Pan de muerto
Se puede saber que ya es noviembre porque el clima comienza a cambiar: la luz de la tarde se hace más cálida y a la vez fría; en los campos los árboles que aún conservan su follaje lucen tonos que van del verde al amarillo, y los que no, muestran sus ramas desnudas; el viento adquiere mayor fuerza y limpia el cielo, las nubes, las tardes, las noches.
Y cuando el viento se hace brisa, trae el suave aroma a pan de muerto recién horneado, ya sea de sal o con un ligero sabor a naranja, anís o canela. Pues los primeros días de noviembre es el Día de Muertos y tiene que estar listo antes de que éstos comiencen a llegar.
Desde muy temprano se mezclan grandes cantidades de harina, huevo y mantequilla, y alguno que otro ingrediente que las recetas de cada familia requieran. En una comunidad donde la panaderĂa es una principal fuente de ingresos, las formas y sabores en el resultado final son infinitos Â
La mayoría de los panaderos usa horno de gas pero algunos se resisten al cambio ya sea por nostalgia, tradición o porque no pueden sustentar los gastos que un horno convencional (que cubra sus necesidades) implicaría. Los que mantienen en uso el horno de piedra, tienen que calentarlo varias horas antes de poder hornear. Introducen leña en él, a la que prenden fuego y dejan arder el tiempo suficiente para que una vez apagado pueda preservarse el calor interno y de ésta manera el pan se horneé adecuadamente.
No es fácil utilizar un horno de piedra ya que si la temperatura es muy alta el pan quedará crudo por dentro y bien cocido por afuera e incluso quemado; además las condiciones climáticas influyen en que el horno pueda calentarse. El tiempo que el pan permanece dentro del horno es mínimo, cinco minutos, y un gran esfuerzo físico, son suficientes para obtener una cocción correcta.
A cada uno de los familiares muertos le corresponde un pan, es por eso que cuando se colocan en la ofrenda se dice el nombre del futuro dueño: “Este pan es para mi tía Isabel” “Pongo este pan para mi mamá” y así hasta completar un frondoso árbol genealógico y una inmensa ofrenda.
Aun después de que el pan está listo, nadie puede descasar hasta conseguir y preparar todos los alimentos que se colocaran junto él en la ofrenda. En cada casa pueden cocinar todo el día pues al ser la única ocasión en que se transita libremente entre mundo de los vivos y el de los muertos, lo menos que se puede ofrecer es una buena comida.
Una ofrenda no puede estar lista hasta que se ponga en ella la comida que mĂĄs gustaban a los difuntos, y a los vivos. Porque aunque las almas de los muertos tomen para sĂ la esencia de cada platillo, son los vivos quienes terminaran comiĂŠndolos.