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QUE SUENE LA ENTRADA
Raquel López Hernández. Cronista de Comparsa de Moros Nazaríes
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La emoción me embarga a cada paso, y no me molesto en intentar reprimir esa sonrisa que se escapa sin querer.
Ya hace años me declare fan de esta tradición tan nuestra, tan Villenera. Me encanta disfrutar de esa sensación que solo las tradiciones logran hacerte sentir. Esa forma de levitar sin separar los pies del suelo, ese suelo que vibra y te hace sentir que el mundo por unos instantes se paró, ese momento en el que tu mente viaja de pentagrama en pentagrama, suspirando en cada silencio y hallando un motivo para sonreír en cada una de sus notas.
Y tan solo al final de cada pieza, se deshace el hechizo y vuelvo a sentir el asfalto bajo mis pies, pero la música sigue sonando y con ella “La Entrada” continua su marcha, convirtiendo este sueño llamado día 5 de Septiembre en una realidad que casi palpamos y al tiempo se evapora, escabulléndose entre nuestros dedos hasta el próximo año. Como era de esperar, toda buena tradición conlleva un protocolo que la secunda, el cual requiere buena dosis de habilidad y práctica en la misma medida. De esta forma, una vez logro con perspicacia atravesar el laberinto formado a pie de calle, allí donde raso y terciopelo batallan en una guerra que no conoce de vencedores ni vencidos. Al fin logro alcanzar ese sitio predilecto en primera fila, y de esta forma respirar y comenzar a poner en orden algo más…mi CORAZÓN. Ese corazón cuya euforia fatiga, ese mismo que parece querer salir a desfilar junto a ellos, los músicos, los que hacen de este un acto tan especial, ese mismo corazón cuyas pulsaciones disparadas danzan a ritmo de marcha mora y pasodoble, ese que tiembla y siente cada golpe de bombo y timbal, el que revive con cada chasquido de los platillos y cuyas heridas sanan con la dulce melodía de su flauta.
Un año más lo logré, 15:58h. y ante mi …..músicos, todos tan bien uniformados, lucen orgullosos esas letras de BM, símbolo del merecido puesto que ocupan y todo el trabajo con el que cada
uno de ellos carga a su espalda. Situada aquí en primera fila, puedo observar esos pequeños detalles que de lejos no se aprecian, las miradas cómplices entre compañeros, aquellos educandos que buscan una de esas señales que diga: “Tranquilo, lo harás bien”, y los más veteranos que a pesar de sumar años y años, siguen intentando ocultar la emoción de su mirada cristalina tras el cristal más tupido.
Intercambios fugaces que duran una eternidad, y se siente esa gran complicidad que ahí, tras el invisible muro que esas tres letras los separa (BMV), dicen que son ellos, hoy, más que nunca protagonistas de estas fiestas y son esas sonrisas portadoras de ilusiones, las que iluminan esas calles que en unos instantes tomaran vida propia. Es entonces, cuando las palabras dejan de ser necesarias porque el mismo viento que nos da vida, siente la unión de ambos bandos, moros y cristianos que juntos proclaman su grito de guerra después de que el bombo de la señal de salida.
Y en ese momento todo desaparece, y el bullicio y alegría que colorean las calles de nuestra Villena, ahora es diferente, no solo huele a fiesta, huele también a ilusión, a alegría, a sueños hechos realidad y a esperanza. Y es en ese mismo momento cuando ríos de nostalgia nos inundan hasta llegar a un mar de recuerdos, y volamos en el tiempo recuperando a todos aquellos músicos y festeros que abandonaron nuestras filas hace tiempo pero que permanecerán eternamente en nuestros corazones.
Y como todos los artes, el de la música conlleva una dificultad añadida si se lleva a cabo un día 5, y es que según cuentan esos pequeños artistas llamados músicos, cosa compleja es esa de intentar visualizar un pentagrama con la visión borrosa de emoción, al tiempo que logras coordinar ese paso que te hace avanzar por unas calles que cuentan grandes historias, esas historias que pasan de generación en generación y que a pesar de que se repiten, nunca son contada de la misma forma ni vividas con la misma intensidad.
Y desde allí, como si en lo alto de la mayor colina se encontrasen, la visión es magnífica. Tener al alcance de tu mano el alma de toda una ciudad, que de un solo movimiento dependa la felicidad de tanta gente. Y pensar que nunca hubo un error, y las notas y los pasos se precipitaron todas a una, en el segundo en que las dejaron partir, y de esta forma, se van instalando en los corazones más necesitados. La tristeza abraza alegremente a su compañera de batalla, el miedo le da la mano a la valentía, el coraje une sus fuerzas a la debilidad y juntos construyen valores magníficos, forman sonidos supremos, regalan vida.
Imposible describir, así debe ser, porque el sentimiento no hay palabras que lo describa. Simplemente sucede, simplemente esto es un 5 de Septiembre.