AlĂŠgrate nĂşmero 177
octubre-diciembre 2016
Intenciones del mes
Julio Octubre
Sumario Editorial: 3 Sed misericordiosos Catequesis Paulina: «Estad alerta, porque no 4 sabéis ni el día ni la hora» Como lo hizo san Pablo: «Dios rico en misericordia» (Ef 2,4-5) 6 InsƟtuto Jesús Sacerdote: Del corazón de Jesús al corazón del sacerdote 8 InsƟtuto Santa Familia: El necesario tesƟmonio de las familias crisƟanas 10 InsƟtuto Virgen de la Anunciación: Como María 12 InsƟtuto San Gabriel: San Pablo, el «Querido Padre» 14 El Evangelio vivido: «¡Señor, enséñanos a orar!» 16 ReƟro espiritual: Postrimerías y vida eterna 18 Vida paulina: 24 Calendario: 27 2 Alégrate
Para que en la orientación y formación de los llamados sigamos a Jesús Maestro Camino, Verdad y Vida.
Julio Noviembre Para que aumente en la Iglesia el número de sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares comprometidos en el apostolado con los instrumentos de la comunicación social, que anuncien en todo el mundo el mensaje de la salvación.
Julio Diciembre Para que todos nosotros reconozcamos nuestra ignorancia y pobreza y la necesidad de acudir siempre, con humildad, al sagrario para pedir luz, misericordia y gracia.
Con el mes de noviembre acabamos el Año de la Misericordia que el Papa Francisco nos concedió con tanto cariño. Concretamente el día 20, solemnidad de Cristo Rey. En este año de la Misericordia hemos tomado conciencia de la necesidad que tiene el hombre de sentirse amado y valorado por encima de todas las incapacidades personales que podamos tener. Hemos constatado que el Señor nos ama por encima de todo y esto ha de llevarnos: Primero, a tomar conciencia de que sin la gracia de Dios no somos capaces de nada por nosotros mismos, pero con ella nuestra vida tiene todos los ingredientes necesarios para vivir con gozo la misericordia del Señor en nosotros. Segundo, esta constatación en nuestra propia carne, tiene que llevarnos a comprender un poco mejor el camino de los demás, aprendiendo también a ser con todos misericordiosos como Cristo lo es con cada uno de nosotros. Mª DOLORES ANDRÉU, ISVA
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Catequesis paulina
Sumario «Estad alerta, porque no sabéis ni el día ni la hora» (Mc 13,35; Mt 24,42)
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e tres venidas de Cristo nos habla la Escritura. La primera sucedió ya, cuando el Señor tomó la naturaleza humana y vivió entre nosotros en aquel siglo I. Fue esta primera venida la que dio esperanza y sentido a nuestra vida. El compartió todas las vicisitudes, penalidades y sufrimientos que el ser humano pueda sufrir. No hay más que repasar el Evangelio para darnos cuenta de que nunca podremos decir que estamos solos en el dolor. Cristo va por delante para enseñarnos, fortalecernos y acompañarnos. En esa primera venida, Él se mostró como el CAMINO único y seguro para llegar a la felicidad perpetua que Dios nos ha preparado. En Él se encuentra
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toda la VERDAD auténtica y plena. En Él tenemos la seguridad de VIDA, hasta el punto de darse como alimento de nuestra alma, como fortaleza para el camino. Hay una segunda venida de Cristo. La que continuamente vivimos a lo largo de nuestra trayectoria humana. Es la venida de sus inspiraciones, de su gracia, de su consuelo; de la Eucaristía. Es esta una venida silenciosa, pero que el alma percibe, tanto más fuertemente cuanto más atentos estamos a esa presencia de Jesús en nuestra vida. La fe en Cristo no sólo ha de mirar hacia atrás, ni sólo hacia arriba, sino siempre hacia adelante, porque Cristo camina con nosotros y nos enseña el camino. ¡Él es el CA-
MINO! Vivir esta presencia viva de Jesús en nuestra vida es la fuerza de nuestra esperanza. La tercera venida es a la que mejor se refleja en las palabras del Evangelio que encabezan esta reflexión y que hemos creído muy oportunas en este último trimestre del año. ¡Qué rápido pasa el tiempo, y qué efímera es la vida humana! Vamos desgranando los años, los meses, los días… Todo pasa, sólo el amor permanece. Y de ese amor se nos examinará en el último día. Pero el amor encierra muchos matices: acogida, perdón, generosidad, comprensión. Jesús nos enseña y pide AMOR DE TOTALIDAD. Acogida universal, sin discriminaciones ni rechazos; con benevolencia y respeto. Perdón: ¡ah, cuán difícil es vivir el perdón total! “Perdono, pero no olvido”, una frase y sentimiento tantas veces presente en nuestra vida. Generosidad: con tanta frecuencia nos preguntamos: ¿qué me reportará esta acción?, ¿dar sin recibir nada a cambio?... Generosidad que ha de aplicarse a las dos actitudes anteriores: a la acogida y al perdón. Comprensión: nos gusta que nos comprendan, pero comprender nosotros… De todas estas venidas nos avisa Cristo con estas palabras: “Estad alerta, porque no sabéis el día ni la hora” en que seremos llamados para dar cuenta de
nuestro ser y actuar. Entre el riquísimo legado que nos ha dejado el gran Papa Benedicto XVI (y que, probablemente, aún nos deparará sorpresas la fecundidad de su mente privilegiada), está su segunda Encíclica: «SPE SALVI facti sumus». En esperanza fuimos salvados, dice San Pablo en su Carta a los Romanos (Rm 8,24). Gracias a la fe y a la esperanza (la fe se fortalece en la esperanza) «podemos afrontar el presente, aunque sea fatigoso: se puede aceptarlo porque lleva a una meta, podemos estar seguros de esa meta y esa meta justifica el esfuerzo del camino. Nuestra esperanza, por tanto, es fiable» (Spe Salvi 1). Leer la Encíclica completa es de gran utilidad para el alma. Nuestro distintivo como cristianos –y no digamos como consagrados que vivimos (o debemos vivir) alimentados constantemente por la Palabra de Dios-, es precisamente creer que nuestra vida no acaba en el vacío. “Fuimos creados para conocer, amar y seguir a Dios en esta vida y después gozarle por toda la eternidad en la otra”, así nos enseña la fe, y así nos apoyamos en la Palabra de Cristo que es inmutable.
JÊÝ LÊþ ÄÊ, ISF
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Como lo hizo san Pablo
«Dios rico en misericordia» (Ef 2,4-5)
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uando oímos hablar de la misericordia divina, nuestro pensamiento y nuestra mirada se dirigen inmediatamente a Cristo, que mostró viva y palpablemente ese gran atributo divino. Pero si profundizamos un poco más, nos damos cuenta de que realmente Cristo nos manifiesta en sí el rostro misericordioso del Padre; todo el actuar y ser de Cristo es el ser y actuar de su Padre Dios. Así es como Dios Padre se ha hecho visible a nosotros. Esto es importante y necesario asumirlo totalmente porque en ello radica nuestra vida presente y futura. Dentro de esta reflexión espiritual suscitada en torno a Dios Padre, el sentimiento que más se destaca es el de la misericor6 Alégrate
dia. Un sentimiento profundamente enraizado en la Biblia y que tiene en Cristo toda su plenitud. Estimulados, pues, por el ambiente eclesial que estamos viviendo este año, deseamos centrar esta reflexión precisamente en la misericordia, quicio y el eje sobre el que gira toda la rica teología del Antiguo Testamento sobre el Dios siempre fiel a su amor, que ama con amor eterno (cf. Is 54,8 y Jer 31,1) y que cual madre amorosa no puede olvidarse de su hijo (cf. Is 49,15), lo cual podemos contemplar en los entrañables gestos de ternura hacia los más pobres y desvalidos con que Cristo revela en el Evangelio el rostro del Pa-
dre. Y, para desarrollar el tema, tomamos como punto de partida la teología de San Pablo. En ella, Dios Padre aparece como un Dios rico en misericordia (Ef 2,4-5; cf. Éx 34,6-7), como un Dios que nos amó y murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores (cf. Rom 5,8) y como un Dios que nos salva, no por nuestras obras, sino conforme a su misericordia (cf. Tit 3,5). No obstante, entre todos los textos paulinos, el que expresa quizá de una manera más clara y solemne la fe en un Dios misericordioso es el que se contiene al inicio de la segunda carta a los Corintios. Este texto constituye, a nuestro entender, el gran dogma de Pablo sobre la figura de Dios Padre. No un dogma elaborado por la razón y expresado con conceptos filosóficos de difícil comprensión, sino un dogma madurado en su corazón creyente y entretejido de sentimientos: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados» (2 Cor 1,3-4). Por su naturaleza, la misericordia -esa ternura personalizada que ama más -allí donde existe una mayor necesidad o carencia- es un amor fiel y a
la medida. Arranca de una fidelidad inquebrantable por parte del amante, tiene como único referente la persona del amado, a la que ama como es y por lo que es, y siente predilección por extremar su cariño con quienes más lo necesitan. Este mensaje puede percibirse en toda su nitidez, profundizando, aunque sea brevemente, la parábola del Padre misericordioso (cf. Lc 15,11-32). No me detendré hoy en esta parábola; en parte porque existen bellísimas explicaciones de la misma, y sobre todo porque aquí deseamos centrarnos en la misericordia divina según el pensamiento Paulino. Uno de los rasgos más típicos de la misericordia divina es el talante materno con que la reviste y expresa el propio Cristo. La caricia materna de Dios Padre, que encuentra su más profunda raíz en la Biblia. En consonancia con el mensaje cristiano y paulino, la acción se ha de encaminar a irnos revistiendo de tal manera de los sentimientos del Señor Jesús (cf. Flp 2,5-8; 1 Pe 3,8-13), que podamos llegar a exclamar: «vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (cf. Gál 2,20).
M ®ã ISF
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Instituto Jesús Sacerdote
DEL
CORAZÓN DE
JESÚS
AL
CORAZÓN DEL SACERDOTE
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on la participación de más de 6.000 sacerdotes y Diáconos, el papa Francisco presidió en Roma, el pasado 3 de junio, Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, el Jubileo de los Sacerdotes. He aquí algunos retazos de su homilía: “La celebración del Jubileo de los sacerdotes en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús nos invita a llegar al corazón, es decir, a la interioridad, a las raíces mas sólidas de la vida, al núcleo de los afectos, en una palabra, al centro de la persona. 8 Alégrate
Y hoy nos fijamos en dos corazones: el del Buen Pastor y nuestro corazón de pastores. El corazón del Buen Pastor no es sólo el corazón que tiene misericordia de nosotros, sino la misericordia misma. Ahí resplandece el amor del Padre; ahí me siento seguro de ser acogido y comprendido como soy; ahí, con todas mis limitaciones y mis pecados, saboreo la certeza de ser elegido y amado. Al mirar a ese corazón, renuevo el primer amor: el recuerdo de cuando el Señor tocó mi alma y me llamó
a seguirlo, la alegría de haber echado las redes de la vida confiando en su palabra (cf. Lc 5,5). El corazón del Buen Pastor nos dice que su amor no tiene límites, no se cansa y nunca se da por vencido. En él vemos su continua entrega sin algún confín; en él encontramos la fuente del amor dulce y fiel, que deja libre y nos hace libres; en él volvemos cada vez a descubrir que Jesús nos ama «hasta el extremo» (Jn 13,1), sin imponerse nunca. El corazón del Buen Pastor está inclinado hacia nosotros, «polarizado» especialmente en el que está lejano; allí apunta tenazmente la aguja de su brújula, allí revela la debilidad de un amor particular, porque desea llegar a todos y no perder a nadie. Ante el Corazón de Jesús nace la pregunta fundamental de nuestra vida sacerdotal: ¿A dónde se orienta mi corazón? El ministerio está a menudo lleno de muchas iniciativas, que lo ponen ante diversos frentes: de la catequesis a la liturgia, de la caridad a los compromisos pastorales e incluso administrativos. En medio de tantas actividades, permanece la pregunta: ¿En dónde se fija mi corazón, a dónde apunta? ¿Cuál es el tesoro que busca? Porque —dice Jesús— «donde estará tu tesoro, allí está tu corazón» (Mt 6,21). Los tesoros irremplazables
del Corazón de Jesús son dos: el Padre y nosotros. Él pasaba sus jornadas entre la oración al Padre y el encuentro con la gente. También el corazón de pastor de Cristo conoce sólo dos direcciones: el Señor y la gente. El corazón del sacerdote es un corazón traspasado por el amor del Señor; por eso no se mira a sí mismo, sino que está dirigido a Dios y a los hermanos. Ya no es un «corazón bailarín», que se deja atraer por las seducciones del momento, o que va de aquí para allá en busca de aceptación y pequeñas satisfacciones; es más bien un corazón arraigado en el Señor, cautivado por el Espíritu Santo, abierto y disponible para los hermanos… Queridos sacerdotes, en la celebración eucarística encontramos cada día nuestra identidad de pastores. Cada vez podemos hacer verdaderamente nuestras las palabras de Jesús: «Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros». Este es el sentido de nuestra vida, son las palabras con las que, en cierto modo, podemos renovar cotidianamente las promesas de nuestra ordenación. Os agradezco vuestro «sí» para dar la vida unidos a Jesús: aquí está la fuente pura de nuestra alegría.
ACI PÙ ÄÝ
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In In Instituto nstit stit itu uto Santa Santa Familia Fa ami milia llia
El necesario testimonio de las familias cristianas
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urante la celebración del Año de la Fe, Roma ha acogido a miles de familias de todo el mundo en peregrinación a la tumba de san Pedro. El Jubileo especial que se preparó para ellas estuvo precedido por la Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para la Familia, lo que dio ocasión a escuchar una primera intervención del Papa sobre la importancia de la familia cristiana de cara a la nueva evangelización. El Pontífice lanzó, además, un mensaje hacia la sociedad y los gobiernos, y puso el acento en que, a menudo, se olvida hoy la familia, en un tiempo en el que prevalecen los derechos indivi10 Alégrate
duales y se olvida la dimensión comunitaria del ser humano. La familia -dijo- es esa «comunidad» donde «se aprende a amar», hecha de rostros y de personas «que dialogan, se sacrifican por los otros y defienden la vida», en especial «aquella más frágil». De este modo, puede calificarse a la familia, «sin exagerar», como «el motor del mundo y de la historia». La familia -prosiguió el Papa- es el lugar donde «la persona toma conciencia de la propia dignidad» y, «si la educación es cristiana», reconoce «la dignidad de cada persona, en modo particular de aquella enferma, débil, marginada»
«Todo esto es la comunidadfamilia, que pide ser reconocida como tal, sobre todo hoy, cuando prevalece la tutela de los derechos individuales», dijo. «Tenemos que defender el derecho de esta comunidad: ¡La familia! Por eso han hecho bien en poner particular atención a la Carta de los Derechos de la Familia, presentada justamente hace 30 años, el 22 de octubre de 1983». La familia -continuó- se funda sobre el matrimonio, que «es como si fuera un primer sacramento del ser humano, donde la persona se descubre a sí misma, se auto-comprende, en relación con los otros y en relación con el amor que es capaz de dar y recibir. El amor esponsal y familiar revela también claramente la vocación de la persona a amar en modo único y para siempre, y que las pruebas, sacrificios y las crisis de la pareja como de la misma familia, representan pasos para crecer en el bien, en la caridad y en la belleza». En el matrimonio, «los esposos se donan completamente sin cálculos ni reservas, compartiéndolo todo, dones y renuncias», siempre confiando en la Providencia de Dios. Es ésta la experiencia que «los jóvenes pueden aprender de los padres y de los abuelos». Se trata «de una experiencia de fe en Dios y de confianza recíproca», pero también de santidad, porque «la santidad
supone el donarse con fidelidad y sacrificio cada día de la vida». Luego, el Papa, puso el acento sobre dos fases de la vida familiar: «la infancia y la vejez». «Una sociedad que abandona a los niños y que margina a los ancianos corta sus raíces y oscurece su futuro», dijo. «Ustedes evalúen nuestra cultura de hoy, con esto: cada vez que se abandona a un niño, y se margina a un anciano, se cumple no sólo un acto de injusticia, sino que también se sanciona el fracaso de la sociedad. El cuidado de los pequeños y de los ancianos es una opción de civilización». Por lo demás, en estos tiempos, la «buena noticia» de la familia «es una parte muy importante de la evangelización, que los cristianos pueden comunicar a todos», dijo el Papa. Comunicarlo, sobre todo «a través del testimonio de la vida», especialmente «en las sociedades secularizadas». «Las familias verdaderamente cristianas -observó- se reconocen por la fidelidad, la paciencia, la apertura a la vida, y el respeto a los ancianos».
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Instituto Virgen de la Anunciación
siendo fieles imitadoras de María como lo fue el P. Alberione. María ejerce su apostolado en grado sumo: por su SI, generoso, incondicional y total, es posible la redención y salvación de los hombres. María escucha la Palabra, la acoge y la hace carne, pero no la retiene para sí, sino que la da, la comunica a todos los que tienen necesidad de ella, dando al mismo Cristo. Esta ha de ser nuestra actitud: encarnar en nosotras a Jesús, para después darlo, y darlo íntegramente, como Él se presenta: camino, verdad y vida. Ella suscita las vocaciones, es la persona más indicada para interceder ante el Dueño de la mies. Mirando al cenáculo, vemos cómo es ella la que guía, cuida y prepara a los primeros apóstoles. Hoy sigue haciendo lo mismo. Hemos de ponernos en sus manos, para que sea ella la
Como María
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María, en la Familia Paulina, se la honra y venera como Reina de los Apóstoles. Es Reina de los Apóstoles principalmente por tres motivos: ella posee y cumple todo lo que se cumplieron y cumplirán todos los apóstoles; suscita, promueve y sostiene las vocaciones; cumple la misión 12 Alégrate
de formar, guiar, sostener y hacer fructificar todos los apostolados. Motivos llenos de significado y ricos en contenido, válidos y esenciales en la vida de todo apóstol. Reflexionando sobre ellos, no sólo hemos de entusiasmarnos, sino que debemos hacerlos vida de nuestras vidas,
que nos forme y guie en nuestra misión apostólica. Como María, estamos llamadas en la Iglesia a realizar una misión, y ésta tenemos que llevarla a su término apoyadas en María Reina.
María ejerce su apostolado en grado sumo: por su SÍ, generoso, incondicional y total, es posible la redención y salvación de los hombres.
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INSTITUTO VIRGEN DE LA ANUNCIACIÓN El Instituto “Virgen de la Anunciación” está estrechamente relacionado con el misterio de la Anunciación del Arcángel Gabriel a la Virgen María, del que recibe el nombre. Es una de las diez ramas que integran la Familia Paulina. Pertenecen al Instituto mujeres consagradas a Dios con la profesión de los consejos evangélicos. Las Anunciatinas, llamadas así desde el principio por el Fundador, P. Santiago Alberione, viven la total consagración a Dios en el mundo. Reciben la fuerza de la Palabra y de Eucaristía. Su misión, en íntima unión con María, es anunciar a Jesucristo, con la pasión de san Pablo, en todos los ambientes de la sociedad en que viven.
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Instituto San Gabriel Arcángel
San Pablo, el «querido Padre»
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n la “Coronita a san Pablo”, nuestro amado Fundador nos invitaba a “bendecir a Jesús” por la predilección de su parte hacia este “gran santo”, “querido amigo” y, sobre todo, “nuestro querido Padre”. A bendecirlo porque, en el camino de Damasco, Saulo ha sido elegido y privilegiado “por la gran misericordia” que le ha sido concedida por el divino Perseguido; por haberlo cambiado de “de cruel perseguidor en 14 Alégrate
ardiente apóstol de la Iglesia”; por haberlo iluminado y ganado hasta la última fibra de su corazón; por haberlo elegido como modelo y testigo “de la santa virginidad”, “ejemplo de perfecta obediencia”, maestro “con las obras y las palabras” del “verdadero espíritu de pobreza, apóstol “con un corazón tan lleno de amor a Dios, a la Iglesia y a las almas”. Como Pablo, si nos dejamos
invadir y transformar por parte de Jesús, del “exceso de misericordia”, también nosotros, los gabrielinos, nos dejaremos iluminar por su divina luz para ser dóciles a la gracia. “El Instituto es toda una gracia y quien entra en él tiene un cúmulo inestimable de gracias, y lamentablemente, a veces, no bien apreciadas -exhortaba el P. Alberione en la meditación de un lunes, 6 de octubre de 1952[…]. Todo el odio que tuvo san Pablo a los cristianos antes de la conversión, lo tuvo de amor, e incluso mucho más, a Cristo y a las almas después de su conversión”. Y continuaba el Primer Maestro: “santa Tecla, san Timoteo, san Tito, san Lucas y otras innumerables almas tuvieron la gracia de entenderlo a fondo, cuando san Pablo hablaba, […], tratando de imitar y seguir sus ejemplos. ‘Os quisiera a todos como soy yo […]. Pero cada uno tiene su don de Dios’ (cfr 1Cor 7,7)”. Nuestro Fundador nos apremia a seguir a san Pablo como a “nuestro querido Padre”, en el sentido de que el apóstol es verdaderamente tal porque él “lo quería todo ordenado en la sociedad: esto es, cada súbdito obediente a las disposiciones de los que estaban constituidos en autoridad”. El gabrielino, consciente de su propio estado adulto de padre, sigue fielmente a san Pablo y al Fundador con las mismas “entra-
ñas de misericordia” con que san Pablo ha sido llamado por el Divino Maestro, de manera que no se quede en ese estado de irresponsable adolescencia de quienes, desde tantas partes, elevan la voz de rebeldía contra todos y contra todo. La amorosa paternidad del paulino de vida secular consagrada se manifiesta, sobre todo, como sabia y realista comprensión del otro y de los otros, formando una fraternidad de almas, más aún que de cuerpos, de mentalidad, de personalismos. Por lo tanto, el gabrielino, y aún más el Delegado, posee y cultiva cómodamente un entrañable y sabio sentido de pertenencia al Instituto, de modo que llegue a ser un precioso legado para cuantos lleguen a formar parte del mismo con él y después de él. Muchos de nosotros nos interesamos por el Instituto, tal vez con mentalidad reservada, casi como de sospecha, al menos en un primer momento. Tenemos mucho que aprender hasta llegar a comportarnos como Pablo y el beato Alberione: con docilidad, sin renunciar nunca a la participación y conciencia crítica, cualidades absolutamente necesarias para una adhesión coherente y participativa. D ½ Bʽ ã°Ä «IÊ ÝÊÄÊ ÊÄ òÊ®», ÖÖ. 11-12
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El Evangelio Vivido
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nséñanos, Señor a orar, a descubrir que tu Palabra siempre es nueva, aunque anteriormente la hayamos leído u oído muchas veces. Enséñanos a presentarnos ante ella en acƟtud de acogida, con amor. Y a acoger esas palabras oídas y escuchadas tantas veces, que nos parecen, a primera vista, que nada nuevo nos pueden decir de lo que ya sabemos. Nada de lo que aparentemente parecen decir. Enséñanos a acoger tu Palabra, sabiendo conscientemente que es tu Palabra, que es tuya, que es especial, aunque no lo parezca. Enséñanos a acoger tu Palabra en la fe y acunarla en los brazos del espíritu, y contemplarla como haríamos ante un lindo bebé, que hubieran depositado en nuestros brazos. Enséñanos a acoger tu Palabra en gratuidad, sin esperar nada preconcebido. Sólo a mirarla atentamente con fe, con alegría, con esperanza, con amor. Enséñanos a acoger tu Palabra, leyendo y releyendo lentamente, como en un paisaje bellísimo que no podemos descubrir aún, debido a nuestra ceguera. Por eso, te pedimos a Ɵ, Espíritu de Amor, que la ilumines de tal forma que nos pueda llegar, al menos, un destello de su luz. Y siguiendo el razonamiento anterior, enséñanos a acoger tu Palabra como lámpara preciosa que ilumina nuestra vida. Acogerla sin cansarnos, acogerla en soledad, en ambiente de oración, sin prisas, para llegar a Ti y descubrir tu Amor, que impregna toda tu Palabra, y que, en un primer momento, normalmente, no se puede descubrir, pues te reservas esta apertura para los que Tú quieres, cuando quieres, y donde quieres, pero que siempre, la descubres al que se acerca a Ti y te lo pide con fe y humildad. Enséñanos, a acoger tu Palabra, porque ella, en los momentos de aridez espiritual, de ruƟna, de no poder avanzar, de aturdimiento, y de incapacidad, es como una mañana de verano, que regenera con su energía todo el ser, porque Tú, Dios nuestro, en tu Palabra, te manifiestas tal como eres: el que nos ama sin condiciones ni prejuicios, y eso nos devuelve la vida que Tú deseas vivamos. Amén.
«¡Señor, enséñanos a orar!» 16 Alégrate
¡Gracias, Señor, por tu Palabra!
M Ù® MçÇÊþ, ISVA
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Retiro Espiritual
«Sabéis bien que el día del Señor llegará como ladrón de noche» (1Tes 5,2).
Postrimerías y Vida eterna
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l mes de noviembre es el último mes del año litúrgico, y en él la Iglesia nos invita, una vez más, a elevar nuestra mirada a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; y al mirarle, pedirle la gracia de abrir la perspectiva de nuestro caminar en la tierra y contemplar el horizonte de los días con la luz de la Vida Eterna. “Ésta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo” (Jn 17, 3). Esa perspectiva la resumimos en cuatro palabras: Muerte, Juicio, Infierno y Gloria, que 18 Alégrate
los cristianos conocemos con el nombre de Postrimerías. Muerte. Nos conmovemos ante la muerte de una persona querida, de un familiar, de un amigo. Sabemos que ya no volveremos a verlos sobe la tierra, y, a la vez, sabemos que la vida del hombre no acaba en la muerte, que la vida del hombre no se cierra en el cementerio. “El cristiano que une su propia muerte a la de Jesús ve la muerte como una ida hacia Él y la entrada en la vida eterna. Cuando la Iglesia dice por última
vez las palabras del perdón de la absolución de Cristo sobre el cristiano moribundo, lo sella por última vez con una unción fortificante y le da a Cristo en el viático como alimento para el viaje” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1020). No sabemos ni el día ni la hora en que el Señor nos llamará a su presencia. “Sabéis bien que el día del Señor llegará como ladrón de noche” (1 Tes 5, 2). Ante la muerte hemos de pedir la gracia de reaccionar con serenidad; de prepararnos al encuentro con Dios, recibiendo la Unción de los Enfermos. Nos recuerda san Pablo: “No queremos, hermanos, que ignoréis lo tocante a la suerte de los que durmieron, para que no os aflijáis como los demás que carecen de esperanza” (I Tes 4, 12-13). Y nuestra esperanza está en el amor que Dios
nos tiene. Al crearnos, Dios soñó con nuestra salvación, con que un día pudiéramos verle cara a cara en el Cielo.: “Ésta es la voluntad de Dios: Que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad”. Juicio. Después de la muerte, el Juicio. Vemos nuestra vida delante de Dios. Nos daremos cuenta de lo poco que le hemos amado; del amor tan ligero con el que hemos servido a los demás; contemplaremos nuestras buenas acciones y nuestras malas obras. El juicio lleva consigo una sentencia, que el mismo Cristo nos anunció: “Llega la hora en que cuantos están en los sepulcros oirán su voz y saldrán: los que han obrado el bien, para la resurrección de la vida, y los que han obrado el mal, para la resurrección del juicio” (Jn 5, 28-29). “Cada hombre, después de
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Retiro Espiritual
morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una purificación (...), bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo (...), bien para condenarse inmediatamente para siempre (...). (CIC n. 1022). La Iglesia nos recuerda que, antes de poder recibir nuestra alma todo el amor de Dios, que es el Cielo: “Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo” (CIC n. 1030). “La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los
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elegidos, que es completamente distinta del castigo de los condenados” (CIC n. 1031). Infierno. El Papa Francisco nos recuerda su existencia en el Mensaje de Cuaresma de este año. Hablando de la necesidad de vivir las obras de misericordia corporales y espirituales, por el bien que hacen al alma para ver a Cristo en los demás, y crecer así en el amor a Dios, señala: “Sin embargo, siempre queda el peligro de que, a causa de un cerrarse cada vez más herméticamente a Cristo, que en el pobre sigue llamando a la puerta de su corazón, los soberbios, los ricos y los poderosos acaben por condenarse a sí mismos a caer en el eterno abismo de soledad que es el infierno.” “Dios, que nos ha creado sin
nosotros, no nos salvará sin nosotros”, nos dice san Agustín; y el Catecismo nos lo recuerda: “Salvo que elijamos libremente amarle, no podemos estar unidos con Dios. Pero no podemos amar a Dios si pecamos gravemente contra Él, contra nuestro prójimo o contra nosotros mismos (...) Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra “infierno” (CIC n. 1033). Gloria. “Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Cor 2, 9) Dios nos ha creado “para que le conozcamos, le amemos, le sirvamos en esta tierra”, y podamos así vivir eternamente con Él en el cielo”. El Señor nos lo recuerda: “Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo” (Mt 25, 34 ss). “Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven “tal cual es” (1 Jn
3, 2), cara a cara (cf. 1 Cor 13, 12; Ap 22, 4). (Catecismo, 1023). Nuestro Señor Jesucristo, que quiere “que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”, quiere abrirnos, a todos, las puertas del Cielo; pero el hombre en uso de su libertad puede rechazar ese regalo de Dios, cerrar las puertas a la gracia y obstinarse en hacer el mal. A la Virgen Santísima, Reina de Cielos y Tierra, le rogamos con toda confianza filial, que “ruegue por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”, y prepare nuestra alma para vivir con Ella en el Cielo. Cuestionario: 1. ¿Procuro vivir en amistad con Cristo, en gracia de Dios y muerto al pecado? ¿Estoy abierto al abrazo definitivo con Dios, que es la muerte que Dios quiere para nosotros? 2. ¿Rezo por las almas del Purgatorio, y les pido que me ayuden a amar más al Señor, a lo largo de la jornada de cada día? 3. “Ni ojo vio, ni oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Cor 2, 9). ¿Me acuerdo a menudo de estas palabras de san Pablo a los fieles de Corinto? R ®ÌÄ
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Páginas Marianas
El Santo Rosario
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“
l mes de octubre está dedicado al Santo Rosario, singular oración contemplativa con la que, guiados por la Madre celestial del Señor, fijamos nuestra mirada en el rostro del Redentor, para ser configurados con su misterio de alegría, de luz, de dolor y de gloria” (Benedicto XVI, 5-10-2007). “El Rosario de la Virgen María, difundido gradualmente en el segundo Milenio bajo el soplo del Espíritu de Dios, es una oración apreciada por numerosos Santos y fomentada por el Magisterio. En su sencillez y profundidad, sigue siendo también en este tercer Milenio, apenas iniciado una oración de gran signifi22 Alégrate
cado, destinada a producir frutos de santidad. El Rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la Cristología. En él resuena la oración de María, su perenne Magníficat por la obra de la Encarnación redentora en su seno virginal. Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Mediante el Rosario, el creyente obtiene abundantes gracias, como recibiéndolas de las mismas manos de la Madre del Redentor” (Juan Pablo II. Rosarium Virgines Mariae, n. 1). Escribe el P. Alberione:
- “El Rosario es útil para las almas que se plantean alcanzar grandes ideales; ayuda a las almas que tienen grandes deberes que cumplir; y es un reconstituyente contra todo tipo de mal” (Vademecum, 883). - “Nuestra vida es algo así como los misterios del Rosario. Y quien reza el rosario, generalmente alcanza este fruto: trasladar al alma el verdadero concepto de la vida” (Vademecum, 884). - “Es necesaria una verdadera cruzada de Rosarios, para que se dé un verdadero despertar cristiano, sobre todo ahora, después de este Concilio” (Vaticano II) (Vadecum, 885). Y en este Año Jubilar de la Misericordia, el rezo del Santo Rosario será una luz que ilumine nuestros corazones para pedir perdón al Señor de nuestros pecados, que nos mueva a acudir al Sacramento de la Reconciliación y a alimentarnos de la Eucaristía, en gracia de Dios, y recibirlo “con la pureza, humildad, y devoción con que los recibió su Santísima Madre”. Hagamos nuestra, en este año, la sugerencia del Papa Francisco para un mes de mayo: “Desearía recordar la importancia y la belleza de la oración del santo Rosario. Recitando el Avemaría, se nos conduce a contemplar los misterios de Jesús, a reflexionar sobre los momentos centrales
de su vida, para que, como para María y san José, Él sea el centro de nuestros pensamientos, de nuestras atenciones y acciones. Sería hermoso si, sobre todo en este mes de mayo, se recitara el santo rosario o alguna oración a la Virgen María juntos en familia, con los amigos, en la Parroquia. La oración se hace juntos en un momento precioso para hacer aún más sólida la vida familiar, la amistad. Aprendamos a rezar más en familia y como familia” (2-5-2013).
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Vida paulina
SOCIEDAD DE SAN PABLO: XXII CAPÍTULO PROVINCIAL
marcha de los mismos, y de vez en cuando invite a algunos de sus miembros a dar testimonio de su vocación específica. 5. El Responsable de la Pastoral Vocacional promueva dos o tres actividades anuales, como mínimo, para impulsar, como "familia", la vocación paulina.
+Hna. María Rafaela Fornas
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lP P. LLázaro á G García, í d después é d de su nombramiento b i como Superior Provincial de la Sociedad de San Pablo por el Superior General con el consentimiento de su Consejo, convocó el XXII Capítulo Provincial, que se celebró en la Comunidad Provincial de Protasio Gómez, del 18 al 21 del mes de septiembre. El programa de trabajo de esta Asamblea Provincial contemplaba tres ejes o puntos básicos: a) evaluación general de toda la vida paulina de la Provincia; b) programación general para el cuatrienio 2016 – 2020; c) elección del Consejo Provincial. En el Capítulo se prestó especial atención a los IPVSC como “obra propia” que son de la Sociedad de San Pablo. A ellos se refieren concretamente tres líneas de acción: la tercera, la cuarta y la quinta, que aparecen integradas en el área 5 de Programa, correspondiente a Familia Paulina: Son las siguientes: 3. El Superior Provincial promueva el conocimiento, el desarrollo y la valoración de los Institutos Agregados Paulinos, empezando por nuestras comunidades. 4. El Delegado de los Institutos Agregados Paulinos informe a las comunidades, al menos dos veces al año, de la 24 Alégrate
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l pasado d 8d de octubre, b en lla ciudad i d dd de M Madrid, d id a las tres de la madrugada, el Señor llamaba a las bodas eternas a la Hna. María Rafaela Fornas Navarro, de las Hijas de San Pablo. Había nacido en Toga (Castellón) el 28 de enero de 1929. Ingresó en la Congregación el 28 de enero de 1952, el mismo día que cumplía 23 años. El 19 de marzo de 1955 hizo la primera profesión en Roma, donde rubricó su consagración definitiva al Señor en el año 1960. De carácter abierto, explosivo y algo original, se ha caracterizado por gestos de gran ternura y afecto. Tenía un corazón bueno, capaz de perdonar y olvidar pronto las ofensas recibidas. Era una persona muy práctica y dinámica. Fuerte y valiente. Muy activa. ¡Descanse en paz!
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Calendario
Vida paulina
ENCUENTRO ISVA 2016
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al como al co om mo estaba eessta taba ba programado prro oggrram amaad do y anunciado, do anu an un nci ciad do las lass AnunciaAn nu unc nc tinas de España hemos tenido nuestro Encuentro Anual de Evaluación y Programación. Para ello nos dimos cita en la ciudad de Sevilla, entre los días 26 y 29 de septiembre, en la Casa Sacerdotal, gozando de un entorno muy agradable que favorecía la convivencia, el trabajo y la oración. Nuestro Delegado, P. Antonio Maroño, nos facilitó el Encuentro, comenzando con un Retiro Espiritual que nos puso en sintonía y nos dio las claves para orientar todas las actividades del Encuentro. Hemos echado de menos a tres miembros de nuestro Instituto que no se pudieron sumar al grupo por motivos de salud. Pero estuvieron muy presentes en nuestro pensamiento y en nuestra oración. Al hacer nuestro trabajo de evaluación y programación, regado con intensos ratos de oración, hemos hallado la fuerza y el empuje necesarios para continuar un año más siguiendo las huellas de Jesús, sirviendo a Dios en la Iglesia, en la Familia Paulina y en nuestro Instituto. Gracias a todas las hermanas -a las que hemos estado presentes y a las que no han podido asistir- por el ambiente de unidad y de oración que se ha creado entre nosotras. Todo ello nos ha ayudado a realizar con gusto el trabajo y a saborear la oración compartiendo la doble mesa de la Palabra y de la Eucaristía. Sigamos unidas en la oración, intercediendo ante nuestra Madre del cielo por todas y cada una de nosotras, y por tantas necesidades materiales y, sobre todo, espirituales como hay en el mundo de hoy. Anunciatinas de España 26 Alégrate
Octubre
Noviembre
Diciembre
03. 1995, Pías Discípulas del Divino Maestro en Toledo. 16. 2003, aniversario de la muerte de la Hna. Rosa PiveƩa, HSP. 19. Memoria del beato Timoteo Giaccardo. 20. 2013, aniversario de la muerte del P. Agapito Aliende, SSP. 23. Jornada Mundial de las Misiones (DOMUND). 28. 1943, las Pías Discípulas del Divino Maestro en Bilbao. 29. 2000, aniversario de la muerte de la Hna. Edita, PDDM. 30. Solemnidad del Divino Maestro, Titular de las PDDM y del InsƟtuto Jesús Sacerdote. 31. Aniversario de la Dedicación de la Iglesia del Divino Maestro en Roma.
01. Solemnidad de Todos los Santos. 02. Solemnidad de Todos los Fieles Difuntos. 06. 1999, aniversario de la muerte del Hno. Aurelio García, SSP. 10. 2011, aniversario de la muerte de Óscar Prieto, ISF. 13. Conclusión del Jubileo de la Misericordia en las iglesias parƟculares 15. 2014, aniversario de la muerte del P. Tomás Larrauri, SSP. 20. Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo.P. 25. Aniversario de la Dedicación del Templo de San Pablo en Alba. 26. Fiesta del beato SanƟago Alberione, Fundador de la Familia Paulina. 30. 1996, aniversario de la muerte del Hno. Miguel Alfaro Toledo, SSP.
08. Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. 08. Hijas de San Pablo en Madrid, calle San Bernardo. 11. 1987, el Canónigo Francesco Chiesa es declarado venerable. 13. 1978, aniversario de la muerte de la Hna. Graciela Justo, PDDM. 16. Comienza la Novena de Navidad. 18. 2008, aniversario de la muerte de la Hna. Epifania Bassi, HSP. 23. 1970, aniversario de la muerte de la Hna. Alicia Hierro Ruiz, HSP. 25. Solemnidad del Nacimiento del Señor. 27. Fiesta de la Sagrada Familia, Titular del InsƟtuto Santa Familia.
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INSTITUTOS PAULINOS DE VIDA SECULAR CONSAGRADA
Está muy bien que todas las noches, tras haber tratado la propia causa con Dios, cada uno de los sacerdotes bendiga a toda la Familia Paulina (San Paolo, noviembre 1934).
Nuestro corazón se haga semejante al Corazón Divino, que es manso, humilde, piadoso, generoso, ardiente de amor a Dios y a los hombres (Breves meditaciones, p. 709).
En el bauƟsmo se nos impuso el nombre de un santo protector. Nuestra vida y salvación quedaron bajo su custodia y tutela. A él le debemos admiración, imitación, oración (Breves Meditaciones, pp. 423-424).
Dios es Padre bueno aun cuando nos aflige; guía invisiblemente si las Ɵnieblas son espesas; está cercano aun cuando no se le ve ni se le siente; sosƟene aun cuando parece habernos abandonado (Breves Meditaciones, p. 377).
Protasio Gómez, 15 28027 MADRID +34 917 425 113 insƟtutos@sanpablo.es