Revista literaria Entre comillas #2

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entre comillas

REVISTA LITERARIA


Contenido

4 EVENTO 6 RESEÑAS 12 ESCRITURA CREATIVA 14 LITERATURA Y POESÍA 14 COMO RECURSOS EDUCATIVOS 16 POEMAS 18 ENTREVISTA 22 PALABRAS DE RELLENO 24 ORTOGRAFÍA 25 NOVEDADES 26 CURIOSIDADES 28 LA PERVERTIDA 31 EN SEPIA (RELATO)

Año 1. Revista #2. 30 de agosto del 2019 Diseño a cargo de Winged Directora: Paty Castaldi

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Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía o el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos.


editorial Después de la gran aceptación que tuvo el primer número de nuestra revista, les presento el segundo que, con mucho amor y pasión por lo que hacemos, preparamos para ustedes. Agradezco infinitamente a todos los colaboradores que nos regalan sus palabras para ponerlas a la vista para nuestro público lector que cada vez crece más. Recuerden que todos pueden colaborar en esta revista con poemas, relatos o secciones. Pueden enviarnos un email con su texto.

Nicole Daniela Lu Carmona Dafne Rogo Art Fuentes Kali Luis Suárez

Paty Castaldi Directora de Winged.

Catalina Hernandez July Macias R . B . We g n e r

colaboradores

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evento

Por: N icole Danie la

El pasado 11 de julio del 2019, Carmen Tovar presentĂł su libro de relatos, Mujeres Corazones imperfectos, en la Casa de la Cultura de CuatrociĂŠnegas, Coahuila.

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Con una amena plática de nuestra escritora, el público cieneguense disfrutó ampliamente de ese tarde noche. después de ello, pudieron acercarse a Carmen Tovar para la firma de libros y fotos.

Puedes pedir tu ejemplar nuestra página de facebook Winged -servicios editorialesevento

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reseñas La selección Kiera Cass

Por: Lu Carmona

«Imagina que mezclamos historias de príncipes con un reallity show, un triángulo amoroso y una pizquita de humor… ¿Qué podemos tener? La Selección de Kiera Cass». Esto lo leí en una reseña, pero me gustó mucho y por eso lo pongo aquí, porque esta historia de esto trata… Diría que del amor verdadero ambientado en un mundo futurista, en donde Estados Unidos ha sido disuelto a consecuencia de una guerra y una nueva nación resurgió de sus cenizas, a la que llamaron Illea. En este mundo distópico el gobierno que impera es la monarquía, y desde sus inicios tienen una tradición: una vez que el príncipe llega a cierta edad, Temática: Juvenil Romántico Saga: 1/5 Número de páginas: 233 Sinopsis: «Para treinta y cinco chicas, La Selección es una oportunidad que solo se presenta una vez en la vida. La oportunidad de escapar de la vida que les ha tocado por nacer en una determinada familia. La oportunidad de que las trasladen a un mundo de trajes preciosos y joyas que no tienen precio. La oportunidad de vivir en un palacio y de competir por el corazón del guapísimo príncipe Maxon. Sin embargo, para América Singer, ser seleccionada es una pesadilla porque significa alejarse de su amor secreto, Aspen, quien pertenece a una casta inferior a la de ella; y también abandonar su hogar para pelear por una corona que no desea y vivir en un palacio que está bajo la constante amenaza de ataques violentos por parte de los rebeldes».

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tiene que escoger esposa entre las jóvenes del reino, al más puro estilo príncipe de cenicienta llevado a la modernidad, ya que no se convoca a un baile, sino a un concurso que emula a los realitys como «The bachelor» en donde se invitan a todas las jóvenes a participar, sin importar su rango social, y de ahí se seleccionan a 35 candidatas que se van a vivir al palacio, para que el príncipe conviva con ellas y estas compitan entre sí por ganarse su atención y ¿por qué no?, su amor.

tramos con una distopía donde la población está dividida en castas dependiendo de su posición social, de esta forma nos encontramos con 8 castas. En la casta 1 encontramos a la realeza, y de ahí iremos bajando hasta la casta 8 donde encontramos a la gente que no tiene ni casa. Pues bien, nuestra protagonista, que es de casta 5, un día recibe una notificación para presentarse a La Selección.

«Que disfruten de su última noche como una chica más. Mañana, pase lo que pase, cambiará para siempre. Y un consejo clásico, pero aun así válido: que sean ellas mismas». Todo este proceso es televisado a todo el pueblo, y al final el príncipe tiene que elegir a una que se convertirá en su princesa. En la Selección nos encon-

América no tiene ningún interés en participar en esto, pero su madre la presiona, ya que todas las familias de las chicas seleccionadas reciben una considerable canreseñas

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tidad de dinero mensual y siendo de la casta cinco, obvio que lo necesitan. Sin embargo, el corazón de América ya tiene dueño. Ama con locura a Aspen, un chico de casta 6, que por razones obvias no será aprobado por su familia, por lo que ellos ocultan su amor a todo mundo, así que ser seleccionada, en vez de ser un honor, es un enorme contratiempo. «—La señorita América Singer, de Carolina. Cinco. Giré la cabeza como un resorte, y ahí estaba: la fotografía que me habían tomado justo después de enterarme de que Aspen estaba ahorrando para casarse conmigo. Estaba radiante, esperanzada, hermosa. Tenía el aspecto de una chica enamorada. Y algún idiota debía de haber pensado que mi amor era por el príncipe Maxon». Esto hace aún más interesante la historia, porque el príncipe Maxon, en vez de encontrar a alguien dispuesto y enamorado, se encuentra con una chica renuente y media grosera que pone su mundo de cabeza; y América, que no pensaba interesarse en el príncipe y pensaba decirle que la enviara a casa a la primera oportunidad, se encuentra pensando en él, hasta que finalmente este se va haciendo un lugar en su corazón, el cual comparte con Aspen, a quien le resulta imposible de olvidar. América es una protagonista que desde el principio te gusta, porque tiene un carácter fuerte y valores muy arraigados. Además, es la única que no busca ser seleccionada, no sueña con ser princesa y no está enamorada ni deslumbrada por el palacio, por la corte y por el príncipe, y esto hace que se mantenga fiel a sus principios… El príncipe Maxon, poco a poco, se gana tu corazón, al principio piensas que es mimado, superficial y sin personalidad


propia, pero conforme transcurre la historia muestra cualidades que hacen que te guste cómo es el y llegue el momento en que te encuentres deseando que América lo elija a él en vez de a Aspen. «—Si no quieres que me enamore de ti, vas a tener que dejar de estar tan encantadora. Mañana a primera hora haré que tus doncellas te cosan unos vestidos hechos con sacos de patatas». Por otro lado, Aspen adora a América, y hace de todo para estar cerca de ella, porque tiene un miedo inmenso a perderla. Para rematar, Maxon y Aspen son como la noche y el día, pero ambos tienen el amor de América en común. Total, que nos encontraremos delante de un triángulo amoroso en el que podría pasar cualquier cosa. 35 chicas deseando ser la elegida y alguna de ellas son capaces de llegar muy lejos para conseguirlo. También existe, como trama secundario, el movimiento rebelde y una historia oculta sobre la formación de las castas que nos dejará en suspenso, ya que no se explica con claridad en este libro, por lo que el argumento podría parecer flojo y superficial; sin embargo nos da a entender que ahí hay algo más y que en las siguientes entregas se desvelará el misterio. La autora combina de manera perfecta todas las intrigas de las chicas con el proceso de selección. La preferencia que el príncipe le da a América desde el principio. La confusión de los sentimientos de América, que poco a poco se va interesando en el príncipe Maxon, sin dejar de querer a Aspen, y los ataques de los rebeldes que quieren derrocar el sistema de castas. Logrando una historia bonita, interesante, divertida y ligera que te mantiene enganchada hasta el final. La calificaría con cuatro de cinco estrellas. reseñas

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«

“Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace fuerte.”

OPINIÓN

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La sombra del viento Carlos Ruiz Zafón

Por: Dafne Rogo

Debo confesar que tenía muchos años que sabía de la existencia de esta novela. Había aparecido por aquí y por allá en mi vida a través de recomendaciones demandando mi atención. También debo confesar que la misma insistencia y las pocas citas que habían llegado a mí, me hacía pensar que era una historia llena de clichés con una narrativa débil e insípida. Sin embargo, cuando por fin me vi obligada a leerla me di cuenta de lo juzgona y prejuiciosa que había sido. Lejos de ser todo lo que yo auguraba, esta novela es como una natilla de vainilla; fluye sin esfuerzo pero es consistente, además de deliciosa. La historia, a pesar de seguir la vida de Daniel Sempere, gira en torno a un libro que encuentra en un lugar mágico al que lo lleva su padre: el cementerio de los libros olvidados. Este lugar cuenta con obras que podrían haber sido abandonadas con la intención de desaparecerlas de la memoria del mundo, pero que están ahí con la esperanza de que alguien las encuentre y viva a través de sus páginas. Esta magia es la que lleva a Daniel al elegir “La sombra del viento” de Julián Carax como su primer libro. El relato es tan fascinante que el niño comienza a investigar más sobre la persona que lo escribió, encontrando un misterio mucho más fascinante que el libro en sí; se desconoce el paradero del autor. Aunado a eso existe un personaje tenebroso que parece empeñado en eliminar todo rastro de la obra de Carax quemando uno a uno sus libros. Es así como Daniel queda enganchado con la historia de Julián, 10


DATOS DEL LIBRO Título: La Sombra del viento Autor: Carlos Ruiz Zafón Ambientada en: Barcelona Género: novela Subgénero: intriga, aventuras. SINÓPSIS Daniel Sempere encuentra un libro maravilloso, no solo por su contenido, sino por el misterio que rodea al autor, Julián Carax. La búsqueda de la verdad sobre la vida y muerte del escritor lo lleva a involucrarse en situaciones peligrosas, relacionarse con personas que lo marcarán para siempre, sumergirse en anécdotas sobre la guerra civil y develar un secreto escondido por años mientras intenta superar situaciones de su propia vida.

la cual va descubriendo a través de los años con pedazos de escritos, fotografías y anécdotas que va recolectando con ayuda de diversos personajes que añaden una riqueza de situaciones y perspectivas que hacen de “La sombra del viento” (la de Ruiz Zafón) una novela imprescindible. Los personajes están bien definidos; sus aportaciones son interesantes y no carecen de sentido. Cada uno cumple una función en la narración, aporta un poco al misterio de Carax y a las experiencias de Daniel. Mi favorito es Fermín, que le da a la narración un toque de sabiduría, excentricidad y humor precisos, en tanto lidia con sus propios demonios que lo acechan a la vuelta de cada esquina. No obstante, la figura más fascinante es la de Julián Carax. Zafón lo va desarrollando a través de retazos aquí y allá con saltos en el tiempo que van intrigándote hasta el punto de quedarte toda la noche leyendo solo para descubrir la verdad sobre su vida y obra. Es un personaje que no conoces directamente, pero lo percibes a través de los ojos de otros al tiempo que lo hace Daniel. Esta multipremiada novela es una lectura contemporánea obligatoria. Es un poema a los libros, los lectores y la magia que solo la literatura nos puede ofrecer. Si eres un lector veterano, encontrarás en su lectura un relato afable con un toque de historia española, misterio, intriga y Barcelona. Si eres un lector principiante, atrévete a sumergirte en las páginas de “La sombra del viento” seguramente te atrapará con su hechizo literario, como lo hizo con Daniel. reseñas

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escritura creativa P o r : P at y C as t a l d i

La escritura creativa es, como lo dice su nombre, aquella escritura que está relacionada, más que con la información, con la creatividad. Abarca la novela, poesía, teatro, cuento, ensayo, guion, entre otros. En cada número de esta revista encontrarás tips, y ejercicios para que puedas aprender y practicar más sobre el tema. En esta ocasión hablaremos sobre el tipo de narrador en tercera persona. Primero veremos el narrador omnisciente que cuenta la historia en tercera persona y desde todos los puntos de vista de la historia, es decir, es un narrador que está en todas partes pero no es el protagonista. ¿Han leído algún libro que esté narrado así?, ¿lo recuerdan? Es el narrador más clásico que existe y más usado. Otro narrador en tercera persona es el narrador equisciente, este solo narra la historia desde el punto de vista del protagonista y no sabe más de la historia (es como una cámara que 12

lo está siguiendo para todas partes pero se limita a lo que hay alrededor). Otro narrador en tercera persona es el narrador deficiente, este solo cuenta lo que va pasando, lo que oye y lo que ve, no puede saber a ciencia cierta todo lo demás y va creándose su opinión.


Ejercicios Escribe en una cuartilla (una página en word, Arial 12, interlineado 1.5) una historia en tercera persona e identifica qué tipo de narrador es subrayando algunas palabras o frases claves para su identificación. Después escribe otra cuartilla donde sea la misma historia, aunque puede ser otra escena, donde uses otro narrador de tercera persona, escribe cuál es y por qué. Puedes hacer los ejercicios solo para ti, o puedes enviarlos a nuestro correo electrónico para una retroalimentación gratuita. Solo coloca en el asunto "Ejercicios revista #2". Correo: winged.serveds@gmail.com

escritura creativa

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literatura y poesía como recursos educativos P or : A rt F u e n t e s K a l i

¿Por qué le temen las escuelas a la poesía? La mayoría de los profesores, directivos y autoridades encargadas de la educación privilegian la narrativa, en especial a los cuentos por considerarlos accesibles y amenos para los niños y los adolescentes; y entonces muy pocos recurren a la poesía, a pesar de ser este uno de los géneros más ricos y atractivos para convencer a cualquiera, sea cual fuere su edad, de que leer poesía es una hermosa experiencia. Se habla en las escuelas de habilidades, destrezas, conocimientos y valores que es a lo que llaman competencias, y de ahí pareciera que nos dejan un cachito para la poesía. Escucho y leo que los docentes y educadores realizan sus proyectos de cuentos, historias y leyendas, pero olvidan la poesía, ¿por qué 14

le temen en la escuela? Ignoran que la poesía posee también una especial narrativa: en los poemas hay historias, conflictos, épocas y personajes, pero, además (a diferencia de mucha prosa), tiene sonoridad, ritmo, música, imágenes (visuales, táctiles, auditivas, olfativas, del gusto), metáforas, comparaciones y demás. La poesía se presta extraordinariamente para la lectura en voz alta con buena dicción, entonación, inflexiones y una maravillosa fluidez para entrar por los sentidos y quedarse para siempre en la memoria de las personas. Entiendo la preocupación en las escuelas de que no todo el mundo sabe leer en voz alta, y hay casos extremos en que los propios poetas destruyen sus creaciones al leerlas. Sin em-


bargo, es necesario que la poesía regrese a la escuela y a los demás ámbitos de la lectura de donde fue, injustamente, expulsada. La poesía en la escuela es una de las mejores opciones para que los niños aprecien a la vez el idioma, la música verbal y el significado que resulta de la comprensión de un texto bien leído. Se dice que ningún maestro debería dar clases si no es capaz de leer en voz alta con claridad, comunicando la comprensión del texto y quisiera resaltar lo siguiente pues no es exigir demasiado; es plantear lo básico, pues no llegarán muy lejos los programas destinados a que lean los alumnos de un maestro que no lee. Esta verdad tiene su constatación precisamente en los programas sexenales de lectura que vivimos en nuestra realidad y en el inconmovible sistema educativo mexicano. Mientras este sistema no deja entrar aire fresco en las aulas, maestros y alumnos sufren las nocivas consecuencias de una atmósfera viciada. Pero ¿qué les preocupa tanto que maestros y alumnos trabajen y tengan el gusto por la poesía? ¿Acaso será temor de que las personas usen mas la razón, el pensamiento, la lógica, la imagen, etcétera de lo que vivimos? Entonces haría otra pregunta: ¿Qué les conviene como ciudadanos? Podemos preocuparnos o no, la decisión es de cada quien, pero creo que a los mercados no les conviene formar un público consciente, culto y moderno, eso que es con lo que todo mexicano sueña. Las escuelas deben volver a su vocación original: alfabetizar. literatura y poesía

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poemas Algún mañana Por: Catalina Hernandez Mañana… Que la eternidad te tome en sus brazos Que el manto de lo glorioso y lo desconocido Permita cesar tus dudas. Podrás entonces respirar Podrás entonces despertar Podrás entonces mirar hacia atrás Y saber lo que fue Mañana… Que ya no haya tacto para sentir mis labios Que el brillo incandescente de estos ojos Ya no puedan verte. Podrás Podrás Podrás Podrás

sentirme totalmente dejar amores, temores, dolor. dar paso solo a la verdad saber entonces lo que fue el dulce sueño de vivir.

Mañana… Tendrás la calma de sentirte sabio al fin Pero no será hoy No el día de hoy.

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Tan lejos L u i s Su a r e z

Tan lejos te miro tan lejos te encuentro tan lejos estamos tú y yo, y el amor. Mis ojos te miran que hermosa belleza y por un momento soñamos los dos. Pensamos en todo lo que pasaría sí tan solo un día viviera con vos. Mas pronto la dicha se esfuma de prisa y mis ojos lloran ante esa ilusión.

Séptimo día Por: Art Fue ntes Ka li

Al séptimo día suelo ver a la distancia rocas que te forman abrazada entre las nubes, colores que se tiñen en el sabor de mis letras, como ramas y hojas verdes, como humo y cenizas. Recuerdos que llegan hoy y dejan vacío el camino hacia el futuro.

El tiempo nos mide también nos enseña en ocasiones nos une sin una intención. A veces es justo a veces apremia y a veces nos quita sin pedir opinión.

poemas

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entrevista A. M. Orosa, participante de la antología Abriendo las Alas tomo 1 de la editorial Winged, nos concede esta divertida entrevista.

¿Quién es A. M. Orosa?

Una persona tranquila, extrovertida que hace no mucho encontró la pasión a la escritura por medio de la lectura. Soy una persona que le gusta mucho bromear y muy distinto a cuando recién me conoces

Defínete en 3 palabras

Acelerado, impaciente e introvertido

¿Te consideras lector?

Sí, me considero muy lector, muy ávido aunque últimamente no he leído como quisiera.

¿Qué género literario te gusta más leer?

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Me encanta la novela policiaca, fueron de los primeros que empecé a leer así siendo Sherlock Holmes, Agatha Christie, etcétera. Por ahí empecé y hasta ahora ha sido mi género favorito.


¿Quién es tu escritor favorito? Recomienda un libro de él/ella Mi escritor favorito actual es Haruki Murakami, recomiendo el libro de Crónica del pájaro que le da cuerda al mundo; es mi libro favorito de todos los tiempos, es un libro grande, largo y lo he leído tantas veces que ya ni me acuerdo cuántas y siempre me trae el mismo sentimiento, la misma emoción y cuando se presenta la oportunidad, lo regalo a quien sé que lo va a leer.

¿A qué edad comenzó tu gusto por la escritura? Hace como unos 10 o 12 años que encontré un gusto especial por ella, eran tiempos muy difíciles en los que yo necesitaba expresarme y no tenía a nadie que me escuchara, entonces lo hice a través de la escritura y es algo que me ayudó bastante. Aunque la gente no me llegue a reconocer por lo que yo escribo, eso no me importa mucho la verdad ya que son cosas que disfruto mucho hacer. entrevista

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Platícanos acerca de lo que escribes, ¿por qué la gente debería leerte? Obviamente me gusta que la gente me lea, que me dé sus opiniones y sus críticas al respecto. Pero lo que yo escribo es simplemente por el mero hecho de que es algo que yo tengo que decir, tengo que contar, y quisiera plasmarlo entonces plasmo mis ideas, mis sentimientos, mis emociones, mi mundo que yo tengo en la cabeza a través de lo que escribo. Es algo muy difícil de explicar si alguien no ha leído las cosas que yo escribo.

«

No se rindan, no sean tontos y luchen por ello, mientras sea su sueño y ustedes lo disfruten siempre va a valer la pena luchar por algo que realmente deseas.

»

Porque trato de no estar estancado en un solo género, trato de no explotar al mismo personaje mil veces, trato de traer ideas nuevas y que los lectores al leer distintos libros míos no piense que es de la misma persona, pero que, sin embargo, tengan la misma sensación de que es la misma alma la que lo está escribiendo.

¿Qué mensaje le darías a todas aquellas personas que quieren seguir sus sueños pero que no se sienten capaces de lograrlo?

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Básicamente se resume en la frase «no sean tontos», todos somos capaces de lograr todo lo que queramos siempre y cuando sea físicamente posible, como decir «voy a volar» ya que pues eso es prácticamente imposible por sí mismo y aun así, si tu sueño realmente es volar, buscas la manera y ya cada quien sabe cómo lo logra. En fin, el mensaje que yo le daría a la gente es: no se rindan, no sean tontos y luchen por ello, mientras sea su sueño y ustedes lo


disfruten siempre va a valer la pena luchar por algo que realmente deseas. Siempre acepten ayuda, siempre acepten consejos, escuchen, aprendan, porque al final eso es lo que nos hace capaces de vivir nuestros sueños.

En cuanto a la escritura, ¿qué planes tienes para el futuro? Tengo planeado hacer cuentos cada que se me ocurra algo y aparte de eso yo creo que unos seis proyectos de novelas aparte de la primera que está en proceso de edición. Una de las seis que tengo en mente, planeo hacerla como un drama realista.

¿Dónde pueden leerte? Y ¿dónde pueden contactarte? Pueden leerme en mi página de Facebook Amorosa Oficial, en twitter @OficialAmorosa O en instagram que es @amorosamuyoficial También en mi blog blogdemediahora.blogspot.com Pueden escribirme a mi correo que es amorosaoficial@gmail.com Muchas gracias a ti que estás leyendo esto, y a la revista Entre comillas de Winged que me dio la oportunidad de expresarme. entrevista

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palabras de relleno P o r : P at y C as t a l d i

«No quiero vivir, pero tampoco quiero morir». La depresión es algo muy común en nuestros días; cuando antes ni siquiera lo tomábamos en cuenta o, más bien, no lo veíamos como enfermedad. Ahora es muy normal tener días depresivos o incluso hay personas que todos los días están así. En los últimos años hemos visto un aumento en las estadísticas de acuerdo a los suicidios; la gente se está muriendo, se está matando porque ya no quiere vivir, quiere terminar con sus sufrimientos, pero ¿qué pasa cuando esa 22

persona con depresión le tiene miedo a la muerte? Es una gran contradictoria llena de, podría decirse, ilógica… Ya no se quiere vivir, pero tampoco se quiere morir. ¿Qué se hace en un caso así? Aparte de buscar ayuda profesional y tener el soporte de amigos o familia, en lo personal recomiendo que se adentren en el mundo de los libros. Yo no soy psicóloga, no podría hablar de temas de


la mente, sus enfermedades y curas; pero soy escritora, editora y una lectora empedernida, y esa es la recomendación que siempre he podido dar en casos como estos. El mundo de los libros es increíble; puedes conocer mil lugares nuevos y diferentes, reales o no; puedes conocer personajes inventados o de la vida real; puedes salir de tu realidad e instalarte en mundos ficticios. Despejas tu mente. Viajas. Los invito a leer mucho, leer siempre. No es necesario devorar libros y libros, solo se debe enfocar en crear un hábito de determinados minutos o páginas al día y cumplirlo. Verán que su mundo, su mente y su vida cambiará poco a poco hasta convertirse en algo más ameno.

M I R ECO M E N DAC I Ó N PA R A T I

Jane Eyre de Charlotte Bronte. Léelo, no te arrepentirás. sin sinopsis ni opiniones, tan solo te lo recomiendo. ¿Te animas?

p a l a b r a s d e r e ll e n o

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ortografía Por: N icole Danie la

RECIENTE – que sucedió hace poco RESIENTE – del verbo resentir VES

– conjugación de “ver” “¿También lo ves?”

VEZ – se refiere a una ocasión “Había una vez…”

¿SABÍAS QUÉ…? Antes se tildaba la “o” cuando se encontraba entre números (35 ó 45). Según la RAE, ya no se tilda en ningún caso.

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novedades «En la Ciudad de México nace mi historia, soy un chico como tú, alguien común que tiene amigos y una familia que me apoya. Lo único que no sabes de mí es que tengo un secreto, te invito a que lo descubras y te enamores de mi historia. Tengo un lugar en donde me siento feliz, aunque muchas veces la vida te prepara pruebas difíciles, mi papá murió y mi familia se quedó incompleta, aquí vas a descubrir que puedo dar la vida por amor, y por odio, matar. Todo lo que me pasó fue en la universidad debido a la sociedad que no tolera que alguien sea diferente, juzgan las preferencias, pero el amor es libre, ¿o acaso está prohibido?» novedades

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curiosidades ÎÎ El célebre escritor Stephen King padece de triscaidecafobia, un irracional miedo al número 13. Le aterroriza tanto que nunca deja de leer o de escribir si está en la página 13 o alguno de sus múltiplos, y continúa hasta llegar a un número seguro.

ÎÎ Supuestamente, Lewis Caroll propuso matrimonio a la Alicia real, de tan solo 11 años de edad y fue considerado un «pedófilo profundamente reprimido». 26


ÎÎ A Charles Dickens le fascinaban tanto los cadáveres que se pasaba la mayor parte del tiempo en la morgue de París. ÎÎ El 16 de Mayo de 1836, Edgar Allan Poe se casó con su prima hermana Virginia Eliza Clemm; en ese entonces él tenía 26 años y ella 13.

ÎÎ Dos niñas pequeñas engañaron al escritor Sir Arthur Conan Doyle y le hicieron creer en la existencia de las hadas.

curiosidades

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la pervertida P o r : J u ly Ma c ias

Seamos amigos. Seamos amigos, así, simplemente amigos. Te quiero para mis ansiedades, para mis desvelos; te quiero para mis ganas, para mis deseos perversos. Que cumplas mis caprichos más oscuros, que siempre estés disponible para cuando llego a tu casa. Seamos amigos, así, simplemente amigos. De esos amigos que pasan la noche juntos, y al amanecer, se marchan sin quedar en nada. Que se despiden con un luego te veo, o con un gracias, la pasé increíble.

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+18 Seamos amigos, de los que se mandan texto adjuntados de un nude, de los que disfrutan de los momentos juntos en los cuales el tiempo no importa. De los que se quieren más de lo que aceptan y que se extrañan más de lo que deberían, de los que igual salen a cenar y las carcajadas invaden el restaurant; o que solo preparan juntos la comida, que da igual si terminan de ver la película , de los que un día lluvioso lo hacen un día de velas y vino, de lo que no se apuran por olvidar una fecha importante, de los que se disfrutan en sus días más grises, de los que se aman sin poseer y de los que todo mundo se preguntan qué son. De los que llevan meses comiéndose y nadie se ha dado cuenta. De los que sonríen al ver un mensaje uno de otro, y aun así el sentido de pertenencia no va incluido en su vocabulario. De los que más que se preocupan, se ocupan. Amigos invisibles, amantes clandestinos. No por compromiso, sino por gusto. Amigos que se saben los puntos exactos de sus cuerpos, y que llegan a la plenitud con ellos. Que se disfrutan, que gimen, que gritan y que piden más. la pervertida

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Amigos que se apoyan en la pared o en la mesa. Sí, compañeros de aventuras, de experiencias; amigos así, solo amigos. Sin compromiso, si nos cogemos muy rico la pasamos muy bien. Incluso después de estar juntos nos damos una palmada de aprobación en forma de broma, que a veces no llevo ni la bragas puestas para solo llegar y montarte. Sí, esa clase de amigos sin complicaciones, sin etiqueta, sin compromiso… Que nos da igual dejarnos de ver unos días e incluso un par de semanas. Que no discuten, que disfrutan cada momento juntos. Sí, por favor, esos amigos que no se prometen amor porque así dura más, sin promesas falsas sin mentiras sin poses. Que se ven con y por gusto. Amigos, así de sencillo… Que se quieren en silencio y se cuidan siempre. Que de lejos se ve la atracción y aun así no llevan el cartel de novios. Que el apoyo mas importante es el que se dan en los lugares menos esperados. Que beben, pero no alcohol; se beben entre ellos y se embriagan de la sensación de sus cuerpos juntos, de esa sensación de plenitud. De todo eso que otros llaman amor y entre nosotros es satisfacción. Sí, de esos amigos.

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En Sepia (relato) Por: R. B. Wegner

Las tardes de inicios de los setenta eran especialmente lúgubres; parecía que un color sepia envolvía todo, que los rayos del sol reflejaban angustia, ansiedad, un sentimiento extraño que se concentraba especialmente en las tardes, cuando el crepúsculo se anunciaba y el polvillo de las calles se levantaba bajo la fuerza de una brisa fría de finales de agosto. Yo simplemente caminaba y observaba a la gente con sus ropas descoloridas, donde el café y el amarillo parecían retumbarme en los ojos y la cabeza, obligándome a bajar la mirada hacia el cemento resquebrajado de las veredas que solo sumaban a esa sensación de extraña amargura o desgano. El mundo era ajeno, lejano, no sé... particularmente gris... Sabía que al terminar el trabajo de aquella tarde debería seguir con la rutina de siempre, volver a tomar un taxi que me dejara en el centro de la ciudad para luego ir a casa, donde la soledad que tanto me aliviaba esperaba por mí, sentada en el sofá de cuero cuarteado que había encontrado en el remate de un caserón recién demolido. Mi trabajo era sencillo: entrar a la casa puesta a la venta, tasar la propiedad y tomar algunas fotografías para complementar el informe que debería entregar al banco a la semana siguiente. Simplemente odiaba ese trabajo, pero la paga compensaba bastante el desagrado de meterme a esos inmuebles que generalmente estaban vacíos, oscuros, hediondos a humedad y quién En Sepia (relato)

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sabe que más, detenidos en el tiempo, abandonados por los que dejaron en ellos alegrías, miserias, amor, odio, muerte. Esta era una casa centenaria a las afueras de la ciudad, en un barrio que vio tiempos mejores y en el que ahora se mezclaban jardines descuidados, calles mugrientas, portones de acero desvencijados y muros coronados con pilares derruidos. La vivienda que se me había designado esa semana era una especie de mansión de techos altos y paredes gruesas, una casa que llevaba más de una década abandonada porque nadie la reclamó hasta que el fisco se hizo cargo. Ahora saldría a remate con todo lo que su último dueño había dejado en ella: muebles, ropa apolillada, una biblioteca, en fin, todo lo que rodeaba a Vidaurre hasta que desapareció de la faz de la tierra de un día para otro sin dejar pistas a inicios de la década del 60. Un trámite desagradable, aún más que otros, ya que debido a su tamaño seguramente no podría terminar el trabajo en un par de horas, como solía hacerlo, y tendría que volver al otro día. Pensé durante el camino que intentaría ser empático con el ex propietario, de hecho sentía que teníamos cosas en común, ambos éramos ermitaños urbanos, vivíamos en la ciudad pero aislados en nuestro propios mundos, sin hacer vida social y gozando del que para mí era el mayor de los placeres, ser un individuo sin más responsabilidades que mi propia persona. El taxi me dejó frente a la reja semi abierta y que era sostenida apenas por una gruesa cadena rematada con un candado oxidado, que evitaban que una de las hojas del portón cediera ante el deterioro del viejo pilar de concreto que la sostenía. Las enredaderas apenas dejaban ver hacia el interior. Desde allí observé parte 32


de las antiguas techumbres y dos ventanales que coronaban una especie de torre que destacaba en el costado derecho de la construcción. Estaba fastidiado de tener que tasar una vivienda tan amplia que además tenía aún su mobiliario, el que en estos casos también debía ser catalogado y fotografiado, silla tras silla, gabinete tras gabinete, sitial tras sitial, sin importar el estado en que se encontraran. De malas ganas abrí el candado y retiré la cadena intentando no alterar la hoja del viejo portón que estaba colgando de sus herrumbrosas bisagras, no quería sumar otro inconveniente a un trabajo de por sí desagradable. Entré al amplio antejardín en el que la maleza había cubierto casi por completo los senderos alguna vez despejados y flanqueados por flores. Allí se lograba adivinar la magnificencia de otra época, con árboles centenarios, un par de piletas resquebrajadas y pedestales de piedra que seguramente sostuvieron alguna escultura victoriana que había sucumbido ante el tiempo o el saqueo. Tras el pasto, que en algunos sectores llegaba a medio metro de altura, se adivinaba el inicio de la escalera principal que subía hacia el umbral de la casona. Dándome ánimo, saqué de mi chaqueta una libreta y anoté algunas observaciones. Me extrañó que no se advirtieran cristales rotos, a lo menos en el frontis, y que no eran pocos. Los tres pisos que se elevaban delante de mí tenían sendas corridas de ventanales que destacaban entre los muros semi cubiertos de hiedra que escalaba hasta el propio techo. Guardé nuevamente mi libreta y desde el mismo bolsillo extraje la llave gruesa y antigua que abría la puerta principal de madera nativa, robusta y adornada con firmes placas de acero forjado En Sepia (relato)

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que desafiaban la corrosión, parecía que la habían instalado el día anterior, como desafiando el tiempo. Antes de meter la llave escuché a lo lejos unas sirenas de la policía que seguramente y para variar corrían tras algún enemigo del régimen para luego proceder como siempre: reclusión y tortura, cuando no desaparición. Los últimos años habían sido tan traumáticos que todos nos habíamos vuelto casi indiferentes, indolentes, ajenos al sufrimiento de otros, como si la represión que barría el país fuera un espejismo que se desarrollaba en otra dimensión, en un mundo soterrado que solo de vez en cuando dejaba ver su rostro, con la aparición de un cuerpo en el río, junto al muro de un cementerio, en una zanja del camino... Dios, cómo odio el recuerdo de esa década, y los colores, los malditos colores... ese puto manto ocre lo cubría todo. Mientras estos pensamientos pasaban por mi cabeza a la velocidad de la luz, de manera casi inconsciente metí la llave en la cerradura y la giré. Un leve chirrido y una especie de golpe seco desatado por algún resorte precedieron a la apertura de la puerta. La abrí de par en par y un tufo a mugre me invadió al instante. Una mezcla de polvo, sudor de cosas viejas y abandono llenó mis pulmones. Intenté vislumbrar el pasillo de ingreso pero la gruesas cortinas que aún colgaban de las ventanas dejaban pasar apenas uno hilillo de luz, suficientes, eso sí, como para dejarme avanzar hasta el final del zaguán, donde otra puerta, mitad madera mitad cristal, daba paso al salón principal. Antes de seguir saqué una pequeña linterna desde mi bolso de mano y alumbré hacia el fondo. Allí 34


había muebles cubiertos de sábanas y a la izquierda estaba la ventana más cercana, por lo que me dirigí hacia ella para descorrer la cortina. Mientras avanzaba escuché más sirenas, esta vez acompañadas de las hélices de un helicóptero que pasó a muy baja altura, tanto así que los vidrios temblaron justo cuando los dejaba a la vista. La amplia habitación se iluminó en parte y pude ver con mayor claridad lo que contenía. Estaba dividida en dos por una escalera que se elevaba desde su centro hasta la segunda planta. A la derecha una gran chimenea le daba un aspecto lúgubre al lugar, mientras que hacia el lado opuesto aparecía una pared cubierta de pinturas de diversa índole, con mesas de arrimo cubiertas de pequeñas esculturas junto a un pasillo adornado con una alfombra que aparentaba ser roja bajo el polvo y que la atravesaba a lo largo. Parecía la galería de algún museo. Las sirenas sumaban en intensidad y número, y la curiosidad me hizo retardar el inicio de mi tarea para asomarme hacia el antejardín. Vi desde el pórtico cómo pasaban a toda velocidad por la calle dos camiones militares y avancé hacia el portón para ver qué estaba sucediendo. Apenas me acerqué a la acera sentí el frenazo en seco de otro vehículo, un jeep en el que venían cuatro soldados, uno de los cuáles descendió de un salto y con una ametralladora en sus manos me apuntó. —¡Levante la manos! —me dijo mientras avanzaba algo sorprendido. Obedecí—. ¿Quién es usted y qué mierda hace aquí? —Miguel Verdugo, tasador de propiedades —contesté—. Estoy trabajando, debo avaluar esta propiedad. El militar me miró de arriba abajo. En Sepia (relato)

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—¡Muéstreme su identificación! Lentamente saqué mi porta documentos del bolsillo trasero del pantalón y, aún con una mano arriba, estiré los papeles hacia el hombre que los revisó mientras me echaba miradas de vez en cuando. —Banco Estatal, remate judicial, bla, bla, bla... Está bien, métase allí y no vuelva a salir —me indicó mientras me devolvía la documentación—. Ha habido un incidente en el centro de la ciudad, por lo que se ha decretado toque de queda hasta mañana o hasta nuevo aviso, espero que esté preparado porque tendrá que dormir aquí. —El tipo miró la casona y esbozó una sonrisa. Volvió a mirarme de pies a cabeza—. —Mi comandante está de mal humor, así que le recomiendo no meterse en líos. Y ahora entre —ordenó y, tan rápido como había bajado del vehículo, volvió a subirse para salir disparado. Una noche en este caserón... ¡qué desagradable! Me encaminé de nuevo hacia la entrada e ingresé al salón. Abrí las cortinas de dos ventanas más, las del lado derecho que eran en realidad vitrales que recreaban escenas de monjes encapuchados en una especie de procesión, ambos diseños variaban solo en detalles y eran más bien sombríos, nada atractivos excepto por algunos amarillos y azules intensos que resaltaban en las escenas. Pude ya ver con claridad que la chimenea de marco marmolado y negro era el centro de una especie de salón de estar, con cuatro sitiales y un gran sofá. Decidí empezar por allí y comencé a quitar las sábanas de los muebles, hermosos muebles que parecían desafiar la podredumbre que carcome los lugares dejados de la mano de Dios por mucho tiempo. Sus tapices en 36


general tenían aún buen aspecto. El sofá, ancho y forrado en cuero negro, muy al estilo de los años 50 estaba también en excelente estado. Tomé mi pequeña cámara compacta y armé el flash para comenzar a registrar el mobiliario. Foto y anotación... foto y anotación... foto y anotación... agua, agua corriendo de alguna llave... ¿Agua? Me pregunté de dónde venía, parecía que desde el fondo del salón, donde un ancho marco escondía otra habitación que no alcanzaba a distinguir del todo. Detuve mi tarea y avancé. Si existía alguna filtración habría que informarlo, aunque la lógica me indicaba que allí no debería haber servicio de agua... Llegué hasta el marco y pude ver un pasillo que se bifurcada hacia ambos lados. Siguiendo el ruido tomé la opción de la izquierda, en penumbras, casi no veía por dónde caminaba, sin embargo, apenas unos seis pasos más adelante me topé con una puerta. Abrí mientras oía aumentar la intensidad de aquel chorro de agua. Apenas hice esto, el sonido se detuvo y me encontré en la amplia cocina de la casa con ventanas de lado a lado que permitían ver con claridad en su interior. Justo al medio había un ancho mesón con sillas arriba del cual colgaban ollas, sartenes, ramas de romero y otras hierbas que aún se resistían a los años. ...Pero algo no encajaba... las cosas se balanceaban de un lado a otro, como cuando un temblor sacude la tierra y la inercia deja su rastro por algunos segundos. Busqué algún vidrio roto... Nada. Me acerqué a la puerta del fondo que deba al patio interior para ver si tenía alguna filtración de aire, pero no encontré ningún indicio de algo que pudiera provocar aquel movimiento. No sentí ni el más leve temblor en los minutos anteriores,


por lo que descarté esa posibilidad. ¿Los helicópteros?... no, no lo creo... ¿Y el ruido de agua? Avancé hasta el amplio lavadero y noté que estaba reseco, acusando años y años de abandono, ni rastro de agua. —¿Pero qué demonios...? Entonces no pude evitar un gesto de asco por aquel olor nauseabundo que salió de la nada, me recordaba a cuando de pequeño encontraba en los barriales algún perro muerto e hinchado, era el típico aroma de la carne podrida, y tan de pronto como apareció se fue, fueron solo unos segundos en que debí llevarme la mano a la boca en un gesto reflejo para contener una arcada. Miré alrededor para intentar entender de dónde venía eso. Pensé en alguna tubería rota con agua descompuesta. Busqué, pero nada se veía. Saqué mi petaca de la chaqueta y bebí un trago para pasar aquella sensación tan desagradable. —Bueno, ya me ocuparé de ello si vuelve a pasar, es hora de subir a la segunda planta. Intenté recuperar el aplomo y retomar mi tarea, con paso firme me dirigí a las escaleras que rechinaban bajo mis pies por el peso de los años, a pesar de lo cual se veía y notaba bastante firme, la madera había sabido resistir el embate del tiempo. Al llegar al tope vi el largo pasillo ante mí, las paredes dejaban adivinar algunas mesas con adornos y cuadros sobre la pared que acumulaban tanto polvo que apenas dejaban vislumbrar las figuras asomando en ellos. Paisajes, un par de retratos, lo usual, y al fondo una ventana redonda, muy art decó, típico de los años veinte o treinta, que dejaba pasar apenas un hilillo tenue de luz entre sus mugrosos cristales. La misma luz sepia que cubría ese atardecer, Dios, ¡cómo 38


odiaba ese maldito color! Comencé a recorrer las habitaciones; dormitorios típicamente antiguos con catres de fierro forjado y bronce que aún mostraban sus añejas cobijas perdiéndose entre el polvo y los vestigios del festín de las polillas que recorrían ese abandono a sus anchas. El aroma a humedad lo cubría todo, el moho ya había conquistado la mayoría de las paredes desde donde colgaban pedazos de papel tapiz revenido. Era en general un sitio en verdad desagradable, y encima debería pasar allí la noche. Tomé nuevamente la cámara y seguí haciendo el catastro de todo el mobiliario, la mayoría cosas ya inservibles, pero era necesario registrar todo. Después de un rato me senté en un taburete junto a un peinador y encendí un cigarrillo, moví mi cabeza para estirar mi cuello con suavidad, y de reojo me pareció ver una especie de reflejo en el espejo. Pero no le di importancia, estaba cansado, pronto comenzó a oscurecer y pensé que el mejor lugar para descansar e intentar dormir sería en uno de los sillones del salón. Bajé ya resignado y decidí pasarme por la biblioteca antes para tomar algún libro que hiciera la espera menos penosa. Sería una noche larga, los helicópteros ya no se oían, pero de vez en cuando se escuchaban los motores de los vehículos blindados y jeeps que se hacían rondas durante los toques de queda. Entré a la amplia habitación que en sus dos paredes laterales estaba cubierta con repisas de tomos, la mayoría antiguos, con lomos de cuero o empastes de tela y letras doradas o plateadas. Me acerqué a una de ellas y pasé junto a una mesa de noche que estaba a un lado de lo que supongo era el sillón de descanso del antiEn Sepia (relato)

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guo propietario. Se veía bastante cómodo así que decidí que allí me quedaría, pero estaba pensando en mis opciones cuando tropecé con una caja, una especie de baúl antiguo, aunque más tenía la forma de una maleta vieja, rectangular y de esquinas rectas. Al chocar con ella noté que no se movió, por lo que debía contener algo más o menos pesado. Decidí abrirla de una vez para ver qué contenía. Al principio costó, tenía una cerradura que, aunque desvencijada, presentaba resistencia. Tomé mi cortaplumas y comencé a intentar reventarla de una vez hasta que cedió. Su contenido fue bastante interesante. Un proyector antiguo y cuatro cajas de rollo de película, todos etiquetados menos uno. El primero decía «Verano del 54», otro «Navidad 62», otro rezaba «Cumpleaños», pero no tenía fecha. El último no tenía ni siquiera indicios de haber sido etiquetado alguna vez. —Bueno, ya estamos aquí, ¿por qué no? —me dije. Tomé un mantel del comedor y con un banquillo lo colgué de una de las repisas sujetando sus extremos con los pesados tomos. Luego me decidí a bajar al sótano para encender los fusibles de la propiedad. Tenía que hacerlo de todas formas pero estaba evadiendo esa tarea, bajar allí no me hacia ninguna gracia la verdad. Caminé hasta la puerta que daba paso a las escaleras, encendí mi linterna para ver los escalones y evitar un accidente desagradable. Abajo se veían muebles amontonados, sillas, estantes, una gran estufa de fierro, pero extrañamente toda la basura acumulada dejaba una especie de círculo en medio, casi perfecto. Era curioso realmente. Me acerqué buscando el tablero de fusibles, que finalmente logré ubicar en la pared debajo de la escalera. Tomé los viejos tapones acomodando los pel40


illos de cobre y los puse en su lugar. Levanté la palanca y la electricidad se activó. La inmobiliaria había pagado la deuda de años del caserón para poder realizar en él labores de limpieza que se esperaba duraran una noche completa. Finalmente aquello me vino de perilla. Regresé aún con la linterna en mi mano hasta llegar al salón en donde un par de bombillas se habían encendido, seguramente porque los interruptores estaban activados desde antes. Una vez en la biblioteca, ensamblé el proyector y lo encendí. Funcionaba sin problemas, así que recogí el rollo del «Cumpleaños» y lo coloqué en el aparato. De inmediato comenzaron a pasar imágenes algo borrosas. Se veía que el film era bastante antiguo y, a pesar de no estar etiquetado, supuse que era de finales de los 40. Tenía algunos cortes, pero se veía claramente una fiesta en los jardines de la propiedad. Mujeres elegantemente vestidas, hombres de bigote delgado fumando, bebiendo y brindando. Nada especial, me imagino que el festejado era Vidaurre, sino qué sentido tenía guardar allí esa película. Supuse que en esa época no pasaba de los veinticinco. No se veían personas mayores por lo que intuí que se trataba de él. Seguí con los otros dos rollos que estaban etiquetados y vi que un hombre se repetía en todos ellos. Comencé a buscar en el escritorio y encontré una fotografía en un pequeño marco del mismo tipo con un gran perro border collie y una escopeta, sin dudas era Vidaurre. Una vez despejadas mis dudas regresé a la caja y abrí la lata del último film. Con cuidado lo instalé en la máquina. Allí se veía lo que parecía el salón de la casa, claro, en tiempos mejores, más iluminado y Vidaurre afirmado sobre la repisa de la chimenea fumaEn Sepia (relato)

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ndo, acompañado de otros cuatro hombres de más o menos su misma edad. Se veía que conversaban, pero a diferencia de las otras películas, el tono de esta era distinto. Se veían serios, yo diría preocupados. Eran por lo menos cuatro minutos de filmación fija en el mismo lugar. De pronto un brusco corte y una nueva escena en una habitación más oscura donde no alcanzaban a distinguirse las paredes, Vidaurre en ropa interior al centro de los tipos que lo rodeaban con aspecto acongojado. Uno se acercó para atar sus manos y otro se puso frente a él para vendar sus ojos. Luego tomó algo de su bolsillo y se lo introdujo en la boca al que parecía llevar la voz mandante a pesar de estar atado y a merced de los demás. Otro tipo se agachó y ató sus pies para luego tomarlo entre dos y dejarlo recostado de espaldas en el piso. Un nuevo corte... El siguiente cuadro era una toma fija de Vidaurre tendido en el suelo con dos de los hombres hincados junto a él, parecían rezar o recitar algo, pero como se trata de un film de 35 milímetros, no tenía sonido, solo el viejo traqueteo del proyector me acompañaba al ver esa extraña escena. De pronto el film se oscureció y unos segundos después regresó con una escena grotesca. Vidaurre ardiendo sobre el suelo mientras sus acompañantes lo rodeaban mirando sin detener su rezos o cánticos, luego oscuridad nuevamente. Me quedé ensimismado mirando la sábana en la penumbra mientras el rollo chasqueaba tras haber finalizado. —Pero ¿qué?... Algo asustado encendí una lámpara y me senté sobre el sillón. Respiré profundamente. Intentaba asimilar lo que acababa de ver sin entender del todo qué había sido esa especie de ritual y pensando en quiénes 42


podrían ser aquellos individuos que participaban de él. Estaba claro que algo había salido mal, y ahora era tal vez el primero en años en saber qué había pasado con el antiguo propietario de la casa. Y... otra vez ese olor a carne podrida llenando la habitación generándome la misma sensación de asco de unas horas antes. Pensé que esta vez sí podría saber de dónde venía y salí de la biblioteca. Caminé por los pasillos, pero el olor en las habitaciones tendía a disiparse. Me acerqué al sótano, allí sí pude notar que su intensidad aumentaba. Abrí la puerta para bajar y esta vez encendí el interruptor y vi que abajo se iluminaba. El hedor era insoportable. Llegando al final de las escaleras noté en el piso una mancha negra, observé con detención que estaba rodeada de un círculo con extrañas inscripciones. No lo dudé un instante, allí fue donde se había realizado aquella macabra ceremonia hacía ya unos diez años. Saqué un pañuelo para cubrir mi boca, el olor era cada vez más penetrante. Mientras revisaba esa especie de altar sentí un quejido detrás de mí. De manera instantánea me giré para mirar y allí, justo al pie de la escalera, tuve la visión más espantosa de mi vida. Lo que parecía un hombre desnudo, lleno de llagas purulentas de pies a cabeza, en donde apenas se distinguían los ojos observándome sin expresión, parado en ese lugar, cortándome el paso. Mi reacción fue obvia, intentar correr hasta donde mis fuerzas lo permitieran, pero aquel esperpento de un solo golpe me mandó contra un armario. El hedor se calaba por cada poro de mi piel, pero mi terror era aún más grande. Intenté pararme, pero aquel engendro me tomó por En Sepia (relato)

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el cuello y abrió su boca cerca de mí con un quejido que me heló la sangre. Sentí su aliento sobre mi rostro mientras gritaba desesperadamente por ayuda, aunque sabía que nadie lograría escucharme. De pronto silencio, oscuridad... después de eso abrí mis ojos y un dolor terrible recorría todo mi cuerpo, miré mis manos y las llagas que antes tenía aquella cosa me cubrían por completo, comencé a llorar de terror y angustia, intentando asimilar la sensación de sufrimiento físico que me llevaba al límite. Grité con desesperación en aquel sótano, hasta que frente a mí apareció él, sí, era Vidaurre, tal y como lo había visto en aquellas viejas películas, abotonándose mi camisa blanca. —Siento que hayas sido tú, amigo, pero no pierdas las esperanzas, ya vendrá otro y podrás pasarle esta maldita enfermedad. —Se acercó a mí—. Y ganarás la vida eterna. Suerte... Lo vi subir las escaleras y cerrar tras de sí, y allí me quedé, sentado en el suelo, llorando y gritando, creo que fueron días. No sentía hambre ni sed, solo existía. Pasaron semanas, meses, años... Me dediqué a revisar los viejos textos y tratados de Vidaurre, tanto los de la biblioteca como algunos que estaban escondidos en un estante del sótano, y creo que allí he encontrado una luz de esperanza, tal vez existe otra opción, una del todo increíble, pero debo intentarlo. Por ahora solo recorro los pasillos del caserón, aquel que alguna vez no fue más que un trabajo, otro trámite y que ahora es mi hogar. La inmobiliaria nunca regresó, quién sabe por qué, y aquí espero que un día algún ingenuo cruce esa puerta para darle este regalo de vida eterna que recibí hace ya tanto tiempo que no logro recordarlo. 44


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