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DE LA PANTALLA
Presentación
Biografía
"La vida es mi amiga"
Amores
Mujer de todos, mujer de nadie
Hijos
Madre incondicional
Casa
Su refugio familiar
Moda
Impuso estilo
Radio
La experiencia más difícil de su vida
Teatro
Reina de la comedia musical en México
Cine
Mexicana de brillo internacional
Buñuel
Sedujo al genio aragonés
TV
Orgullosa pionera de la pantalla chica
Musa
Ángel inspirador
Política
Diva con vocación de servicio
Su nombre ya está escrito con letras de oro en el espectáculo de México, así como en las cinematografías de España, Italia y países de Latinoamérica. En siete décadas de trayectoria, Silvia Pinal ha brillado con la intensidad que ella misma determinó, fuera en teatro (donde figura como precursora de los musicales), cine (participó en casi un centenar de películas), televisión (de la cual es pionera en nuestro país) y radio, lo mismo como actriz, productora y empresaria. Desde pequeña conjugó belleza, vocación, imaginación, talento y espíritu de lucha para fijar los cimientos de una carrera en la que, gracias también a sus virtudes de bailarina y cantante, conquistó el título de Diva de los Escenarios.
Días después de su debut en teatro experimental y radio, emprendió carrera en el séptimo arte, donde actuó al lado de Pedro Infante, Mario Moreno "Cantinflas" y Germán Valdés "Tin Tan", entre otros protagonistas de la Época de Oro.
Y una vez que tiñó su cabellera de color rubio, determinada a explotar su sensualidad nata, se convirtió en objeto del deseo, despertando pasiones de grandes artistas plásticos, como Diego Rivera, y su tenacidad le permitió cristalizar el deseo de protagonizar Viridiana(1961), Elángelexterminador(1962) y Simón del desierto (1964), tres de las más famosas películas del cineasta español Luis Buñuel. El éxito no le llegó por casualidad. Este ha sido siempre resultado de su convicción y esfuerzo propios, ya que nunca ha tenido representante artístico; ella misma ha administrado su carrera y lo sostiene con orgullo.
Nacida en Guaymas, Sonora, es también pilar de una de las más populares dinastías artísticas integrada por sus hijos Sylvia Pasquel, Viridiana Alatriste (q.e.p.d.), Alejandra y Luis Enrique Guzmán frutos de una intensa vida sentimental en
"A mí me gustan los homenajes en vida; recibirlos cuando uno ya murió, no tienen importancia"
la que figuran cuatro matrimonios e incontables romances que templaron su corazón. También destacan sus nietas Stephanie Salas y Frida Sofía, hijas de Sylvia y Alejandra, respectivamente, y su bisnieta Michelle Salas, procreada por Stephanie y Luis Miguel.
No conforme con su carrera, también ha dejado manifiesta su vocación de servicio y amor por México al desempeñar importantes cargos públicos (diputada federal, senadora y asambleísta) y colaborar en organizaciones artísticas sin dejar de cumplir sus deberes como esposa y madre, facetas en las que por igual ha dado ejemplos de vida, valor y entereza.
En reconocimiento a su brillante trayectoria, Editorial Televisa presenta Silvia Pinal. Diva, musa y estrella de México, Volumen 3 de la colección Ídolos de la Pantalla, que compendia sus triunfos artísticos y controvertida vida personal, todo sustentado en una exahustiva investigación bibliográfica, hemerográfica y videográfica, e ilustrada con espectaculares imágenes que la actriz nos ha compartido y que Editorial Televisa ha recopilado de ella en ese andar que hoy la consagra como leyenda viva, gracias también a su programa Mujer, casos de la vida real, dramatizaciones que durante 23 años combatieron la violencia de género, y otros proyectos que han enaltecido el nombre de México en diferentes latitudes del planeta.
Aunque son incontables los homenajes que se le han rendido en todo el orbe, este libro tiene como propósito repasar y darle el justo valor a la vida y obra de una gran dama del espectáculo, La Estrella de México, la señora Silvia Pinal. ¡Que lo disfruten!
Alejandro Salazar Hernández
"La vida es mi amiga"
"NADA PUEDO BORRAR, NADA PUEDO OLVIDAR; ESTOY MUY CONTENTA CON SER LO QUE SOY"
La vida de Silvia Pinal bien podría contarse en un capítulo de su programa Mujer, casos de la vida real. Siendo una adolescente de 14 años, su madre, la estudiante y practicante de danza, María Hidalgo Aguilar, se enamoró de Moisés Pasquel, director de orquesta de la XEW, varios años mayor que ella, además casado y con tres hijos. De esto se enteró la jovencita al quedar embarazada y decidir, en un acto de amor por su bebé, afrontar sola la situación.
Segunda de cinco hijas procreadas por Fernando Hidalgo y Jovita Aguilar, María se apoyó en Concepción, su hermana mayor, y durante un viaje a Guaymas, Sonora, el 12 de septiembre de 1931 nació la pequeñita que llevaría por nombre Silvia.
"La vida de mi mamá cambió por completo; dejó la escuela para dedicarse a trabajar en una marisquería bajo cuyo mostrador me dejaba mientras se encargaba de despachar a la clientela. Tiempo después, ella obtuvo empleo en una importante compañía de danza y su desempeño ahí fue crucial para que, desde pequeña, tuviera claro cuál sería mi destino", ha descrito incontables veces la actriz, quien se precia de haber sido amamantada por ella hasta los cuatro años.
Doña María decía: "Que yo recuerde, en mi familia, por parte de mi mamá y papá, siempre predominaron las mujeres; en mi casa fuimos cinco. De mi primer matrimonio nació Silvia; me volví a casar y tuve otras dos hijas: Patricia y Laura", que en realidad fueron adoptadas tras haber sido abandonadas por su chica de servicio.
De niña escribió poesía y vendió clavados
Silvita era la adoración de su madre, belleza que cautivó a Luis G. Pinal Blanco. "Se casaron en Cuernavaca, Morelos, él me dio su apellido y me crió como un auténtico padre", recuerda la actriz de este políglota cuya militancia política le obligó a residir en distintas ciudades: Monterrey, Nuevo León; Tequisquiapan, Querétaro, y Cuernavaca, Morelos, donde ella descubrió y afloró su vocación de actriz, siendo alumna del Colegio Pestalozzi.
"Como estudiante era una facha, pero como era simpática, a la hora de la bailada, la cantada y la recitada estaba presente en todos los festivales escolares; yo era la estrella y hacía todo lo que me pedían. Eso me salvaba. También recitaba Guadalupe 'La Chinaca', ¡y berreaba! Me gustaba la historia y, sobre todo, leer lo que habían hecho los héroes que nos dieron patria. Pero cuando las maestras me preguntaban: '¿Qué vas a ser cuando seas grande?', yo respondía: 'Artista'. No decía 'Actriz'; decía: 'Artista'. A un lado de la casa había una milpa y ahí construí mi estudio donde declamaba '¡México, creo en ti...!'. Yo me emocionaba".
También se instalaba en su cuarto y frente al espejo se imaginaba historias en las que ella era la protagonista: lloraba, gritaba, bailaba, cantaba... "Casi siempre era yo bonita, estrella, actriz..", recuerda la sonorense, quien desde pequeña, tuvo habilidad para los negocios. Junto con su prima Teté, hija de su tía Concepción, iba a nadar a un hotel llamado El reloj y ahí vendía algo muy especial: ¡clavados! "Iba con los huéspedes y les preguntaba: '¿Cuánto me da por echarme un clavado?'. Me daban 20, 50 centavos; no era carera, y con eso compraba tortillas, aguacates y mangos con chile", rememora la primera actriz de esa etapa en la que ocasionalmente su padre no recibía pagos y su mamá le daba a ella artículos para vender, o también vendía periódicos para completar ahí lo del gasto.
SU MADRE: MARÍA HIDALGO
Al dar a luz a Sivia, abandonó la escuela para dedicarse a trabajar en una marisquería. Luego obtuvo un empleo en una compañía de danza; este trabajo fue crucial para que su hija tuviera claro el destino a seguir.
SU PADRE: LUIS G. PINAL
Fue coronel del ejército de Plutarco Elías Calles, excorresponsal en Hollywood y político en funciones. Conocido como El Caballero Pinal, era divorciado y tenía tres hijas. Silvia sólo conoció a dos, ya que vivían en EEUU.
Jugaba cantando éxitos de Mapy Cortés
Tiempo después, la familia Pinal Hidalgo fijó su residencia en Acapulco, Guerrero, donde don Luis pactó sociedad con propietarios de un hotel, y ella trabajaba de mesera. En vacaciones, con su madre frecuentaron a su abuela Jovita en la Ciudad de México. "Cuando viajábamos lo hacíamos en coche y, casi al llegar, desde el mirador veíamos las lucecitas y pensaba: 'Algún día todos los que viven ahí me van a conocer, aplaudir y amar'. Esa era mi gran meta", cuenta doña Silvia, quien en la azotea del departamento de Jovita construyó sus primeros escenarios teatrales.
"Eran tres o cuatro edificios; mi abuela vivía en el último. Enfrente de su apartamento vi-
vía la mamá de Viola Trigo y ahí jugábamos a hacer show, cantando y bailando. Cobrábamos cinco centavos, según el sapo, y yo siempre cerraba con las canciones de Mapy Cortés o Diana Durdin, que eran mi hit".
Inocente para ella, el juego de la niña de ser actriz inquietaba al padrastro. Su disciplina castrense y apego a las buenas costumbres le impedían aceptar que su hija se mezclara en el pecaminoso mundo del espectáculo. Eso dificultó su relación. "¡Me daba un miedo hablar con él del asunto! Era muy estricto y duro conmigo, no era una relación de confianza. Recuerdo sus botas de montar, siempre andaba a caballo; sus órdenes: 'Llegas a la casa a las
seis de la tarde'. Según la edad, iba cambiando. No era cariñoso; por el contrario, era frío, establecía una distancia. A través del tiempo aprendí a valorar sus cosas buenas. Era un hombre culto, inteligente...", comentó a la revista Somos en 1997.
Pasaron varios meses antes de que la niña entonces de 11 años se armara de valor. "Mi mamá cumplió un papel importantísimo para que él me dejara actuar. Yo le insistía: 'Por favor, dile que voy a estudiar mucho, le voy a traer muchos dieces... Me voy a portar bien, voy a llegar temprano...'. Le prometí el oro y el moro, pero pronto se dio cuenta de que estudiar no era lo mío, que actuando estaba yo en lugar correcto".
ACTRIZ NATA
En Cuernavaca, Morelos, terminó su educación primaria y secundaria, y fue justo ahí donde afloró su vocación de actriz en cuanto festival escolar se organizaba. También fue una de las estudiantes más pretendidas por sus compañeros.
BAILABA Y DECLAMABA
Desde niña, Silvia Pinal tuvo la costumbre de maquillarse y crear sus pelucas para presentar sus improvisadas obras de teatro. Bailar La calle 12 era su número estrella. También recitaba y componía. "Era hija única, pero se divertía sola", decía su mamá.
Veía a escondidas a su papá biológico
La cercanía con su tía Concha las hizo cómplices de aventuras. En una de ellas visitaron las instalaciones de la XEW en la Ciudad de México; ahí Silvia Pinal conoció a una persona que se ganó su simpatía: Moisés Pasquel, ignorando que se trataba de su padre biológico.
"Me gustaba verlo, porque me regalaba cosas: dulces, dinero... Él pensó que yo sabía que era mi papá, pero mi tía nunca me dijo. Me preguntaba: '¿Quieres que vayamos a ver al señor Pasquel?'. 'Sí, vamos', le respondía.
'Pero prométeme que no les vas a decir nada a tus papás', y yo asentía encantada porque él llegaba y me regalaba cosas. Además, me encantaba estar ahí, porque veía y oía cantar artistas en un ambiente que me gustaba".
Un día, él se presentó sorpresivamente en la casa de la familia Pinal para hablar con doña María, don Luis se enteró y tuvieron un fuerte disgusto que develó la verdad a Silvia Pinal. La niña se sumió en una crisis superada sólo cuando, en un acto de honestidad, don Luis le remarcó: "Yo soy tu papá. Tú eres mi hija y
no hay nadie que pueda quitarme mi lugar".
"Papá Pasquel era guapo, rico, generoso y famoso (...) Estaba orgullosa de él y, por supuesto, de ser su hija", admite la actriz en su libro Silvia Pinal. Ella obtuvo permiso para seguir viendo a su padre acompañada de su tía Concha, hasta que un día una nota periodística delató la relación padre e hija, la familia de él se enteró y don Moisés le prohibió mencionar que era su padre. Esto representó una gran decepción para ella; entonces decidió dejar de verlo y olvidarse de su existencia.
ADORÓ Y RESPETÓ A SU MADRE
"Nunca me atreví a preguntarle del tema acerca de mi padre biológico, ya siendo yo mayor de edad. Jamás quise juzgarla, porque ella era una niña de 14 años cuando nací yo. No creo que haya sido fácil".
"Fue imposible mejorar al señor Pinal. Cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa. Me protegió, me cuidó, me educó y me vio como su hija. Entendió mi encuentro con mi padre biológico y regresé a él. Le dolió mucho y a mí también, porque no me gustaba esa situación; yo quería que mi papá fuera mi papá. El otro señor me caía muy bien y todo, pero cuando supe que era mi papá, no fue muy agradable para mí, porque yo no entendía por qué ese señor era mi papá, siendo que no había vivido conmigo porque no se había casado con mi mamá, cosas que ni a ella le contestó jamás".
Tuvo un desafortunado debut como cantante
La inquietud artística de Silvia Pinal iba en aumento, pese a la cada vez más acentuada oposición de su padre. «Me decía: "No quiero que te mueras de hambre. Por lo menos tráeme un título, por favor"».
Lo más rápido fue estudiar taquimecanografía, que cursó en una academia llamada Instituto Washington, sin apartar su vista del propósito de ser cantante. Así comenzó sus estudios de Bel Canto con el maestro Reyes Retana. Conocer las entrañas de la XEW y convivir de cerca con estrellas de la época cambió su parecer; ser actriz se sumó entonces a su catálogo de sueños.
Con título en mano, su tía Beatriz le consiguió empleo en los Laboratorios Carlos Stein, ubicados en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Vendía cremas. "Ganaba poquito, como 150 pesos, pero me sentía divina; más cuando me dieron el puesto de secretaria. Eso fue un detonador en mi vida, porque yo no quería ser oficinista y además, dicho sea de paso, tenía yo muchas faltas de ortografía (risas)".
Tiempo después debutó como cantante a nivel académico con La traviata, ópera de Giuseppe Verdi, para la cual se preparó a conciencia y... "¡Dios de mi vida! ¡Se me salió un gallo! Me puse a chillar y salí corriendo...
El maestro me pidió no preocuparme, que eran los nervios, que con estudio dominaría el escenario. Un amigo me dijo que me faltaba dominio de escena, que estudiara arte dramático; me recomendó inscribirme en el Instituto Nacional de Bellas Artes, donde conocí a muchos artistas. Ahí decidí ya no apartarme de los escenarios, definitivamente era lo que yo quería".
REINA DE BELLEZA
Su simpatía le reportó ser inscrita al certamen Princesa Estudiantil de México, organizado en el Instituto Washington, donde estudió taquimecanografía. Conquistó el segundo lugar y se graduó en el oficio de panzazo.
MUJER CON ESTRELLA
Al paso de unos meses y gracias a su belleza, la sonorense comenzó a cimentar una carrera que desde hace 72 años se ha diversificado en radio, teatro, cine y televisión, consolidándola como la máxima estrella de México.
"He trabajado mucho por mi familia y he hecho cosas muy buenas por ella"
SÓLIDO MATRIARCADO
Por situaciones de la vida, a todas las mujeres de la dinastía les ha tocado ser las proveedoras y encargadas de sacar adelante a sus familias. Al menos seis generaciones, iniciando con su abuela Jovita, se han echado a cuestas este compromiso cumpliéndolo a cabalidad. Son ahora ejemplo claro de empoderamiento y triunfo en sus respectivas carreras artísticas.
JUVENTUD, DIVINO TESORO
En sus años mozos, lució cuerpazo en varias de sus producciones. "El simple acto de quitarme la ropa me hacía disfrutar de mi libertad", señaló en repetidas ocasiones.
"Nada extraordinario me da ser llamada diva"
Enemiga de la hipocrecía, la envidia y la gente floja ("Me frustro cuando no puedo hacer lo que deseo por culpa de terceros"), Silvia Pinal rechaza ser llamada diva. "No me gusta, no lo necesito; ¿qué me da serlo? Es como un título, nada más. Mi concepto de diva era Sophía Loren, pero luego la conocí y no es una diva, simplemente una mujer sencilla, agradable, preciosa... Soy una mujer que ha hecho bien las cosas que se le han presentado; estoy orgullosa de mi trayectoria, porque he trabajado toda mi vida y me ha ido bien el 99 por ciento de las veces. Lo digo con humildad, porque me ha costado trabajo; no ha sido un regalo, también he tenido que trabajar algo duro".
También odia que le pregunten su edad: "Luego me echan más años de los que tengo, aunque ya estoy también en un momento en el que no importa. No manejo edad, no la veo ni la conozco; para qué pensar en eso", dice y acepta que lo mejor de todo es que duerme bien. "Caigo como piedra, ¡qué maravilla es caer así! Hubo un tiempo en el que tomé melatonina, se me acabó, dejé de tomarla y me di cuenta de que no la necesito, que duermo igual".
Revela la fórmula que le ha permitido mantenerse vigente: "Mucho trabajo y disciplina. También el amor al trabajo, yo amo mi trabajo; todo está enredado en una pasión, en un cariño, en un afecto, en un respeto, en unos logros. No puedo decir que la mejor etapa es la que vivo ahorita, sería lo ideal poderlo decir. En los 40 y 50 fui muy feliz y tuve cosas buenas y muy bonitas, pero ahorita no me quejo; tengo cosas muy lindas, amistades hermosas, gente que me quiere".
HA VIVIDO A PLENITUD
"Hubo un momento en que me vi al espejo y descubrí una primera arruguita, pero ahora me las estiro, me las jalo y me echo salivita y cremita. Estoy resignada. Yo sé que tiene que pasar, pero que me vea siempre bien", ha dicho la actriz, quien en su juventud literalmente recorrió mundo gracias a sus actuaciones en cine.
"Estoy viva y activa"
El éxito ha implicado para ella sacrificar muchas cosas de su vida personal. "Es el precio más alto que he pagado por mi carrera. He dejado de hacer muchos viajes, me he privado de vacaciones, de tener el placer de embellecerme, de quemarme al sol, de darme mis masajes faciales, de que me pongan barro en la cara para salir lisita y de todas esas cosas que a las mujeres nos encantan", dijo al periódico El Nacional en marzo de 1996.
"Nunca me he puesto metas y no pienso de ninguna manera en el retiro. Estoy viva y activa", dice la actriz, quien asegura: "En la vida no quedan deudas, todo te lo cobran y yo he pagado lo correspondiente, por eso estoy en paz con ella. Siempre me ha dado miedo la oscuridad, desde chica. Cuando llego a estar en una situación así, corro para escapar de estos lugares. No le temo tanto a la muerte, aunque quisiera que, cuando llegara el momento, no fuera a causa de una larga enfermedad. Cuando mis hijos estaban chiquitos me preocupaba, porque pensaba que, si me moría, ellos no podrían salir adelante. Hoy saben que si yo me muero no pasa nada: saldrán en los periódicos reportajes con mis trabajos en la televisión, unos cortos en el cine y la vida sigue su curso, todo sigue igual.
Se desnudó en un libro
En 2010, Silvia Pinal se propuso concretar un proyecto por años postergado: escribir su autobiografía. El trajín que le impusieron entonces las grabaciones de la telenovela Soy tu dueña, le obligó a aplazarlo nuevamente. Meses después, directivos de Editorial Porrúa la invitaron a desempolvar la iniciativa concretada en 2015 con el título Esta soy yo, en la que a través de 382 páginas desmenuza vida profesional y personal, y otros secretos.
"La idea surgió gracias a un amigo que me dijo: 'Vamos a escribir tu libro'; a mí hasta risa me dio porque he contado mi vida en tantas entrevistas, pero también pensé que sería diferente hacerlo en un libro. Me convenció y empezamos ayudados por una chica con quien la comunicación se dio fácil para transmitir lo que considero importante o interesante. Ella escribió el texto y yo lo leí y corregí".
Si bien la sonorense no tenía necesidad de contar sus vivencias, hacerlo tampoco le resultó difícil. "Me siento satisfecha, orgullosa de hacerlo porque es un bonito homenaje a mi madre y a mi abuela, que eran gentes sencillas,
POSITIVA EVOCACIÓN
Para la actriz fue una catársis exponer detalles de su trayectoria y, especialmente, de su vida personal. "A veces se me llenan los ojos de lágrimas, porque pasé cosas muy fuertes, pero también viví romances preciosos. Agradezco a Dios haberlos vivido, porque me llevaron a otras alturas. En general, Diosito ha sido muy bueno conmigo; me ha permitido tener una vida completa y, sobre todo, brillante".
amas de casa. Tengo aún buena memoria y eso me sirvió para recordar cosas que me gustan y también las que no me gustan. Luis Buñuel me decía: 'Si usted no hubiera vivido lo que ha vivido, no sería usted quien es', entonces no quité nada, porque todo lo hice con conciencia y valor, aceptando lo que fuera a pasar, y no pasó nada molesto ni algo de lo que pudiera avergonzarme. La vida te da oportunidades que, si las aprovechas, son hermosas".
SUCUMBIÓ A SUS ENCANTOS
A los 14 años de edad, fue novia de Manolo Fábregas durante 20 días; lo cortó cuando, por su mamá, se enteró que usaba peluquín y le llevaba una década de ventaja. Pese a ello, trabajaron juntos por muchos años en teatro, televisión y cine.
La sospechosa (1954)
Mujer de todos, mujer de nadie
"PARA MÍ HA SIDO SIEMPRE FUNDAMENTAL TENER UNA PAREJA, PORQUE PARA TODA MUJER ES IMPORTANTE TENER EL AMOR"
El amor fue determinante para que Silvia Pinal se enfilara rumbo al estrellato. Su belleza conquistó a decenas de hombres que, literalmente, se rindieron a sus pies. Alguna vez aseguró que la lista de afortunados, contando novios y maridos, asciende a 40; con cuatro de ellos contrajo matrimonio y tres de ellos le brindaron la dicha de ser madre. "Todos han sido muy distintos, pero todos preciosos, fuertes e inteligentes", dice la sonorense, cuya etiqueta de noviera validó por todo el mundo al protagonizar romances con grandes estrellas. "Hice lo que quise y anduve con quien quise", afirmó.
Los primeros coqueteos y romances de manita sudada tuvieron lugar en su etapa de estudiante. Obtener a los 14 años de edad el segundo lugar de un certamen de belleza estudiantil, le permitió conocer a Rubén Rojo y a Manolo Fábregas, quien sucumbió a sus encantos. En 1947 vivió un fugaz, pero inolvidable, romance con Rafael Córcega; él la inscribió en el Instituto Nacional de Bellas Artes para participar en el montaje de la obra Sueño de una noche de verano.
Tiempo después, Silvia conoció al hombre que, pese a llevarle más años que Manolo Fábregas, confirmó el peso del dicho "Cae más pronto un hablador que un cojo".
Se casó con Rafael Banquells a los 16 años
Atosigada por la férrea disciplina de su padrastro, Silvia Pinal advirtió en esa primera audición teatral la oportunidad de librarse de sus estrictas reglas. Para la prueba le fue asignado un papel trágico en el que ella debía revolcarse en el suelo. El director del montaje era el actor y director cubano Rafael Banquells: asombrado por la belleza de la jovencita, le pidió representar el personaje asignado. Los nervios la traicionaron y ante él se confesó avergonzada de que la viera.
"Conseguí que me audicionara estando él de espaldas; entonces lloré y grité tirada en el piso una retahila de reclamos a mi padre y él me miraba de reojo. Finalmente lo impresioné y me dio el papel", cuenta la actriz.
Hijo de cantantes españoles exiliados por la Guerra Civil Española, Rafael nació en Cuba el 25 de junio de 1917. Al conocer a Silvia ya se había separado de su primera esposa, la actriz puertorriqueña Blanca de Castrejón que, siendo 10 años mayor que él, le impuso muchas trabas para divorciarse.
La relación profesional que él y Silvia Pinal entablaron derivó en principio en una buena amistad que, paulatinamente, desenmascaró el interés sentimental del actor; pronto se convirtió en un pretendiente que, en principio, ella rechazó por doblarle la edad. "Además, yo quería ser actriz para andar de libertina", confiesa la actriz que aceptó los galanteos al ver en Rafael un conducto para huir del clima asfixiante en su hogar. Un buen día, él formalizó su relación ante los padres de Silvia y a los dos meses le propuso matrimonio con la promesa de hacerla la estrella más grande de México. Ella aceptó nada enamorada, más movida por la vanidad de imaginar cómo se vería vestida de novia.
La boda se realizó en 1947, cuando ella tenía apenas 16 años y él 30. "Yo cumplí con las leyes de Dios. Me casé por la iglesia, salí de mi casa siendo virgencita y le pedí a Mario Moreno 'Cantinflas' que fuera el padrino de boda. Me dio un regalazo: cinco mil pesos", recuerda la actriz, quien rentó un departamento en el mismo edificio que habitaban sus padres.
MARIDO TÓXICO
Al principio todo fue miel sobre hojuelas, pero el trabajo le escaseó a Rafael, mientras que a Silvia le fue mejor con su incursión en el cine. Se convirtió así en la proveedora de la casa y Banquells en su mánager. A los 18 años, cuando filmaba La marca del zorrillo (1950), se embarazó y el 13 de octubre nacía su hija Silvia. Los gastos de la bebé agravaron la situación económica y emocional del matrimonio, y más cuando la actriz requería invertir en su arreglo para fortalecer su presencia en el espectáculo. Eso enfureció a su marido, provocando que Silvia le pidiera el divorcio. Ironías de la vida: meses después murió don Luis G. Pinal, doña María se fue a vivir con ellos y Rafael no hacía nada por conseguir trabajo. Aunado a eso, Silvia se contrató con Joaquín Pardavé para realizar una gira. Ahí, la pasión se apagó por completo. "¡Tonta de mí! Me casé para escapar de la opresión de mi padre y me fue peor; Rafael era celosísimo y no me dejaba salir ni a la esquina. También hubo dificultades, porque me acompañaba a las filmaciones, empezó a opinar y ahí fue el choque; quiso intervenir en todo y se creó una situación insostenible". La pareja se divorció en 1952. Al cabo de un tiempo de súplicas por parte de él con la promesa de cambiar, limaron asperezas por su hija. Luego de un fugaz romance con Gustavo Rojo, el verdadero amor tocó a la puerta de Silvia...
Casi abandona su carrera por seguir a Arturo de Córdoba
Durante el primer semestre de 1954, la vida sentimental de Silvia Pinal experimentó por primera vez el amor en toda su magnitud. Ocurrió en La Habana, Cuba, durante la filmación de la película Un extraño en la escalera, protagonizada con Arturo de Córdova. En principio, la
arrogancia del galán argentino la sacó de quicio, pero la entrega de una carta de disculpa al inicio del rodaje, la convivencia en los sets y el ambiente caribeño terminaron por romper el hielo, surgió la atracción y disfrutaron un romance inolvidable, pese a que él era casado.
"Un día terminó temprano la filmación, me invitó a cenar, hablamos durante horas... Nos divertimos como niños. Ya luego se despidió con un beso... ay, Dios mío, ¡Delicioso! ¡Como de película! Y ya no lo dejé ir. Ahí conocí el amor que enloquece y te hace sentir en las nubes", ha contado varias veces la actriz de esta experiencia que le acarreó problemas laborales y personales. El romance duró sólo una parte del rodaje, pero fue tan intenso que, una vez concluida la filmación, ella hizo hasta lo imposible por seguirlo a donde él fuera, incluso a costa de abandonar su prometedora carrera. Una carta de Arturo y exhortaciones del productor Gregorio Walerstein la hicieron entrar en razón tiempo después.
"Yo lo amaba y no entendía que fuera 30 años mayor. Había descubierto el amor, un amor maravilloso, y de pronto ¡pácatelas, se acabó! Lo quise mucho", admitió. Tanto que pensó construir su casa del Pedregal contemplando los gustos del actor.
Años después encontró la carta, volvió a leerla y entonces comprendió todo lo que ahí decía. Por cierto, reveló que rompió la misiva cuando enfrentó el embate de celos enfermizos por parte de Enrique Guzmán.
En 1958, Tulio de Micheli volvió a reunirlos para protagonizar El hombre que me gusta; él intentó reconquistarla, pero ella le pidió respeto a su romance con Emilio Azcárraga Milmo.
El trabajo fue siempre para Silvia Pinal la mejor terapia para superar sus fracasos amorosos. Ante el protagonizado con Arturo de Córdova, se asoció con su amiga Gloria "La Gorda" y vendieron aparatos electrónicos en la calle de General Prim, Ciudad de México. Justo en una reunión en casa de ella conoció al hombre que amó cuatro años y terminó siendo su amigo toda la vida: Emilio Azcárraga Milmo. Sin embargo, el principio no fue fácil, pese a que sabía que era hijo del dueño de la XEW y Televicentro. "Al principio me cayó muy mal porque, cuando llegué a la reunión, sin conocerme, me ordenó con altanería poner unos discos. La forma en que lo hizo me enfureció. '¡Pónlos tú!', le grité". Paradójicamente a él le hizo gracia el proceder de la sonorense, se hicieron amigos, luego novios y también grandes compañeros de viaje. Le llamaba de cariño Pato. "Era muy alegre, le gustaba bailar, esquiar, nadar... Compartíamos las mismas aficiones. Yo era divorciada y con una hija chiquita... A pesar de eso, llevamos durante cuatro años una relación muy cordial, hasta que un día me dijo: 'Pato, te amo, pero mi papá me ha pedido que me case. Tengo que viajar a Francia para casarme en la iglesia de Notredame, la más hermosa de París'. ¡¿Qué haces?! Entendí su situación muy a disgusto, me dolió y lo acepté. Luego reavivamos el romance, viajamos a Nueva York, producimos teatro... pero yo ya no me sentí cómoda, la llama del amor se había apagado. Se casó con la francesa Pamela de Surmont. El amor de mi vida se convirtió en mi mejor amigo de toda la vida".
Con Pedro Infante sólo tuvo amor de película
Entre 1951 y 1955, Silvia Pinal alternó con Pedro Infante en cuatro películas: Un rincón cerca del cielo, Sí... Mi vida, Por ellas aunque mal paguen y El inocente. En ese lapso, El Ídolo del Pueblo le coqueteó incansablemente, pese a conocer sus romances con Arturo de Córdova y Emilio Azcárraga Milmo.
Durante el rodaje de El inocente, en Acapulco, Pedro se emocionó cuando la vio en traje de baño, "Pero yo amaba a Emilio, no tenía ojos para nadie; veía a Emilio y el bajón era
muy marcado. Siempre se ha dicho que anduve con Infante, pero sólo fuimos muy buenos amigos”, remarca la actriz, para quien el sinaloense no era guapo. "Simplemente era muy agradable, tenía ángel... Era simpático, sencillo y caía de maravilla. El carisma que poseía era increíble. Cuando murió, Emilio y yo veníamos de Cuba; el avión hizo escala en Mérida y vimos mucha gente en el aeropuerto. Pensamos que había llegado alguien muy importante. Cuando nos dijeron que había muerto Pedro fue muy impactante”.
LE COQUETEABA
"No puedo hacerme de la boca chiquita. Varias veces intentó plantarme un beso, me quería fajar como león, ¡era insaciable! Los besitos que nos dimos en las películas y fuera de ellas fueron picoretes. Pobrecito, pobrecito, nunca me inspiró otra cosa, no era mi tipo", recordó la actriz en una entrevista para la revista Tele-Guía.
Dio rienda suelta al amor en los 50
Decepcionada de su romance con Emilio Azcárraga Milmo, Silvia Pinal decidió cerrarse al amor, sin éxito. Varios apuestos galanes la pretendieron con fines serios.
MARIANO PARRA HERNÁNDEZ
Lo conoció gracias al modisto Mario Huarte. Un auto de obsequio el día de su cumpleaños y un anillo de diamantes fueron señales de que sus pretensiones eran serias. Le propuso matrimonio cinco veces. En 1955, él organizó una reunión para hacer la petición formal: "Quedé de llegar después de mi función de teatro, pero llegó Emilio por
mí y nos fuimos de parranda... Al día siguiente, Mariano me mentó la mamá y ya no me casé", confesó la actriz.
MAURICIO GARCÉS
El rodaje de la película Préstame tu cuerpo (1957) marcó persistentes coqueteos entre ellos. El actor se enamoró, la cortejó y tuvieron fugaz relación que no prosperó por diferencias religiosas.
NICK HILTON
También en 1957 conoció –en Acapulco, Guerrero–, al millonario heredero de la cadena de hoteles que lleva
FERNANDO FRADE
También en Acapulco conoció a este guapo accionista de una famosa discoteca, de quien no le importó enamorarse aunque fuera 10 años menor que ella y que, previamente, quisiera ligarse a su hija Silvia Pasquel. Eso desató un conflicto entre madre e hija.
su apellido y exmarido de Elizabeth Taylor. Sostuvieron romance de ocho meses, y en marzo de 1958 ella reveló estar ya comprometida en matrimonio. Sin embargo, el alcoholismo de él echó todos los planes por la borda.
ENRIQUE RODRÍGUEZ ALDAY
En 1958, la representante Fanny Schatz le presentó al empresario maderero, apodado "El Güero". Iniciaron romance que también derivó en propuesta de matrimonio, pero a él se le ocurrió tomar clases de aviación y luego comprarse una avioneta. Un día, la invitó al puerto de Acapulco con la
Salvatori
promesa de regresarla a tiempo para actuar en un Televiteatro. Ella desistió. De vuelta a la Ciudad de México, la avioneta se desplomó, y él y un amigo se mataron.
RENATO SALVATORI
En España, cuando filmaba la cinta Charleston (1959), se hizo novia del actor italiano, protagonista de la época dorada del cine italiano y de algunas de las más famosas películas de Luchino Visconti. Aunque breve, Silvia disfrutó muchísimo el romance al que la distancia le cortó las alas. "Renato era un encanto, pero definitivamente no era el hombre con quien hubiera pasado toda mi vida".
EL FRUTO DE SU AMOR
Viridiana nació el 17 de enero de 1963. Su nombre fue elegido en honor a la película que catapultó internacionalmente a Silvia Pinal dos años antes en el Festival cinematográfico de Cannes, Francia. La pareja se divorció por problemas de negocios e infidelidades cuando su hija tenía tres años. Viridiana falleció de manera trágica en la Ciudad de México el 25 de octubre de 1982.
Gustavo Alatriste la hartó con sus infidelidades
A su regreso de Italia, Ernesto Alonso la invitó a su casa para celebrar esos primeros triunfos en Europa. Ahí se reencontró con Gustavo Alatriste, empresario mueblero y amante de la ópera y el cine, entonces casado con Ariadne Welter, pero próximo a divorciarse. Se trataron y ella volvió a España para filmar Maribel y la extraña familia y Adiós, Mimí Pompón. Él la fue a visitar varias veces.
Durante el rodaje de estas películas (ambas de 1960), la actriz conoció a dos toreros con quienes sostuvo romances: Victoriano Valencia y el sevillano Paco Camino "El niño sabio de Camas". Pero la inteligencia, cultura e ingenio de Alatriste, además de sus costosos regalos, conquistaron a Silvia. Él se fue a vivir con ella, le ayudó a construir y amueblar su casa del Pedregal y se casaron un año después. Juntos emprendieron proyectos editoriales, cinematográficos (las películas Viridiana, El ángel exterminador y Simón del desierto), teatrales (produjeron la comedia musical Irma, la dulce), y en 1963 procrearon una hija: Viridiana.
"Fue el amor de mi vida", remarca la sonorense y admite que pudo quedarse con él para siempre, pero su carácter infiel y problemas de negocios concluyeron la relación en 1966. "Quería dirigirme en una película que iba a hacer Luis Buñuel (Simón del desierto), pero no quise. Me insistía en trabajar bajo su dirección y sólo acepté hacer un mediometraje: La güera Xóchitl. Después de esa filmación le dije algo que también dio pie para su alejamiento: "¡Por favor, después de trabajar con Buñuel, con tantos directores famosos y haber recibido tantos premios, ¿cómo me vas a dirigir?". Le corté las alas y él me recriminó por tratarlo de tonto".
Gustavo se distanció y ella intuyó que la engañaba; se desató una guerra de celos y desconfianza, hasta que él se hartó de ella. Con el divorcio en proceso, Alatriste se casó con Sonia Infante y Silvia sostuvo romance con el actor egipcio Omar Shariff, luego de que él protagonizó Doctor Zhivago. Tiempo después, Pinal conoció a alguien de quien se enamoró como adolescente, pero le haría ver su suerte.
Enrique Guzmán la hizo conocer el infierno
El trabajo fue de nueva cuenta para ella la mejor terapia para paliar el dolor por su separación de Gustavo Alatriste. Dentro de su programa Los especiales de Silvia (1967) invitó a cantar con ella a su amigo, el exvocalista del grupo de rock Los Teen Tops, Enrique Guzmán, sin imaginar que con él viviría entre la gloria y el infierno. Aunque ya salían, ella no lo tomaba en serio, pues él era 11 años menor. Guzmán se enamoró de la actriz cuando la vio en la película Historiadeunabrigodemink
Luego de algunas salidas, Enrique le propuso grabar a dueto el tema Unhombrey unamujer, en español. El hecho de que él enfermara de hepatitis dio pie para que la relación comenzara en serio. Ella lo visitó diariamente durante un mes en su casa con el riesgo de contagiarse. "No pasó, pero si me enfermé de amor por él, nos hicimos novios en Acapulco y fue un escándalo... Y cuando menos lo esperábamos, ya estaba embarazada de Alejandra".
La pareja se casó con remilgos en Cuautla, Morelos, en 1967, y por largo tiempo congeniaron, viajaron y trabajaron
EMBARAZO INESPERADO
Esto obligó a la pareja a casarse apenas meses después de ella divorciarse de Gustavo Alatriste. El 9 de febrero de 1968 nació Gabriela Alejandra, hija menor de la actriz; el primer nombre le fue puesto a sugerencia de la actriz, y el segundo porque el otro nombre de su padre es Alejandro.
juntos. Durante cuatro años hicieron en televisión la revista musical Silvia y Enrique, que derivó en show de cabaret. También protagonizaron la película ¡Cómo hay gente sinvergüenza! Él le regaló en Acapulco el terreno sobre el cual ella construyó una casa en la que se embarazaron de su segundo hijo, Luis Enrique, pero comenzaron una serie de infidelidades por parte de él; además, comenzó a celarla hasta derivar en maltrato conyugal que a punto estuvo de costarle la vida a ella.
Cansada, le solicitó el divorcio sin éxito. Aguantó todo hasta que un día Enrique llegó con una pistola, se la aventó y le gritó: "Tú no me quieres! Lo que quieres es matarme, verdad? Toma la pistola ¡y hazlo! "Él volvió a tomar el arma y me dijo: 'Tomala así, apunta así ¡y disparas!', y la pistola se disparó. La bala me pasó rozando. Fue uno de los días más difíciles de mi vida". Con ayuda de un amigo, se escondió en Acapulco, donde días más tarde la encontró Enrique y la persiguió. La pesadilla terminó hasta que intervino el presidenciable Mario Moya Palencia y le ayudó a arreglar el divorcio en 1976. "Fue una época muy dura y, bendito Dios, pude salir. Nunca entendí por qué lo aguanté. Representó un serio maltrato para mí y un atropello a mi dignidad de mujer. No sé qué me pasó. Supongo que todo fue a causa del amor”.
LLORANDO POR DENTRO
Silvia Pinal y Tulio Hernández se casaron en noviembre de 1982, en Tlaxcala, apenas 10 días después de la trágica muerte de Viridiana Alatriste, hija de la actriz. La diva sorprendió con la entereza que mostró ante sus invitados. Él fue buen padrastro de sus hijos.
Con Tulio Hernández se casó envuelta en la desgracia
El montaje de su espectáculo Felicidades, Silvia, en 1977, abrió a la actriz otra puerta al amor. Al término de una función conoció al entonces delegado en Azcapotzalco, Tulio Hernández, quien luego asistió a ver el show varias noches, tuvo oportunidad de tratarlo y salir con él año y medio después. Su sencillez y simpatía la conquistaron. "Me criticaban por salir con alguien tan feo, pero era una persona culta, inteligente y cachonda", argumenta la sonorense, quien aceptó ser su novia antes de ser electo gobernador de Tlaxcala, pero no a sus persistentes propuestas de matrimonio, a las que finalmente sí accedió.
La boda se programó para el 27 de octubre de 1982, pero la felicidad de la actriz se vería empañada. Dos días antes, su hija Viridiana falleció en un accidente automovilístico en la Ciudad de México. Pese a su decisión de suspenderla, los compromisos de Tulio con personalidades de la política le obligaron a efectuar el enlace 10 días después. En ese ambiente, Silvia Pinal adoptó y ejerció la carrera política que años más tarde le implicaría otras responsabilidades. Pero la tragedia no venía sola...
Tulio Hernández sufrió un accidente en motocicleta del cual quedó inconsciente 12 días debido a un edema cerebral. Aunque se recuperó, le quedaron secuelas: no hablaba bien, caminaba torpe y requería ayuda, lo que representó problemas para sus funciones como mandatario estatal. "Tuvo también problemas de alcohol y eso detonó nuestra separación. Cambió mucho cuando perdió el poder; tenía muchas secuelas físicas, pero las más difíciles de sobrellevar fueron las emocionales, se volvió huraño, irritable... Seguimos casados varios años más y vivió en mi casa hasta que quiso, pero ya no como pareja, sino como amigos".
Silvia y Tulio se divorciaron en 1995, luego de 13 años de relación.
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DE LA PANTALLA
Editorial Televisa dedica esta serie de biográficos a figuras del espectáculo que enaltecen el nombre de México. Aquí Silvia Pinal, estrella que ha brillado en teatro, cine, televisión y radio, además de ser protagonista de una intensa vida sentimental.