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Prólogo
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Orar es entrar en contacto con nuestra más honda esencia. Es situarnos en el centro de nuestra humanidad, ahí donde entramos en contacto con lo divino. Con Aquel de quien venimos y a quien vamos. Oramos para dejarnos encontrar y encontrarnos, para reconocernos, para dejarnos consolar y consolarnos, para alimentarnos, para ser felices. Orar es al hombre como el aire a la mies, como las mareas al océano, como la luz a la vida. Orar es como vivir, es como respirar. No hay que hacer nada extraordinario para vivir, para respirar… solo hacerlo. No hay que leer o escribir tratados, o libros. O elucubrar o pensar mucho. Leer sobre la vida, escribir sobre la vida, no es vivirla. Hablar sobre el «ahora» no es vivir ahora. 3
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