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“Hay que realizar abundantes irrigaciones con agua y nunca frotar las zonas lavadas”

Carolina García, veterinaria de AniCura Mima’ns Hospital Veterinari, explica en esta entrevista cómo actuar para proteger a los perros del peligro que supone el contacto con la oruga procesionaria que puede poner en peligro su vida.

Cuando llega el buen tiempo muchos cuidadores de perros salen de excursión con ellos. En caso de que entren en contacto con la procesionaria, lo habitual es que estén lejos de su clínica habitual, ¿cuáles son las indicaciones de actuación mientras acuden al veterinario?

Carolina García Veterinaria especialista en Medicina Interna y Responsable del Servicio de Calidad al Referidor de AniCura Mima'ns Hospital Veterinari

Es importante alejarnos lo antes posible de la zona donde ha ocurrido el suceso, ya que el terreno por el que se hayan desplazado estas orugas puede dejar rastros de pelo o sustancias urticantes. También conviene protegerse del viento, que puede transportar pelos. Si hay más de un perro, debe evitarse el contacto entre ellos. También debemos evitar el contacto directo de nuestra piel o manos con el perro.

Hay que realizar abundantes lavados e irrigaciones con agua (si no se dispone de suero fisiológico) de las zonas afectadas, incluyendo ojos, superficies corporales, e incluso cavidad oral y lengua, tratando de irrigar con presión para provocar un efecto “barrido” y eliminar la máxima cantidad de pelos y/o toxinas. Nunca debemos frotar las zonas lavadas, ya que podríamos fragmentar los pelos urticantes y las ampollas que contienen el veneno, liberando aún más cantidad de toxinas. Esto provocaría un empeoramiento y mayor gravedad de los signos clínicos.

Del mismo modo debemos tratar de evitar que el perro se rasque o frote contra objetos o superficies, o que por ejemplo se intente rascar los ojos o la cara con sus extremidades.

Se recomienda contactar telefónicamente con el centro veterinario informando de la situación, los síntomas y el tiempo estimado de llegada, y acudir de urgencia para proseguir con las actuaciones médicas pertinentes.

Si los cuidadores no ven el contacto con la procesionaria, volverán a casa sin ser conscientes del peligro, ¿cuáles son los síntomas iniciales que deben ponerles en guardia?

¿Qué supone tardar en acudir a la clínica tras dicho contacto?

Los signos clínicos van a depender de la zona afectada por los pelos urticantes, de la cantidad de toxina a la que se ha expuesto al perro y del tiempo transcurrido. Por regla general, los síntomas se presentan a los minutos o pocas horas de su exposición, y van empeorando con el paso del tiempo. Pueden acarrear secuelas graves, o incluso el fallecimiento del animal, por lo que es muy importante actuar cuanto antes, a pesar de que los síntomas iniciales puedan parecer leves.

Inicialmente podemos detectar un cambio en la actitud del perro, que se mostrará más inquieto o nervioso. Puede presentar picor local o generalizado (más frecuentemente en la cara) y tratar de rascarse o frotarse (cosa que debemos evitar para no liberar más toxinas en su cuerpo).

Puede aparecer enrojecimiento o habones en la piel, o hinchazón de cualquier parte de su cuerpo, síntomas que ya pueden indicarnos que el perro está sufriendo una reacción alérgica y que necesita ser atendido por un profesional veterinario.

Si el contacto ha sido en los ojos y/o sus estructuras cercanas, observaremos signos de molestia y dolor ocular, como pueden ser: inflamación y/o cierre del párpado y resistencia a abrir el ojo afectado, lagrimeo excesivo, molestia a la luz directa, así como enrojecimiento del ojo, párpado o conjuntiva, incluso aparición de vesículas o ampollas en diferentes zonas del ojo. Cualquier signo de dolor en los ojos o cierre repentino de los párpados es motivo de visita al veterinario.

En primer lugar, evitar pasear por zonas arboladas con presencia de pinos, abetos o cedros, principalmente en épocas de final de invierno y principio de primavera (generalmente desde finales de enero hasta abril).

En segundo lugar, pasear al perro siempre atado con correa, lo que facilita alejarlo rápidamente de una zona donde se observen las orugas, ya que a muchos perros les llaman la atención y su primer instinto es acercarse.

Es conveniente respetar cualquier cartel o señal de advertencia en caso de estar presentes, y evitar zonas de paseo donde se informe de que la zona está siendo sometida a tratamientos insecticidas o se detecten trampas para orugas.

En caso de detectar nidos de procesionaria se recomienda contactar con las autoridades competentes (generalmente ayuntamientos) si se trata de zonas públicas, para que puedan actuar en consecuencia.

Si se trata de árboles alojados en el domicilio o cerca de la zona de residencia del perro, se debe consultar con profesionales acerca de tratamientos preventivos. Si ya se han detectado nidos, será necesario eliminarlos. Otras acciones pueden ser instalar trampas para atrapar las orugas una vez descienden del nido.

Si el perro ha lamido, tragado o tratado de ingerir una oruga, la zona más afectada será la boca y su sistema digestivo, y puede afectar también a su obstrucción e impidiendo que el perro pueda respirar. Así pues, cualquier signo digestivo que involucre náuseas, salivación abundante, vómitos o hinchazón de boca o lengua indica la necesidad de acudir al veterinario con urgencia. sistema respiratorio. Suele presentar hinchazón de hocico y/o labios, lengua, salivación excesiva, náuseas o incluso vómitos o diarreas, enrojecimiento de encías y cambios de coloración en la lengua (habitualmente afecta más a la punta y/o laterales). Cabe destacar que estas toxinas pueden llegar a causar daños irreversibles en estas zonas, implicando que el perro pierda parte del tejido como puede ser un trozo de lengua. Si el perro deglute la oruga, estas lesiones pueden afectar al resto del aparato digestivo. Además, existe el riesgo de que la inflamación progrese a la zona de la garganta y vías respiratorias, causando una

“Si ingiere una oruga, la zona más afectada será la boca y su sistema digestivo y presentará hinchazón de hocico y/o labios, lengua, salivación excesiva, náuseas o incluso vómitos o diarreas”.

Por último, en casos extremadamente graves, el perro puede sufrir un shock anafiláctico, y puede presentar debilidad extrema o postración, respiración alterada, cambios en el color de sus encías y falta de respuesta a nuestros estímulos. Esta reacción descontrolada de todo su organismo, en la que sus signos vitales se encuentran alterados, puede causar la muerte del paciente si no se actúa de inmediato.

Por todo ello es vital acudir al veterinario con la mayor brevedad posible.

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