Por qué ríen y lloran los veterinarios

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DOSIER DE

PRESENTACIÓN ¿Por qué ríen y lloran

Servet (División de Grupo Asís Biomedia S.L.) Centro Empresarial El Trovador, planta 8, oficina I Plaza Antonio Beltrán Martínez, 1 • 50002 Zaragoza (España) Tel.: +34 976 461 480 • Fax: +34 976 423 000 • www.grupoasis.com

¿Por qué ríen y lloran los veterinarios?

los veterinarios? Miguel Ángel Díaz


La fuerza editorial de Grupo Asís La editorial Servet, perteneciente a Grupo Asís, se ha convertido en una de las editoriales de referencia en el sector veterinario a nivel mundial. Más de 15 años de experiencia en edición de contenidos veterinarios avalan su trabajo. Con una gran difusión nacional e internacional, las obras de su catálogo pueden encontrarse en multitud de países y ya han sido traducidas a más de ocho idiomas entre los que se encuentran el inglés, francés, portugués, alemán, italiano, turco, japonés y ruso. Su sello de identidad es un gran equipo multidisciplinar compuesto por doctores, licenciados en veterinaria y bellas artes y diseñadores especializados y con un gran conocimiento del medio en el que desarrollan su labor. Cada título se somete a un trabajo técnico y exhaustivo de revisiones, verificaciones y análisis que permite crear obras con un diseño único y un excelente contenido. Servet trabaja con los autores nacionales e internacionales más prestigiosos para incorporar a su catálogo los temas más demandados por el veterinario. Además de obras propias también elabora libros para empresas y entre sus clientes figuran las principales multinacionales del sector.


¿Por qué ríen y lloran los veterinarios?

¿Por qué ríen y lloran

los veterinarios? Miguel Ángel Díaz

AUTOR: Miguel Ángel Díaz FORMATO: 13,5 x 20,5 cm NÚMERO DE PÁGINAS: 192 pág. ENCUADERNACIÓN: rústica

PVP

ESTIMADO

17 € Esta obra recoge el testimonio del propietario de una clínica veterinaria. El autor nos invita a conocer las tribulaciones de un veterinario en el día a día de la consulta diaria y nos muestra por qué ríen y lloran los veterinarios a través de numerosas historias personales. A través de anécdotas reales, comparte sus experiencias y reflexiones acerca de la amistad, el respeto, la confianza, la determinación, la ilusión, la soledad, la frustración, la tristeza, el desamparo, la lealtad, el coraje, la gratitud e infinidad de conductas y sentimientos que dan forma a nuestras vidas. Al final de cada capítulo, el lector encontrará una reflexión personal del autor sobre la historia narrada; una reflexión basada en el impacto que tuvo en su vida y en la de quienes le rodeaban.


Presentación de la obra A primera vista, el trabajo diario de un veterinario en una clínica veterinaria es muy atractivo y apacible. Se levanta cada mañana para atender a perros y gatos, por los que siente devoción desde su más tierna infancia. Puede disfrutar de sus sinceros lametazos y de sus gratificantes ronroneos. Y abrazarlos, acariciarlos y ayudarles a llevar una vida mejor. ¡Y encima puede vivir de ello! Pero eso es tan solo a primera vista… Si ese veterinario nos diese la mano y nos brindase la oportunidad de echar una mirada al interior de lo que supone su día a día, el mundo que descubriríamos sería un mundo lleno de luces y sombras. Si el lector es veterinario, ATV, recepcionista, peluquero, o su trabajo está relacionado de algún modo con la clínica veterinaria, podrá sentirse identificado con muchas de las situaciones que se narran en esta obra. Y seguramente pueda decir: «Algo súper parecido me pasó a mi también»; exclamar: «¡Menos mal que no me ha tocado vivir eso! », o suspirar un: «¡Ojalá algún día pueda sentir algo parecido». Si el lector no es veterinario, sino que acudió a la clínica con su mascota como cliente o incluso si nunca estuvo allí, este libro le ayudará a descubrir cómo las vidas de perros y gatos pueden servir de lazos invisibles que tejen maravillosas historias entre sus sueños y los profesionales que dedican sus vidas a cuidar de aquellos. Cada capítulo relata una historia, una anécdota real en la que al menos dos vidas se cruzan, la del autor y la del protagonista del mismo. Encontrará el lector historias maravillosas de lealtad entre compañeros, de viajes que cambian vidas para siempre, de decisiones difíciles en tiempos más difíciles. En definitiva, historias que dibujan caminos de vidas paralelas y abren al lector la puerta al mundo interior de un veterinario de pequeños animales. Situaciones que unas veces mostrarán clientes con exigencias imposibles de satisfacer; otras, pacientes llenos de cariño y bondad. Verá el lector desfilar por sus páginas a clientes avaros y engreídos, también a otros generosos y entrañables. A perros y gatos que llenaron de luz y alegría la vida de sus dueños y de los profesionales que les atendían. Situaciones inverosímiles, conversaciones imposibles; una red impresionante de vidas entrelazadas con luces y sombras y sobre todo con mucho aprendizaje.


¿Por qué ríen y lloran los veterinarios?

De este modo, el autor espera que, al viajar por la obra, esta sirva al lector de gran ayuda para ver y disfrutar en primera fila de lo que rodea la vida de un veterinario. Y que cada historia le inspire a ser aún mejor profesional y persona.

Ermolaev Alexander/shutterstock.com

Tras más de veinticinco años de ejercicio clínico, después de haber escuchado y ayudado a mejorar sus vidas a cientos de veterinarios de diferentes países del mundo, el autor revela su particular visión de por qué lloran y ríen los veterinarios.


El autor Miguel Ángel Díaz Miguel Ángel Díaz se licencia en Veterinaria por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) en 1990. Diplomado en Medicina Interna en Utrecht por ESAVS (European School for Advanced Veterinary Studies), recibe el diploma AO avanzado en Ortopedia y Traumatología. Es pionero en el uso del bisturí de láser CO2. Desde 1992 es propietario y director de la Clínica Veterinaria Díaz de la Cebosa. En los últimos años la carrera profesional de Miguel Ángel le ha llevado a convertirse en especialista en coaching: es executive coach por el Center for Executive Coaching (EEUU). Ejerce como coach ejecutivo y de equipos. Posee el Coacher ICC, certificado expedido por la International Coaching Community (ICC) y es trainer certificado por Bono Thinking Systems en el Método de los Seis Sombreros. Autor del libro “7 Claves para dirigir con éxito la clínica veterinaria”, y del ebook “5 Claves para disfrutar del privilegio de dirigir tu propio negocio” y “Coraje: historias de veterinarios de éxito”, ha publicado numerosos artículos sobre motivación, liderazgo, creación de equipos, comunicación efectiva, etc. y su aplicación al mundo de la empresa. Hace más de catorce años, Miguel Ángel empezó a aplicar el coaching en su clínica como un medio para aportar equilibrio en su vida, mejorar su liderazgo y capacitar a su equipo. Desde 2009 ofrece sus servicios como coach ejecutivo y de equipos a la profesión veterinaria a través de su firma New Way Coaching (www.newwaycoaching.es).


¿Por qué ríen y lloran los veterinarios?

Miguel Ángel trabaja con empresarios y directivos que se sienten abrumados por el desgaste del día a día para fortalecer su liderazgo, conseguir mejores resultados, mejorar y estrechar las relaciones con sus equipos y disfrutar haciéndolo. Conoce por propia experiencia el impacto tan positivo que tiene implantar los métodos y herramientas que pone en manos de sus clientes, pues es propietario de una clínica, en la que lidera equipos desde hace 25 años. Este hecho unido a sus conocimientos como coach y cientos de horas de sesiones de coaching le han permitido especializarse y aportar conocimientos de gran valor.

Sus clientes proceden de mundos tan distintos como la logística, la moda, la decoración, los negocios, las finanzas, el marketing, la consultoría, la docencia, la tecnología, la veterinaria, etc.

Ermolaev Alexander/shutterstock.com

De forma habitual asesora a directivos y a sus equipos, imparte conferencias, seminarios y talleres por todo el territorio nacional, así como en congresos internacionales. Es ponente en multitud de simposios en España (Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Toledo, Guadalajara, etc.) y en el extranjero (Rusia, Grecia, Portugal, Polonia, Turquía) en los que trata el impacto del coaching en las empresas con la mejora de resultados y el fortalecimiento de las relaciones.


Servicios de comunicación Sitio web Visualización online del capítulo promocional. Archivo pdf del dosier de presentación. Presentación del autor. Visualización y descarga de pdf compatible con dispositivos móviles.

Comunicación en medios Anuncio. 1 Entrevista al autor. 1 Nota de prensa.

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Consultar condiciones.


¿Por qué ríen y lloran

los veterinarios? Miguel Ángel Díaz


Índice de contenidos 1. Un cliente llamado Arturo Veterinarios, pacientes y propietarios, la gran familia

2. El pompón Por qué es bueno pensarse las cosas dos veces

3. La cámara oculta Cuando la realidad supera lo inimaginable

4. La Sra. Ciervo Cuando te faltan al respeto

5. Andando sobre hielo muy fino Un desenlace trágico e inesperado

6. El atasco Cuando te das cuenta de que vas por buen camino

7. Yeiko Abrazos que dan sentido a una profesión

8. El Dr. Boquerón El “tierra, trágame” de un veterinario despistado

9. Tysson y la torsión de abdomen abierto Honrando el lema “Rendirse no es una opción”

10. Ascensión y Ricky La pareja que cambió la vida de miles y miles de perros y gatos en una ciudad

11. Balzy y la tristeza de un veterinario Reflexiones de un veterinario sobre la pérdida de su hijo de cuatro patas

12. Espe, una adopción inesperada Sucede lo que conviene

13. Raimundo y la exigencia Buenas vallas hacen buenos vecinos


14. Los despidos y Jacobo El destino y su efecto bumerán

15. Mi guardia pretoriana “You´llneverwalkalone” en Guadalajara

16. Frade y su ¡buen trabajo! A buen entendedor, pocas palabras bastan

17. Pere La suerte de encontrarte con una persona que influye decisivamente en tu vida

18. Birmingham Un concierto en directo… pero en la clínica

19. Manuel Rodríguez Cuando te sientes orgulloso de ser veterinario

20. El burro ¡Oh, cielos!... ¿qué hago ahora?

21. La camada El enfrentamiento entre Dr. Jeckyll y Mr. Hyde en mi cabeza

22. Utrecht La fuerza de una visión puede cambiar una vida para siempre

23. Gema El ancla de pensar “Algo haré bien si sigue a mi lado…”

24. Phoenix Viaje al futuro más inesperado

25. Héctor El bien hace poco ruido y el ruido hace poco bien



Un cliente llamado Arturo

Arturo respiraba cada vez con más dificultad. Estiraba el cuello buscando el aire que parecía no llegarle a los pulmones. Una bocanada, otra y otra. Parecía asfixiarse. Abrió los ojos como con miedo, con esa mirada de perplejidad y angustia del que no entiende lo que le pasa, aunque intuya que no es nada bueno. Empezó a emitir un sonido profundo, como un rugido que saliese de lo más profundo de su pecho. Y comenzó a ponerse rígido, tanto que cuando le sujeté por los brazos por si se caía, me pareció estar cogiendo un bloque de hormigón. «¿Qué estaba pasando?, ¿qué podía pasar si seguía así?». La situación no paraba de empeorar, de hecho parecía precipitarse, como si fuésemos en una bicicleta sin frenos descendiendo a toda velocidad por una empinada cuesta y con un muro esperando abajo. Y yo me decía a mí mismo: «Piensa Pancho, mantén la calma, ¿qué puedes hacer?, ¿qué opciones tienes?, ¿cuál es el primer paso?». Pedí a Olga, la ATV que se encontraba junto a mí, que se llevase a su mujer y a su hijo a recepción. Mientras yo me ocupaba de Arturo, pedí que llamaran inmediatamente al servicio de urgencias. Cuando salía de la consulta, su hijo Manuel preguntó en voz alta: «¿Se está muriendo mi padre?». Esa pregunta todavía resuena en nuestros oídos; yo tal vez nunca la pueda olvidar, al igual que al protagonista de esta historia.

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Arturo era un cliente excepcional, un caballero de los pies a la cabeza. Siempre había tratado con la máxima consideración a todo mi equipo, cosa que agradecíamos todos en la clínica. Tenía un carácter magnífico, y su mujer, Toñi, y su hijo, Manuel, no le iban a la zaga. Sus perros Bulldog, Boss y Teo, eran alegres y extrovertidos, cada vez que venían a la clínica saltaban y retorcían su cuerpo tratando de mover su cola y hacían todo tipo de ruidos divertidos, todos menos ladrar. ¡Cosas de bulldogs! Formaban los cinco una familia entrañable y muy querida por todos. En España llevábamos ya muchos años sufriendo una crisis económica muy profunda. A Arturo y su familia les había golpeado de lleno. Y además del golpe para sus finanzas, las implicaciones para su salud habían sido devastadoras. A todos en la clínica se nos encogía el corazón al ver sufrir tanto a esa gran familia. Y aquel día pareció que bajáramos todos juntos al infierno. Cuando llegó el servicio médico de emergencias pudieron comprobar que Arturo sufría un grave ataque de ansiedad. Afortunadamente no era un infarto ni nada más grave como en un principio nos temíamos. ¿El desencadenante? Le acabábamos de dar la nefasta noticia de que Boss, su Bulldog Inglés, mostraba signos de tener una enfermedad que precisaba de largas pruebas diagnósticas. Si se confirmaban los peores augurios, el pronóstico era muy grave. Y así fue: Boss sufría una insuficiencia renal y necesitábamos conocer la causa; pero necesitaba inmediatamente fluidoterapia intensa y tratamientos inyectables, y más pruebas diagnósticas para conocer el alcance real de la enfermedad y su esperanza de vida. Eso iba a llevar días de hospitalización y cuidados intensivos, una inversión económica importante y sin garantías de éxito para Boss. Para Arturo, un gladiador ante la adversidad, aquello fue demasiado y se derrumbó: «¿Cómo iba a pagar tantas pruebas y el tratamiento?, ¿se podría morir Boss?, ¿cómo se lo tomaría su hijo Manuel?». Afortunadamente, los servicios médicos trasladaron rápidamente a Arturo al hospital donde a lo largo del día le estabilizaron. Pudo dormir esa noche en casa con su familia. Nosotros nos quedamos con Boss.

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Durante todo el día Boss recibió los mejores cuidados que supimos darle. Empezamos con fluidoterapia intensa y fuimos haciéndole algunas pruebas imprescindibles para poder tomar las mejores decisiones a la hora de elegir su medicación. Pasé toda la noche pensando en lo que se suponía que tenía que hacer. El típico y doloroso dilema del veterinario: «¿Eutanasiamos a Boss si sus dueños no pueden pagar la minuta? No podemos hacernos cargo de los gastos de nuestros clientes. ¿Quién pagará al final a mis empleados?, ¿cómo pagaré mi hipoteca, el colegio de mis hijos? Pero, ¿cómo no voy a ayudar a quien durante tantos años ha sido un cliente fiel, comprometido y que además nos ha recomendado a tanta gente sin esperar nada a cambio? ¿Por qué ayudar a unos y no a otros? ¿Dónde está el límite?…» demasiadas dudas. Así pasé la noche típica de un veterinario atormentado con el dichoso dinero. Al día siguiente, cuando Arturo y familia vinieron a ver a Boss, este se encontraba mejor gracias al suero y los tratamientos. —Arturo, me gustaría hablar contigo mientras tu mujer y tu hijo cuidan de Boss —le dije mientras le ponía la mano en el hombro y le invitaba a seguirme a la consulta. —Manuel, vigila que Boss no se toque el suero y hazle un dibujo para que se ponga contento mientras yo me voy a hablar un ratito con tu padre. Una vez dentro de la consulta nos sentamos uno al lado del otro. Girándome hacia él, le dije: —Arturo, los análisis de Boss indican que tiene una enfermedad difícilmente reversible. Podemos aliviar notablemente las molestias que padece, pero es muy poco probable que sus riñones vuelvan a funcionar con normalidad. Va a necesitar numerosas pruebas y seguimiento. Y a pesar de ello, tal vez no pueda vivir mucho más tiempo. Me gustaría proponerte una cosa. Todos en la clínica somos conscientes de cuánto

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queréis y lo bien que habéis cuidado de Boss y Teo durante todos los años desde que os conocemos, y también de la difícil situación en la que os encontráis. Pues bien, este es el trato que te propongo: hagamos como si el dinero no fuese un impedimento. Te presentaremos diariamente el presupuesto de cada prueba y tratamiento, como hacemos con cada cliente; y te tendremos informado de cuánto gasto lleváis acumulado sin descuentos y sin recortar en nada que Boss pueda necesitar… pero no es necesario que pagues. En el futuro, cuando cambien las cosas y mejore tu situación económica, podrás volver aquí y cancelar la deuda. ¿Te parece bien? —Nos llevó menos de un minuto cerrar el acuerdo y darnos un abrazo. Era un acuerdo ganar-ganar. Todos estábamos orgullosos de él. Pasadas unas semanas de mejoría, Boss empeoró y finalmente le dormimos con mucho dolor, pero con la paz interior de haber dado lo mejor que teníamos dentro. Y con le seguridad de que no había sufrido de forma innecesaria. Ya solo tenían a Teo, el Bullgog Francés al que tanto le gustaba lamerme la calva en la consulta. Teo se había convertido en un regalo del cielo para todos. Feliz, cariñoso, ruidoso, llevaba una sonrisa a quien le rodeaba. Para Arturo la situación no había mejorado nada cuando tuvimos que darle de nuevo una mala noticia; Teo estaba inapetente y vomitaba mucho últimamente. El motivo de los vómitos repetidos era un juguete que se había comido y que tenía alojado en su intestino delgado. ¡Qué cruel ironía! Las dificultades económicas por las que atravesaba habían hecho que Arturo demorara un poco la visita a la clínica, pensando que tal vez fuese el típico vómito que remitiría por sí solo. Así se evitaba la incómoda situación de decirnos que no creía poder pagar nuestros honorarios. Y tanta honradez jugó en su contra; el juguete había avanzado durante esos días de espera y se había alojado en el intestino delgado de Teo. Era necesario intervenir quirúrgicamente o el riesgo sería demasiado alto.

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Esta vez me adelanté: —Arturo, tú y yo tenemos un pacto de caballeros desde hace tiempo. No hay mucho más que hablar, al menos con respecto al dinero. Hagamos lo mismo que hicimos con Boss, si te parece bien. Déjanos ofrecerte lo mejor. Yo sé que si un día cambian las cosas, que lo harán, vendrás aquí y arreglaremos las cuentas. Estoy seguro de que tú habrías hecho lo mismo por mí. Algún día podremos hablar de ello y contar una historia bonita acerca de la confianza y el sentido del deber. Ya lo verás. Intervinimos a Teo. Sacamos el dichoso juguete de su intestino y en unos pocos días estaba plenamente recuperado. Después, durante muchos meses no supimos de Teo ni de Arturo ni del resto de la familia. Yo sabía que seguramente era porque se sentían incómodos con la deuda. Así, un buen día después de casi dos años, aparecieron en la clínica. Desde recepción me avisaron de que alguien quería saludarme. No he podido olvidar durante los años que han pasado desde entonces las sonrisas que iluminaban las caras de Arturo, su mujer y su hijo Manuel aquel día. Ni el brillo de sus ojos. —¡Cómo me alegro de veros! ¡Estáis deslumbrantes! Arturo, ¿cuántos kilos has perdido? ¡Estás hecho un toro! En poco tiempo me contaron cómo Arturo había podido empezar a hacer un poco de ejercicio, perder peso, mejorar su salud. Y cómo Manuel ya no temía por la vida de su padre ni Toñi tenía que seguir luchando en silencio para mantener a sus chicos a flote. Luego me enseñaron su coche nuevo. Por supuesto, pagaron su deuda. Lo habían hecho antes de pedir saludarme. Apenas dedicamos tiempo a hablar de ello, salvo para recordar cómo todos habíamos honrado aquel trato que cerramos años atrás.

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*** Poder escribir esta historia con el permiso de Arturo y familia ha sido un regalo del cielo. Es una historia que habla de cómo la confianza construida por años de relación permitió a Boss y Teo recibir la mejor atención veterinaria; a sus dueños, vivir con la tranquilidad de espíritu de haberles dado todo lo que podían; y a nosotros, el equipo de la clínica, a hacer lo que tanto nos gusta: cuidar con amor a nuestros pacientes y a sus dueños, a quienes sentimos como parte de una gran familia. PS: Cuando pedí permiso a Arturo para compartir su historia era, casualmente, el día de su cumpleaños. No solo tardó menos de un segundo en darme su aprobación, me dijo que era uno de los mejores regalos de cumpleaños que había tenido. ¡Qué personaje!

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El pompón

Acababa de dejar a mis hijos en el colegio. Estaba a punto de entrar en la clínica y, como me pasaba con demasiada frecuencia, tenía un poco de ansiedad pensando en qué fuego me tocaría apagar aquel día. Cualquiera pensaría: «¡Qué exagerado! ¿Tantos fuegos tiene que apagar en una clínica veterinaria?» Por lo que a mí respecta, en aquella época de mi vida, demasiados. Había decidido abrir la clínica 24 horas al día y convertirla en hospital veterinario. La verdad es que fue mucho más duro de lo esperado. Me pasé muchos días apagando los mismos fuegos que mi impericia como gestor iba ocasionando. No estaba preparado para liderar un cambio de ese tipo y cada día pagaba el precio de un duro aprendizaje. Entré en la clínica… Un paso, dos, tres… —Miguel Ángel, te tengo que contar algo que pasó ayer. —No habían pasado ni dos segundos ni había tenido tiempo de decir buenos días; ni siquiera había recibido un saludo, y ya estaba envenenado otra vez. —Buenos días. Ana, ¿te parece empezar así y luego me cuentas eso tan preocupante? —Comencé con cierto sarcasmo. —Buenos días, jefe. Es verdad, perdona. Es que salgo de mi guardia y no quería irme sin decírtelo. —¿Qué tal la guardia?, ¿todo bien?

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—Sí, gracias. Sin novedades. Solo un par de urgencias que ya he discutido con Cristina. Pero esto que te quiero contar, creo que debería hacerlo yo. —Bueno, Ana, dispara… Traté de prepararme lo mejor posible, respiré hondo y escuché con el corazón en un puño. —Miguel Ángel, ayer un cliente dejó su gato para el servicio de peluquería. Vino por la mañana o a mediodía, no estoy segura, y no estaba la peluquera, así que dejó las instrucciones en recepción. Avisó de que vendría por la tarde a buscar a su gato un poco después de la hora de cerrar al público. Le dijeron que no había problema, que se lo entregaría el veterinario de guardia, que era yo. —Ana, por favor, al grano, que ya me estoy preocupando. ¿Le ha pasado algo al gato? —No, no…, bueno, nada relacionado con su salud. —¿Entonces?, —pregunté ya impaciente. —Bueno, pues… es que el dueño se puso hecho un basilisco cuando vio que la peluquera había dejado un pompón en el extremo de la cola de su gato. Empezó a dar voces muy nervioso y alterado, y cómo no estaba la peluquera ni la persona de recepción que recogió a su gato, me dijo que te avisara cuando llegases por la mañana a la clínica. —Perdona, ¿estás de broma? —No sabía si llorar o reír. No parecía ser algo que realmente estuviese ocurriendo—. ¿Una bronca porque su gato tenía un pompón en la cola? ¿Que me avisaras nada más llegar?, ¿que me avisaras de qué? Me miró con preocupación. Puede que incluso acertase a adivinar un poco de compasión en su mirada. Eso me preocupaba y deprimía aún más.

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La fuerza editorial de Grupo Asís La editorial Servet, perteneciente a Grupo Asís, se ha convertido en una de las editoriales de referencia en el sector veterinario a nivel mundial. Más de 15 años de experiencia en edición de contenidos veterinarios avalan su trabajo. Con una gran difusión nacional e internacional, las obras de su catálogo pueden encontrarse en multitud de países y ya han sido traducidas a más de ocho idiomas entre los que se encuentran el inglés, francés, portugués, alemán, italiano, turco, japonés y ruso. Su sello de identidad es un gran equipo multidisciplinar compuesto por doctores, licenciados en veterinaria y bellas artes y diseñadores especializados y con un gran conocimiento del medio en el que desarrollan su labor. Cada título se somete a un trabajo técnico y exhaustivo de revisiones, verificaciones y análisis que permite crear obras con un diseño único y un excelente contenido. Servet trabaja con los autores nacionales e internacionales más prestigiosos para incorporar a su catálogo los temas más demandados por el veterinario. Además de obras propias también elabora libros para empresas y entre sus clientes figuran las principales multinacionales del sector.


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