El presente catálogo, alojado en la página web Educar la mirada. Puntos focales de la historia audiovisual (www.um.es/educarlamirada) es uno de los resultados del proyecto «Prácticas de innovación docente para el aprendizaje creativo de la teoría e historia de los medios audiovisuales», coordinado por la profesora Rebeca Romero Escrivá, dentro de las acciones llevadas a cabo por el grupo #IDECoA (Innovación Docente en Estudios de Comunicación Audiovisual, educación participativa y cambio social) de la Universidad de Murcia, durante el curso académico 2016/2017.
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización expresa de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio o procedimiento.
Edita: Facultad de Comunicación y Documentación. Universidad de Murcia.
Rebeca Romero Escrivá (ed.)
Coordinadora técnica: Claudia Bernabeu González de la Higuera
Maquetación y diseño de cubierta: María Ángeles Sáez Soto
© de las fotografías y de los textos: los autores
© del Prólogo: la editora
ISBN: 978-84-697-8839-4
Murcia, junio de 2017
Prólogo
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«¿Qué derecho tiene mi cabeza a llamarse ‘yo’?»
Roman Polanksi (El quimérico inquilino, 1976)
Cada mañana, al mirarnos al espejo cuando nos levantamos, hacemos el primer autorretrato del día. En realidad, la mente está poblada de las imágenes que recibimos no menos que de las proyectadas por nosotros. Nos imaginamos cómo nos ven los demás. El autorretrato forma parte de este mundo de cavilaciones, con la diferencia específica de que desciende de la esfera de la simulación a la realidad. Convertir un pensamiento en una obra es introducirnos en el terreno del arte. Y el arte, se ha dicho, es el camino que conduce a la expresión. El esfuerzo por forjar una expresión que contenga un pensamiento creativo siempre es mayor que su resultado. El mérito de estas obras, por tanto, no puede captarse solo con la mirada o, tal como hemos introducido nuestro proyecto web, la mirada debe ser educada. El impulso que guía la mirada tiene un recorrido terminable, en cada obra en que la dejamos reposar, e interminable, por las referencias que despierta, y no solo por las ya citadas o despertadas. Mirar es hacer aún más prolífico un ya saturado entorno de imágenes fijas o en movimiento; pero esa saturación o proliferación no es caótica, sino que sigue líneas de acción que se corresponden con la(s) historia(s) de la fotografía, el cine, la serialidad televisiva y otros medios audiovisuales. Las fotografías que conforman este catálogo tienen como presupuesto dos premisas, creatividad y cita visual, bajo el paraguas del género del autorretrato. Realizadas por alumnos en periodo de formación, de la asignatura Teoría e historia de los medios audiovisuales de 2º curso del Grado en Comunicación Audiovisual, las obras no destacan tanto por su factura técnica como conceptual.
En este sentido, encontramos dos niveles de aplicación de la cita visual, o lo que es lo mismo —en terminología barthesiana—, dos niveles que afectan al modo en que se materializa su studium: « cita y originalidad» u « originalidad y cita» . ¿Dónde descansa el peso estético de la representación? ¿En la mímesis deliberada de su referente histórico o en una
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disposición intuitiva de formas condicionadas por un orden tanto espiritual como corpóreo, afectado por la experiencia estética del propio acto fotográfico y de su realidad circundante?
Cita y originalidad
En este apartado, lo que va en primer lugar no pretende la exclusividad. Los dos términos de cita y originalidad no se anulan entre sí, sino que generan una tensión, cuando son analizados, de la que depende la integridad de los esfuerzos expresivos. Cita y originalidad son extremos de una aporía, irreductibles uno al otro, al tiempo que irrenunciables. La precedencia es de la cita, no obstante, sobre la originalidad, porque el autor ha sido antes un lector o espectador de textos o imágenes, que un creador. No existe la creación pura. Esta primera secuencia, cita y originalidad, proviene de cierta forma de exorcismo de los fantasmas que pueblan los sueños de nuestros ojos, por así llamarlos; representa un modo de aplacar a las Furias de la identidad, que tratan de vengarse por el egoísmo insuperable de nuestras percepciones subjetivas. Estos autorretratos son un bálsamo respecto a la necesidad de hallar en la propia persona la justificación absoluta de lo que somos o significamos.
Originalidad y cita
El Yo, por así decirlo, domina el Mundo. A veces hemos pensado que el mundo se encogería como una manzana que podríamos comernos. La originalidad es la declaración de independencia que estamos dispuestos a redactar, firmar y proclamar tras el asedio de imágenes, el ejército de citas que quieren conquistar la plaza de nuestros pensamientos por seducción y extenuación. Toda la cultura es un cúmulo de citas, y la originalidad el oasis en que saciar la sed que provocan esos abrasivos espejismos de las proyecciones ajenas, deliberadamente atractivas e insidiosamente autoritarias. Estos otros autorretratos no nacen del vacío, porque estamos obligados incluso a citar nuestra propia vida y experiencias. ¿Quién discutiría que cada ser no sea a la vez el plagio de sí mismo mientras no consiga trascenderse, tal vez mediante la fijación, ilusoria y promisoria, de su propia imagen?
La percepción del yo en el autorretrato
El organigrama de la cita que hemos establecido en este catálogo está supeditado al género del autorretrato, cuya práctica se remonta a los orígenes del medio. Desde el siglo XIX ha perdurado la idea de que el rostro refleja el carácter del individuo. El género por excelencia del daguerrotipo fue el retrato comercial, si bien comunicaba más la posición social del sujeto retratado que su identidad. La fidelidad al original, unido a la posibilidad de poder conservar un re-
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cuerdo de los seres queridos, sedujo al imaginario colectivo, a pesar de los inconvenientes que entrañaba su práctica, tanto para los fotógrafos como para los modelos, que se veían obligados a posar durante largos segundos a pleno sol. De hecho, se conocía al daguerrotipo como « espejo con memoria» o « espejo que recuerda». Años después los pictorialistas pensaban que el retrato debía de ser la expresión perfecta del yo del modelo, un reflejo de su alma. Julia Margaret Cameron señaló su interés por «registrar fielmente la grandeza del interior, así como los rasgos externos del hombre» . Con la llegada de la modernidad, la fisiognomía perdió credibilidad como transmisora de la psicología del individuo. Los artistas se inspiraron en las nuevas ideas de la ciencia del yo en consonancia con las teorías psicoanalíticas de Freud. Se evitaron los temas simbólicos de antaño, las composiciones afectadas o los enfoques singulares y favorecedores del modelo. Las vanguardias históricas presentaron a un yo fracturado, deconstruido (facetado en el cubismo, enmascarado o metamorfoseado en el surrealismo, desarticulado en el futurismo). Las exposiciones múltiples y los fotomontajes se emplearon para representar diversas personalidades o dualidades. Incluso la nueva objetividad de la Bauhaus trató al sujeto como objeto, exento de profundidades psicológicas, donde el espectador podía proyectar su subjetividad en lo que veía tanto como el artista. Los autorretratos de Coburn son buena prueba de ello. La visión fotográfica, por tanto, ha ido evolucionando con el tiempo dependiendo de cuál ha sido la posición que el fotógrafo ha querido darle al yo.
La vida y la obra son los dos mundos que habita el artista. En los autorretratos que aquí presentamos tratamos de descubrir vínculos entre ambos mundos aun cuando no exista una relación de causalidad pura, sino una relación de acompañamiento y de reciprocidad estética. La reciprocidad estética parece llevarnos al terreno de las apariencias (¿de las citas?), aun cuando, como dijo el cineasta Roman Polanski a través de uno de sus personajes, nuestra cabeza, nuestro rostro, no tenga derecho a llamarse «yo». En la siguiente muestra, podríamos decir que encontramos representadas las distintas focalizaciones de las que históricamente ha sido objeto este género. La cita, por tanto, va más allá de la creatividad u originalidad de su enunciado; depende íntimamente del modo en que se percibe y transmite el yo del individuo. En la proyección del yo ocupa una posición central la capacidad de comprender las experiencias de la vida, sean reales o imaginarias, verídicas o ficticias, como la relación que guardan los referentes visuales que empleamos en este juego entre cita y originalidad/originalidad y cita respecto a sus originales o incluso respecto a nosotros mismos.
Rebeca Romero Escrivá Universidad de Murcia
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