“Pásale, chato, te trato bien, tengo radio…” Estas eran las palabras con que se hacían notar, hace algunos años, una prostituta, a las puertas de una accesoria, a espaldas del templo de La Merced. Efectivamente, en Santiago de Querétaro, había prostitutas y prostitución. ¡Nada más eso faltaba! El pecado y la santidad se tomaban de las manos. Junto al esplendor de los retablos dorados, se encontraba la miseria humana. Pecadores y pecadoras compartían calles y callejones de nomenclatura sugerente: de las Malfajadas, del Colchón, del Placer, del Deleite, del Regocijo, de la Raposa, de las Mariposas, del Contagio, de las Ninfas, de Quita Sueños, de la Sirena, de Cunde amor, entre otras, llenas de leyendas.