Queer farrell analisis filmico

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QUEER FARRELL

REAPROPIACIÓN DE UNA ANTIGUALLA HISTÓRICAMENTE RELEVANTE SOBRE “VICTIM” de BASIL DEARDEN Y DICK BOGARDE

Decía Susie Bright que aún hoy cuando veía algo tan melodramático y, en cierto sentido superado, como “La calumnia” de William Wyler todavía se sentida conmovida, algo alterada. La escena más tensa del filme es aquella en Shirley McLaine, cuando ambas profesoras han sido condenadas al ostracismo social en la comunidad de provinciana mentalidad, confiesa su amor y atracción a una aturdida Audrey Hepburn. Aunque Wyler le dedica uno de los finales más importantes de su carrera Hepburn no puede con la fuerza interior y el desgarro latente que desprende el personaje de Martha encarnado por McLaine.


Uno o dos años antes el británico Basil Dearden (un director hoy todavía infravalorado, con una interesante carrera en el campo del “thriller británico” y el policiaco social) rodaba, bajo el formato del thriller británico realista, la película “Victim” donde osaba desafiar a la legislación británica vigente sobre la homosexualidad (que equivalía al atraco a “mano armada”) , una legislación que acabaría pocos años antes con la vida, del hoy santo y héroe, del informático Alan Turing, considerado como el “padre de la moderna informática” aun que sometido no solo a la presión legal social que refleja el filme de Dearden (que incluye una intrincada red de chantajistas y chantajeados) sino también sometido a terapias hormonales para masculinizar sus “impulsos”, lo que lo llevo a la muerte o el posible suicidio.

Al menos “Victim” a pesar de sus remilgos, tópicos y su increíble timidez tiene un final abierto a la esperanza, un desafío abierto a una legislación caduca que recae de distinta forma sobre distintas personas dependiendo de su posición social, pero pudiendo comprometerlas a todas, como ocurrió con el antiguo héroe de guerra Alan Turing, al que el gobierno inglés quiere rehabilitar sin que se le caiga la cara de vergüenza. Esas leyes van a caer porque no todos se dejan chantajear en silencio, sin defenderse de la extorsión homófoba, algunos empiezan a hablar y su validez como legislación empieza a cuestionarse en el tiempo, en el contexto y en una sociedad cambiante El héroe es un abogado de prestigio encarnado por el entonces más que atractivo Dick Bogarde, poco antes de encarnar a Barret, el maquiavélico criado de la obra maestra de Losey “El sirviente”, llena de referencias a la camaradería masculina y a la feminización del papel de “El criado”. Pero la obra maestra de Losey, que en principio da mucho mas juego al morbo que la algo plana propuesta de Dearden deja la atracción entre los dos hombres en un terreno impreciso mientras Dearden convierte su thriller correcto, ameno pero no especialmente brillante en un alegato sociopolítico algo esquemático pero efectivo.

Es curiosa la mezcla de profesiones que vemos en el filme y las distintas formas de sublimación u ocultamiento, de esquivar a la policía o distanciarse (sin poder silenciarlos) de los chantajistas. Hay muchos planos en “Victim” no tantos como en la refinada “El sirviente” pero si los suficientes para que acabe siendo mas compleja de lo que parece en un primer visionado. La película se desarrolla como un policiaco convencional pero decir que no aborda el tema de la represión anti-gay en la Inglaterra del momento es un argumento insostenible.


Los dos extremos cuyo amor y sacrificio va a marcar el filme pertenecen a esperas sociales contrapuestas el joven Barret (que trabaja en la construcción y recurre a gentes diversas para salvarse) y el prestigioso abogado Farell (a punto de entrar en la cámara de los lores). La película tiene un carácter coyuntural porque esas leyes ya no están vigentes aunque en algunas zonas o barrios de la Inglaterra de hoy aún hoy puedan ser objeto de presión o silenciamiento por razones laborales, económicas o de prestigio social. Pero claro los chantajistas ya no tendrían ni el respaldo de una ley punitiva ni una reacción univoca. A muchos les dará igual que Farell o incluso el joven que se suicida para protegerlo sean gays o no. Otros seguirían con ese discurso preexistente de sexofobia, característico de muchos estamentos, aún hoy, de Inglaterra o Irlanda, pero la eficacia de interpelación se va perdiendo, afortunadamente con el tiempo, al igual que la violencia del discurso tal y como se articula en filmes como “Victim” o “Un sabor a miel”.

Así como las calles donde el joven Barret (que curiosamente va a ser el nombre del personaje de Bogarde en “El sirviente” poco después) busca ayuda desesperada e inútilmente no son espacios seguros la descripción que hace Dearden del hogar de los Farrell es bastante compleja. En algunos momentos tiene algo de mansión terrorífica, iluminada a base de claroscuros, sin descartar su elegancia pero subrayando con las sombras de los objetos que no es un espacio del todo seguro. Como en otras películas de corrupción y extorsión suponemos que hay un momento en el que Farrell va a ser (indirectamente) inductor al suicidio de un joven localmente enamorado de él con el que rompe sin miramientos a encabezar una lucha a costa de sus privilegios y del oprobio social.


La película nos dice que el miedo, las leyes represivas, las

intervenciones policiales y, sobre todo, ese sustrato social homófobo (representado por hombres jóvenes y una mujer madura y maquiavélica movida por un odio irracional ) no fermentan la solidaridad entre unos y otros sino todo lo contrario, formas del miedo que los separan más que los unen y ya no tanto por las diferentes profesiones que aparecen –algunas algo tópicascomo libreros, peluqueros o estrellas del teatro- sino porque hasta que Farrell no hace frente a una Ley anticuada y homófoba se practica el “sálvese quien pueda”. El miedo llega a enfrentarlos entre sí hasta que Farrell, desde su prestigiosa y delicada posición de curtido hombre de leyes, se enfrenta a “su verdad” contra un mundo que nunca sabemos cómo va a reaccionar. 

Si la película se realizara hoy día sería casi ineludible mostrar una

escena de amor

o sexo al comienzo entre el acomodado y algo estirado

abogado encarnado por Bogarde y el joven “victima” del chantaje. Tal vez la policía no quedara tan bien parada pero bueno es un terreno que Dearden evita porque su propósito es construir un policiaco y drama o melodrama eficaces y a la vez atacar una legislación que favorece el chantaje y la doble vida. 

Como decía Alberto Mira a propósito de la novela Imre de Edward Price-

Stevenson (escrita a principios del siglo veinte) es peligroso sexualizarlo todo


pero nos da la impresión de que a veces el no hacerlo no es un criterio voluntario sino igualmente oportunista. Así en “The imitation game” Turing aparece al lado de una carabina o en el lenguaje soez “mariliendre” (encarnada por la mediocre actriz Keira Khigley) que hace las funciones de pareja femenina de un protagonista gay hasta la médula. Pero es más interesante otra premisa que muchos han pasado por alto. En su enunciado oficial el gobierno inglés, por ejemplo, no pide perdón a Alan Turing colocándolo en el panteón de los selectos sino que “Perdona a Alan Turing”. Claro que no es lo mismo. Es un acto de arrogancia de los que detentan el poder aliados con la Iglesia anglicana, la monarquía y el ejército. Y además al visualizar a los excepcionales (como ocurre en muchos otros grupos) se corre el peligro de invisibilizar a muchos que (como refleja “Victim”) de Basil Dearden también sufrieron el oprobio o vivieron en el anonimato o negociando formas de supervivencia. 

La secuencia mas potente de Victim y rodada con una utilización

bastante hábil del claroscuro, la fotografía en blanco y negro y la iluminación expresionista es la confesión de Dick Bogarde a su esposa en cuyo desgarro hay un antecedente de la salida del armario de Shirley Mc Laine en “La calumnia”. Se trata de un duelo eminentemente verbal (la esposa ya sabía de esos ¿“impulsos”? de su marido pero creía que los había olvidado en sus brazo. Pero cuando Bogarde se da la vuelta y dice a voz en grito “Dejamos de vernos, deje de verle porque le deseaba” esta saltando una barrera que no salta siquiera la mas social y realista, comprometida y furiosa “Un sabor a miel” donde el protagonista masculino gay (el joven amigo de la protagonista) es definido como tal por determinados rasgos de “traición” o subversión de la masculinidad convencional no por un deseo que no “ se expresa en el filme., centrado en las peripecias de una joven madre soltera enfrenta al abandono y a la desaprobación de una madre (definida de forma un tanto gruesa) que como algunos personajes de “Victim” (incluido el propio Barret) hasta el final pertenecen a la vieja Inglaterra que se cuestiona en la escena y el cine de los sesenta. 

Otro momento curioso es el final en el que la esposa parece dispuesta

ayudar (aunque sea desde la distancia) a su marido cuando este decide, al final, de la cinta enfrentarse públicamente a los chantajistas. Una secuencia que nos recuerda levemente al final de “El proceso Paradine” en el o que Ann Todd vuelve con el abogado encarnado de Gregory Peck (enamorado de una


asesina) porque “su carrera” ha llega a un punto en que supone el colapso de su futuro no solo profesional sino también personal. Locamente enamorado de una asesina como el protagonista, de otra manera, de “Marnie” desea seducir a la protagonista porque es una ladrona o, mejor dicho, una cleptómana. Un tipo de fetichismo que se achaca a Hitchcock sobre todo a partir de sus primeros filmes en color con la imagen de la rubia fría pero que comparten algunos de sus personajes protogays o protolesbicos como el ama de llaves de Rebeca, el tío Charlie de “La sombra de una duda”, el Philip (Farley Granger) de “La soga”, el Bruno de “Extraños en un tren”, incluso el Anthony Perkins de “Psicosis”

La timidez y buenas intenciones de la propuesta de Dearden, y algunos

topicazos o discursos moralistas o, legitimadores, no impiden que contenga


momentos atesorables no solo gracias a la estudiada interpretación aristocrática de Farrell (casi un personaje opuesto al que va a encarnar en “El sirviente” de Losey) con una pluma muy estudiada por el actor. Algunos secundarios y detalles son también memorables como ese anciano de gay ciego que tiene desarrollado el oído de forma extraordinaria y es capaz de “oír el sonido de una pluma” o planos que en su momento invitan a repensar algunos tópicos sin eliminar o desmontar otros como el comienzo en que vemos como los personajes gays jóvenes trabajan en todo tipo de escalas profesionales, la insinuación a través de un plano de un cuadro del David de Miguel Angel en la guarida de los criminales, un indicio de la homosexualidad reprimida de los oscuros chantajistas. Tampoco podemos pasar por alto (frente a algunos personajes secundarios bastante burdos de una u otra orientación sexual) la secuencia en la que aparece en el garaje de Farrell la pintada “Farrell is queer”, una acusación muy directa pero que ha perdido parte de su potencia como injuria o la reacción inesperada del mayordomo que se sitúa entre una devoción anticuada hacia su “señor” o una falta de prejuicios inesperada en personajes de distintos estratos sociales. Hoy “Farrell is queer” puede, en algunos círculos, hasta ser un elogio, aunque la intención performativa de este enunciado es en ese momento y en esa sociedad injuriosa y acusatoria. 

Susie Bright (activista lesbiana nada complaciente) se confiesa en el

documental de Jeffrey Friedmann sobre Vitto Russo “El celuloide oculto” y reconoce la potencia de algunos clásicos que hoy serían desaprobados por su mojigatería centrándose en “La calumnia” donde la primera lesbiana reconocida y protagonista del filme se ahorca a sí misma (en inglés el suicidio se define como “Kill himself”, lo que está más próximo a la concepción freudiana de supresión de un yo inaceptable). La pregunta que se hace Bright al desnudar a la espectadora joven conmovida por un viejo melodrama parece atravesar los tiempos y los dicursos pero se constituye en un enunciado que no espera respuesta ¿Por qué soy/seré así?


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