50 de

esa centuria, generalizándose la música de cuadrillas basada en corridos, boleros y pasodobles.

Grandes estudiosos de la música de raíz (Manuel Luna entre ellos) se sorprende del arraigo en Totana de músicas de otras latitudes y su adaptación a un ritmo propio y único y se interesan por su origen y evolución.

Con la única pretensión de pasarlo y hacerlo pasar bien, a principios de los años 50 germina la costumbre de quedar para ocupar las noches de invierno (años pasarían hasta la llegada de la televisión) con canciones que, ayudadas por más de un trago alentador, “salían solas”.Y en esas andaban por entonces Miguel “El Jaulas”, “El Campanillas”, Juan “Sin boca”. Damián “El Pajarele”, “El Flojeras” y “El Chorla” y “El Vaol” con sus percusiones. A lo largo de aquella década aparecen las primeras peñas con denominación que deciden ampliar y mejorar el repertorio que ya se cantaban en casas, calles y bares: “La Peña del Buen Humor”, “Barril y Manga”, “Los Piyayos”, “Los Cuates” o “El gallo Colorao” demuestran la consolidación de esta afición en la vida festera del municipio.

Dos grupos emblemáticos de esta historia son, sin duda, “Los Mariachis” y “Los Charrasqueados”. Estas agrupaciones se constituyen como tal a mediados de los años sesenta y mantienen, haciendo honor a sus nombres, la esencia del corrido mejicano al modo totanero, cada uno con su estilo propio.

Fueron los hermanos Sánchez Cánovas, junto con un grupo de amigos, los que a principio de los 70 crearon el grupo “Los Lecheros”, nombre que hacía referencia al oficio de los fundadores. Y ahí siguen después de tantos años.

En los años 80 aparece una nueva hornada de grupos de jóvenes que asumen su responsabilidad de mantener y engrandecer este espíritu tan nuestro. “Los Palomares” (hoy “Los Boinas Boys), El refundado “Gallo Colorao”, la irreverente “Banda del Mazapán” se arriesgan con adaptaciones de temas más de su tiempo y con composiciones propias, pero sin perder el genuino sonido de sus guitarras y de sus voces.

Posteriormente se produce un gran salto de calidad cuando, a principios de los 90, aparecen “Los Chapitus” y “Los Pimpines”, con componentes de gran nivel musical.

Y a lo largo del siglo actual se siguen renovando, los grupos formados y creándose nuevas cuadrillas con gente muy joven que asegura continuidad y variedad. “Los Pipirigallos”, “Los Gauchos”, “Los Duendes”, “Los Farsantes” y otros grupos innominados completan el elenco de formaciones cuadrilleras que animan nuestras fiestas más entrañables.

Este constante devenir musical, la fuerza que residen en el corazón de Totana hace posible que al presente se pueda contar con 16 grupos, constituidos con entidad, y con más de 200 componentes, todos ellos herederos de las formaciones pioneras y de personas, como los maestros Rada y Juan Pedro, que pusieron sus conocimientos musicales al servicio del pueblo; pero también con la creatividad de Santos Montiel que con sus composiciones trasmitió y sigue trasmitiendo el amor a esta tierra y todo lo que representa, y tantos y tantos otros que aportaron su granito de arena a esta bonita historia.

Lo que se puede asegurar, sin miedo a equivocarse, es que esta manifestación de alegría y devoción va a perdurar por muchos años. Está asegurada la trasmisión a la generación venidera a la que se puede ver con sus guitarras, camino de sus clases o participando en los eventos con sus padres o abuelos.

Yo soy una de esas personas a las que hacía referencia al inicio de este artículo que, no habiendo nacido aquí, pronto comprobé que éste era el sitio ideal para ser feliz y que su música me iba a ayudar mucho a lograrlo. Y se ha cumplido.

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