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Enteropatógenos implicados en la diarrea neonatal del ternero: viejos conocidos, nuevas caras y sus interrelaciones
from Albéitar 251
by Grupo Asís
La diarrea neonatal es un proceso complejo y multifactorial muy frecuente en las explotaciones de ganado vacuno. Su aparición en la granja se traduce en cuantiosas pérdidas económicas.
C. López-Novo1, A. Prieto1, H. GómezCouso2, S. Couso-Pérez2, G. LópezLorenzo1, J. M. Díaz-Cao1, S. Remesar1 , D. García-Dios1, N. Martínez-Calabuig1 , R. Panadero1, C. M. López1, E. AresMazás2, G. Fernández1, P. Díez-Baños1 , P. Morrondo1 y P. Díaz1 1Investigación en Sanidad Animal de Galicia (Grupo Invesaga). Facultad de Veterinaria de Lugo. Universidad de Santiago de Compostela (USC). 2Grupo Interdisciplinar en Tecnología Farmacéutica, Inmunobiología Parasitaria y Parasitosis Hídricas (Grupo Paraquasil). Departamento de Microbiología e Parasitología. Universidad de Santiago de Compostela (USC).
La diarrea neonatal en terneros es la principal causa de mortalidad en animales menores de un mes de vida; de hecho, se le atribuye hasta el 57 % de las bajas en terneros lactantes, con la consecuente pérdida del valor del animal y de su potencial genético para la mejora del rebaño. Además, los terneros que sobreviven presentan una disminución de la ganancia diaria de peso y son más susceptibles a otras enfermedades infecciosas, como las respiratorias. Por todo ello, la mayoría de las explotaciones han implementado diversas medidas de profilaxis que incluyen prácticas de manejo y tratamientos preventivos, que también suponen un incremento en los costes de producción para el ganadero.
En la actualidad, son cuatro los enteropatógenos que están involucrados con mayor frecuencia en la aparición de diarreas neonatales en ganado vacuno: Escherichia coli enterotoxigénico, rotavirus bovino, coronavirus bovino y Cryptosporidium parvum. Sin embargo, también se han identificado otros agentes víricos, bacterianos o parasitarios en terneros con diarrea, aunque en menor proporción. Varias investigaciones demuestran que la presencia de un único enteropatógeno no es común en los animales afectados, siendo especialmente frecuentes las infecciones mixtas, que dan lugar a brotes más graves. En este sentido, resulta de gran interés establecer las interacciones existentes entre ellos, pues permitiría diferenciar aquellos agentes que resultan determinantes en la aparición del proceso de los que únicamente contribuirían a agravarlo. En España, la mayoría de los datos disponibles corresponden a estudios que consideran un único agente. Por ello, en este artículo se muestran los resultados obtenidos recientemente en terneros menores de un mes que presentaban diarrea, estudiando la presencia de diferentes enteropatógenos bacterianos, víricos y parasitarios, permitiendo así conocer los principales agentes involucrados en el proceso y su grado de implicación en las infecciones mixtas.
¿CUÁLES SON LOS ENTEROPATÓGENOS MÁS FRECUENTES EN TERNEROS CON DIARREA? VIEJOS CONOCIDOS Y NUEVAS CARAS
Entre 2016 y 2019 se recogieron 420 muestras de terneros diarreicos menores de un mes en 224 granjas de Galicia y Asturias. Mediante varias técnicas, que incluyeron la reacción en cadena de la polimerasa (PCR) a tiempo real, cultivo bacteriano, inmunofluorescencia directa y flotación, se investigó la presencia de
Animales infectados (%) 70 60 50 40 30 20 10 0
Patotipos E. coli Rotavirus C. parvum Norovirus Nebovirus G. duodenalis Coronavirus Torovirus Eimeria spp Salmonella spp
E. coli, Salmonella spp, rotavirus, coronavirus, torovirus, norovirus, nebovirus, C. parvum, Giardia duodenalis y coccidios del género Eimeria. Además, en el caso de E. coli, se identificaron los cuatro patotipos más relevantes: enterotoxigénico (ETEC), enteropatogénico (EPEC), verotoxigénico (STEC) y enterohemorrágico (EHEC).
Nuestros resultados indicaron que la mayoría de las diarreas eran de etiología infectocontagiosa, pues el 97 % de las muestras fueron positivas al menos a uno de los enteropatógenos incluidos en el estudio. Las muestras negativas podrían ser la consecuencia de un manejo inadecuado del calostro, leche o lactoreemplazante. Como se puede apreciar en la figura 1, E. coli fue el patógeno entérico más frecuente, detectándose al menos uno de los patotipos estudiados en el 61 % de las muestras. También se encontraron prevalencias muy elevadas (46-55 %) de rotavirus, C. parvum y norovirus, siendo muy destacable este último pues se considera un virus emergente. Nebovirus y G. duodenalis se hallaron en aproximadamente el 20 % de las muestras, mientras que el resto de los patógenos estudiados no superaron el 10 %. Resulta muy llamativa la reducida prevalencia de coronavirus, un agente tradicionalmente asociado a este proceso, lo que confirma la disminución de su importancia en los últimos años gracias a la disponibilidad de vacunas eficaces. Cabe señalar también la ausencia de muestras positivas a Salmonella spp que, junto con los resultados de otras investigaciones, demuestra que su participación en el proceso es muy ocasional.
Aunque la presencia de patotipos de E. coli fue común en los terneros con diarrea, tres de ellos fueron más abundantes, presentando porcentajes de infección muy similares: ETEC (22 %), EPEC (21 %) y EHEC (20 %). Por el contrario, la presencia de STEC fue muy reducida, ya que tan sólo se halló en un 8 % de las muestras.
Los resultados del estudio también permiten apreciar que los patógenos aparecen con mucha mayor frecuencia en determinados rangos de edad, lo que puede resultar muy indicativo de la etiología (figura 2). Así, la presencia
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de ETEC es especialmente frecuente en los primeros días de vida, mientras que la mayoría de los positivos a C. parvum aparecen durante la segunda semana de vida, alcanzando prevalencias superiores al 80 %. Los dos agentes víricos más comunes, rotavirus y norovirus, presentan una elevada prevalencia entre la segunda y tercera semanas de vida. La importancia de nebovirus se incrementa notablemente durante la tercera semana de vida y posteriormente disminuye de forma acusada en la cuarta. Finalmente, el porcentaje de terneros con diarrea positivos a EPEC, G. duodenalis y Eimeria spp se incrementa de forma considerable a partir de los 21 días de vida, apareciendo en más del 40 % de los casos.
LA MAYORÍA DE LOS TERNEROS CON DIARREA PRESENTAN INFECCIONES CON VARIOS ENTEROPATÓGENOS
En relación con la detección de coinfecciones, en la inmensa mayoría de las muestras positivas (83 %) se identificó más de un patógeno, encontrándose hasta un máximo de siete (figura 3). Las infecciones dobles y triples fueron las predominantes, mientras que la presencia de seis o más agentes, tan sólo se detectó en un 4 % de los terneros positivos. Otro resultado destacable de este trabajo muestra que la importancia de los agentes menos frecuentes, como coronavirus y torovirus, se incrementa con el número de patógenos implicados en la infección. Así, al considerar solo las infecciones simples, la prevalencia de torovirus y coronavirus es de 0 % y 2 %, respectivamente; por el contrario, estos patógenos estuvieron implicados en el 12-17 % de las muestras donde se identificaron cuatro patógenos, y en el 31-44 % de aquellas en las que se detectaron seis o más. Este hecho refuerza la hipótesis de que puedan actuar como agentes secundarios, agravando las enteritis previamente causadas por otros patógenos como E. coli, rotavirus o C. parvum.
También son destacables los resultados obtenidos para norovirus, un agente hasta ahora considerado secundario. Este virus se identificó en casi un 9 % de los animales con infecciones simples, alcanzando prevalencias muy importantes (23-55 %) en las infecciones dobles y triples. Aunque se necesitan más estudios para esclarecer su verdadero papel en la diarrea neonatal del ternero, nuestros resultados sugieren que su identificación debería incluirse en los paneles diagnósticos de rutina. Además, si finalmente se demuestra su implicación directa en la aparición de brotes, resultaría de gran utilidad el desarrollo de vacunas frente a este agente. Además, se constató la influencia de la edad sobre la presencia de infecciones mixtas, de modo que cuanto mayor es el animal, más probable es que se detecten un mayor número de patógenos. Así, el 72 % de las infecciones simples se detectaron en animales en sus primeros siete días de vida y tan sólo en el 3 % se encontraron en animales en su cuarta semana de edad. De forma similar, el 42 % de las coinfecciones con más de cinco patógenos se produjeron en animales mayores de 14 días. Este hecho podría deberse a que el período de incubación o prepatencia de la mayoría de los agentes estudiados es superior a los 3-5 días, de modo que no se podrán detectar hasta transcurrido ese tiempo. Como se ha mencionado previamente, algunos de estos patógenos podrían actuar como agentes secundarios, agravando las infecciones primarias preexistentes, y dando lugar a cuadros clínicos más intensos y, en ocasiones, de mayor duración.
19 % 9 % 4 %
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27 % 25 % 1 patógeno 2 patógenos 3 patógenos 4 patógenos 5 patógenos 6 o más patógenos En la inmensa mayoría de las muestras positivas (83 %) se identificó más de un patógeno.
MEDIDAS PARA REDUCIR EL IMPACTO DEL PROCESO DIARREICO EN LAS GRANJAS
Dado el impacto que tiene la diarrea neonatal en la rentabilidad de las explotaciones, resulta de gran importancia la adopción temprana de medidas preventivas y de control. Tras la aparición de un brote, las primeras medidas deben orientarse a reducir la mortalidad, evaluando el estado clínico del animal y rehidratándolo si es necesario. En este punto, se debe señalar que la aparición de casos clínicos depende de la presencia de enteropatógenos junto con otros factores relacionados con la contaminación del ambiente que rodea al animal y con su propio estado inmunológico y nutricional. Por ello, para alcanzar un correcto control del proceso, e indepen-
dientemente de cuál sea el agente causal, se necesita implantar en la explotación medidas de manejo y bioseguridad que minimicen la exposición del ternero a los patógenos, así como potenciar la capacidad de su respuesta inmunitaria.
Con respecto al primer punto, teniendo en cuenta que la mayoría de los agentes causales de este proceso se transmiten por vía fecal-oral, los alojamientos individuales que se limpian, se desinfectan y se cambian entre terneros, son el mejor sistema para limitar la acumulación y la transmisión de los patógenos entéricos. También se ha de prestar una especial atención al área de partos, pues es una de las zonas más importantes para la higiene ambiental. En este sentido, es recomendable el empleo de parideras individuales, realizando cambio de cama y limpieza/desinfección adecuadas entre partos. Finalmente, la compra de animales es un factor de riesgo de introducción de nuevos agentes infecciosos y del mantenimiento de los ya existentes, pudiendo contribuir a la aparición de un brote diarreico. Por ello, se recomienda maximizar el empleo de recría propia y, si se adquiere algún animal, debería someterse a un período de cuarentena de al menos 21 días antes de introducirse en el rebaño.
En segundo lugar, el encalostrado es la única vía a través de la cual el ternero adquiere anticuerpos procedentes de su madre, por lo que su realización correcta es fundamental en la prevención de la diarrea neonatal. El primer paso para un buen encalostrado es asegurarse de que el calostro sea de buena calidad, midiendo su concentración en inmunoglobulinas con calostrímetros o refractómetros, considerándose adecuados valores superiores a 1050 g/l o 22 º Brix, respectivamente. Si el calostro no fuese de buena calidad, se puede sustituir o complementar con calostros artificiales, si bien estos carecen de ciertos componentes propios del natural, como factores de crecimiento, vitaminas o inmunoglobulinas. También cobra gran relevancia el tiempo que tarda el neonato en comenzar a ingerirlo, pues la capacidad que tiene el intestino del ternero para absorber inmunoglobulinas se reduce mucho a partir de las 6 horas posparto, llegando a ser nula a las 24 horas. Por ello, se recomienda que el animal ingiera al menos unos 3-4 litros de calostro en esas 6 primeras horas y una cantidad similar en las 12 horas siguientes, aunque este volumen depende del peso del ternero. Finalmente, se puede comprobar el proceso de encalostrado mediante la cuantificación de las proteínas totales en suero entre el segundo y el décimo día de vida, considerándose adecuados valores entre 8,1-8,5 %.
Controlar un brote de diarrea neonatal en una granja puede resultar complicado incluso en granjas donde se realiza un manejo exquisito. Por ello, llevar a cabo un correcto diagnóstico etiológico resulta muy útil para poder establecer medidas preventivas y de control específicas. Entre estas medidas se encuentra la antibioterapia, especialmente cuando se identifican infecciones por E. coli; sin embargo, sólo se recomienda en caso de que el animal presente una afectación sistémica, especialmente frecuente en casos de salmonelosis, pues en casos de diarrea leve o moderada puede ser contraproducente reducir la capacidad de la flora normal, ya que facilitaría la colonización intestinal por parte de la bacteria. Asimismo, en aquellas infecciones por ETEC, rotavirus y coronavirus se dispone de vacunas comerciales de eficacia probada que se administran a la madre al final de la gestación para que el ternero se inmunice con el calostro. Si se detectan diarreas por Cryptosporidium parvum en una granja, se pueden administrar tratamientos con lactato de halofuginona o paromomicina en los siguientes terneros que nazcan, ya que estos fármacos son útiles como preventivos, pero no como curativos. Finalmente, se pueden administrar bencimidazoles (fenbendazol y albendazol) frente a infecciones por Giardia duodenalis, y toltrazurilo, diclazurilo y decoquinato en caso de diarreas por Eimeria spp.
Controlar un brote de diarrea neonatal puede resultar complicado incluso en granjas con un manejo exquisito. Sería interesante añadir el norovirus bovino o algunos patotipos de E. coli que todavía no se incluyen en los paneles diagnósticos de rutina para incrementar su fiabilidad.
CONCLUSIONES
La diarrea neonatal del ternero es un proceso en el que suelen estar implicados varios agentes patógenos, cuyas interacciones cobran una gran importancia, al posibilitar cuadros clínicos más graves. Algunos de los agentes más frecuentes, como el norovirus bovino o algunos patotipos de E. coli,
todavía no se incluyen en los paneles diagnósticos de rutina, por lo que sería interesante ampliar su espectro para incrementar su fiabilidad. No obstante, si bien un buen diagnóstico etiológico es esencial, no lo es menos una correcta identificación de los factores ambientales y de manejo que puedan estar implicados en el brote, ya que en conjunto permiten aplicar las medidas de prevención y control más adecuadas en cada caso.
Agradecimientos
Los autores quieren agradecer a los veterinarios y ganaderos que colaboraron en la recogida de muestras. Este estudio ha sido financiado por un Proyecto del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad – Agencia Estatal de Investigación y cofinanciado con fondos FEDER (AGL2016-76034P) y el Programa de Consolidación y Estructuración de Grupos de Referencia Competitiva de la Xunta de Galicia (2017-PG073 y 2019-PG030). C. LópezNovo cuenta además con una Ayuda para la Formación de Profesorado Universitario (FPU19/02069).
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