Fundamentos de la fe
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Benedicto XVI
La raci贸n
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Aliento del alma
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Selecci贸n de textos y pr贸logo de Giuliano Vigini
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Prólogo
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La tensión espontánea hacia Dios del hombre de todos los tiempos –desde las civilizaciones y culturas más antiguas– testimonia que la dimensión religiosa está impresa en su yo más profundo y que su necesidad de orar –más allá de las palabras, de las prácticas y las fórmulas– brota de una exigencia interior inderogable de recurrir a una Entidad superior, fuente de todo bien, que lo socorra, ilumine y dirija a lo largo de su vida. En el Antiguo Testamento la primacía de Dios, su presencia y su acción en la historia son el punto de partida también para entrar en el universo de la oración del pueblo de Israel. Por vía directa o indirecta, en el centro siempre encontramos a Dios, que habla, interpela y actúa. A su vez el hombre, con quien Dios ha establecido una relación genuina y profunda, le responde de diversos modos. El Antiguo Testamento se concentra precisamente en la palabra de Dios dirigida al hombre, que pone en 5
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La oración
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movimiento la fe y la oración del hombre a Dios. Las figuras que encarnan esta relación –no exenta en su formación y desarrollo de dudas, turbaciones o luchas, como en el caso de Job– son numerosas y cada una de ellas encarna un determinado tipo de oración e intercesión: bastaría recordar a Abrahán, Moisés, Elías, David, Salomón, Ezequías, Job… En el gran libro de las «alabanzas» de Israel y de la oración cristiana –los Salmos– la oración, por su parte, encuentra un compendio luminoso de contenidos y de formas que reflejan la experiencia religiosa individual y colectiva de un pueblo. Tal experiencia toma cuerpo en una serie de oraciones que constituyen el armazón de los Salmos y que, más allá de las circunstancias y de las motivaciones específicas que las han determinado, representan un únicum en el Antiguo Testamento por su relevancia espiritual y poética de conjunto. En efecto, en los Salmos oración y poesía son un solo aliento que sube al Señor como súplica y grito, contemplación y alabanza. Y en este aliento –como en los célebres Salmos 3, 22 y 23, comentados y actualizados aquí por su parte por Benedicto XVI– se encuentra toda la variedad de situaciones, estados de ánimo y actitudes con los que el hombre orante expresa su fe y su relación con el Dios viviente: el sentido de sufrimiento y de miedo, angustia y abandono en 6
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que se halla, pero también el reconocimiento de las maravillas de Dios, de su poder y justicia, y sobre todo de su amor fiel que genera esperanza. También el Nuevo Testamento presenta una notable variedad de actitudes y formas de oración, confirmando que la oración es la fuente y el alimento constante de la fe y de la vida cristiana. En particular, en la teología y en la espiritualidad de Pablo, la presencia difusa de bendiciones, acciones de gracias, himnos y otras fórmulas de oración atestiguan el rol central de la oración en su existencia y su predicación. La Carta a los efesios –un himno cristológico que representa de algún modo su testamento espiritual– es un testimonio ejemplar de ello. Pablo retoma entre otras cosas la referencia a Dios como «Abbá» (Padre) hecha por Jesús en el Huerto de los Olivos (Mc 14,36) y la aplica al «grito» que los creyentes dirigidos por el Espíritu (Rom 8,15) y el Espíritu mismo presente en sus corazones (Gál 4,6) lanzan hacia Dios. La invocación expresa la unicidad de la relación que une al Hijo con el Padre y, al mismo tiempo, la intimidad de la relación que, a través de él y en virtud del Espíritu, se establece con los creyentes, destinatarios y testigos del amor paterno de Dios. El análisis de Benedicto XVI se concentra, por otro lado, en el último libro de la Biblia –el Apo7
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La oración
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calipsis–, que ofrece numerosas pautas de reflexión también sobre las actitudes de la asamblea reunida en oración. En el centro está la supremacía absoluta de Dios, señor y soberano todopoderoso de la historia, que se hace presente a la humanidad en Jesús, revelador del designio de salvación del Padre que lo ha enviado al mundo. La muerte y la resurrección de Jesús, Cordero inmaculado, se convierten en la clave interpretativa y el tejido conectivo de todas las escenas y símbolos del Apocalipsis. Solo él puede abrir el libro cerrado con los siete sellos que se encuentra en la mano derecha de Dios; solo él puede triunfar sobre las fuerzas del mal y orientar a la comunidad cristiana –partícipe de «ya» y del «todavía no» de la salvación– hacia el cumplimiento escatológico de la nueva Jerusalén. Frente al misterio de la vida y a la angustia que sufrimos cuando nos sentimos incapaces de captar su sentido, el anuncio pascual de que Cristo ha resucitado rasga las tinieblas y abre de par en par un horizonte de luz en el que todos son invitados a entrar. La redención abraza, en efecto, a la creación entera y todos los seres y cosas vivientes están llamados a unirse al coro festivo que alaba a Dios y a Cristo, profecía del Padre, que no solo cumple las promesas antiguas, sino que hace «nuevas todas las cosas» (Ap 21,5). A través de la sangre del Cordero y el baño del bautismo, 8
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todo hombre ha sido purificado y hecho digno de convertirse en miembro del pueblo nuevo que prosigue la presencia de Cristo en el mundo para estar con él en la gloria al final de los tiempos. Pero antes de ese día se ha de librar una áspera batalla contra las potencias del mal, y la oración se convierte por tanto en la ayuda indispensable para el camino de arrepentimiento y conversión con vistas a ese reino de Dios que se conquista día tras día, en la pureza del amor, en la fe viva y en el testimonio valeroso dado al Cristo resucitado. Por fin, en la oración de Jesús, referida no solo a las horas particularmente solemnes y dramáticas –como las que analiza aquí Benedicto XVI–, sino a lo largo de todo su ministerio público, todo se une e ilumina: la alabanza, el agradecimiento, la bendición, la súplica, el grito. En estos diversos tipos de oración, el denominador común es la relación que Jesús mantiene con el Padre y la obediencia a su voluntad. Con su ejemplo Jesús enseña cómo se reza y cómo se vive rezando. A los discípulos les recomienda una oración sencilla, confidencial, perseverante: el Padrenuestro, desde tiempos antiguos la oración cristiana por excelencia, parte integrante de la devoción personal y de la liturgia. En las dos diferentes versiones que se nos han transmitido en los evangelios –la de Mateo, más larga y la más 9
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breve de Marcos– no cambia el sentido sustancial de la oración, que se califica como un acto de confiado abandono a la par que como una apremiante apelación a la providencia misericordiosa de Dios, a quien se le pide el «pan», el perdón, la ayuda en la hora de la tentación, con la certeza de quien ve en Dios al Padre de cada uno y de todos. La fe, pues, vive de oración. Sin la oración se derrumba, en el ámbito personal y comunitario, el insustituible puente que une el hombre a Dios. En la oración se escucha y acoge la Palabra; se da gracias a Dios por los dones recibidos; se le invoca como ayuda y consuelo. No se puede vivir sin oración, porque ella es la misma respiración del alma de quien no considera la fe una simple adhesión intelectual, sino una relación íntima de filiación con el Dios que progresivamente se aprende a conocer y a amar en la escuela de oración de Jesús. Benedicto XVI nos exhorta, por tanto, a reservar un espacio más amplio a esta vinculación con Cristo, vivida en la oración y en la meditación personal, pero al mismo tiempo compartida con intensidad y plenitud en la liturgia, que nos proyecta en el «nosotros» de la Iglesia universal que ora. Giuliano Vigini 10
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Índice
Prólogo ............................................................. 5 11 11 17 23
2. La oración en el Antiguo Testamento ........ La oración de Abrahán ................................ La intercesión de Moisés ............................. La oración de los profetas ............................
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3. Los salmos, escuela de oración ................... El grito del inocente abandonado ................ La salvación viene del Señor ........................ El Señor es mi pastor ...................................
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1. La oración, aliento del alma ....................... La importancia de la oración ....................... Aprender a orar juntos ................................. La oración meditada ....................................
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4. La oración en el Nuevo Testamento........... Rezar al Padre .............................................. El testamento espiritual de Pablo ................ La oración del Apocalipsis ...........................
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5. La oración de Jesús ..................................... 101 En Getsemaní .............................................. 101 En la hora de la muerte................................ 107 Padre nuestro ............................................... 115
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Elenco de fuentes ............................................ 119
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