MUNDOS MÁGICOS, METÁFORAS DE REALIDADES CRÍTICAS
Por Juan Argelina y Eduardo Nabal
El 17 de noviembre de 1918, el dadaísta Johannes Baader entró en la catedral de Berlín y gritó: "El Dadá salvará al mundo. ¡Al infierno con Cristo! ¿Quién es Cristo para ti? Es igual que tú... ¡Le importa un carajo! ¡Nos importa un carajo Jesucristo! ¡Vosotros sois los que os burláis de Cristo, os importa un carajo! ¡Cristo es una salchicha!". Su acto de blasfemia fue emulado años más tarde, el 9 de abril de 1950, por cuatro jóvenes franceses en la catedral de Notre-Dame de París. En plena misa de Pascua, Michael Mourre subió al altar y leyó lo siguiente: "Hoy día de Pascua del Año Santo, aquí, en la insigne iglesia de Notre-Dame de París, acuso a la Iglesia católica universal de haber desviado letalmente nuestra fuerza vital hacia un cielo vacío. Acuso a la Iglesia católica de estafa. Acuso a la Iglesia católica de infectar el mundo con su moralidad fúnebre, de ser la llaga que se extiende en el cuerpo descompuesto de Occidente. En verdad os digo: Dios ha muerto. Vomitamos la agonizante estupidez de vuestras plegarias, pues vuestras plegarias han sido el humo pringoso de los campos de batalla de nuestra Europa. Sumergíos pues en el trágico y exaltante desierto de un mundo en el que Dios ha muerto, y labrad esta tierra con vuestras manos desnudas, con vuestras manos orgullosas, con vuestras manos sin plegarias. Hoy, día de Pascua del Año Santo. Aquí, en la insigne iglesia de Notre-Dame de Francia, proclamamos la
muerte de Cristo-dios, para que el hombre pueda vivir por fin". Mourre fue enviado a un psiquiátrico, donde un médico le declaró "ortosexual". Los dos hechos, ocurridos en un contexto posbélico (primera y segunda guerras mundiales respectivamente), buscaban una catarsis y revulsión de la conciencia colectiva, mediante una acción drástica y simbólica, que enlazaba tanto con las corrientes filosóficas nihilistas y la crítica marxista a la religión ("Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel", de Marx), como con la tradición milenarista que desde la Edad Media había producido movimientos revolucionarios contra el poder de la Iglesia: los cátaros, los husitas, la secta de los Vociferantes de Abiezer Coppe, la Hermandad del Espíritu Libre, o los seguidores de John de Leyden en su revuelta de Münster en 1535, donde el dinero fue abolido y la puertas de las casas debían permanecer abiertas día y noche. Hace dos años tres rockeras encapuchadas entraron a dar un concierto punk en la Iglesia Ortodoxa de Moscú. Su acción fue provocadora no por ellas en sí mismas ni lo que cantaron sino por el escenario a la
antigua usanza, faustu-oso,
sus
momias/monjes frágiles y de aspecto ridículo, las fuerzas policiales al Servicio de Putin y un tipo de fervor en los feligreses que oculta o se evade las heridas del pueblo Ruso bajo el mandato de un dictador machista y barroco. Fueron tratadas legalmente como “brujas” de otros tiempos. Entre los precursores del psicoanálisis o las ciencias de la mente se encuentran como cuenta Peter Sloterdijk en su novela histórica “El árbol mágico” mesmeristas, hipnotizadores, estudiosos, médicos
y curanderos de
antes y después de la Revolución Francesa que crearon los primeros asilos y señalaron a las “mujeres malvadas”, las parteras, las insumisas del género o los hombres infames, lo Eclesiásticos
que produjo el primer “gran encierro”. De Brujas y Poderes
y médicos nos han hablado Deidre English, Barbara Enreich, Silvia
Federecci y, en otros terrenos, Pilar Pedraza y Jeannette Winterson.
En este panorama de lucha por la salubridad y el capitalismo y sus fases Crowley seguía haciendo experimentos. Hoy el famoso millonario alquimista estaría mas cerca de Jodorowsky que de algunos que dicen haberlo estudiado pero que inflitran mensajes de cristianismo y budismo barato en sus pésimos libros como Coehlo o Punset. Por no hablar de esa bestia de la estupidez humana que es, en ocasiones, el famoso Bucay. Todos de moda pero a la moda, psicología de supermercado y con resabios de la sección femenina
A lo largo del tiempo siempre existió esa "corriente alternativa", esa "otra Historia", que bajo símbolos y metáforas que codificaban el conocimiento censurado y reprimido por el poder, afirmaba y reivindicaba que la historia debía construirse por el ser humano corriente, y debería ser vista como tal. Las palabras de Mourre hallaban eco en épocas pasadas, porque hasta hoy día, mirando hacia ese pasado, no hallamos más que una historia de muertos y fantasmas, que se ha plasmado en innumerables representaciones estéticas a lo largo del tiempo: bajo la luz mágica de las catedrales góticas se celebraba hasta el siglo XVI la "Fiesta de los Locos", fiesta hermética que no era sino una sátira de un clero ignorante que representaba a una Iglesia opresora. En ella solía estar el carro del Triunfo de Baco, tirado por dos centauros, desnudos, acompañando a Pan. Era un carnaval obsceno que tomaba posesión del sitio sagrado. En la catedral de Estrasburgo aún se puede ver un bajorrelieve que reproduce una de estas procesiones, en el que vemos un cerdito seguido de asnos vestidos de sacerdotes, y monos provistos con diversos atributos religiosos, así como una zorra encerrada en una urna. Toda esta simbología pertenece a una "sabiduría oculta" que, conocida por algunos iniciados, conecta con tradiciones precristianas, preservadas en sociedades secretas como la "Golden Down", orden fundada en Londres en 1888 por William Wynn Westcott y Samuel MacGregor Mathers. A ella perteneció la bailarina Lola Montes, hija natural de Luis I de Baviera (de la que el director Max Ophüls hizo una película en 1955) y el mago Aleister Crowley, cuyo "Libro de la Ley" afirma la absoluta libertad de la persona ante cualquier tipo de imposición. Una de sus ideas
fundamentales era: "No hay Dios, sino hombre. La divinidad es el hombre libre, pleno; no hay otro dios", "hacer tu voluntad ha de ser la totalidad de la ley". Curiosamente, en el lema que contiene el pentáculo de la emperatriz infantil de Fantasía en la "Historia Interminable", de Michael Ende, viene impresa una frase similar: "Haz lo que quieras". En 1967, al derrumbarse fortuitamente una casa en el sur de Inglaterra, se descubrieron las cartas, manuscritos y documentos de la orden. En ellos se hallaron los nombres de importantes figuras del arte y la literatura de inicios del siglo XX: el poeta William B. Yeats, la actriz Florence Farr o el autor de "Drácula", Bram Stoker. Siendo no obstante, “Carmilla” de Sheridan Le Fanu o “Manor” del pionero Ulrichs más revolucionarias en el fondo y en la forma, con sus historias de amor gay o lésbico, aunque se quedaran en el formato de cuento gótico o novela breve. Quizás fuera casualidad que Crowley habitara en el mismo edificio donde se rodó en 1969, "La Semilla del Diablo" de Roman Polanski, cuya esposa moriría asesinada por Charles Manson poco después; o que fuera allí mismo (en el edificio Dakota de Nueva York) donde fuera también asesinado John Lennon en 1980. Un asesinato que como el de los líderes negros o por los derechos de las minorías en EEUU quería matar en espíritu contestatario de una generación llevada al desencanto. Un episodio que dio luz no solo a “La semilla…” sino a algunos filmes de éxito como “El exorcista” y en una línea más iconoclasta los trabajos de Curtis Harrintong o John Carpenter. Todo ello aparece bien documentado en el reciente libro de Jesús Palacios “Imágenes del mal”. Hoy hay muchos jóvenes que se apuntan de distintas formas, cada vez menos, al “satanismo” festivo pero es una cuestión más estética que religiosa, contra-religiosa o ideológica, por lo general. Por lo general también pueden sublimar sus ganas de pintarse los ojos o llevar collares, prácticas antes relegadas al mundo gay que han entrado poco a poco en el imaginario hetero, hasta instalarse con cierta soltura en la actualidad. Pero lo femenino en el mundo del cine de terror ha sido casi siempre objeto y pocas veces sujeto de mirada o creación. El personaje de Maria Barranco en “99.9” de Villaronga, resulta ser una versión poco convencional de la locutora de lo para-normal, presa de sus propias redes y muy por encima de la caspa machirula y oportunista de Iker Jiménez.
Anécdotas aparte, el interés por el ocultismo impregna nuestra cultura de forma esencial, ya que toca el elemento irracional que siempre estuvo ligado a la muerte y a las preguntas básicas del ser humano sobre su existencia misma. A medida que los estudios científicos han desvelado gran parte de esos misterios, el ocultismo o esoterismo han sido relegados al mero entretenimiento de programas televisivos o anuncios de profecías apocalípticas y futuros astrológicos, que son vistos dentro de nuestra sociedad "líquida" como pasatiempos o sirven para desviar la atención de los problemas reales de un mundo en crisis. No obstante, no hay que olvidar que igualmente nos devuelven a nuestro origen animista, a ese ser anterior a la escritura conectado directamente con la naturaleza, y que hoy día aún podemos ver en las culturas del Tercer Mundo. El "pensamiento salvaje", estudiado por el antropólogo Claude Lévi-Strauss, es la última frontera de nuestra lógica, y su reivindicación se ha hecho patente en el cine desde que éste existe: en 1920, el director y actor danés Benjamin Christiensen realizó "La Brujería a través de los Tiempos", documental sobre la hechicería inspirado en la literatura judicial de los siglos XVI y XVII, en el que aparecen de forma explícita recién nacidos echados en marmitas hirvientes, pechos marchitos de viejas atenaceados por la Inquisición, monjes obsesionados por la lubricidad, jóvenes hechiceras copulando con demonios horribles; hasta el falo de Belcebú besado en un aquelarre. El sadismo y la obscenidad de algunas escenas
podrían haber limitado la distribución de la película, pero Christiensen se inspiró en los cuadros de Brueghel, y los actos que podrían haber parecido repugnantes o vulgares, fueron transformados en artísticos gracias a la magia de una luz expresionista y un exagerado maquillaje. No se volvería a ver una virulencia semejante hasta tiempos recientes, y sus encuadres e inspiración pictórica influirían en "La Kermesse Heroica" de Jacques Feyder, y en "La Pasión de Juana de Arco" o “Vampyr”
de
Dreyer. Grandes autores que se interesaron por lo demoniaco y por el destino de la brujería, las maldiciones legendarias
y la historia oculta fueron, entre otros, Ken
Russell, John Carpenter o, con anterioridad, el sueco Ingmar Bergman (“El séptimo sello”, “La hora del lobo”)
La transgresión que representa el mundo diabólico o la presencia de fantasmas o zombis, ha servido como respuesta crítica a una sociedad en crisis y a momentos de convulsión política, así como para marcar estados de liberación de conciencia. Desde "Yo anduve con un zombi" (1943) o “La noche del demonio” (1954) de Jacques Tourneur, “La séptima víctima” (1945) de Mark Robson y "La Noche de los Muertos Vivientes" (1968) o la refinada “Martin” (1972) de George Romero, hasta "Guerra Mundial Z" (2013) de Marc Forster, los muertos vivientes, los verdaderos y falsos chupadores de sangre y devoradores de vísceras, los fantasmas conjurados han sido la metáfora del caos que refleja la ruptura de los límites sociales en todos los sentidos. Los fantasmas de "El Espinazo del Diablo" (2001) y el mundo fantástico de "El
Laberinto del Fauno" (2006) de Guillermo del Toro, nos dibujan el horror de la guerra y los límites del poder represor, representado por nuestra castiza Guardia Civil en pleno apogeo franquista. Los peligros de la manipulación de las mentes y la locura del poder ilimitado expuesto en sectas satánicas fanáticas pueden verse en "La Novia del Diablo" (1968) de Terence Fisher, "La Semilla del Diablo" (1969) de Roman Polanski, “Dr. Terror” de Freddie Francis (1969) o "El Resplandor" (1980) de Stanley Kubrick. El esoterismo, como la ciencia-ficción, tanto en la literatura como en el cine, son vías de escape libre hacia la creación de espacios alternativos ern los que podemos ver espejos metafóricos de nuestras conductas y relaciones vitales, y, tal y como Goethe expresó magistralmente en su "Fausto", analizar la fragilidad de nuestra libertad como seres humanos frente a la manipulación de los muchos Mefistófeles que nos rodean. Fausto que fue recogido por Goethe de la pluma insumisa del medieval Marlowe, una figura histórica misteriosa y que murió joven entre orgías bisexuales y reyertas en tabernas inglesas. Considerado precursor de Shakespeare y, por algunos, el autor de muchas de
sus obras, sino “el propio Shakespeare”. Pero Marlowe era un joven
juerguista y atormentado, dado a reyertas y frecuentar las tabernas, como documenta Anthony Burgess en la tremenda novela histórica “Un hombre muerto en Depford” o como recoge Derek Jarman en su adaptación gay-queer de “Edward II”, junto con “Fausto” una de sus obras más contemporáneas. Las brujas han vuelto al cine de miedo, en versiones degradadas a partir de episodios históricos como “Las brujas de Zarramundi” de Alex de la Iglesia o en filmes más ambiciosos como el remake de “The winckler man” o la truculenta “La sombra de los otros”. Esas “sabias mujeres quemadas en la hoguera” de las que hablaba Adrienne Rich vuelven adoptando rostros poco tranquilizadores como en “La llorona” (basada en la leyenda mexicana) o en la infravalorada aunque algo excesiva “Arrástrame al infierno” del siempre desconcertante Sam Raimi. Para acabar esto como corresponde recordemos unas palabras del Padre Nuestro satánico de la pieza teatral “Las Brujas de Barahona” de Domingo Mira:
“Padre negro, padre negro, que estas en el infierno Abre los candados de los condenados, los agonizados llenos de pecados Los descomulgados, los endemoniados
y los enterrados fuera de lo Sagrado Danos un invierno con noches de luna, que libres vaguemos al oscurecer que largas noches den larga fortuna a las buenas Damas del Buen Lucifer.