Corpus Christi

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SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

P. Antonio Maroño, SSP

(San Lucas 9,11b-17) En aquel tiempo, Jesús hablaba a la gente del reino y sanaba a los que tenían necesidad de curación. El día comenzaba a declinar. Entonces, acercándose los Doce, le dijeron: «Despide a la gente; que vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en descampado». Él les contestó: «Dadles vosotros de comer». Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para toda esta gente». Porque eran unos cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: «Haced que se sienten en grupos de unos cincuenta cada uno». Lo hicieron así y dispusieron que se sentaran todos. Entonces, tomando él los cinco panes y los dos peces y alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y se saciaron, y recogieron lo que les había sobrado: doce cestos de trozos.

Una fiesta profundamente eucarística Hoy, 29 de mayo, celebramos la solemnidad del “Corpus Cristi” o del Cuerpo y la Sangre de Cristo. En otros lugares se ha celebrado ya el pasado jueves. Es una celebración, una fiesta profundamente eucarística, que ha calado muy hondo en la religiosidad del pueblo. Esta fiesta se comenzó a celebrar en la ciudad de Lieja (Bélgica) en 1246, siendo extendida a toda la Iglesia occidental por el papa Urbano VI, en el año 1264, con la finalidad de proclamar la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Los hechos sucedieron así: Por aquellos tiempos había unos herejes decían que Jesús estaba presente en las especies con sagradas mientras se celebrada la Misa, pero que luego ya no se quedaba allí el Señor. Y hasta había sacerdotes que dudaban de la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Ocurrió entonces un hecho muy conocido, que tuvo lugar en el año 1264: un sacerdote que tenía dudas de

fe, acudió a Roma, en peregrinación al sepulcro de los apóstoles Pedro y Pablo, precisamente para pedir la fe. Y cuando retornaba a su tierra y celebraba misa en ciudad de Bolsena, vio que de la Sagrada Forma destilaba sangre de modo que quedó empapado todo el corporal. El papa Urbano VI, que estaba entonces en la ciudad cercana de Orvieto, se enteró del acontecimiento y pidió dichos corporales. Al constatar la realidad del milagro, quiso que todos lo supieran y que se adorase a Jesús presente en la Eucaristía del modo más solemne. Por eso instituyó la fiesta del “Corpus Cristi”, encargando los himnos de la fiesta a Sto. Tomás de Aquino, que por cierto son unos himnos preciosos, por su contenido teológico y poético. La primera lectura, tomada del libro del Éxodo, recuerda la alianza de Dios con pueblo de Israel, el Pueblo Elegido, sellada con la sangre de animales inmolados sobre un altar a los


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