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E L SILENCIOSO GRITO DE LOS J u DIOS EN I RáN
from Jaim Jadashim #69
Irán, República islámica ubicada en el sur de Asia, entre el Mar Caspio al norte y el Golfo Pérsico al sur, con Afganistán en el este, y al oeste la Republica de Irak. Su capital es Teherán.
Los judíos en Irán se remontan al siglo VI A.E.C. en la época del Imperio Persa cuando Ciro el Grande, conquistó Babilonia y Judea. Hoy los judíos de Irán permanecen aislados y desconocidos para el resto del mundo. Es fascinante ver a esta comunidad judía de más de 2,600 años de antigüedad que sólo se
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ha relacionado con Israel a través de textos. Irán es hoy el país musulmán de mayor población judía.
Annika Hernroth Rothstein, asesora política sueca, de origen judío, es una fuerte activista pro-Israel en su país de nacimiento. En 2016 quiso realizar un viaje a Irán. Las autoridades iraníes conocían sus vínculos israelíes en su solicitud de visa de periodista, pero aún así se la otorgaron.
El 19 de octubre de ese año, publicó el siguiente artículo:
Có M o es V i V i R Co M o un judio en un país Q ue pR edi Ca la dest Ru CCión del estado judío
Al llegar a Irán, me asignaron conductor y un traductor, ambos empleados del Ministerio de Cultura y orientación islámica. Es un servicio obligatorio y estos jóvenes estuvieron a mi lado durante los 20 días de mi estancia en el país, me recogían cada mañana y me dejaban en mi hotel por la noche y al final de cada día había una reunión de información en el Ministerio donde nos preguntaban a cada uno por separado donde estuvimos, para asegurarse de que nuestras historias coinciden.
Antes de la revolución islámica, la comunidad india de Irán era de aproximadamente 85,000 personas, en su mayoría clase media o media alta, pero hubo una emigración masiva y se ha reducido actualmente a sólo 15,000, con comunidades organizadas en Teherán, Isfahán y Shiraz.
Mi primera parada en Teherán fue visitar el centro judío del país, para reunirme con el presidente de esta comunidad, que es profundamente tradicional, con sus propias escuelas, restaurantes e instituciones religiosas, así como un parlamento judío elegido para representar los intereses del grupo en el parlamento iraní.
El presidente de la comunidad me comento: La vida en Irán es diferente al de cualquier otra en el mundo judío. Los judíos de Irán somos leales al régimen, somos judíos iraníes y eso significa ser iraní en primer lugar y somos leales a este país, sin dejar de serlo a La verdadera Tora. La vida aquí tiene reglas y acuerdos cuidadosamente construidos y uno de los principios básicos implica la separación del sionismo de Israel. Sus palabras fluyen de su boca con tanta soltura que no puedo evitar sentir que han sido bien ensayadas. Habla de lealtad debido, a que está a mi lado un agente del régimen.
Le pregunté al presidente acerca de Israel, aunque sé que cualquier respuesta que reciba será medida y adaptada a la línea del partido, pero quiero saber que significa el estado judío para los judíos iraníes y si la prohibición para viajar a Israel realmente ha sido levantada.
Entonces él me contestó: “Somos libres de visitarlo, por supuesto incluso podemos emigrar si quisiéramos, pero tenemos aquí nuestra vida y nuestra historia, esta es la segunda comunidad judía más antigua del mundo y estamos orgullosos de estar aquí y muy orgullosos de este país”.
Antes de irme el presidente me invitó para que asista al día siguiente a su sinagoga, a los servicios del Shabat y después a la cena en su casa, para conocer a más miembros de la comunidad. Como acepté en forma entusiasta, también invitó a mi traductor como si pretendiera que la presencia de este hombre fuera opcional y no un símbolo de las cadenas que no puede romper.
La sinagoga Abrishami, de un siglo de antigüedad se encuentra en el norte de Teherán, es un hermoso edificio de piedra que incluye un restaurant kosher de calidad, un baño ritual y la yeshiva de Teherán, todos los días hay dos minianin y en Shabat asisten alrededor de 250 personas. Sentada con las demás mujeres detrás de la mejiza y antes de la oración de LEJA DODI, sentí que una mano tomó mi brazo, captando desesperadamente mi atención y me dijo: Rece por nosotros, por favor, ¿Lo hará?
Sus palabras son reales rompiendo la pared levantada por sus amos, yo asiento con la cabeza, pero no respondo; obtengo una visión de su vida, pero no acabo de entender plenamente y sé que no hay nada que hacer, salvo rezar y contar su historia.
Después de los servicios, mi traductor me escoltó hacia afuera de la Sinagoga para dirigimos a la cena de Shabat. Yo camino a lado de las mujeres y la natural distancia de los sexos nos ofrece una oportunidad única para hablar sin restricciones y les pregunte con mis pocas palabras en hebreo, si realmente se les permite visitar Israel, o incluso hacer alyá, como me habían dicho.
Ahora se nos permite por la ley me informan:
Pero cuando se sale del país, hay que dejar garantías, frecuentemente todo lo que se posee y por lo general sólo se otorga una visa por familia. Al llegar a la casa del presidente de la comunidad nos reciben con mucho cariño y atenciones, tanto la familia como los invitados que vinieron a observar a la judía sueca que ha viajado desde tan lejos para estar entre ellos.
Jaim Jadashim Nueva Vida
Mientras nos sirven platos exquisitos, me preguntan sobre mis costumbres y el mundo exterior y después del postre entra en la conversación el tema prohibido y me preguntan: ¿Has visitado Jerusalén?, ¿Hebrón? ¿Tienes fotografías del Kotel que nos puedas enviar después de Shabat?
Antes de despedimos me entregaron un regalo: un gran libro de oraciones en hebreo y persa, con un escrito en la portada que dice:
“A nuestra amiga Jana Hernroth-Rothstein que todas sus oraciones sean respondidas y pronto puedas venir a estar con nosotros.”
No encuentro palabras para agradecerles y ninguno de nosotros dice mucho, pero nos entendemos perfectamente y mientras me despido, rezo para poder volver algún día y si no otra cosa, que esa oración sea escuchada y contestada.
Abandonar el hogar de esta familia me oprime el corazón con una mezcla de alegría y tristeza; estar en Teherán en Shabat, con mi gente, una escena tan familiar y extraña a la vez. Hasta cierto punto los judíos de Irán gozan de mayor libertad de la que yo, una judía europea he conocido. Sus sinagogas están sin vigilancia, su identidad judía se exhibe orgullosamente y su vida religiosa es alabada y animada mientras que la mía, es cada vez más ilegal y oprimida, entiendo que su libertad existe dentro de una grande e impenetrable prisión, donde sueñan con conocer Israel.
Mi conexión con Israel es mi columna vertebral, es una parte integral de mi identidad como judía. Estar en Teherán me mostró que sería vivir sin Israel, que insegura me sentiría. En mi continente, la gente huye de sus hogares porque son judíos, su libertad judía hace que sea inseguro quedarse.
¿Qué pasaría si no existiera Israel para volver a casa? ¿Qué pasaría si nos quedáramos solos, como fragmentos de cristal, dispersos en la diáspora? ¿Cómo actuaríamos? ¿Qué seríamos?
Me despido de Irán con un gran peso en el corazón, sabiendo que podría no volver a ver nunca a las personas que se convirtieron en mi familia en un instante, porque siempre lo fueron. Me preocupa saber si por haber venido, les pude causar algún daño.
Irán no es la vida que yo pensaba que sería y la vida judía ahí, no es tan infernal como pensaba, pero en muchos aspectos es peor y más siniestra de lo que jamás podría haber imaginado. Los judíos de Irán no son perseguidos, pero están muy lejos de ser libres, viven en una jaula de oro con libertades y derechos que les pueden quitar por orden de su amo sin previo aviso ni razón.