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Cu ENTO: E STRONDO u N PA í S ENTRE EL NORTE Y EL S u R

Julieta Libnic

EnEstrondo un país entre el norte y el sur más al este que al oeste; ahí donde los días son largos y las noches cortas, el cielo es celeste, la tierra negra y el mar de mil azules. Es ahí donde vio la luz por primera vez Andoki, un varoncito sano de piel sonrosada y cabellos dorados como rayos de sol.

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Todos los habitantes de Estrondo enloquecieron de alegría. El gobierno decretó ese día fiesta nacional.

No hubo manera de ordenar las largas caravanas que llegaban de todo el país a ver al recién nacido, algunos permanecían horas viendo al bebe, muchos más deseaban tocarlo, pero no se atrevían por temor a lastimarlo, sólo los ciegos osaban hacerlo tímidamente y con gran cuidado; y emocionados describían su suavidad comparándola con el pétalo de la magnolia.

Todos sin excepción quedaron maravillados y comentaban lo pequeño de su cuerpecito, sus piecitos, las manitas con sus minúsculos dedos, su boquita, la nariz y no lograban ponerse de acuerdo con que color eran sus ojos.

Era la primera vez en más de cien años que nacía un bebe en ese país alejado del mundo.

Para los habitantes, todos mayores de ciento veinte años era todo un acontecimiento; todos y cada uno deseaba cuidarlo, cargarlo, mecerlo en la cuna y cantarle lindas canciones y contarle los cuentos que recordaban.

Por tanto, el gobierno llegó a la sabia decisión de nombrar a todos los ciudadanos de Estrondo abuelos de Andoki.

Cada abuelo elaboraba con dedicación y cariño las más bellas ropas para vestirlo, los juguetes más divertidos y los alimentos más sanos y sabroso para él.

Andoki creció rodeado de amor y cariño. En cuanto empezó a caminar se le veía por la calle repartiendo sonrisas, mientras recibía mimos y caricias.

Pendientes todos de su crecimiento leían con avidez el único diario, que dedicaba el encabezado y la primera plana a informar de los adelantos y gracias de Andoki.

Cuando llegó a la edad escolar, se reunió el gobierno, ya que no había ninguna escuela en todo el territorio. Decidieron convocar a todos los sabios del país para que enseñaran a Andoki las materias de su especialidad.

Así fue como el niño aprendió sobre la vida, la naturaleza, el cuerpo humano, los sentimientos y muchas cosas más: Andoki creció llegando a sé un joven vigoroso, lleno de amor hacia todos y todo lo que le rodeaba y poseía una gran sabiduría.

Nunca había conocido otros jóvenes, si tenía conocimiento de su existencia, los había visto algunas veces en viejas fotografías o revistas que algunos de sus abuelos guardaban como recuerdo.

Un buen día llegó por el oriente una caravana de artistas con sus carromatos de colores velados por el polvo de lejanos y viejos caminos.

Una gran algarabía se desató en el país.

Era la primera vez en cien años o más que artistas extranjeros visitaban Estrondo.

Todos ayudaron a los recién llegados a levantar la gran carpa en el “Parque central”, una gran excitación flotaba en el ambiente. Algunos trataron de recordar cuando de niños asistieron a algún espectáculo, pero el moho de los años había velado esa memoria.

Andoki nunca había visto tanto ajetreo en la ciudad. Los grandes y coloridos carteles anunciando la función, llamaban mucho su atención.

Más tardaron en abrir la carpa que en quedar abarrotada. Andoki sentado en el mejor lugar, esperaba impaciente. De pronto potentes luces alumbraron la pista y el espectáculo comenzó.

Miles de rostros fijaron sus miradas en los jóvenes hombres y mujeres que graciosamente ejecutaban complicadas piruetas, mientras otros entonaban alegres canciones, que hacían la delicia del público que aplaudía y reía a rabiar. Andoki no escondió su asombro al ver que los artistas eran jóvenes como él no parpadeó para no perder un solo detalle del espectáculo. Al final se unió al gran aplauso, que duro aún después que los artistas desaparecieron de la pista.

Andoki corrió a la parte trasera de la carpa donde los artistas comentaban animadamente el éxito rotundo de la noche., Parado en un rincón Andoki observaba todo sin acercarse. Un joven notó su presencia y haciendo una profunda y graciosa caravana, le pasó el brazo por los hombros y lo condujo hasta el grupo que le dio la bienvenida. Charlaron amablemente por varias horas, le preguntaron sobre su vida y su país.

Alahí joven de espigada figura, cabello oscuro y sedoso, tez blanca, ojos de un azul rabioso y sonrisa fácil dijo: Debe ser muy difícil la vida para ti en un país lleno de ancianos

Nada de eso dijo Andoki. De ellos he aprendido todo lo que sé, me han dado cariño y ternura, han secado mis lágrimas, alejado mis temores, compartido mis alegrías, me han escuchado con interés, con ellos he aprendido a remontar cometas, soy afortunado porque siento su amor y los amo y soy feliz.

Alahi lo tomo de la mano y salieron de la carpa. Tomados de la mano caminaron hasta el lago. Andoki no dejaba de mirarla, era tan bella, su piel suave y fresca emanaba una fragancia sutil y armoniosa.

Conversaron y se miraron por horas. Los primeros rayos del sol colorearon los árboles de magnolias que los rodeaban.

Andoki la estrecho entre sus brazos. Nunca se había sentido tan completo, como si su energía se multiplicara, ahora no le faltaba nada.

Muchos días pasaron juntos visitando el país, recibiendo muestras de cariño por doquier; sus espíritus se encontraron en perfecta armonía y llenos de gozo. Llego el día que desmontaron la carpa, todos habían disfrutado la función varias veces, ya era hora de marcharse.

Alahi pidió a Andoki que se les uniera en el espectáculo, él aceptó por temor a perderla, pero una gran tristeza cubrió su rostro y apareció en sus ojos. Al notarlo Alahi supo que nunca podría alejarlo de sus abuelos que tanto amaba.

Nunca el mundo presenció una celebración como lo fue la boda de Andoki y Alahi, las fiestas duraron cien soles y cien lunas...

Y así fue como en Estrondo un país entre el norte y el sur más al este que al oeste vio la luz por primera vez Angeli a quien sus bisabuelos se encargarían de rociar su vida con polvo de estrellas como antes lo hicieron con Andoki.

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