Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

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La crucifixión de Jesús en la historia de la pasión de Marcos

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Luis Ángel Montes Peral

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Introducción1

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a crucifixión constituye la escena cumbre y más significativa del evangelio de Marcos2. Ninguna

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Para un estudio completo de la crucifixión y muerte de Jesús en los cuatro evangelistas, cf R. Brown, La muerte del Mesías. Desde Getsemaní hasta el sepulcro II, Verbo Divino, Estella 2006, 1057-1414; aquí se encontrará exhaustiva bibliografía. Para la cruz, véase el magnífico artículo comprehensivo «Kreuz», en TRE 19, 712-779 con una buena bibliografía internacional; cf H. W. Kuhn, II. Neues Testament, 713-725; en las páginas 723-725 encontramos una buena bibliografía sobre estudios exegéticos hasta la década de los noventa del siglo pasado. Los grandes comentarios al evangelio de san Marcos, sobre todo los escritos en alemán: Pesch, Gnilka, Schmithals, Lührmann, Marcus y Pikaza ofrecen mucha literatura especializada en relación con la escena concreta que queremos comentar aquí. F. Pérez Herrero, Pasión y Pascua de Jesús según san Marcos. Del texto a la vida, Publicaciones de la Facultad de Teología del Norte de España, Burgos 2001, 293-339, nos proporciona bibliografía selecta, donde no faltan estudios en castellano para Mc 15,33-39 (pp. 425-428). En las notas me limito a presentar la bibliografía que más he usado. 2 No cabe duda de que la escena de la confesión de Pedro (8,27-30) también posee una especial significación en el contexto general del evangelio de Marcos, como desde hace mucho han reconocido los especialistas. Divide el escrito marquino en dos partes. Pero todo el evangelio está encaminado hacia la escena que aquí vamos a comentar, como se deduce ya de 8,31-33, al comienzo de la segunda parte de la obra; también de 9,31; 10,33; y sobre todo en la Historia de la Pasión, de 14,1.8.11.18.24s.27-31.36. Con toda razón D. Lührmann considera la crucifixión marquina como «la meta (provisional) de la historia de la Pasión» (Das Markusevangelium, HTT 3, Mohr-Siebeck,

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otra escena ha sido dispuesta por el evangelista en su obra con tanta intencionalidad y resuelta con mayor esmero como la referente a la crucifixión. Si todo el evangelio está orientado hacia la historia de la Pasión, esta alcanza su momento culminante en la cruz de acuerdo con los designios divinos. La muerte de Jesús con sus consecuencias constituye, por lo tanto, el centro mismo del núcleo de todo el escrito marquino. Pero la cruz es algo más: se muestra como el lugar privilegiado de la manifestación divina. En realidad, constituye la última y definitiva revelación del Padre a los hombres acerca de su Hijo, que expira con el cuerpo destrozado, para ser revivido de forma definitiva por la acción del Espíritu. Es el Espíritu quien exaltará a Jesús y revitalizará al Hijo humanado, mostrando la gloria del Padre3. Resulta necesario ahondar en el contenido de esta escena trascendental para dar con la clave fundante que nos ayude a entender el significado preciso del relato marquino, incluso a valorar el pensamiento central que nos desea transmitir con el conjunto de su escrito. Pero Tubinga 1987, 258). Provisional, efectivamente, porque la meta última está en el anuncio de la resurrección: «¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado» (16,6). El camino de Jesús sigue después de la muerte (16,7). Su trayectoria terrena se plenifica en la gloria de la resurrección. 3 Para un estudio en profundidad de la relación existente entre la cruz y la Trinidad, cf los impresionantes apartados VI, 5.6 de J. Moltmann, El Dios crucificado, Verdad e imagen 41, Sígueme, Salamanca 20103, 333-358. El famoso teólogo de Tubinga no considera solo lo expuesto por Marcos, tiene ante sus ojos todos los textos del segundo Testamento sobre el particular. Con todo habría que matizar algunos de sus aspectos, demasiado «luteranos». Y resaltar en lo debido la incipiente intencionalidad trinitaria de Marcos, que influirá de modo poderoso en la trinitariología posterior.

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al comenzar conviene hacer algunas constataciones introductorias, que ya nos muestran su enorme trascendencia:

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1. El hecho crucial y más fehaciente, «el dato más indiscutido»4 de la historia de Jesús, testimoniado incluso por historiadores romanos de la época, está en la muerte de Jesús en el madero de la cruz. Procedente de las crueles costumbres de fenicios y persas, los romanos adoptaron su uso en sus castigos y echaron mano con frecuencia de este tremendo suplicio5 en la 4

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J. Gnilka, El evangelio según san Marcos II, BEB 56, Sígueme, Salamanca 1986, 382. 5 Así denominó a la crucifixión el gran escritor y orador romano Cicerón: Supplicium tremendum, el más cruel de los suplicios, que ni siquiera debía ser pensado, mencionado y escuchado entre personas bien nacidas: «Nomen ipsum crucis absit non modo a corpore civium Romanorum, sed etiam a cogitatione, oculis, auribus» (Lo que significa la cruz se aparte no solo del cuerpo de los ciudadanos romanos, sino también del pensamiento, los ojos y los oídos) Cicerón, Pro Rabirico 5,16. De ahí que la muerte de cruz fuera considerada por la sociedad bien establecida como la infamia suprema: Mors turpissima crucis, según las acertadas palabras de Orígenes. El padecimiento resultante mostraba tales características de crueldad extrema, que también fue definida como el castigo más cruel y abominable: crudelissimum teterrimumque supplicium (Cf G. Vermes, Sobre «la Pasión de Mel Gibson». Brutalidad del celuloide, El mundo (3 de abril de 2004) 46. En el tiempo de Jesús miles de judíos fueron sometidos a este tormento humillante y servil (también denominado servile supplicium), que los dominadores romanos aplicaban a criminales peligrosos y a populacho levantisco en las provincias sometidas. (Cf D. Flusser, Last Days of Jesus in Jerusalem. A Current Study of the Easter Week, Sadan Publishing House Ltd, Tel Aviv 1980). He usado la versión alemana: Die letzten Tage Jesu in Jerusalem: das Passiongeschehen aus jüdischer Sicht. Bericht über neueste Forschungsergebnisse, Calwer, Stuttgart 1982, 131133. En 1968 se encontró en Jerusalén el esqueleto de un crucificado de nombre Jejojanan (cf H. W. Kuhn, Der Gekreuzigte von Giv`at ha-Mivtar, en Theologia crucis. Signum crucis [Homenaje a E. Dinkler], Tubinga 1979,

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política imperial, reservándolo para sus peores y más peligrosos enemigos públicos de posición inferior. El Nazareno fue considerado como uno de ellos por los dominadores de una época, llena de feroces convulsiones en el ámbito palestinense, de frecuentes revoluciones abortadas, violentas en extremo, y de marcada efervescencia político-social. Así de cruel fue el tiempo de quien se entregó a fondo perdido por los hombres, acabando sus días de forma ignominiosa. 2. Sin la muerte en la cruz no se entendería el ser y actuar de Jesús, de modo que quedaría sin significado lo nuclear de su andadura en el país de los judíos. Haciendo una lectura creyente de «lo acontecido una vez», la cruz resume y hasta plenifica, como ningún otro hecho jesuádico, el discurrir terreno de Jesús. Su existencia expropiada, volcada en beneficio de los demás de acuerdo con los designios de su Abba, llegó a su máximo anonadamiento en su horrenda muerte. En ella se da el vaciamiento existencial más impresionante que quizá haya conocido hasta la fecha la historia de la humanidad. Por caminos insospechados una muerte así llega a abarcar las dimensiones fundamentales del hombre y los valores por los que merece la pena vivir: el amor y la esperanza, la solidaridad y la igualdad, la justicia y la paz, la amistad y la fraternidad, hasta el futuro de la felicidad humana están presentes y operantes en este acontecimiento salvador. 303-334, con abundante bibliografía), de manera que podemos conocer la forma física de la crucifixión y comprobar las terribles secuelas que dejaba en el maltrecho cuerpo humano.

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3. Lo que más fascina en el acontecimiento de la cruz está en que el punto de partida habla de un hombre singular en grado sumo, que camina hacia la muerte, entregándose sin condiciones, libre, consciente y responsablemente hasta el final. Se ha deshecho de sí mismo, para entregarse por completo a los demás, pero cuando expira, muere en soledad, aunque cargado de un amor sin límite por los semejantes. Un amor real y concreto, que solo resulta posible percibir, cuando más allá de la terribilidad de la escena, el oyente de la Palabra se sitúa ante Jesús y percibe los latidos de su corazón, que muy pronto va a dejar de latir, dando final a su proexistencia expropiada. Durante su vida el Nazareno, que pasó por Palestina haciendo el bien con la fuerza del Espíritu (10,38), hizo del Padre y los hermanos su casa y hogar y ahora hace de ellos también su tumba, de la que va a surgir la resurrección. 4. Muy posiblemente Jesús murió el 7 de abril del año 30 a las tres de la tarde; coincidiendo con la Pascua judía, un catorce de Nisán, plenilunio de primavera, que cayó en viernes6. Desde entonces la cruz se ha convertido en el gran símbolo del cristianismo, en el signo fun6

Con buenos argumentos Brown, en su obra monumental, fija la muerte de Jesús el 7 de abril del año 30, aunque no descarta el 3 de abril del año 33 (R. E. Brown, La muerte del Mesías. Desde Getsemaní hasta el sepulcro II, 1614s). Pienso que la primera fecha concuerda más con la verdad de «lo acontecido una vez», pudiéndose considerar sin demasiadas reservas como un dato histórico verificable (Cf F. Pérez Herrero, Pasión y Pascua de Jesús según san Marcos, 327, nota 66). Muy posiblemente Jesús tenía 35 o 36 años cuando murió. Para los hechos históricos de la historia de Jesús, véase el tratamiento exhaustivo del tema en J. P. Meier, Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico I: Las raíces del problema y de la persona, Verbo Divino, Estella 1998, 379-437.

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dante de la identidad creyente. Efectivamente, la cruz de Jesús ha sido desde entonces la expresión auténtica de su originalidad suma, lo que ha diferenciado siempre al Crucificado del resto de los fundadores de otras religiones. Desde que su Maestro murió ajusticiado de la forma sorprendente que lo hizo, los seguidores de Jesús hemos considerado esa bendita cruz, que ha dejado de ser maldita, como el signo supremo de la salvación7 en contraste con el judaísmo y el paganismo8. Por eso todos los aspectos centrales de la teología, la espiritualidad y la religiosidad popular de cuño cris7

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Igual que Jesús nos introduce en el reino de Dios, también «nos lleva al reino de los signos». En verdad Cristo es «el Señor de los signos» ( J. P. Manigne, Le Maître des Signes, Cerf, París 1987) y lo es sobre todo mediante su muerte en la cruz. Esta constituye la máxima expresión de los símbolos cristianos (cf G. H. Baudry, Handbuch der frühchristlichen Ikonographie, Herder, Friburgo 2010, 32ss). Cf E. Dinkler, Zur Geschichte des Kreuzsymbols, en Signum Crucis. Aufsätze zum Neuen Testament und zur Christlichen Archäologie, Mohr Siebeck, Tubinga 1967, 1-25; J. Stockbauer, Kunstgeschichte des Kreuzes. Die bildliche Darstellung des Erlösungstodes Christi im Monogramm, Kreuz und Crucifix, Schaffhouse 1870; también R. Guardini, Signos Sagrados, Ed. Litúrgica Española, Barcelona 1957. El primero que aborda es «la señal de la cruz». 8 Ya en la década de los cincuenta del siglo I, antes de que se redactara el evangelio de san Marcos, el Apóstol de las gentes escribía a los fieles de Corinto, que la cruz era signo de contradicción en la sociedad: «Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados –judíos o griegos–, un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres» (1Cor 1,22-25). Quizá nadie haya descubierto con tanta hondura el misterio envolvente de la cruz como Pablo con estas penetrantes y certeras palabras. A pesar del escándalo que podía producir la cruz para los judíos y los paganos, la muerte de Jesús por nuestros pecados había acontecido «según las Escrituras» (1Cor 15,3; cf Mc 8,31).

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tiano brotan del Crucificado y confluyen en el sentido de su muerte. Aún más, la verdad de la Trinidad resplandece aquí como en ninguna otra parte. La aparente derrota de la cruz contiene en sí misma ya el triunfo de la resurrección. En la sencilla, pero contundente narración marquina se encuentran los caminos que conducen al Dios vivo y verdadero y al hombre auténtico, que quiere lograr la propia existencia y llegar a la plenitud. Esta escena ha sido decisiva también en la literatura, el arte y la cultura de las sociedades occidentales. 5. Desde que Jesús murió en la cruz, la manera natural cristiana de llegar a la gloria de la resurrección consiste en pasar por el amor testimonial y hasta martirial ante los hermanos, por des-vivirse ante las necesidades ajenas del tipo que sean. En ese amor, que en Cristo llegó al grado sumo, en ese des-hacerse por los otros salta la alegría existencial y triunfa ya la resurrección. Para Marcos la mirada de la cruz es la propia del creyente, que se sabe implicado directamente en tan trascendental acontecimiento (15,39). Solo se puede entender bien la cruz cuando se toma la propia (8,34) con la postura del discípulo mediante la entrega incondicional por los demás, siguiendo los designios divinos de la salvación. El Padre, que nos entrega desde el bautismo la fuerza del Espíritu, quiere que colaboremos en la obra de la salvación, que el Hijo humanado nos consiguió con su amor martirizado.

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Prefacio ..................................................................... 7 Introducción ............................................................. 15

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I. Mirada literaria: la singularidad del texto .... 1. El relato primitivo (Mc 15,20b.21.22a.24. 26.27.29a.31.32a.c.34.35.36.37.40) ............. 2. Los retoques redaccionales apocalípticos (15,22b.25.29b.30.33.38) .............................. 3. La aportación de Marcos (15.23.31b.32b [34b].39.41) .................................................... 4. Análisis del relato premarquino .................... 4.1. La sucesión de los hechos ....................... 4.2. El interés por la cruz y la crucifixión ..... 4.3. La passio iusti ............................................ 5. Análisis de los retoques redaccionales apocalípticos y litúrgicos ................................ 6. Análisis de la aportación del evangelista ......

23 26 29 31 34 35 36 38 41 42

II. Interpretación del texto conjunto................. 51 1. La crucifixión de Jesús (15,20b-24.26s)....... 51

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1.1. Fuera de la ciudad: la excomunión de la comunidad judía................................. 1.2. La ayuda obligada de Simón de Cirene ...................................................... 1.3. La conducción al Gólgota ....................... 1.4. El ofrecimiento de la bebida analgésica ... 1.5. La crucifixión ........................................... 1.6. El reparto de las vestiduras ..................... 1.7. El momento exacto de la crucifixión: la hora tercia ................................................ 1.8. El titulus crucis .......................................... 1.9. Entre bandidos......................................... 2. Las burlas anteriores a la muerte (15,29-32.35-36) ............................................ 2.1. Las injurias de los paseantes ................... 2.2. Las burlas de los sumos sacerdotes y maestros de la ley ........................................ 2.3. Los insultos de los otros dos crucificados .................................................. 3. La muerte de Jesús como definitiva revelación de Dios (15,33-34.37-38) y expresión de la malignidad humana (15,35-36)........................................................ 3.1. El fenómeno que acompaña la muerte de Jesús: las tinieblas en toda la región ..... 3.2. La voz potente del moribundo: «Eloí, Eloí, lemá sabactaní?» (que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has abandonado?» ..............................................

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3.3. Las burlas hirientes: el ofrecimiento de vinagre y la encanallada mención de Elías ......................................................... 86 3.4. El fuerte grito y la muerte ....................... 89 4. Las consecuencias de la muerte de Jesús ...... 91 4.1. La rotura de la cortina del templo.......... 91 4.2. La confesión del centurión...................... 95 4.3. Las mujeres, testigos de la crucifixión ... 108 5. Resumen final.................................................. 110

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III. Significación teológica de la muerte de Jesús ............................................................ 119 1. Verdadera muerte ........................................... 120 2. Muerte violenta, presentida y consentida ..... 124 3. Muerte con sentido: «Sangre de la alianza derramada por muchos» ................................ 128 4. Muerte en radical desamparo ........................ 132 5. Muerte bajo el signo del reino de Dios ......... 134 6. Muerte obediente como expresión de una total fidelidad y en comunión con la voluntad del Padre .......................................... 137 7. Muerte reveladora de la grandeza del amor trinitario ........................................................... 140 8. Muerte como «darse», como entrega de sí mismo hasta el último suspiro....................... 144 9. Muerte en actualidad permanente................... 147 10. La crucifixión como buena noticia ............ 149 11. La muerte de Jesús y el anuncio gozoso de la predicación.............................................. 151

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Conclusión: En el camino de Galilea al Gólgota de Jerusalén ......................................... 155 1. Los hechos y su significación ......................... 155 2. La cruz en el contexto del Evangelio ............. 157 3. El escándalo de la muerte ............................... 159 4. Las mujeres galileas y la continuación del mensaje ...................................................... 161 5. La muerte de Jesús y la gloria de la Resurrección .................................................... 162

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Bibliografía .............................................................. 165

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