Cabeza o Corazรณn El arte del discernimiento
Gaetano Piccolo
Cabeza o Corazรณn El arte del discernimiento
Introducción Acertar en una decisión, ¿es solo cuestión de suerte? En el librito que ahora tienes en tus manos, no vas a encontrar ciertamente un curso motivacional para mánagers exitosos, pero puede ser una buena ocasión para poner en orden tu vida e invitar a tus pensamientos y sentimientos a firmar la paz entre sí. ¡Claro que hay alguna regla! No las hemos inventado nosotros, sino que nos han sido transmitidas: han llegado a nosotros gracias a una larga tradición espiritual que reconoce la oración y el discernimiento como dos poderosas armas contra la fragmentación y la improvisación en la vida. Puedes considerar este librito como una introducción a los Ejercicios espirituales (EE) de san Ignacio de Loyola. Tómate tu tiempo, aprovecha cada etapa como una ocasión para detenerte a orar, para que tomes conciencia de lo que se está moviendo dentro de ti. Aquí vas a encontrar indicaciones para conocerte mejor, 5
textos bíblicos para rezar e interrogantes para reflexionar. Esta propuesta pretende ser una ayuda en la tarea de dar (o recuperar) sentido a la vida, gracias a la conciencia del deseo que Dios ha puesto en nosotros. Precisamente cuando olvidamos nuestros deseos, la vida nos parece vacía. La vida nos está poniendo constantemente en la encrucijada y podemos quedarnos bloqueados, tratando de descubrir qué camino hemos de escoger. Me gustaría decirte que la realidad siempre tiene, generosamente, una misión para ti. Encontrar el sentido de la vida significa reconocer la tarea que me asigna hoy la realidad. Date cuenta, ¡esto es lo mismo que decía Viktor Frankl1 cuando estaba encerrado en un campo de concentración! No solo pueden abrirse varios caminos delante de nosotros sino que, en ocasiones, son caminos igualmente buenos: 1. Viktor Emil Frankl (1905-1997) fue neurólogo, psiquiatra y filósofo austriaco, uno de los fundadores del análisis existencial y de la logoterapia. Sus investigaciones pusieron de manifiesto el núcleo profundamente humano y espiritual del individuo. De 1942 a 1945 estuvo preso en cuatro campos de concentración nazis.
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entonces se trata de descubrir en cuál de ellos vas a conseguir amar más, dónde crees que vas a poder entregar la vida que tienes dentro, dónde vas a encontrar ese plus, ese extra añadido que le da sabor a la vida. Con Ignacio de Loyola, antes de emprender esta peregrinación espiritual por las páginas de este librito, también querría recordarte que «no el mucho saber harta y satisface al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente» (EE 2). ¡Buen viaje!
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Chwoki ‒intrigado por la luz, por los cantos y por las voces que escuchaba‒ le entraron unas ganas irresistibles de salir fuera durante el día. Los padres hicieron de todo para impedírselo, pero fue imposible. Chwoki se dirigió hacia la entrada de la cabaña y se lanzó afuera. Se vio inmerso en una gran maravilla. Empezó a sentir un gozo inmenso y, mientras disfrutaba, también experimentaba cómo iba derritiéndose. Mientras se derretía, el mundo entraba dentro de él, hasta que se deshizo por completo. Cuando cayó la noche, sus padres y sus otros hermanos salieron y recogieron lo que quedaba de Chwoki: con ello modelaron un pájaro. Lo depositaron en un monte muy alto. Al alba, el cielo se tiñó de rojo, el montoncito de cera cobró vida y echó a volar». El desconocimiento de las emociones A menudo somos como un pequeño bote a merced de los vientos de nuestras emociones. Las emociones se llaman así precisamente porque nos mueven (del latín motus: movimiento), nos impulsan y también, aunque no nos demos cuenta, nos llevan allí donde no habíamos decidido ir. Ser consciente de las propias emocio11
nes significa tomarse la libertad de decidir por uno mismo. Raramente encontramos en nuestra vida la oportunidad de aprender a poner un nombre a lo que sentimos. En el colegio, ante una poesía, nadie nos pregunta: «¿Qué sentimos al recitarla? ¿Qué nos hace experimentar? ¿Nos gusta? ¿O, tal vez, no?». Más bien nos piden que analicemos la métrica, las figuras retóricas, que aprendamos la biografía del autor, pero a nadie le interesa qué es lo que una poesía provoca en nuestro interior. Esta actitud de desprecio de las emociones es algo que arrastramos desde hace mucho tiempo, pues estamos convencidos de que ser adulto significa no experimentar emociones. Por desgracia, no es más que una ilusión y aunque finjamos que no existen, las emociones siguen habitando dentro de nosotros. Precisamente así es como las emociones se convierten en dueñas de nuestra vida. ¡Pero no todo es culpa del colegio! Llega un momento en la vida, no se sabe muy bien por qué, en el que pensamos que es mejor no experimentar emociones. Para evitar el dolor, preferimos ser de cera; ¡nos defendemos contra él congelando el corazón! Suele 12
suceder que tras las primeras experiencias de sufrimiento, intentemos dejar de sentir. ¡Pero esta «autocongelación» puede tener consecuencias muy tristes! Corremos el riesgo de congelar también nuestros deseos, de no entender lo que experimentamos en relación con una persona concreta, de volver árida y estéril nuestra vida espiritual. Ya no somos capaces de sentir a Dios, y no entendemos lo que su Palabra provoca en nuestro interior. Y como para decidir hay que partir de lo que deseamos realmente, al final terminamos por bloquearnos. Por medio de la toma de conciencia, tenemos que despertar para habitar nuestro mundo interior, para tratar de ser, cada vez más, personas capaces de integrar las distintas dimensiones de la existencia: la corporeidad, la afectividad y la inteligencia. La unidad de la persona También san Pablo nos invita a mantener unidas las distintas dimensiones de nuestra vida: «Que el Dios de la paz os santifique plenamente, y que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea conservado irreprochablemente para la venida de nuestro Señor Jesucristo» 13
(1Tes 5,23). No estamos hechos de piezas desmontables, somos una cosa sola y las distintas dimensiones de nuestra vida interactúan entre sí dentro de nosotros. Nuestra dimensión corporal interactúa inevitablemente con nuestra dimensión afectiva y con nuestros pensamientos. En todas y cada una de nuestras acciones, desde la oración al trabajo o las relaciones, nos vemos siempre implicados con todo lo que somos. No resulta complicado entender qué quiere decir Pablo con el término «cuerpo», pero tal vez no sea tan fácil e inmediato comprender la distinción entre psyche y pneuma, es decir, entre «alma» y «espíritu». Para Pablo, el espíritu manifiesta nuestra capacidad de entablar una relación con Dios, mientras que el «alma» se refiere a nuestras dinámicas afectivas (psicológicas), pero probablemente esta distinción entre alma y espíritu nos puede ayudar a entender otra distinción importante y decisiva para nuestro discernimiento: la que existe entre «emociones» y «sentimientos». En una relación afectiva, sobre todo cuando se ha consolidado en el tiempo, se puede distinguir sin problema un enojo ocasional por un 14
comportamiento específico de la otra persona, en un momento determinado, y el sentimiento de bondad más general que se experimenta en relación con la pareja. Y así, en la vida de una persona consagrada puede haber momentos de desilusión, ocasionados por algún asunto concreto, pero que no comprometen la dimensión más amplia del amor a Dios. Las emociones no son los sentimientos Las emociones, por lo tanto, son reacciones inmediatas a estímulos externos: imágenes, comportamientos, palabras, contactos físicos. Son el modo en el que nuestro cuerpo «reacciona» ante algo exterior. La emoción es el movimiento visible de nuestro cuerpo que, inmediatamente, responde ante el estímulo por medio de nuestra reacción. Si el estímulo pierde fuerza, también se debilita la emoción. Sin embargo, la mayor parte de las veces, cuando termina la acción del objeto externo, permanece algo en nosotros. Se trata de ese sentimiento que ya no depende del objeto que ha provocado una determinada reacción, sino que depende de nuestro pensamiento, es decir, de la interpretación que nosotros hacemos de 15
lo que ha sucedido. El sentimiento es privado y, por lo general, nadie puede verlo, porque se trata de nuestra interpretación personal. Así pues, el sentimiento es el dispositivo afectivo que abre una ventana para poder tomar conciencia de las interpretaciones que estamos haciendo de los acontecimientos, y también es el lugar donde podemos encontrarnos a nosotros mismos, de un modo más auténtico y unitario. En ocasiones los sentimientos son desagradables, porque están provocados por interpretaciones distorsionadas o inoportunas que hacemos de las cosas. Podemos corregir nuestras interpretaciones, para liberarnos de los sentimientos más desagradables que corren el peligro de mantenerse durante mucho tiempo en nuestro interior. Si no hemos aprobado un examen, puede invadirnos un fuerte sentimiento de desaliento; detrás de este desaliento puede esconderse un pensamiento destructivo como «¡soy un fracasado!». Corrigiendo esta interpretación, uno puede decirse a sí mismo de manera más equilibrada y realista: «No he aprobado un examen». ¡Y esto no es lo mismo que acusarse a sí mismo de ser un fracasado! 16
El sentimiento nace de la interpretación personal de una determinada reacción emocional, y la interpretación es lo que da significado a lo que se percibe y a lo que se siente. Esta distinción también es fundamental en la vida espiritual y constituye la base del discernimiento, es decir, del arte de tomar decisiones. Si Dios nos habla en nuestra dimensión espiritual, «pneumática», a saber, en el lugar de nuestra capacidad de estar en relación con él, entonces quiere decir que Dios mismo nos habla a través de nuestros sentimientos. Pero muchas veces permanecemos en un nivel emocional más superficial y no llegamos a tomar conciencia de las interpretaciones que estamos haciendo de las cosas. Poner nombre a las emociones y a los sentimientos Para aprender a poner nombre a las emociones y a los sentimientos, puede ser útil tener a mano un pequeño diccionario que nos ayude a reconocer los movimientos que tienen lugar en nuestro interior. Aunque tengan los mismos nombres, las emociones y los sentimientos se diferencian entre sí porque la emoción es más 17
a Dios. Los modos y maneras de llevarlo a la práctica pueden ser múltiples y todos ellos igualmente buenos; nosotros buscamos el mejor, el que nos ayude a amar más. Algunas reglas sencillas Cuando estamos inmersos en la desolación, cuando estamos tristes, desanimados, cuando nos sentimos confundidos o lejos de Dios, entonces «nunca hacer mudanza, mas estar firme y constante en los propósitos y determinación en que estaba el día antecedente a la tal desolación, o en la determinación en que estaba en la antecedente consolación» (EE 318). En el tiempo de la desolación, estamos mucho más expuestos a la influencia del espíritu malo. La desolación no es el momento para tomar decisiones. Hay que tener paciencia y aprender a esperar. En la desolación corremos el riesgo: –– de reaccionar por rencor, –– de verlo todo negro, –– de actuar cegados por la ira, –– de no tener ganas de reaccionar. Pero esperar no significa permanecer inactivo. Una vez más, hemos de volver a pre81
guntarnos sinceramente: ¿cuál es la situación que estoy viviendo? De hecho, la desolación puede venir de Dios, que nos sacude para despertarnos del sueño y para hacernos entender que hay algo que no funciona en la manera en la que estamos caminando. Cuando estamos comprometiéndonos con nuestra vida espiritual, la tentación no duda en atacarnos. También Jesús, después de cuarenta días en el desierto y aunque lo hubiera conducido hasta allí el Espíritu Santo, se encuentra ante la tentación (cf. Lc 4,1-13). Por medio de su propia experiencia, Ignacio determina algunos rasgos de la tentación que se hace presente, sobre todo, cuando nos encontramos en el inicio de nuestro camino espiritual o cuando estamos algo cansados. Como un perro que ladra, la tentación trata de asustarnos y se muestra poderosa. En estos casos, es importante reaccionar o, como dice Ignacio, agere contra, «hacer lo contrario», «actuar a la contra», en definitiva, ir exactamente en sentido contrario. Viene a ser como estar en un plano inclinado: si caminamos en el mismo sentido al que nos empuja la tentación, no nos queda otra que resbalar estrepi82
tosamente; pero si, en cambio, vamos en sentido contrario, volveremos a poner el plano en equilibrio. Cuando estamos tristes porque nos sentimos solos, por ejemplo, encerrarnos en nosotros mismos no ayuda a mejorar la situación. A veces podemos sentir cierto temor a llegar a conocer o compartir con alguien lo que estamos viviendo: el Enemigo, en efecto, prefiere trabajar a escondidas, en la oscuridad, sin ser descubierto. También en este caso la tentación de esconder y esconderse puede vencerse encendiendo la luz, es decir, buscando ambientes protegidos, dentro de los cuales poder afrontar lo que está sucediendo en nuestra vida. Pero no hay que olvidarse del todo de las tentaciones, porque también tienen un aspecto positivo. Si tomamos conciencia de nuestras tentaciones más habituales e intentamos repasarlas, probablemente tendremos una visión más clara, por muy dolorosa que pueda llegar a ser, de nuestros puntos débiles. Como una fortaleza que, inevitablemente, tiene alguna brecha. Si no tomamos medidas y arreglamos las brechas, al Enemigo le resultará siempre fácil encontrar algún lugar por el que atravesar el muro y colarse dentro. 83
¿Y la palabra de Dios? Intenta retomar uno de los textos bíblicos que hayamos propuesto en los encuentros anteriores y sobre el que sientas ganas de leerlo de nuevo, de reflexionar con él. La oración en marcha En este momento concreto de mi vida, ¿solo me estoy buscando a mí mismo/a o estoy cultivando con amor mi relación con Dios? Normalmente, ¿cómo actúa la tentación en mi vida? Cuando estoy en la desolación, ¿cómo reacciono?
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Índice Introducción............................................... 5 1. Hacer las paces con el corazón............ 9 Emociones y sentimientos..................... 9 2. Una vida sin deseos….......................... 29 Es como un cielo sin estrellas............... 29 3. Acoger lo Divino................................... 55 Orar con la vida.................................... 55 4. Decidir es todo un arte......................... 71 No basta seguir al corazón................... 71 5. No es oro todo lo que reluce................ 85 Cuando decidir es complicado.............. 85 Conclusión................................................. 101
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