Muestra Manual de psicología

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Un gobierno que represente a estos estadounidenses –que realmente trabaje para ellos– necesita una forma distinta de hacer política. Esa forma de hacer política tendrá que reflejar nuestras vidas tal y como las vivimos hoy. No será prefabricada, lista para usar. Habrá que construirla a partir de lo mejor de nuestras tradiciones y tendrá que tener en cuenta los aspectos más oscuros de nuestro pasado. Será necesario que comprendamos cómo hemos llegado a la situación actual, cómo nos hemos convertido en una tierra de facciones enfrentadas y odios tribales. Y tendremos que esforzarnos para recordar lo mucho que tenemos en común a pesar de todas nuestras diferencias: tenemos esperanzas comunes, sueños comunes y nos une un vínculo indestructible. Barack Obama, La audacia de la esperanza. Actividad

A

Identifique las motivaciones de Obama, según la Pirámide de Maslow, señalando en cuáles de sus palabras se afirma.

3.  LA ACCIÓN HUMANA Hemos visto los aspectos intelectuales (conocimiento, inteligencia, memoria, pensamiento) y afectivos (emociones, sentimientos, afectos) del comportamiento humano. Nos corresponde entrar en la dimensión de los actos, de las acciones, de los factores que entran en juego cuando el ser humano “hace”, cuando actúa. Las acciones humanas obedecen a propósitos, a motivaciones, a proyectos, a deseos o rechazos. Nuestras acciones están impregnadas de componentes afectivos e intelectuales. Los seres que pertenecen al reino animal “hacen” diversas cosas y en muchos niveles. Podemos observar actividades como las que realiza un pez al moverse de un lado para otro, buscando su alimento; el perro que corre detrás de su amo; el pájaro que construye su nido, o las abejas, su panal. Podemos observar también cómo un arquitecto hace un edificio o una parlamentaria hace leyes en el Congreso. Existen múltiples formas en el hacer de los seres vivos, desde las más simples como caminar, hasta las más sofisticadas como fabricar una nave interplanetaria o componer una sinfonía. Examinaremos, en primer lugar, un fenómeno básico que está presente en todo el reino animal, y que es el de los instintos. A. Los instintos Caso: Al observar diferentes especies de arañas, los investigadores detectaron que si bien las telas que tejían tenían diferencias de una especie a otra, todas las arañas tejen su tela siguiendo un mismo diseño. Observando a los pájaros, constataron que comenzaban a hacer sus nidos aunque nunca vieron previamente cómo esto se hacía. S E G U N D A U N I D A D   •   Lo s Proc e s o s P s ico l ó g ico s B á s ico s

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Las investigaciones dicen, también, que las abejas siguen haciendo sus panales de la misma manera que las describía Virgilio, hace dos mil años: “Hablaré hoy de los instintos que las abejas Recibieron de Júpiter agradecido, Pues dieron alimento al rey del cielo Cuando nacía en la cueva de Dicteo. … Ellas son previsoras para el invierno Trabajan en el verano: guardan los frutos De su labor. Distribuyen las tareas: Unas buscan alimento en cercanías Y otras salen a los dilatados campos; Algunas trabajan adentro, afirmando Cimientos de la colmena con el jugo Del narciso, y el gluten de las cortezas, Y luego van construyendo con la cera Los numerosos estantes de celdillas. Y otras educan a las recientes crías Que van a ser la esperanza del enjambre…”. Virgilio, Geórgicas, IV. ¿Cómo se explica todo esto? ¿Qué hace que esos diferentes representantes del reino animal tengan esos comportamientos constantes? La acción, en su nivel más elemental, obedece a fuerzas instintivas que nos llevan a sobrevivir, a permanecer en la vida, a mantenernos a salvo de riesgos y amenazas. A estos fenómenos llamamos instintos. El hambre, el sueño, la sed, nos mueven a actos como alimentarnos, descansar, beber. Todo ello contribuye a que podamos mantenernos en nuestra existencia: a la conservación del individuo. El instinto sexual, por su parte, lleva a la conservación de la especie. El reino animal, como vemos, vive, sobrevive y permanece gracias a esta dinámica de la vida que llamamos instintos. Por eso se habla de las acciones instintivas como acciones en que el pensamiento no interviene, y en que el propósito final es conservar al individuo y a la especie. Los seres humanos, en cambio, tenemos conciencia de nuestros instintos y podemos ejercer algún control sobre ellos. Es el caso del instinto de comer, por ejemplo, que puede llegar a controlarse y regularse según la voluntad (las dietas para bajar de peso, las huelgas de hambre, ejercicios espirituales, etc.). También la conducta sexual humana es moldeable por las elecciones libres que la persona puede ejercer y por los factores culturales que dan forma a la afectividad en diferentes épocas y regiones. R asgos propios de las conductas instintivas, según los científicos de la escuela clásica

Cada especie animal tiene sus instintos propios, y dentro de cada especie todos los seres que la integran proceden del mismo modo en sus actividades instintivas. La araña no hace nidos. El castor no construye un hormiguero. El pájaro no hace un panal.

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El animal nace con el instinto, no tiene que aprenderlo. El pájaro, aunque nunca haya visto hacer un nido, procede a fabricar el suyo llegado el momento oportuno. El castor, aun separado de sus congéneres desde su nacimiento, en cuanto se le coloca en su medio natural se entrega con habilidad sorprendente a sus complicadas labores de ingeniería. El animal parece que hereda la tendencia a realizar esos actos de la misma manera que hereda la constitución anatómica y el funcionalismo fisiológico de su especie. El instinto pertenece al equipo de reacciones hereditarias del ser vivo; entra en juego fácilmente, de manera automática, sin necesidad de aprendizaje previo. El animal no sólo lleva a cabo los actos instintivos sin necesidad de aprendizaje, sino Nido de pájaro. que desde el primer momento la acción es perfecta. Por ejemplo, los pájaros recién salidos del nido cazan con gran maestría las moscas de que se alimentan. De lo anterior se deriva esta conclusión: el instinto no varía, no progresa, es fijo, es desde el principio lo que será después, y ningún aprendizaje puede perfeccionarlo, por la sencilla razón de que ya es perfecto al comenzar. El instinto es infalible: no se equivoca nunca. La avispa sphex clava su aguijón una sola vez en cada uno de los tres ganglios torácicos de su víctima, sin fallar nunca en esa operación, que se realiza con seguridad y exactitud sorprendentes.

Sphex ichneumoneus

Visión de los científicos modernos Según las nuevas investigaciones, pareciera que los naturalistas y psicólogos clásicos exageraron mucho los rasgos típicos del instinto. Puede aceptarse sin discusión el carácter específico del instinto (cada especie tiene sus propios instintos), aunque existen dentro de cada especie pequeñas diferencias individuales. En cuanto a la infalibilidad del instinto, pueden citarse ejemplos demostrativos de que ella no es tan absoluta como se pretendía. La gallina clueca, por ejemplo, se echa sobre huevos de pato sin darse cuenta del engaño. La abeja sigue con su trabajo habitual sobre flores artificiales pintadas de colores. S E G U N D A U N I D A D   •   Lo s Proc e s o s P s ico l ó g ico s B á s ico s

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También se ha repetido el experimento de agujerear una celda de panal, comprobándose que la abeja termina por reparar el daño causado, lo que contradice la idea clásica de que el instinto es inmutable. Las teorías de Darwin, por su parte, dieron cuenta de una mutación de los instintos cuando ello era necesario para sobrevivir en cambios producidos en el ecosistema. La dificultad con que se encontraban los animales frente a modificaciones climáticas o geográficas fue haciendo, según Darwin, que sólo sobrevivieran aquellos que podían desarrollar características físicas e instintivas que les permitieran conservarse en las nuevas condiciones. Fue lo que Darwin llamó la supervivencia del más apto. Esas nuevas conductas instintivas fueron heredándose después. El animal que no las heredaba o generaba se extinguía. Se ve por todo ello que el instinto es capaz de adaptarse a situaciones problemáticas, y de inventar respuestas nuevas que resuelvan las dificultades presentadas. A nivel humano, sobre la base de los instintos se ha construido una superestructura de hábitos y costumbres sociales que cada individuo tiene que aprender o adquirir. Comer, por ejemplo, es un instinto común a todos los seres humanos; pero sobre esa base instintiva se levanta todo un complicado sistema de usos y costumbres que varían de un país a otro, y aun dentro de cada país, y que cada uno de los componentes del grupo aprende en el curso de su vida. El instinto se hace cada vez más flexible a medida que se asciende en la escala zoológica Los psicólogos clásicos hablaron del “instinto”, en singular, abarcando bajo este nombre una serie de comportamientos o conductas que en realidad son muy diferentes. Pero no es lo mismo el instinto en los organismos inferiores que en el ser humano. Ese carácter de fijeza, de actividad automática que describieron los clásicos, se encuentra, en su mayor pureza, en los tipos menos desarrollados de la escala animal. En los insectos, por ejemplo, el comportamiento instintivo es casi fijo; pero a medida que se sube en la escala zoológica, el instinto se va haciendo cada vez más plástico y flexible, y la conducta instintiva va presentando un margen más amplio de variaciones individuales. Según vamos del insecto al humano, lo adquirido, lo aprendido por el individuo en el curso de su propia existencia, va desempeñando un papel más importante. De todo ello se deriva que en los insectos la actividad instintiva es casi perfecta en la primera prueba; por ejemplo, la mosca, en su primer vuelo mostrará la misma habilidad que ha de tener toda su vida; en los vertebrados, el aprendizaje ya desempeña una función de relativa importancia. En el hombre civilizado, la importancia de lo adquirido, de la educación y el aprendizaje, es inmensa. Clasificación de los instintos Clasificación de Morgan y Gilliland 1. Instintos de nutrición: A esta clase pertenecen no sólo las actividades que tienden a la búsqueda e ingestión de las materias alimenticias, sino también los comportamientos cuyo fin es, por ejemplo, el almacenamiento de víveres (instinto de las hormigas). 2. Instintos de reproducción: Esta clase comprende todas las actividades relativas a la conservación de la especie, incluyendo el cortejo de la hembra por el macho y el cuidado de la prole por los padres. 88

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3. Instintos de defensa: Se incluyen aquí el instinto de huir, el de esconderse, el de construir abrigos que ofrezcan protección. 4. Instintos de agresión: Esta clase comprende todas las formas de la conducta combativa. Depende de muchas circunstancias el que en una situación determinada el animal huya o luche. Los instintos de defensa y agresión pueden considerarse complementarios. 5. Instintos sociales: La presencia de sus congéneres despierta en el animal sus instintos sociales. Los sociólogos hablan de un instinto gregario que lleva a los animales y al hombre a unirse a sus semejantes, no por un cálculo de las ventajas que esa unión pueda proporcionarles, sino por el placer de estar juntos en sociedad. Resumen

R

El reino animal vive, sobrevive y permanece gracias a esta dinámica del funcionamiento vital que llamamos instinto. Por eso se habla de las acciones instintivas como acciones en que el pensamiento no interviene, y en que el propósito final es conservar al individuo y a la especie. Según la ciencia clásica, los instintos son específicos (propios de cada especie); inmediatamente perfectos (no requieren aprendizaje); innatos (nacemos con ellos) e inmutables (no cambian jamás). De acuerdo con la ciencia moderna, los instintos pueden variar y ser modificados, según los desafíos que plantee el medio ambiente.

Vocabulario

V

Instinto: Conjunto complejo de reacciones exteriores, determinadas, hereditarias, comunes a todos los individuos de una misma especie y adaptadas a una finalidad de la que el ser que actúa no tiene generalmente conciencia. Infalible: Que no falla nunca. Gregario: Sociable, que busca compañía.

Actividades

A

1. En grupos, analizar cómo se manifiesta en los seres humanos el instinto de comer, y si se diferencia de las conductas de los animales. Si hay diferencias, ¿a qué se deben? 2. Investigar las conductas, en diferentes especies, de las hembras con sus crías, especialmente en avestruces y pingüinos. Debate: ¿existe el instinto maternal?

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B. Los actos reflejos Casos: 1. Juan va a encender fuego para un asado. De pronto salta una chispa y le cae sobre el dedo. Antes de sentir dolor o saber de qué se trata, Juan ha retirado el dedo. 2. Susana va manejando un automóvil. De pronto algo se cruza por delante. Antes de saber qué es, y antes de pensar qué pasa, Susana ya ha puesto el pie en el freno. 3. Tom es el perro de Natalia. Cuando ella le dice: “Siéntate”, Tom se sienta de inmediato y la mira expectante. ¿Qué tienen en común todas estas situaciones? En todas ellas están presentes esas acciones que llamamos “actos reflejos”, y lo que tienen en común es que son respuestas inmediatas a ciertos estímulos y que en ellas no intervienen el pensamiento ni la voluntad. Un acto reflejo es una acción que se produce como respuesta a estímulos específicos recogidos por neuronas sensoriales. Constituye una respuesta involuntaria, y por lo tanto automática, no controlada por la conciencia. Muchos reflejos son vitales, como el de la digestión, el movimiento de la rótula y del corazón. En el perro es fácil observar varios de ellos, por ejemplo, cuando levanta las orejas ante un ruido extraño. Es un reflejo también el que se produce con el aumento de la luz, que da como resultado la contracción del iris, y con ello la reducción del tamaño de la pupila, a fin de que la cantidad de luz que va a la retina sea menor, y no la dañe. Los reflejos pueden ser de dos tipos: incondicionados y condicionados. Los reflejos incondicionados son aquellos reflejos innatos, presentes al nacimiento, más o menos invariables. Este tipo de reflejos permite una determinada adaptación del organismo a las condiciones del medio ambiente y juega un papel indispensable en la supervivencia del individuo. Sin embargo, los reflejos incondicionados no pueden garantizar el desarrollo del individuo, dada su adaptación limitada. Es necesario tener otras formas de respuesta capaces de cambiar, de acuerdo con las modificaciones de las condiciones del medio. Estas formas nuevas y cambiables de reacción que se forman en el curso de la vida del organismo y que se realizan por la mediación de la corteza cerebral, son lo que se denomina reflejos condicionados. Cuando se instaura un reflejo condicionado, un estímulo que anteriormente tenía una connotación indiferente para el individuo se hace señal de otro estímulo que tiene una significación directa para el organismo. El fisiólogo ruso Iván Pavlov (1849-1936) hizo numerosos estudios con perros y sistematizó un tipo de aprendizaje, que es el siguiente: Condicionamiento clásico o respondiente Él observó en el perro con el cual estaba haciendo el experimento que éste salivaba al ver la carne, puso un dispositivo para recoger la saliva del perro y poder medir los resultados. El perro había aprendido que la carne era su alimento y no era necesario que estuviera comiéndola para segregar saliva, sino que le bastaba el verla. Pavlov agregó a este estímulo natural uno Aparato de investigación de Pavlov.

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artificial; inmediatamente antes de llevar el alimento al perro hacía sonar una campana. Al poco tiempo de estar unidos estos dos estímulos, el perro empezó a salivar al sonido de la campana; o sea, el perro respondió a un estímulo artificial unido al estímulo natural; a este fenómeno le llamó Pavlov reflejo condicionado. Es lo que sucede, por ejemplo, en el caso del comienzo, en que el perro se sienta al recibir la orden. El sonido de la palabra se convierte en señal del estímulo incondicionado: los gestos de cariño o el alimento que recibió durante el adiestramiento. Es decir, el estímulo previamente indiferente –el sonido “siéntate”– ha adquirido una función de señal. La dinámica de la formación de los reflejos condicionados sigue un complejo proceso de fases y condiciones; para que se forme, es indispensable que el estímulo que ha de convertirse en señal del reflejo condicionado actúe simultáneamente con el estímulo incondicionado, o mejor, que lo preceda de un tiempo breve. Resumen

R

El acto reflejo es una acción que se produce como respuesta a estímulos específicos, constituyendo una respuesta involuntaria, y por lo tanto automática, no controlada por la conciencia. El reflejo es una manifestación de la vida activa común a toda una especie, pero, a diferencia del instinto, es de carácter local (no compromete a todo el organismo, sino a una pequeña parte de éste) y no tiene por objeto la supervivencia del individuo. Podemos distinguir entre reflejos condicionados e incondicionados. Los condicionados requieren por un tiempo de un factor externo (condicionante) para que se automaticen más tarde.

Vocabulario

V

Acto reflejo: Es la acción realizada por estructuras del sistema nervioso, en respuesta a un estímulo específico, en que no intervienen el pensamiento ni la voluntad. Reflejos incondicionados: Son aquellos reflejos innatos, y que tienen lugar básicamente en las secciones del sistema nervioso central, situadas por debajo de la corteza cerebral: subcorteza y médula espinal. Reflejo condicionado: Es la acción que responde a un estímulo que anteriormente tenía una connotación indiferente para el individuo, y que se hace señal de otro estímulo significativo para el organismo.

Actividades

A

1. Establecer la diferencia entre instintos y actos reflejos, señalando qué sucedería en la vida humana si alguno de ellos no existiera. 2. Discutir en grupos: ¿está presente el instinto en el amor?

C. Los hábitos Caso: Marta, Josefina y Rodrigo son tres hermanos. Marta y Rodrigo van de inmediato a lavarse las manos y a comer algo cuando llegan del colegio. Josefina no lo hace. Ella corre a saludar a Mimo, su perrito, y se queda jugando con él. Los tres niños hacen siempre lo mismo. La mamá quiere que Josefina se lave las manos y coma alguna cosa antes de jugar con Mimo. Pero tiene que recordárselo cada vez. S E G U N D A U N I D A D   •   Lo s Proc e s o s P s ico l ó g ico s B á s ico s

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En el ejemplo que vimos, los niños tenían diferentes hábitos. Después de un tiempo de recibir las indicaciones de su madre, Josefina adquiere también el hábito de lavarse y comer antes de ir a jugar con Mimo. ¿Qué hábitos tiene usted? ¿Cómo los adquirió? ¿Qué es un hábito? Un hábito es una forma de conducta adquirida por la repetición de los mismos actos. Los hábitos tienen connotaciones culturales; por ejemplo, un hábito es lavarse los dientes con un cepillo, tomar la sopa con la cuchara o andar en bicicleta. Durante el primer año de vida, los niños aprenden básicamente dos hábitos: comer y dormir a ciertas horas y de determinada manera. El hambre es una necesidad del cuerpo, pero comer bien es algo que se aprende; y lo mismo sucede con el sueño. Veamos un ejemplo: Cuando la madre de un niño de siete meses quiere darle su comida, lo sienta en una sillita, le pone una servilleta, toma un plato y una cuchara. Y repite estos actos cada vez que le da de comer. A base de repetición, gracias a esta asociación de elementos externos con el acto que estamos enseñando, el niño va ganando seguridad. Sucede así que cuando tiene nueve meses, y sólo con ponerle el babero y sentarlo en la sillita, el niño ya mueve las manos, debido a la repetición anterior, porque sabe que a continuación viene la comida. El niño se siente seguro con su hábito. Analicemos ahora el hábito del sueño: por ejemplo, supongamos que damos al niño la mano para que se duerma. Ese va a ser el elemento externo que el niño asocie a su sueño. Una vez que se ha dormido nos vamos. Pero ¿qué pasa si se despierta? Como no sabe hablar, reclama el elemento externo que ha asociado a su sueño. Si los padres no saben esto, van cambiando: un día le dan agua, al segundo le cantan, al tercero le bailan, al cuarto le dan la mano, al quinto lo llevan a su cama para que duerma con ellos… Es decir, sin darse cuenta van cambiando los elementos externos asociados al hábito. Y con ello, lógicamente, se genera inseguridad en el niño. Las conductas habituales son acciones que, después de haberse repetido muchas veces, se van mecanizando en tal forma que se realizan también muy rápidamente y de manera casi automática. Los hábitos se refuerzan por su repetición y se estabilizan, lo que permite la reducción del gasto de energía nerviosa, disminuye el cansancio y asegura la realización rápida y correcta de la acción. Existen hábitos que no son convenientes para la salud mental o física y que cuesta erradicar. Cuando esta dificultad llega al extremo que nos parece imposible deshacernos de ella, los llamamos “vicios”. Así como hay otros que contribuyen a potenciar el desarrollo y la eficacia de gran cantidad de comportamientos. Por ejemplo, la gimnasia, orientada a la salud; las conductas morales, orientadas a la virtud. Los hábitos muy arraigados llevan a rutinas que a veces adormecen las capacidades creativas. Muchas veces un cambio de hábitos consciente lleva consigo la 92

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innovación. Para algunos autores, la innovación reside en lo que llaman nuestra zona de “expansión”: un lugar de nuestra existencia en el que no nos sentimos cómodos con nuestros hábitos, lo que nos lleva a buscar otros nuevos. Algunos estudios de la neurociencia ya han demostrado que, cuando desarrollamos de manera consciente nuevos hábitos, nuestro cerebro crea nuevas rutas sinápticas (zona de contacto entre dos neuronas) e incluso nuevas células cerebrales, lo que puede producir un “salto” en nuestros pensamientos. Resumen

R

Las conductas habituales son acciones que después de haberse repetido muchas veces, se van mecanizando de manera que se realizan también muy rápidamente y en forma casi automática. Ellas tienen la ventaja de constituir un ahorro de energía y de incrementar la rapidez y eficiencia de la acción. Hay hábitos que fortalecen el desarrollo personal y la convivencia, así como hay otros que resultan dañinos para la salud física y mental. Muchas veces un cambio de hábitos consciente lleva consigo la innovación. Para algunos autores, la innovación reside en lo que llaman nuestra zona de “expansión”: un lugar de nuestra existencia en el que no nos sentimos cómodos con nuestros hábitos, lo que nos lleva a buscar otros nuevos.

Vocabulario

V

Sinápticas (de “sinapsis”): El proceso de comunicación entre neuronas. Hábito: Forma de conducta aprendida a base de repetición y que se hace semiautomática. Vicio: Hábito que se considera malo, sobre todo desde el punto de vista moral. Virtud: Cualidad moral de las personas que practican habitualmente el bien.

Actividad

A

En parejas, interpretar las siguientes citas. Ilustrar su interpretación con ejemplos concretos: “Los vicios vienen como pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos”. Confucio. “Nadie se desembaraza de un hábito o de un vicio tirándolo de una vez por la ventana; hay que sacarlo por la escalera, peldaño a peldaño”. Mark Twain.

D. Los actos voluntarios Caso: Gabriela está haciendo un trabajo que debe presentar al colegio al día siguiente. Recibe un llamado de su amiga Francisca, quien le propone salir a dar una vuelta en bicicleta. Gabriela se ve enfrentada a una disyuntiva: la tarde está tan agradable…, qué bueno sería ir a dar un paseo en bicicleta con su amiga. Y, por otra parte, está entusiasmada con el trabajo que debe presentar y que está saliendo muy bueno. ¿Qué será mejor? Le dice a Francisca que espere unos minutos, y que la llamará para darle una respuesta. ¿Qué contestaría usted? Sea cual fuere la respuesta, lo que haga Gabriela (o usted) constituye un acto voluntario. Un acto en que están presentes las razones de la decisión, así como las consecuencias que ella implica. S E G U N D A U N I D A D   •   Lo s Proc e s o s P s ico l ó g ico s B á s ico s

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La voluntad es uno de los procesos psicológicos distintivos de los seres humanos. Su facultad primordial es la de regular el comportamiento. Consiste en la capacidad de actuar conscientemente, dirigiendo las actividades hacia un fin predeterminado. La palabra voluntad procede del latín volo, que significa querer. Es un acto intencional, de orientarse con decisión hacia algo que considera positivo y valioso. Etimológicamente, por lo tanto, la voluntad se puede definir como la potencia o facultad del querer. Podríamos decir que la voluntad es la facultad que nos permite convertir en actos nuestros pensamientos a partir de la libre elección que hacemos entre alternativas diversas, decidiendo seguir o rechazar un objetivo propuesto por nuestra inteligencia. En la decisión intervienen también factores afectivos y biológicos, de tal manera que el acto voluntario es una síntesis compleja de los diferentes aspectos de nuestra vida psíquica y física. Además de eso, tenemos conciencia de la finalidad, elemento que distingue el acto voluntario de cualquier otro acto: sabemos a qué apuntamos. Y también tenemos conocimiento de los efectos de cada uno de los pasos para llegar a ese objetivo, es decir, sabemos que ejercemos determinado acto y que este acto tiene consecuencias. Es importante distinguir entre actos involuntarios, impulsos y actos voluntarios. Actos involuntarios Los actos involuntarios son aquellos que se ejecutan independientemente de nuestra deliberación. Aquí la inteligencia no interviene. Es el caso, por ejemplo, de las actividades correspondientes a nuestro organismo, tales como las funciones de nuestro sistema nervioso, de nuestro aparato circulatorio, etc., u otros como atropellar a un perro, o decir algo o realizar un acto que no tuvo en cuenta el daño o beneficio que podía causar. Impulso El impulso es la tendencia casi irrefrenable a ejecutar un acto. Sin embargo, el impulso puede ir acompañado de una cierta dosis de deliberación, con lo que muchas veces se logra frenarlo si se estima dañino o inconveniente. Las veces que logramos frenar un impulso (de insultar, de gritar, de golpear, de acariciar) experimentamos corporalmente el esfuerzo para reprimirlo (“sentí el calor en la cara y la tensión en el cuerpo”. “Me reventé por dentro, pero no lo insulté”). En otras ocasiones, los impulsos llevan a acciones generosas, solidarias o importantes para el desarrollo de la persona. El acto voluntario La voluntad es una facultad psicológica que nos mueve a hacer algo. En un lenguaje más operativo diríamos: disposición interior para llevar algo a cabo, anticipando consecuencias. Es el caso del alumno que en septiembre es capaz de tener un plan 94

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de estudio, porque está ya pensando en los exámenes de diciembre. Cuando lleva a cabo su plan, decimos que ha realizado un acto voluntario. La voluntad es propia del ser humano, tanto como la razón. Para un niño o un adolescente o un joven, educar la voluntad significa, en primer término, no focalizarse en el instante inmediato, sino en el esfuerzo de apuntar hacia el futuro. Lo inmediato es superado por lo que se ve más lejos. La voluntad es una de las grandes dimensiones de la vida humana. Cuántos hay que se proponen grandes proyectos, que vislumbran sueños y que, por fragilidad de su voluntad, no son capaces de llevarlos a la realidad. Para que tenga lugar un acto propiamente voluntario, las personas deben tener conciencia de lo que quieren realizar y para qué. Existe un alto grado de conciencia en esta dimensión del psiquismo humano. Esto significa que hay –aunque sea en un nivel muy rápido y fugaz– una decisión. El acto voluntario obedece a una opción que se ha privilegiado sobre las otras. Se estiman los pros y los contras, las ventajas y desventajas, las consecuencias y los efectos de distinta índole que están en juego. Motivaciones afectivas, análisis racionales, etc. Finalmente, se opta por una acción determinada y se realiza o no. Hay una distinción que se encuentra en el pensamiento clásico, entre desear y querer. Desear significa pretender algo, pero desde el punto de vista afectivo, en el sentido de que el cumplimiento de ese deseo nos traerá agrado, placer o satisfacción. Desearía ser más estudiosa, más ordenada, aprovechar mejor el tiempo, o ser más culta o mejorar mi carácter…, pero frecuentemente eso no resulta ser sino un pensamiento pasajero, que no se traduce en acción. Querer es buscar algo. Poner toda la voluntad en ese empeño. Ello nos lleva a una determinación, a un esfuerzo concreto que no se dispersa, de modo de poder alcanzarlo. En la dinámica del acto voluntario están presentes varios factores: Encontramos, en primer lugar, la existencia de un fin, esto es, la representación o anticipación mental del resultado que se pretende alcanzar con la acción. El fin responde a la pregunta “¿para qué?”… Queremos algo: lograr una meta; realizar un proyecto; tener una cosa; ser de una cierta manera. La inteligencia formula ese objetivo, que nos aparece como deseable. Pero la finalidad que se pretende alcanzar con este acto ha de lograrse de algún modo. Cuando hablamos de los pasos que hay que dar para llevar a cabo el acto voluntario, para conseguir el fin propuesto, estamos hablando de los medios. Estos se hallan respondiendo a la pregunta “¿cómo?”. Es una etapa de deliberación: pesamos los pros y los contras; examinamos los medios o procedimientos que nos permitirán alcanzar el objetivo; medimos las consecuencias. En esta etapa interviene poderosamente la motivación. Las personas que ponen énfasis en esta fase del acto voluntario son del tipo reflexivo: sopesan la mayoría de las consecuencias de sus actos, son controladas, intentan ajustar sus actos a su entorno. Llevado al extremo, sería el escrupuloso, que es el que reflexiona tantas veces, que casi siempre se queda sin realizar el acto. El escrupuloso es el que duda excesivamente, como Hamlet, que había inspeccionado todo, que sabía lo que tenía que hacer, pero no podía desligarse de todo ese círculo de pensamiento deliberativo. El opuesto del tipo reflexivo es el impulsivo que, sin pesar consecuencias, se lanza a la acción. Después de la etapa de deliberación, que puede ser muy breve o muy larga –según se trate de una persona impulsiva o reflexiva– viene el momento de tomar la decisión. Optamos, entonces, por un determinado curso de acción. S E G U N D A U N I D A D   •   Lo s Proc e s o s P s ico l ó g ico s B á s ico s

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Es importante señalar que una cosa es el proceso psicológico, y otra son los actos mismos. Hasta el momento nos hemos movido en los procesos psicológicos. El acto voluntario culmina con la ejecución de la acción propuesta o con la abstención de algo que queremos eliminar de nuestra vida o de un aspecto de ella. Los actos morales Existen actos humanos voluntarios que entran en la categoría de lo que llamamos “actos morales”. Ellos son actos que podemos elegir realizar o no, y que valoramos según las normas y criterios morales que hayamos asumido previamente. La elección de los medios adecuados para la consecución de nuestros fines es fundamental para la valoración moral de nuestras acciones. Podría decirse que el fin no justifica los medios y, en este sentido, valorar negativamente toda acción que utilice malos medios. El elemento que completa la estructura de los actos voluntarios que llamamos actos morales es su resultado, sus consecuencias. Podemos prever en gran medida estas consecuencias y, al menos, estamos obligados a intentarlo. Por ejemplo: cuando nos excusamos por alguna acción, culpando a otra persona, podemos influir en su reputación, causándole un daño. Emprendimiento y voluntad Cuando la voluntad se orienta a la innovación, a modificar las circunstancias para mejorar las condiciones existentes, a generar nuevas obras y aportes en algún dominio de la vida humana, hablamos de “emprendimiento”. El emprendimiento es una de las manifestaciones más altas de la voluntad, por cuanto apunta a realizar acciones innovadoras y precisas que llevan a convertir en realidad los sueños. Es así que la acción emprendedora genera nuevas soluciones y miradas que se traducen en acciones concretas desde una actitud activa, protagonista y realizadora. Esta actitud emprendedora se encuentra presente en todos los dominios de la acción humana. En las artes, Picasso, Miguel Ángel, Bach, los Beatles, Neruda, Cervantes, Fellini, por mencionar unos pocos, fueron grandes emprendedores. En las ciencias, Pasteur, Einstein, y tantos otros. En el mundo de la tecnología y de la empresa, el emprendimiento es un tema central. En la política, los grandes avances de los países descansan en la visión y capacidad de emprendimiento de los gobernantes y participantes en las políticas públicas que sirven a la ciudadanía. Para potenciar las acciones de emprendimiento es necesario desarrollar la capacidad de innovación, la capacidad resolutiva y el fortalecimiento de la voluntad. Educar la voluntad ¿Cómo educar la voluntad? Pautas de conducta positiva para desarrollar la voluntad, según el Dr. Enrique Rojas, experto en este tema: 96

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1. La repetición de actos lleva a fortalecer la voluntad, y a generar el hábito de llevar a cabo lo que uno se propone. 2. Lo primero que necesitamos para ir educando la voluntad es ser capaces de renunciar a la satisfacción que nos produce lo urgente, lo que pide paso sin más. 3. Saber lo que se piensa es parte de la educación de la voluntad. Cualquier aprendizaje se adquiere más fácilmente a medida que la motivación es mayor. Si no sabemos lo que queremos y si no estamos ilusionados por alcanzar algo, es difícil que podamos poner en marcha los actos necesarios para desarrollar la voluntad. 4. Es fundamental tener objetivos claros, precisos, bien delimitados y estables. A nuestra mente se le hace muy difícil tolerar la dispersión de objetivos o abarcar más de lo que se puede. 5. Una persona con voluntad alcanza las metas que se había propuesto si es constante. Son factores clave en este aspecto, según el Dr. Rojas, “el orden, la tenacidad, la disciplina, la alegría que no desfallece y la mirada puesta en lo alto del camino”. Existen insuficiencias en la práctica de la voluntad que pueden llegar hasta la patología. A esta incapacidad de realizar actos voluntarios se le llama “abulia”. Existen dos tipos de abulia: a) La abulia de decisión: esta se produce al nivel de la etapa de decisión y consiste en que la persona pesa el pro y el contra, las consecuencias, los fines, los medios, y se queda en esa deliberación indefinidamente, sin poder decidir nada. En consecuencia, naturalmente, no “hace” nada. b) La abulia de ejecución: la persona decide claramente, y sin duda alguna, qué es lo que hay que hacer. Y, sin embargo, no puede llevar a efecto su decisión. No es capaz de pasar del pensamiento a la acción misma. Tampoco “hace” nada. No tiene la fuerza interior para llevar a cabo lo propuesto. Resumen

R

La voluntad es una facultad psicológica que nos mueve a hacer algo. La disposición interior para llevar a cabo algo, anticipando consecuencias. Entre los factores que se encuentran presentes en el acto voluntario están: el fin, los medios, la deliberación, la decisión y, finalmente, la ejecución del acto. La voluntad es una capacidad que puede ser cultivada y desarrollada a lo largo de la vida. Una de las más altas expresiones de la voluntad es el emprendimiento.

Vocabulario

V

Voluntad: Capacidad de actuar conscientemente, dirigiendo las actividades hacia un fin predeterminado. Emprendimiento: Cualidad que lleva a realizar acciones innovadoras. Abulia: Insuficiencia en la práctica de la voluntad, que lleva a dejar sin efecto el acto propuesto, ya sea por incapacidad de decidir o por incapacidad de ejecutar. S E G U N D A U N I D A D   •   Lo s Proc e s o s P s ico l ó g ico s B á s ico s

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Actividades

A

1. Compare las acciones de un ladrón de joyas y una urraca (un pájaro de la familia de los cuervos que tiene la costumbre de llevar a su nido todos los objetos brillantes que encuentra). ¿Podemos valorarlas de la misma manera? ¿Por qué? 2. En grupos, identificar situaciones en las que estamos obligados a conocer las posibles consecuencias de nuestros actos (por ejemplo: beber alcohol cuando se va a conducir). Reflexionar sobre cuál es nuestra actitud frente a esas situaciones. 3. Recuerde una circunstancia en que alguien –o usted mismo– tuvo que enfrentarse a una dificultad o desafío que debió abordar con creatividad, con persistencia y claridad de objetivos. Identifique esos logros y a qué se debieron, a su juicio.

TEXTO COMPLEMENTARIO Monólogo de Hamlet Ser o no ser, esa es la cuestión: si es más noble para el alma soportar las flechas y pedradas de la áspera Fortuna o armarse contra un mar de adversidades y darles fin en el encuentro. Morir, dormir, nada más. Y si durmiendo terminaran las angustias y los mil ataques naturales herencia de la carne, sería una conclusión seriamente deseable. Morir, dormir:

“Hamlet y Horacio delante de los Sepultureros”, Litografía de Eugenio Delacroix, 1843.

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dormir, tal vez soñar. Sí, ese es el estorbo; pues ¿qué podríamos soñar en nuestro sueño eterno ya libres del agobio terrenal? es una consideración que frena el juicio y da tan larga vida a la desgracia. Pues, ¿quién soportaría los azotes e injurias de este mundo, el desmán del tirano, la afrenta del soberbio, las penas del amor menospreciado, la tardanza de la ley, la arrogancia del cargo, los insultos que sufre la paciencia, pudiendo cerrar cuentas uno mismo con un simple puñal? ¿Quién lleva esas cargas, gimiendo y sudando bajo el peso de esta vida, si no es porque el temor al más allá, la tierra inexplorada de cuyas fronteras ningún viajero vuelve, detiene los sentidos y nos hace soportar los males que tenemos antes que huir hacia otros que ignoramos? La conciencia nos vuelve unos cobardes, el color natural de nuestro ánimo se mustia con el pálido matiz del pensamiento, y empresas de gran peso y entidad por tal motivo se desvían de su curso y ya no son acción. William Shakespeare, Hamlet, Acto III, 1. (To be or not to be – that is the question: Whether ‘tis nobler in the mind to suffer The slings and arrows of outrageous fortune, Or to take arms against a sea of troubles And, by opposing, end them. To die, to sleep, No more – and by a sleep to say we end The heartache and the thousand natural shocks That flesh is heir to – ‘tis a consummation Devoutly to be wished. To die, to sleep To sleep, perchance to dream. Ay, there’s the rub, For in that sleep of death what dreams may come, When we have shuffled off this mortal coil, Must give us pause. There’s the respect That makes calamity of so long life. For who would bear the whips and scorns of time, Th’oppressor’s wrong, the proud man’s contumely, The pangs of despised love, the law’s delay,

The insolence of office, and the spurns That patient merit of th’unworthy takes, When he himself might his quietus make With a bare bodkin? Who would fardels bear, To grunt and sweat under a weary life, But that the dread of something after death, The undiscovered country from whose bourn No traveler returns, puzzles the will And makes us rather bear those ills we have Than fly to others that we know not of? Thus conscience does make cowards of us all, And thus the native hue of resolution Is sicklied o’er with the pale cast of thought, And enterprises of great pitch and moment With this regard their currents turn awry, And lose the name of action.)

Comentarios respecto del texto: En parejas, analizar la deliberación de Hamlet: ¿A qué se refiere su pregunta? ¿Cuáles son sus argumentos en pro y en contra? ¿Corresponde su actitud a algún tipo de abulia? Justifique su respuesta. S E G U N D A U N I D A D   •   Lo s Proc e s o s P s ico l ó g ico s B á s ico s

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AUTOEVALUACIÓN Cuando el sol se puso, el hombre se acuclilló junto al sendero y preparó una cena frugal y escuchó el crepitar de las llamas mientras se llevaba la comida a la boca y masticaba con aire pensativo. Había sido un día no muy distinto de otros treinta, con muchos hoyos cuidadosamente cavados en las horas del alba, semillas echadas en los hoyos, y agua traída de los brillantes canales. Ahora, con un cansancio de hierro en el cuerpo delgado, yacía de espaldas y observaba cómo el color del cielo pasaba de una oscuridad a otra. Se llamaba Benjamín Driscoll, tenía treinta y un años, y quería que Marte creciera verde y alto con árboles y follajes, produciendo aire, mucho aire, aire que aumentaría en cada temporada. Los árboles refrescarían las ciudades abrasadas por el verano, los árboles pararían los vientos del invierno. Un árbol podía hacer muchas cosas: dar color, dar sombra, fruta o convertirse en paraíso para los niños; un universo aéreo de escalas y columpios, una arquitectura de alimento y de placer, eso era un árbol. Pero los árboles, ante todo, destilaban un aire helado para los pulmones y un gentil susurro para los oídos, cuando uno está acostado de noche en lechos de nieve y el sonido invita dulcemente a dormir. Benjamín Driscoll escuchaba cómo la tierra oscura se recogía en sí misma, en espera del sol y las lluvias que aún no habían llegado. Acercaba la oreja al suelo y escuchaba a lo lejos las pisadas de los años e imaginaba los verdes brotes de las semillas sembradas ese día; los brotes buscaban apoyo en el cielo, y echaban rama tras rama hasta que Marte era un bosque vespertino, un huerto brillante. En las primeras horas de la mañana, cuando el pálido sol se elevase débilmente entre las apretadas colinas, Benjamín Driscoll se levantaría y acabaría en unos pocos minutos con un desayuno ahumado, aplastaría las cenizas de la hoguera y empezaría a trabajar con los sacos a la espalda, probando, cavando, sembrando semillas y bulbos, apisonando levemente la tierra, regando, siguiendo adelante, silbando, mirando el cielo claro cada vez más brillante a medida que pasaba la mañana. –Necesitas aire –le dijo al fuego nocturno. El fuego era un rubicundo y vivaz compañero que respondía con un chasquido, y en la noche helada dormía allí cerca, entornando los ojos, sonrosados, soñolientos y tibios. –Todos necesitamos aire. Hay aire enrarecido aquí en Marte. Se cansa uno tan pronto… Es como vivir en la cima de los Andes. Uno aspira y no consigue nada. No satisface. Se palpó la caja del tórax. En treinta días, cómo había crecido. Para que entrara más aire había que desarrollar los pulmones o plantar más árboles. –Para eso estoy aquí –se dijo. El fuego le respondió con un chasquido–. En las escuelas nos contaban la historia de Juanito Semillasdemanzana, que anduvo por Estados Unidos plantando semillas de manzanos. Bueno, pues yo hago más. Yo planto robles, olmos, arces y toda clase de árboles; álamos, cedros y castaños. No pienso sólo en alimentar el estómago con fruta, fabrico aire para los pulmones. Cuando estos árboles crezcan algunos de estos años, ¡cuánto oxígeno darán! Recordó su llegada a Marte. Como otros mil paseó los ojos por la apacible mañana y se dijo: –¿Qué haré yo en este mundo? ¿Habrá trabajo para mí? Luego se había desmayado. Volvió en sí, tosiendo. Alguien le apretaba contra la nariz un frasco de amoníaco. –Se sentirá bien en seguida –dijo el médico. –¿Qué me ha pasado? –El aire enrarecido. Algunos no pueden adaptarse. Me parece que tendrá que volver a la Tierra. 10 0

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–¡No! Se sentó y casi inmediatamente se le oscurecieron los ojos y Marte giró dos veces debajo de él. Respiró con fuerza y obligó a los pulmones a que bebieran en el profundo vacío. –Ya me estoy acostumbrando. ¡Tengo que quedarme! Lo dejaron allí, acostado, boqueando horriblemente, como un pez. “Aire, aire, aire –pensaba–. Me mandan de vuelta a causa del aire”. Y volvió la cabeza hacia los campos y colinas marcianos, y cuando se le aclararon los ojos vio en seguida que no había árboles, ningún árbol, ni cerca ni lejos. Era una tierra desnuda, negra, desolada, sin ni siquiera hierbas. Aire, pensó, mientras una sustancia enrarecida le silbaba en la nariz. Aire, aire. Y en la cima de las colinas, en la sombra de las laderas y aun a orillas de los arroyos, ni un árbol, ni una solitaria brizna de hierba. ¡Por supuesto! Sintió que la respuesta no le venía del cerebro, sino de los pulmones y la garganta. Y el pensamiento fue como una repentina ráfaga de oxígeno puro, y lo puso de pie. Hierba y árboles. Se miró las manos, el dorso, las palmas. Sembraría hierba y árboles. Esa sería su tarea, luchar contra la cosa que le impedía quedarse en Marte. Libraría una privada guerra hortícola contra Marte. Ahí estaba el viejo suelo, y las plantas que habían crecido en él eran tan antiguas que al fin habían desaparecido. Pero ¿y si trajera nuevas especies? Árboles terrestres, grandes mimosas, sauces llorones, magnolias, majestuosos eucaliptos. ¿Qué ocurriría entonces? Quién sabe qué riqueza mineral no ocultaba el suelo, y que no asomaba a la superficie porque los helechos, las flores, los arbustos y los árboles viejos habían muerto de cansancio. –¡Permítanme levantarme! –gritó–. ¡Quiero ver al coordinador!

Ray Bradbury, La mañana verde (fragmento). Ejercicio: Recorra los temas tratados en la Unidad 2 y vaya verificando la presencia o ausencia, en Benjamín, de los fenómenos que en ella se tratan. Hay algunos que no están descritos, pero que están implícitos, y que usted debe descubrir. Si ha identificado al menos tres fenómenos en cada una de las secciones estudiadas, su resultado es excelente.

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