Tierra en alerta

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Tierra en alerta Por Alina Diaconú

"Posiblemente se le ha hecho más daño a la Tierra en el siglo XX, que en toda la anterior historia de la humanidad" Jacques Cousteau Dicen que dentro de 50 años, ya no habrá agua potable. Que, por los desastres ambientales, va a haber 150 millones de refugiados en el mundo. Que se espesará aún más la capa de ozono. Que el calentamiento de la Tierra estará llegando a niveles sin precedentes. ¿Por qué? Por la quema de combustibles fósiles (el carbón y el petróleo) que hacen que la atmósfera reciba cada vez más dióxido de carbono, con graves consecuencias para la vida humana. Que van a seguir extinguiéndose animales y pájaros. Ya desaparecieron algunas especies de focas (las Moje), de leones (los de melena negra) los osos Atlas y, como ya se sabe, los osos polares están prácticamente en vía de extinción. También desaparecieron, junto a unas cuantas aves, ciertas variedades de tortugas de Galápagos. Una investigación del MIT ( Massachussets Institute of Technology) comprobó que las grandes tormentas de los océanos Atlántico y Pacífico ya aumentaron un 50% en intensidad y duración, en los últimos treinta años. Lo estamos viendo entre nosotros y en los países vecinos. La ola de calor de diciembre del año pasado, que dejó sin luz y sin agua a tantos compatriotas, es historia reciente. Las


sequías de la Patagonia mataron montones de árboles centenarios. Y, todo lo demás. Rayos que hacen estragos. Inundaciones, vientos huracanados, temblores, maremotos, incendios forestales. Chile es un ejemplo reciente de éstos últimos. El Panel Intergubernamental de la ONU sobre el Cambio Climático (IPCC) advierte, en su último informe, (en el cual trabajaron más de 400 expertos de 70 países) sobre la necesidad urgente de producir un gran cambio institucional y tecnológico para frenar el calentamiento de la Tierra y limitar el aumento de las temperaturas a los 2 grados centígrados. Sabemos que el calentamiento provoca el derretimiento de las capas de hielo y el crecimiento del nivel del mar. Para eso, en dicho informe se pide la reducción de emisiones ligadas a la producción y al consumo energético y frenar la deforestación, fomentando la reforestación y cambiando también las pautas individuales de conducta. Esta situación implica un estado de emergencia que apela a nuestra obligación moral, en primer término, para colaborar a detener la alerta climática En este sentido, son necesarias inversiones importantes por parte de las empresas (en el campo y la industria), cambios de metodologías y, asimismo, de hábitos personales. Desde cada uno de nosotros, podemos concientizar acerca del reciclado, del tratamiento de la basura, no cazar animales, evitar el uso de las bolsas de plástico, utilizar los automóviles lo menos posible, etcétera.


La urgencia en la implementación de estos cambios ponen al planeta en una alerta roja. Lo cual significa un serio llamado de atención a nuestra responsabilidad. Últimamente, Europa y los Estados Unidos sufrieron calores letales e incendios depredadores. Hubo tremendas inundaciones en Paquistán y Tailandia. En la Argentina también, aumentaron las precipitaciones e inundaciones. Con el agravante de que el 4,3% de la deforestación global sucede en nuestro país. Esta situación implica un estado de emergencia que apela a nuestra obligación moral, en primer término, para colaborar a detener la alerta climática, que se ha vuelto casi habitual, y la consecuente alerta meteorológica, que es cosa de todos los días. ¿Se podrá realmente parar esta patología -fruto de la contaminación y de los excesos del consumismo- que está asolando el planeta? ¿Estamos preparados para hacer frente a estos desastres? "Si la sociedad no cambia, el futuro luce aún peor, con incrementos en el calentamiento y la posibilidad de impactos graves o permanentes", manifestó Saleemul Huq, director del Centro Internacional para el Cambio Climático y el Desarrollo de la Universidad de Bangladesh. En su libro ¿Cómo será el futuro?, Isaac Asimov pronosticaba hace ya casi 20 años lo siguiente: "Muchos de los grandes problemas de la Tierra surgen del éxito anterior de la ciencia y de la tecnología, porque ese mismo éxito ha hecho que los excesos poco prudentes sean fáciles y atractivos. La tecnología ha sido empujada en demasiadas ocasiones hacia claros objetivos a corto plazo, en


detrimento de toda la humanidad a largo plazo. Y los mismos que aplaudían mientras hacían negocios, ahora acusan salvajemente a la ciencia cuando se valoran las consecuencias. ¿A qué hay que culpar sino a la avidez y la ignorancia de millones de personas? El Día de la Tierra es el día de nuestro hogar y de nuestra vida en él Y, opina más adelante, que bajo estas circunstancias, podría parecer que la humanidad ya no tiene esperanzas. Pero Asimov ve una salida, una sola: "La única oportunidad razonable que tenemos de salir de este agujero en el que nos hemos hundido es estimular el avance científico y tecnológico y utilizar ese avance con mesura, cautela y prudente sabiduría." Mesura, cautela y prudente sabiduría es lo que recomienda para que se haga un uso razonable de lo que el progreso, en materia de ciencia y tecnología, ha logrado. Estamos en alerta roja. El Día de la Tierra es el día de nuestro hogar y de nuestra vida en él. Si miramos las fotografías tomadas por la nave espacial automática CassiniJuygens hace diez años, al llegar a los anillos de Saturno, vemos que la Tierra es un punto, apenas visible en el vasto espacio. Los 40 millones de km2 de superficie que tiene nuestro planeta azul, donde viven 6000 millones de almas, es apenas un punto. Pero en ese punto sucede todo lo que


nos pasa en esta vida : lo peor y lo mejor. Las guerras, el hambre, la enfermedad, la fama, la ternura, la solidaridad, la fe, el amor. Aquí, en este punto, pequeño como un grano de arena, suceden nuestras epopeyas y nuestras crisis. Nuestros conflictos con los demás y con nosotros mismos. Es un punto azul, pero no hay otro. Cuidándolo, nos cuidaremos. Protegiéndolo, nos protegeremos. Preservándolo, nos preservaremos.


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