Alégrate nº208

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NÚMERO 208 | JUL-SEP 2024

Sumario

Editorial:

Invitados a avivar la oración 3

Conocer a san Pablo:

La conversión 4

Vida y oración:

La oración en la vida diaria 6

Instituto Virgen de la Anunciación: Visita eucarística /1 8

Instituto Santa Familia:

La educación del prole 10

Instituto Jesús Sacerdote:

Revisión de nuestras Parroquias 12

Instituto San Gabriel Arcángel: La profesión de consejos evangélicos 15

Donec Formetur:

La caridad forma dos llamas 18

Compartir la Palabra: "Pedid... y se os dará" 20

Páginas marianas:

Una mística apostólica /2 22

SSP Visita fraterna 24

Nuevos diáconos paulinos 26

Calendario 27

Pensamientos del Fundador 28

Intenciones del mes de la Conferencia Episcopal Española

JulioJulio

Por las familias y matrimonios en crisis por diversos motivos, para que encuentren en el amor de Cristo la fuerza y la gracia que necesitan para seguir viviendo fieles a lo que prometieron el día de su matrimonio.

AgostoJulio

Por todos los cristianos, para que con su testimonio de vida y con su palabra anuncien el Evangelio de Jesucristo en las actividades de cada día, y también en el tiempo del ocio vacacional.

Julio Septiembre

Por todas las actividades que comienzan en las parroquias y comunidades cristianas, especialmente las relacionadas con el ámbito de la catequesis, para que a todos se pueda ofrecer una formación sólida y un testimonio fiel de Cristo, el Señor, y vivir lo en la Iglesia.

Llamados a intensificar la oración

El pasado 9 de mayo, el Santo Padre ha hecho pública la bula de convocación del Año Jubilar 2025, con el significativo título “La esperanza no defrauda” (Rm 5,5). Será un Año Santo que vamos a vivir, o al menos a ello estamos invitados, en un encuentro vivo y personal con el Señor, en la alegría y el amor, centrados en la virtud teologal de la esperanza cristiana que no defrauda, porque “nada ni nadie podrá apartarnos del amor de Dios”.

Será, sin duda, un gran acontecimiento que tendrá lugar no solo en Roma, sino también en las diócesis de todo el mundo, y que, de alguna manera, afectará al conjunto de la sociedad. Pero, como sucede con la expectativa de eventos importantes, no podemos esperarlo de brazos cruzados y mirando al cielo, sino que hemos de prepararlo y prepararnos de manera adecuada.

A ello nos invitaba expresamente el papa Francisco, ya el 21 de enero pasado, cuando proclamaba el año actual, 2024, Año de Oración en preparación al Jubileo 2025: “Les pido que intensifiquen la oración para prepararnos a vivir bien este acontecimiento de gracia (Jubileo 2025) y experimentar la fuerza de la esperanza de Dios. Por eso, comenzamos hoy el año de la oración, un año dedicado a redescubrir el gran valor y la absoluta necesidad de la oración en la vida personal, en la vida de la Iglesia y en el mundo”.

En un interesante subsidio, publicado recientemente por el Dicasterio romano para la Evangelización, que se puede encontrar en Internet, se define así la oración: “Es un diálogo íntimo con el Creador, un diálogo que parte del corazón humano para alcanzar el corazón de Dios”. Y en referencia a su importancia, dice así: “Todo en la Iglesia nace de la oración, y todo crece gracias a la oración. Cuando el Enemigo, el Maligno, quiere combatir a la Iglesia, lo hace primero tratando de secar sus fuentes, impidiéndole rezar”.

¡Convirtamos este año 2024, en preparación al gran Jubileo 25, en una gran sinfonía de oración!

La oración en la vida diaria

Comenzamos una serie de reflexiones sobre la oración, aprovechando la ocasión que nos brinda el papa Francisco en este año de preparación al Jubileo de 2025. Seguiremos las pautas del libro “Señor, enséñanos a orar”, de la Editorial San Pablo

Comienza el libro con una frase que desanimaría a cualquiera, si no fuera convenientemente explicada a continuación: “La oración no es difícil, es imposible”. Y la sencilla razón de que, como cuenta el libro del Génesis, con el primer pecado, las relaciones del hombre con su Creador quedaron rotas de forma dramática.

Sin embargo, el autor da enseguida dos motivos de consuelo. El primero es que, desde siempre, la criatura humana ha vivido experiencias de oración, manifestando así el eterno anhelo, hondamente enraizado de relacionarse con Dios. El segundo es que, después de la Resurrección de Cristo, vivimos una nueva creación, en la que, cosas imposibles con las

solas fuerzas humanas, dejan de serlo por el poder de Dios, gracias a la acción del Espíritu Santo, que suple nuestras deficiencias y ora en nosotros “con gemidos inefables”.

La oración, pues, no solo es posible, sino “facilísima”, decía el beato Santiago Alberione, porque se trata –escribe el autor del libro– de “un diálogo tan misterioso para quien cree que nunca lo ha experimentado, como familiar para quien ha aprendido ya a sumergirse en él con la espontaneidad del corazón y el coraje de la inteligencia”. No hace falta, pues, tener dotes especiales para orar; es cuestión de empezar desde la realidad que se está viviendo, poniéndose ante Dios con sencillez, con humildad y con confianza, y abrirle el corazón con sinceridad, dejándose llevar. Sin miedo.

Escribe el beato Santiago Alberione: “Es necesario orar, orar, orar. Si la oración es óptima, mucho mejor, pero mientras tanto, aunque encontremos tentaciones, que la haya, sustancialmente. Y

quien persevera obtiene, como el amigo que recurrió, entrada la noche, al amigo para pedirle pan. Quien ora todos los días obtendrá la gracia de orar mejor; quien ora, atestigua que reconoce la necesidad de Dios y la confianza de obtener: mientras que santamente nos obstinamos en pedir, demostramos tener fe, esperanza y caridad: y antes de levantarnos de la oración, tendremos ya la bendición divina. Con otras palabras: es necesario que la oración exista siempre y de verdad todos los días de la vida: lo mismo que siempre se toma el alimento, como siempre se respira” (CISP, p. 100).

Es una pena –y no es infrecuente, por desgracia– que a menudo consideremos o sintamos la oración como algo formalista, casi impuesto desde fuera, algo de lo que, si podemos librarnos, lo hacemos gustosamente… Si lo pensamos bien, es algo absurdo, pues se trata en realidad de privarnos de algo que es vital para nuestra existencia. Sin duda, es una desviación que debe ser corregida, pues no deja de ser absurda.... ¿Podríamos imaginar que nos resultara costoso el encuentro con una persona querida? “Detenernos y tomar tiempo para sintonizarnos con el sentido profundo de nuestra vida –dice

el Autor– es el gesto más libre y necesario que podemos realizar”. O tal vez se trata de un déficit de amor…

Tenemos que convencernos de que “la oración es lo único realmente necesario –sigue diciendo–, pero no puede ser sino una experiencia absolutamente gratuita, liberada de cualquier coacción”. Independientemente de las formas que pueda adoptar, que dependen en buena parte de las circunstancias y de las situaciones que estamos viviendo. Y concluye: es “la parte más hermosa de la vida, a la que nadie puede obligarnos y de la que nadie nos puede separar”. Ojalá lleguemos a comprender y a gustar esta realidad.

En resumen: el tiempo dedicado a la oración debería ser el tiempo más importante y más deseado del día; en el que podemos vivir por encima de nuestras capacidades humanas, en el que alcanzamos la cumbre de nuestra naturaleza creada, porque se nos permite ponernos en sintonía con la inmensidad del Creador. Cualquier otro modo de percibir la oración es una deformación, y por lo tanto debe ser rechazada y combatida.

José Antonio Pérez, ssp

La conversión

Tanto de los Hechos como de las Cartas se deduce con claridad que Pablo fue un enemigo encarnizado de la comunidad cristiana. “Conocéis mi conducta anterior dentro del judaísmo: con qué crueldad perseguía y trataba de aniquilar a la Iglesia de Dios”, confiesa el mismo Pablo en la carta a los Gálatas (1,13).

Los

Hechos indican: “Saulo asolaba la Iglesia; entraba en las casas, sacaba a rastras a hombres y mujeres y los metía en la cárcel” (Gál 8,1).

Pero de ambas fuentes se deduce igualmente que en la vida de Pablo hubo un cataclismo repentino que lo transformó de perseguidor en apóstol y misionero.

El autor de los Hechos presenta este acontecimiento en tres ocasiones:

• en el capítulo 9 tenemos el relato en tercera persona (He 9, 3-6)

• en el capítulo 22 Pablo se refiere a él de forma autobiográfica, hablando a la turba hostil de Jerusalén (He 22, 6-10)

• en el capítulo 26 el mismo

Pablo lo refiere en su deposición ante Festo y Agripa (He 26, 1318).

Las tres narraciones hablan con gran relieve de la cristofanía que tuvo lugar en el camino de Damasco, la conversación de Cristo con Pablo, la nueva percepción que Pablo tiene de Jesús de Nazaret y de sí mismo, la misión extraordinaria que se le confía entre los paganos, misión que marcó el gran giro del cristianismo naciente.

En las Cartas Pablo vuelve sobre ello unas veces en tono apologético y otras en tono polémico, para defenderse contra los adversarios y para indicar el nuevo fundamento sobre el que se levanta su vida. Así, en la primera carta a los Corintios:

• “Después de todo, como a uno que nace antes de tiempo, también se me apareció a mí” (Cor 15,8)

• en la carta a los Gálatas, para reivindicar la investidura divina de su misión y el origen auténtico de su evangelio, dice: “Me llamó por su gracia y me dio a conocer a su Hijo para que yo lo anunciara entre los paganos” (1,15-16);

• en la carta a los Filipenses, en polémica contra los adversarios judaizantes y combatiendo el ideal de la autojustificación, escribe: “Yo mismo fui alcanzado por Cristo Jesús” (3,12).

A pesar del carácter autobiográfico, tanto las tres narraciones de los Hechos como las tres referencias de las cartas aparecen sensiblemente teologizadas y reflejan una lectura retrospectiva del acontecimiento, a la luz de toda la vida del apóstol y del camino de la Iglesia. Pero lejos de debilitar su valor histórico, todo ello revela el carácter cierto del suceso.

Así, puede afirmarse (con palabras del gran papa teólogo Benedicto XVI), que: “el acontec-

imiento que marcó un antes y un después en la existencia de Pablo fue su encuentro con Cristo resucitado en el camino de Damasco” (25.1.2009, inicio del Año Paulino); a donde iba con la misión de prender a los seguidores de Jesús que habitaban en aquella ciudad. Es importante anotar aquí, que, a pesar de la formulación que tiene la fiesta litúrgica del 25 de enero: “la conversión de San Pablo”, bastantes biblias introducen el relato de su encuentro con Cristo resucitado con el título de “Vocación de Saulo”. Y esto porque no se puede considerar como origen del cambio de una religión a otra, es decir del judaísmo al cristianismo; no hay un cambio de fe, sino un reconocimiento y participación en el cumplimiento de las promesas hechas a Israel. Jesús es el verdadero Mesías de Israel y el cristianismo es el verdadero Israel. El propio Pablo no emplea jamás en sus Cartas el vocabulario de la conversión para referirse a la experiencia que tuvo en el camino de Damasco, y que le llevo a adherirse al cristianismo.

Visita eucarística /1

Jesús se encontraba en los últimos días de su vida terrena, la que era ya el inicio de la semana santa. El mundo hebreo decía de él: “No lo queremos”. Y Jesús decía en cambio: “Yo lo quiero”; y esto es: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin de los siglos” (Mt 28,20).

Los hombres lo querían expulsar del mundo, ¿y Él que cosa hizo en cambio? Ha establecido permanecer con los hombres para siempre, hasta el fin de los siglos. Aquellos que gritaban: “No queremos que reine sobre nosotros” han pasado, y Jesús todavía está aquí: está en el Tabernáculo. El Señor Jesús celebró su última cena: la cena mosaica en primer lugar, y luego, después de la cena mosaica, Él instituyó la Santísima Eucaristía: “Tomen y coman, esto es mi cuerpo”.

Ahora son tres las partes y nuestros deberes eucarísticos: 1) La Misa, cuanto más se puede frecuentar, siguiendo al ministro

de Dios que celebra, según la liturgia del día. 2) La Eucaristía, que es alimento de nuestra alma y, por tanto, nuestra espiritual nutrición, el alimento que nos fortalece, ¿qué cosa? ¿El cuerpo? ¡No! Nutre la mente: la fe; nutre la voluntad: la perfección, la santidad; y luego el amor intenso, hasta el vivit vero in me Christus”, hasta que Jesucristo viva en mí. 3) Después de la misa y la Comunión, está la adoración a Jesús, el cual permanece siempre en nuestras iglesias, en los altares. Y muchas veces está abandonado; ¡hay apenas una lámpara que está a un lado del altar y que quiere representar

nuestros corazones encendidos de amor! ¡Cuántas veces Jesús se queda solo durante la jornada! Ahora, toda la santidad depende de la gracia de Jesús: “Yo soy la vida”. Por tanto, demos máxima importancia al Santísimo Sacramento.

Nuestra Familia Paulina, de la cual son parte, ha nacido de la Eucaristía la noche de 1900, la noche entre el siglo precedente y el nuevo siglo, o sea el actual. Y ahora toda la vida paulina está cimentada sobre la Eucaristía y la Biblia, en la interpretación que da la Iglesia. Porque la imitación de Cristo dice que el Señor ha querido dar en nosotros una doble ayuda: una luz que es la Biblia, el Evangelio y la Eucaristía que es el alimento, el pan que sostiene. Así debemos vivir: la palabra de Dios y Jesucristo encarnado, Hijo de Dios, que permanece en nuestras iglesias, en el tabernáculo. ¡La presencia real de Jesús!

Es una presencia continua, para quien quiere comulgar, además de la Misa, por el enfermo que tiene necesidad del Viático y, particularmente, porque Jesús ha querido permanecer con nosotros.

Sacramento. ¿Con qué fines? Primero, para presentar nuestro gesto de adoración. ¡Es el Hijo de Dios encarnado quien está presente bajo la especie de pan y de vino! Decía el santo Cafasso:

“Yo no encuentro otra hora del día o del año más importante que detenerme en la iglesia ante el Santísimo Sacramento; yo hablo con Él, le digo a él y escucho su palabra”.

¿Qué cosa es la visita? La Visita es ir a ver a nuestro Maestro y escuchar sus inspiraciones. Él nos hará penetrar siempre mejor en la enseñanza del Evangelio; Jesús nos conforta en las dificultades, porque vivimos de Él, ya no del mundo. Sí, ¡nuestra conversación con Jesucristo!

¡Las conversaciones! Hablar, expresarse con Jesús, leer el Evangelio; si no sabemos hablar, leer sus palabras, leer las bienaventuranzas, el discurso de la montaña; leer en particular los Evangelios de san Lucas y san Juan [...].

Beato Santiago Alberione Meditaciones para consagradas seglares, pp. 479-481

La influencia de los padres consagrados en la educación de la prole

Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos en la fe, en la oración y en todas las virtudes (CIC 2252). Esto no quiere decir que sean los únicos. Para cumplir bien con esta obligación, necesitan la ayuda de la Iglesia y de la escuela

Según el primer responsable del Instituto Santa Familia en Italia, P. Esteban Lamera (1912.1997), que ha dirigido el Instituto durante 25 años, así debería presentarse el influjo de los padres consagrados en la educación de sus hijos. Según él, la primera influencia será eficaz en la medida que ellos mismos tiendan a la perfección. La perfección de los padres tendrá un gran impacto sobre el que será su niño en el futuro. Y cuanto más perfecta sea el alma de los padres, tanto más mansa y rica la educación que impartirán a sus hijos. Como padres consagrados que tienden conscientemente y juntos a la perfección deben hacer todo lo que es bueno para la santificación de sus hijos. Por ello, los padres, con la ayuda de la palabra y el buen ejemplo, deberían esforzarse en la educación de sus propios hijos a ser cristianos santos. Estando siempre abiertos al diálogo con

los propios hijos, sobre todo en los momentos de crisis y en las importantes elecciones de vida, darán a sus hijos un ejemplo de la búsqueda, siempre y en todo, de la voluntad de Dios.

Para el P. Lamera, la segunda influencia de los padres consagrados en la educación de sus hijos, será eficaz en la medida en que los padres recen por sus propios hijos. Sin la previa oración de los padres a Dios, su influencia sobre la educación de la prole no tendrá resultados positivos. Por consiguiente, los padres, antes de comenzar a hablar a sus propios hijos de cuestiones importantes, relativas a su educación, deberían comenzar con una conversación con el Padre del cielo, en la que deberían hablarles de los problemas de sus hijos, de las dificultades en que viven, de los peligros que les amenazan. Entonces la consersación con los niños tendrá éxito. Esto es así porque la influ-

encia en la educación de los hijos dependerá, principalmente, de la gracia de Dios y no del poder de la persuación que tengan ellos. «La gracia de Dios te alcanzará a ti y a tus hijos que amas si te detienes en la oración a hablar [de ellos] con Dios» (Padre Esteban Lamera). Gracias a la oración, lo que digan los padres será como una buena semilla que, una vez sembrada en la mente de los hijos, será bien acogida por ellos, y comenzará a crecer lentamente en sus corazones, produciendo buenos frutos.

En cambio, la tercera influencia sobre la educación de los hijos se dará cuando los padres prestan atención a la atmósfera y al ambiente en que crece un niño ejercerá un gran impacto sobre sus pensamientos y sobre sus actos en los años sucesivos. Por esto, los padres no pueden permanecer indiferentes a todo lo que constituye el ambiente de su casa y, al mismo tiempo, una escuela de vida para los hijos. Por esto, los padres consagrados los padres consagrados considerarán importante la decoración de la casa en la que vive el hijo, porque influye mucho en su educación, tanto física como moral. Los padres deberán asegurarse de que en la casa no haya objetos que, de alguna manera puedan despertar la sensualidad de los niños y, por consiguiente, constituir una ame-

naza para su inocencia y sentido del pudor, y ejercer una influencia negativa en su educación.

La cuarta influencia de los padres es la de modelar la mente de sus hijos. Por esto, los padres consagrados no pueden ser indiferentes a todo lo que nutre el ánimo del propio hijo. Han de saber los padres que la mente de sus hijos es como un papel en blanco, en el que nadie ha escrito todavía. Por esto, dependerá de ellos en gran parte el contenido que quedará registrado en las mentes de los niños: podrá tratarse de imágenes, opiniones moralmente sanas o de contenidos que dejen una huella negativa en el alma del niño, con consecuencias negativas para el futuro, cosa que hoy es imposible prever plenamente. Y, finalmente, la quinta influencia de los padres en la educación de sus hijos consiste en enseñarles a utilizar adecuadamente los medios de comunicación de masas. Según el P. Lamera, los padres han de estar atentos, de manera especial, para que, en sus familias, los medios de comunicación, sobre todo la televisión, no ocupen un lugar dominante, de modo que lleguen a ser sustitutivos de las voces de mismos padres.

Don Slawomir Sznurkowski, ssp

Sacerdotes: revisemos nuestras parroquias

Hemos de volver nuestra mirada al núcleo parroquial, donde está centrada toda nuestra atención, para revisar la actividad esencial a la que confluye nuestra vida

Cadacomunidad parroquial, está llamada a vivir, anunciar y celebrar la totalidad del misterio de Cristo. En cada una de nuestras pequeñas comunidades (que son iglesias dentro de la Iglesia) se proclama, se celebra y se encarna el misterio de Cristo, es decir, su mensaje del Reino.

Tres son los “ministerios” o apostolados fundamentales de cada comunidad parroquial. El ministerio profético está

vinculado al anuncio de la Palabra, en línea de anuncio misionero del mensaje o de explicación y conocimiento de su contenido, a través de la enseñanza o catequesis. El ministerio celebrativo consiste en organizar el culto divino, celebrando el misterio de la vida, como don de Dios en Cristo, a través de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía. Y el ministerio social o caritativo se ejerce expandiendo y viviendo las exigencias y valores del amor de Cristo, a través de la ayuda a los más pobres, en gesto de comunicación concreta de la vida.

Cada sacerdote en cada parroquia debe ser un agente dinamizador de estas tres funciones comunitarias. Para ejercer en gesto de amor mutuo y de servicio al estilo de Jesús. En el principio de la Iglesia sigue estando la Palabra que se ofrece como anuncio de salvación y como recuerdo del misterio de Jesús. En esa línea, el primer misionero parroquial es el párroco. Pero con él son misioneros todos los miembros de la comunidad: personas encargadas de la función evangelizadora y catequética. En ese sentido, la mayor riqueza de una parroquia es la “Palabra” que en ella se escucha, se comparte y se proclama. Esta misión de la Palabra se realiza hacia dentro y hacia fuera. Hacia dentro, en forma de enseñanza y de catequesis, de manera que todos los cristianos puedan tener acceso a la Palabra (a la Escritura), siendo capaces de conocer y entender aquello que aceptan como creyentes. Pero hay también una misión hacia fuera, que consiste en proclamar la Palabra a los no creyentes, en medio de los cuales viven ya gran parte de nuestras comunidades.

Esta labor parroquial de tipo misionero proviene de Jesús, y es anterior a las concreciones posteriores de la Iglesia. En ella se puede distinguir una función general y una particular: Anuncio de la Palabra, catequesis de niños y de adultos, cursos de formación en la misma parroquia, quizá con grupos especializados, círculos bíblicos, teológicos etc. Es importante que se anuncie y “enseñe” la totalidad del misterio de Cristo: en el centro del anuncio cristiano ha de estar la experiencia pascual.

Cada parroquia, animada por un sacerdote prepara, promueve y celebra el culto de Cristo, la fiesta cristiana del pan compartido y de la esperanza, en el conjunto de los sacramentos y de un modo especial en la Eucaristía.

De esa forma la Palabra del anuncio y del recuerdo se hace visible en unos gestos litúrgicos, en unos momentos de oración. Su tarea básica ha de ser la de organizar todo lo relacionado con la celebración de los sacramentos, entendidos como “fiestas de la fe”, no como imposiciones jurídicas, sino como expresión de la presencia gozosa de Jesús en la comunidad.

Cada parroquia ha de establecerse a modo de comunidad pascual, donde los cristianos pueden rezar juntos, celebrando los sacramentos, tanto en la sede central de la parroquia, como en las posibles capillas y lugares de culto. Básicamente, los sacramentos de la Iglesia son los mismos en todas partes, pero pueden y deben adaptarse a la cultura, sensibilidad y necesidades de la comunidad, poniendo de relieve su aspecto doctrinal y celebrativo, de compromiso y de fiesta. En el centro ha de estar siempre la celebración de la Eucaristía, como recuerdo solemne de la Muerte y Resurrección de Jesús,

como alabanza a Dios y como comunión de vida entre los fieles. Los cristianos celebramos en la Eucaristía el compromiso de Jesús que pone (entrega) su vida al servicio de la libertad (de la vida) de los hombres. Una parroquia es también una comunidad donde se preparan y celebran otros sacramentos con las celebraciones vinculadas al año litúrgico (ciclo pascual, ciclo de navidad…), con “cultos” particulares.

Finalmente, la tarea o misión de la Iglesia consiste en expresar y vivir el amor activo, entre sus miembros y hacia el conjunto de la humanidad, expresando así la diaconía o servicio de Jesús y que acoge a los excluidos. Esta tarea no es algo que viene después de las otras (predicación y celebración), sino que pertenece a la entraña del mensaje y de la vida de Jesús. Pues bien, en ese contexto, cada parroquia puede y debe presentarse como espacio donde los creyentes pueden encontrarse en amor, para ayudarnos mutuamente, para crecer y ser personas, en gesto de caridad, de asistencia y de liberación mutua.

Don Antonio Díaz Tortojada, ijs

La profesión de los consejos evangélicos

Este artículo es continuación, y final, del publicado en el número 206, páginas 6 y 7, con el título “La profesión de los consejos evangélicos / 1”. Debería haber sido publicado en el número 207, pero que no ha sido así por lamentable error de nuestra parte. Pedimos disculpas al autor.

Castidad

1. Nuestra consagración no está revestida por un hábito religioso o por una señal exterior que la manifieste a las personas. Sin embargo, representa algo así como un revestimiento invisible y precioso, que necesita de un continuo cuidado, para que siempre pueda ser tenido en orden. Por ello, estamos comprometidos a gestionar con prudencia los contactos con los otros, que ignoran nuestro estado y nuestras reservas a la hora de establecer y cultivar equilibradas relaciones sociales, fundamentadas en el primado del amor a Dios y en la fidelidad a los compromisos asumidos con nuestro Instituto.

2. Nuestro celibato, en efecto, trata de expresar la alegría y la satisfacción del amor gratuito y eterno recibido el Hijo de Dios, Jesucristo hecho hombre. No se

pone en práctica, por lo tanto, en sentido negativo, como algo pesado, como una represión. Sino como alegre superación de un nivel de naturaleza ordinaria, concedido por la gracia divina, desarrollado en función de un estado supremo del ser, signo de los bienes celestiales y anticipo del estado perfecto que la persona conseguirá en la plenitud del Reino de Dios.

3. La castidad es una gratificación de la gracia, manifestada en la agudeza de ánimo que de ella deriva. Es como una camisa limpia, perfumada y bien planchada, vestida todos los días con gusto y con mucho cuidado. No es como una flor de plástico, sino como un capullo, verdadero y vivo, que necesita de amorosa y continua dedicación para mantenerse en crecimiento, compensada por el gozo de los apreciables efectos que lleva consigo (cf Mt 19,11). Todos los

pensamientos son absorbidos por este ideal de armonía y claridad interior, que ciertamente no es improductivo y estéril como podría parecer desde una óptica puramente humana. En efecto, el agua que empapa la tierra sirve para nutrir y mantener la planta en salud, con vistas a la flor y el fruto. Si se tuviera la seguridad de una finalidad trascendente, confortada por un intercambio ya perceptible mientras se cuida tal estado, como prometido por Cristo, la privación de la satisfacción del placer afectivo y sensible no tendría sentido alguno [...].

Pobreza

1. El voto de pobreza manifiesta la caducidad de las cosas terrenas y su valor transitorio, en relación con las que se nos han prometido. Como los otros Consejos Evangélicos, es un servicio de esperanza que expresa la actitud con la que el consagrado asume su peregrinación hacia lo que es definitivo, en plena respuesta a la invitación del Señor. «Si quieres ser perfecto, vete, vende tus bienes, y da a los pobres lo que hayas recaudado y tendrás un tesoro en el cielo, y después, ven y sígueme» (Mt 19,21). En la respuesta, de manera adecuada a nuestra condi-

ción, encontramos de hecho la libertad ante las cosas, en la sobriedad para compartir, en sabiduría para confiarnos en todo a la Providencia divina. Nuestras manos, en efecto, en cierto sentido con como agujereadas, no porque malgastemos los bienes poseídos, sino porque sabemos que, antes o después, tendremos que perderlo todo: por ello, no nos apegamos a ellas, más de lo necesario.

2. Según el testimonio y el pensamiento del Fundador, la pobreza paulina tiene cinco funciones: renuncia a lo superfluo, para acoger el amor y convertirse en amor; produce lo necesario, que permite el propio mantenimiento y pensar en los demás; provee para nosotros y los demás, si particularmente están necesitados de todo; edifica al corregir la codicia de los bienes (cf UPS 447).

3. La pobreza de espíritu implica a toda nuestra persona: cualidades, talento, cultura y también al Instituto, a nuestra fraternidad. De modo que nos sintamos libres de ambición de carrera, de excesivas preocupaciones por el mañana, de privilegios que nos separan de todos los que viven en condiciones desagradables. En cambio, privilegiamos lo que tiene que ver

Alégrate

con la sobriedad, el respeto y el amor a la creación, a la justicia, a la honestidad. En cuanto a los bienes materiales, tratamos de no cargar sobre los demás y, en lo que nos es posible, nos preparamos para la ancianidad, ocupándonos de nuestro propio sostenimiento, pero sin confundir la parsimonia con la avaricia.

Obediencia

1.La obediencia, que nos comunica y nos mantiene en la voluntad de Dios, es la oferta de nuestra mente, de nuestra voluntad, de nuestro corazón a Dios, que lo dispone todo para que podamos progresar en su servicio. Afirma nuestro Fundador que “los más inteligentes también son, generalmente, los más obedientes, porque entienden las razones del mandamiento o, sin conocerlas, saben que la obediencia es el secreto de méritos y de felicidad” RSP, p. 251).

2. Con la profesión del voto de obediencia, a imitación de Jesucristo, que se hizo obedientes hasta la muerte (cf Fil 2,8), acogemos totalmente la voluntad del Padre en nuestra vida, que confiamos a Él con total disponibilidad a su voluntad benevolente. La obediencia es, en efecto, escucha de la voluntad de Dios, el cual, por lo general, se revela

a través de lo que vivimos cada día.

3. Desde el punto de vista práctico, nuestra obediencia está generalmente ordenada a lo que está indicado en el Estatuto y, de manera específica, en el programa de vida elaborado, bajo la guía de nuestro Sacerdote Delegado, en el curso de los Ejercicios Espirituales. Por consiguiente, nos reservamos, además de los necesarios espacios para la oración diaria, momentos de análisis sobre nuestro compromiso, para discernir y tratar de comprender si lo que estamos viviendo está bajo el vivo designio de aquello que nos ha sido sugerido, en el silencio de los Ejercicios, en la presencia de Jesús Maestro [...].

Giancarlo Infante, Gabrielimo de Italia

La caridad forma dos llamas

La caridad forma dos llamas: una se dirige hacia Dios, amor de Dios; la otra se dirige hacia el prójimo, amor al prójimo (cf Donec Formetur, n. 72)

Sila fe tiene la finalidad de santificar la mente, y la esperanza está orientada a santificar la voluntad; la caridad alcanza su meta en la santificación del sentimiento , o “corazón”.

La reflexión que el Fundador propone sobre la caridad tiene su acento en nuestro amor hacia Dios. Pero esta prospetiva presupone la larga contemplación del amor que Dios, en primer lugar, ha infundido y sigue infundiendo en cada persona. Será útil que volvamos a meditar el tema titulado “Difusión de la divina Bondad” (DF pp 61-63), en especial, la serie sorprendente de las atenciones de Dios para con el hombre, con la finalidad de vincularlo a Sí mismo “con lazos de amor; comunicarse y absorber al hombre en la Divinidad por amor”.

El P. Alberione ofrece un cuadro muy rico de afirmaciones y aplicaciones sobre la caridad.

Bastaría con subrayar la idea de que la caridad es principalmente benevolencia: o sea, “querer el bien”. Esto comporta una doble actitud: ante todo, complacerse del bien ya presente, más allá de lo que ya se da en Dios, en cada hermano/hermana (lo que elimina las varias formas de envidia o de celos); por consiguiente, el deseo sincero de que todos vean pronto cumplido todo lo que más quieren. En otras palabras: ¡adquirir también aquí el corazón compasivo del Maestro divino!

Es conocido que cuando el P. Alberione toca el tema de la caridad, o sea del Dios-amor que nos envuelve y nos abre el corazón a Él mismo y a los hermanos, alcance vértices líricos. Prueba de ello son las páginas que dedica a la caridad en el citado volumen BM, pp. 205ss.).

“La caridad es virtud teologal infundida por Dios en el alma; por ella nosotros amamos a Dios sobre todas las cosas y por Sí mismo, y al prójimo por amor de Dios. El amor de Dios y el amor del prójimo son una sola virtud: amor de

Dios en Sí mismo, o en sus obras. Viene de Dios, tiende a Dios, nos une a Dios...

Amamos al prójimo porque es imagen de Dios y porque Jesucristo ama a todos; porque en él está la esperanza de Dios o, al menos, se desea que lo esté. Las almas sencillas aman mucho al Señor; y tienen gran mérito en esta unión sobrenatural con Dios; por la mente, voluntad y sentimiento.

El primer y gran mandamiento es: «Amarás al Señor con toda la mente, con todo el corazón y con todas las fuerzas» (Mc 12,30). San Francisco de Sales explica: «Es el amor de Dios que prevalece sobre todos nuestros amores, es reinar sobre todas nuestras pasiones. Esto nos pide Dios a nosotros: que entre todos nuestros amores el Suyo sea el más cordial, soñoree todo nuestro corazón; el más afectuoso, que ocupe toda nuestra alma; el más general; que abarque todas nuestras facultades; el más noble, que llene toda nuestra mente; el más firme, que ejercite toda nuestra fuerza y vigor». Y termina con un mágnífico impulso de amor: «Soy vuestro, oh Señor, y no debo ser otra cosa que vuestro. Vuestra es mi alma, y solo debe vivir para Vos; vuestra es mi voluntad, y solo os tiene que amar a Vos; vuestro es mi corazón, y solo debe tender hacia Vos. Yo Os tengo que amar como primer principio, porque existo por Vos; Os tengo que amar como mi fin y mi descanso, porque

estoy destinado a Vos; Os tengo que amar más que a mi ser, porque mi ser subsiste por Vos; Os tengo que amar más que a mí mismo, porque estoy todo en Vos y para Vos».

¿Y cuáles son las cualidades del amor de Dios?

“1. El amor de Dios es don del Señor; progresa por medio de la oración y de los actos de caridad. La primera infusión se tiene en el bautismo; y se pierde por el pecado.

Se comienza por alejarse del pecado: es amor penitente. Quien detesta la ofensa de Dios, se aleja de las ocasiones, se confiesa, reza para vencer las tentaciones, ya se encuentra en el camino de la caridad; y en cuanto llora su pecado otro tanto se acerca a Dios... Se sigue con el amor de conformidad: cuando se observan los mandamientos y las obligaciones de cada estado, se aceptan las pruebas de la vida... 2. Se progresa con el amor de complacencia, de benevolencia, de deseo.

El alma se complace de todos los atributos divinos, de la gloria infinita que Él tiene en sí mismo. Se complace de que Dios sea Dios. El alma goza de los bienes que hay en Dios. Y en este amor, si es meditativa, progresa. «En el silencio y en la calma progresa el alma devota».

don Guido Gandolfo, ssp

"Pedid todo lo que queráis y se os dará"

“Si estáis unidos a mí y mis enseñanzas permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis y se os concederá.” (Jn 15, 7)

Alo largo de los años, a este versículo del Evangelio no le prestaba atención, sabía que Dios no me iba a conceder todo lo que yo quisiera; no me lo iba a conceder como si fuese un mago sometido a deseos que podían ser caprichosos, aunque no me lo pareciesen en un primer momento.

Ocurre con frecuencia que ciertas palabras muy conocidas del Evangelio, a las que no habíamos dado importancia, adquieren una luz especial y las comprendemos de una forma nueva. Es lo que me

ha pasado a mí. Es el Señor que quiere hablarnos desde donde nunca nos habíamos detenido; es, precisamente en estas ocasiones, cuando encontramos reflejos verdaderos de la perla preciosa que es la Palabra de Dios. En verdad, Jesús nos va a conceder todo lo que queramos, pero teniendo en cuenta las condiciones que se requieren para ello. En su vida mortal realizaba milagros, señales. Para reafirmar la fe de sus discípulos y de la gente, se rompían las leyes de la Naturaleza; hoy, resucitado,

también puede hacerlo, y lo hace. Pero, al igual que entonces, se requiere una gran fe de la que carecemos, y una unión con Él que nos lleva a saber que no podemos pedirle que las piedras se conviertan en panes.

Para los cristianos de poca fe, entre los que me incluyo, hay otro todo en el que podemos tener la seguridad de que se nos va a conceder. Se basa también en la unión que tengamos con Jesús y sus enseñanzas. Sabe que por nosotros mismos no podemos vivir esta unión y las dificultades que surgen para que sus enseñanzas permanezcan en nosotros. Por eso nos recuerda prestarnos siempre su ayuda. ¿Quién no necesita aumento de fe, fortaleza en las dificultades, ayuda espiritual o de cualquier tipo? Si se los pedimos nos los concederá sin duda alguna.

En la unión con Jesús se abre entonces esta relación que parece de dependencia, como si necesitáramos de todo, y aunque no necesitamos de todo, porque ya nos lo ha dado, siempre vamos a necesitar de algo. Pues ese algo es el que hoy la Palabra nos descubre, en manos de Jesús, para poder tenerlo siempre. Tenemos la seguridad de recibir esos dones. No se necesita una gran fe. Hay que esperarlos; es en esa espera donde descubrimos su valor.

Hoy Jesús nos invita a estar unidos a Él. Sus enseñanzas consisten en el amor hacia Él y a los demás. Para hacerlo posible, nos brinda su ayuda.

María, nuestra Madre, que vivió y vive esta unión con Jesús y amor a todos, nos ayude a vivir así.

Mari Muñoz, isva

Engendrar como María:

Una mística apostólica /2

El segundo término clave de la mística apostólica (que convierte en actitud la forma mariana de llevar al Señor) es al que el venerable Jean-Caude Colin llamaba el ser “ignorados y casi ocultos en este mundo”

Procuremos penetrar mejor en una expresión como ésta que, a primera vista, puede resultar irrelevante y fracasada.

María, como ya hemos reflexionado, por su singular elección y misión ha sido la clave en la historia de Jesús y de la Iglesia naciente. Su fe contemplativa se ha situado en el corazón del misterio de la Encarnación y de Pentecostés, ella es Madre de la Cabeza en la carne y Madre del Cuerpo en el espíritu. Esta presencia eficaz e

Alégrate

indispensable nunca ha asumido los rasgos del presencialismo o de la ostentación de carismas. Tal es la paradoja del servicio de la Virgen, que es simultáneamente necesario y casi desconocido, eficaz y muy discreto. Mientras en torno a Jesús todos hablan, o para aclamarlo o para denigrarlo, la Virgen permanece alejada del clamor y de lo insustancial. Su presencia en la Iglesia naciente fue tan humildemente oculta, que los hombres han comenzado a reflexionar seriamente sobre ella

solo después de su muerte.

Nosotros pensamos en María como en un “personaje clave” del cristianismo y nos olvidamos que ella, durante su vida terrena, fue una desconocida para la mayoría: el gran apóstol Pablo no habla de ella expresamente. Su existencia está envuelta por algo absolutamente normal y ordinario que es difícil arrebatarle: toda la gloria de María en la tierra está encerrada en la humildad, esa propia de los grandes, que son tan libres de las expectativas de los otros como para poder permitirse el lujo de “ser nadie”. ¡Dios exalta a los pequeños ocultándolos al mundo!

Esta modalidad marginal de comprenderse y colocarse en el corazón de la Iglesia, corolario imprescindible que refuerza y custodia la intimidad con Cristo, salvándola de las expectativas humanas y de la dispersión, es tal vez la nota más importante para quien, como María, quiere vivir sirviendo a la comunidad: permanecer “ocultos” rehuyendo el clamor, liberándose del miedo de no hacer carrera, amar el “ocultamiento” como quien hace el bien con la mano izquierda

sin que lo sepa la derecha (cf Mt 6,3), salvándose del deseo de ser recompensados y reconocidos. Y esto es posible en las relaciones con los demás, sólo si existe un modo de relacionarse con el Padre en el secreto del corazón y rechazando ser admirados por los hombres, como manda insistentemente Jesús (cf Mt 6,4.6.18 ). Quien vive en lo secreto bajo los ojos de Dios, se alegra mucho de permanecer desconocido y oculto en el corazón de la Iglesia; las dos cosas van juntas y viven de la misma lógica evangélica.

Don Giuseppe Forlai, IJS
Del libro Madre de los Apóstoles

Con el Superior General

Del 21 al 28 de abril, el Superior General de la Sociedad de San Pablo, P. Domenico Soliman, y el Consejero General, P. Valdecir Pereira Uveda, han realizado una intensa y, a la vez, cordial Visita Fraterna a la Sociedad de San Pablo en España.

Hansido ocho días en los que ambos Visitadores, se han mostrado en todo momento como hermanos. Muy próximos y cercanos, humildes y sencillos. Siempre dispuestos a escuchar, a iluminar con su palabra y a dar a todos ánimo y aliento para seguir adelante con nuestros compromisos de Editores Paulinos, entendiendo esta palabra tal como el

Fundador la aplica a María, que nos dado, “editado”, a Jesús. Y en el programa de la Visita, además de atender a los Paulinos, en los diversos aspectos de su vida y misión (personas, comunidades, oración, apostolado…), han hecho espacio para encontrarse también con algunos miembros de otras ramas de la Familia Paulina: Pías Discípulas

del Divino Maestro, Hijas de San Pablo y una representación de los cuatro Institutos Paulinos y Cooperadores Paulinos, tanto en Madrid como en Sevilla.

El grato ambiente en que se han desarrollado los encuentros,

así como los participantes de los diversos Institutos que han podido saludar y escuchar personalmente al Superior General, P. Domenico Soliman, se puede ver en las fotos, que hablan con más elocuencia que las palabras.

Nuevos diáconos paulinos

Los Paulinos Carlos Eduardo Aguirre y Jhon Fred Agustín María Ruaza Caranzo fueron ordenados diáconos, con diez seminaristas de la Archidiócesis de Madrid y un seminarista del Redemptoris Mater, en la Catedral de Santa María la Real de la Almudena

Los 13 nuevos diáconos fueron ordenados por la imposición de las manos y la oración consecratoria del Arzobispo de Madrid, el Cardenal Mons, José Cobo Cano. Junto con el Arzobispo, concelebraron el obispo auxiliar, Mons. Jesús Vidal, los obispos auxiliares electos Don José Antonio Álvarez y Don Vicente Martín, y un gran número de sacerdotes, entre ellos, varios de la Sociedad de San Pablo.

Nuestros dos nuevos diáconos, que fueron ordenados en una Catedral rebosante de fieles, con el gozo y la alegría reflejados en sus rostros, contaron también con la presencia cercana de sus respectivas madres y otros familiares y amigos procedentes de sus respectivos países de origen,

de un nutrido grupo de Paulinos y Paulinas de las diversas ramas de la Familia Paulina en Madrid. El Arzobispo, en su homilía, recordó a los nuevos diáconos que «decir sí es vuestro primer regalo a la Iglesia», «un sí que es para servir; esto sí que es contracultural». En este punto, les ha recordado también que con el diaconado «sois conformados a Jesús, que no ha venido a ser servido, sino a servir». Y servir quiere decir, entre otras cosas, -siguió diciendo el Arzobispo- «estar disponibles, estar preparados para las sorpresas de Dios, los imprevistos, los cambios de programa…». El Cardenal Cobo ha concluido animando a los ordenandos: «Estad siempre alegres; Dios desea nuestra felicidad».

Julio Septiembre Agosto

2. Jornada Mundial de Responsabilidad del Tráfico.

5. Aniversario de la muerte de la Hna. Elisa Ríos, HSP (1990).

8. Comienzo de la Sociedad de San Pablo en Bilbao (1934).

9. Aniversario de la muerte del P. Justo Fernández, SSP (2005).

20. Aniversario de la muerte del Hno. Eugenio Bañuelos, SSP (1995).

25. Fiesta del Apóstol Santiago, Patrón de España.

26. Jornada de los abuelos y personas mayores.

27. Aniversario de la muerte del venerable Maggiorino Vigolungo (1918).

31. Aniversario de la muerte del P. José Fernández de Larrea, SSP (2011).

7. Aniversario de la muerte del P. Miguel Fernández de Prada, SSP (2001).

- Inauguración del primer Tabernáculo de la Familia Paulina, en Alba (1915).

15. Solemnidad de la Asunción de la Virgen María.

15. Comienzo de la adoración eucarística nocturna de la Pías Discípulas (1924).

20. “Dies natalis” de la Sociedad de San Pablo, en Alba (1914).

- Aniversario de la muerte del P. Antonio Fernández, SSP (2013).

- Aniversario de la muerte del Hno. José Antonio Caño, SSP (2019).

29. Aniversario de la muerte del Hno. Manuel Regueiro, SSP (2004).

30. Aniversario de la muerte de la Hna. Teresita Herrero, PDDM (1949).

- Aprobación definitiva de las Pías Discipulas del Divino Maestro (1960).

1. Jornada Mundial de Oración por toda la Creación (9ª).

3. María Madre del Buen Pastor, Fiesta Titular de las Pastorcitas.

4. San Gregorio Magno, papa y doctor de la Iglesia.

- Aniversario de la muerte del Hno. Julián Villaizán, SSP (2003).

- Aniversario de la muerte del Hno. Matías Morán, SSP (2020).

8. Fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen.

12. El P. Alberione, en el Santuario de la Moretta (Alba), recibe el encargo de dirigir la Gazzeta d’Alba: comienzo del apostolado de la comunicación social (1913)

- “Dies natalis” del Instituto de San Gabriel Arcángel.

14. Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.

15. Aniversario de la muerte de la Hna. Clara Queboli, HSP (2013).

- Aniversario de la muerte de José Lozano Alonso, ISF (2019).

17. Jornada Mundial del Turismo

- Aniversario de la muerte de la Hna. Anunciatina Guidi, HSP (1996).

- Aniversario de la muerte del P. Horacio Solís, SSP (2020)

19. “Dies natalis” del Instituto Paulino “Jesús Sacerdote”.

24. Jornada Mundial de Oración por el emigrante y el refugiado (109ª).

28. Aniversario de la muerte del P. Julio Bayón, SSP (2013).

29. Fiesta de los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Titular del Instituto San Gabriel Arcángel.

Protasio Gómez, 15 28027 MADRID +34 917 425 113 institutos@sanpablo.es

La tierra es una preparación para el cielo. Una preparación de la mente, con la fe viva; una preparación de corazón, con la caridad; una preparación de la voluntad, con la esperanza y también con una preparación del cuerpo (APD56, 410).

Santo divino Espíritu, amor eterno del Padre y del Hijo, os adoro, os doy gracias, os amo, os pido perdón por cuantas veces os he entristecido en mí y en el prójimo (PR 65).

Lo que me pasará hoy, Dios mío, no lo sé. Lo que sí sé es que nada me sucederá sin que vos no lo hayáis previsto y dirigido a mi mayor bien desde toda la eternidad. Esto solo me basta (PR 53).

Señor, que yo te conozca, te ame, viva de ti y goce de ti en la eternidad (PR 68).

Pensamientos del Fundador

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